martes, 10 de junio de 2025

RICARDO LEZÓN (MC ENROE) PRESENTARÁ EN BILBAO SU ÚLTIMO TRABAJO ‘CANCIONES MÍNIMAS’ JUNTO A TULSA

 


Hay coaliciones artísticas que casi están destinadas a producirse tarde o temprano. Tal es el caso del getxotarra Ricardo Lezón (Mc Enroe), que presentará en Bilbao su último trabajo ‘Canciones mínimas’ en la sala Santana 27 el próximo jueves 12 de junio acompañado de una cantautora tan especial como Tulsa, nombre bajo el que se esconde Miren Iza.

Toda una dupla que apelará al minimalismo y a las emociones en carne viva en un formato acústico sosegado, lo más ideal para afrontar con la máxima paz mental y espiritual la temporada de festivales veraniegos que arrancará en pocos días. Lejos del mundanal ruido, el líder de McEnroe abrirá la velada y luego le seguirá Tulsa, galardonada con el Premio Nacional de las Músicas Actuales 2024, que en su última visita al bilbaíno Kafe Antzokia dejó a la mayoría del público anonadado en la presentación del disco ‘Amadora’.

 


Como ya hemos dicho, en el caso de la voz y guitarra de McEnroe, el repertorio estará conformado por cortes de su último EP ‘Canciones mínimas’, pero también habrá espacio para algunas composiciones de ‘Esperanza’, su disco en solitario de 2017.


 

Respecto a Tulsa, tras el laureado álbum ‘Amadora’, la hemos visto colaborando con artistas contemporáneos como Repion en “Vienen de pasárselo bien” o también con Estrella Fugaz, proyecto de Lucas Bolaño que se mueve entre el folclore y la electrónica, en “Una casa espacial dibujada en un A4”, todo un arriesgado experimento con base de dub y dos voces que nos invitan a zambullirnos de inmediato en su inquietante atmósfera.

Recordamos los detalles del evento:

Fecha: 12 Junio 2025

Sala Blue (Santana 27)

Apertura: 20:00 h.

Concierto: 20:30 h.

Anticipada: 12€ (+ gastos gestión) Entradas aquí.

Taquilla: 15€

Más información en este enlace.

miércoles, 7 de mayo de 2025

BLACKSTARS: UN DAVID BOWIE PARA TODOS LOS PÚBLICOS

 

Kafe Antzokia, Bilbao

 

Los tributos deberían estar justificados cuando existe la clara incapacidad de ver a un artista, ya sea por fallecimiento, porque se ha retirado de las giras o por cualquier otra razón que lo aleje de los escenarios. ¿Deberían caer para siempre en el olvido las canciones de Ramones, The Doors y tantos otros que escribieron gloriosas páginas en la historia de la música? Pues no, está bien que se recuerde aquello que hicieron de manera notable durante su temporada en la tierra. Es la forma de hacer que siempre estén vivos en nuestra memoria.

 

 

El camaleón David Bowie dejó sin duda un legado espectacular en el planeta, con una prolífica discografía de casi una treintena de obras de estudio en las que tocó la mayoría de los palos existentes en la música contemporánea, desde el glam rock o la psicodelia de sus comienzos hasta el rock alternativo, industrial, electrónica, e incluso coqueteos con el jazz. Si a veces se afirma que adentrarse en ciertos artistas es un mundo, en el caso que nos ocupa quizás ese término hasta se nos quede corto y haya que recurrir al de universo.

Una personalidad tan poliédrica y con tantas facetas como la de Bowie probablemente favorezca diferentes interpretaciones, como la que realizan los gallegos Blackstars en su espectáculo de homenaje al hombre de las estrellas de cerca de dos horas. Uno podrá estar de acuerdo o no con su visión, pues al igual que un libro suele provocar diferentes impresiones en sus lectores, lo mismo podría aplicarse al descomunal catálogo del Duque Blanco.

 

Ya de entrada, su bolo en el Kafe Antzokia bilbaíno contó con un evidente respaldo del público y los propios músicos subrayaron en varias ocasiones el cariño que se le tenía al artista por el norte. Un icono cultural que hoy en día ya parece de otro mundo pretérito, aunque se podían ver a unos cuantos jóvenes en el evento, prueba de que su talento traspasó generaciones hasta llegar a la actualidad.

Con una banda considerable que incluía hasta percusionista, saxofonista o corista, apelaron en un comienzo a los seguidores más familiarizados con la obra de Bowie con “Lazarus” y “Stay”, pieza del álbum experimental ‘Station to Station’ que podría valer para distinguir al forofo del mero aficionado ocasional. El vocalista ya advirtió en el comienzo que no debíamos esperar “grandes disfraces”, pues la noche no iba en esa onda, aparte de que replicar la clase y el inimitable aspecto visual del Duque Blanco iba a ser tarea imposible.

 

“Changes”, de su primera época, era un corte imprescindible para fans, y algo más sibarita se tornó “Reality”, que no estaba mal, pero en ese álbum brillaba con bastante más fulgor “New Killer Star”, aunque no dejaba de ser una cuestión de gustos.

La velada se tornó exigente a nivel artístico con el hit “Absolute Beginners”, donde el vocalista demostró su sobrada competencia a la hora de recrear los tonos de Bowie, o mejor dicho, el tono más característico de Bowie, el que todos tienen en la cabeza. No olvidemos que en realidad el rango vocal del hombre de las estrellas no podía encasillarse en un patrón determinado, era más bien un camaleón, en un tema podría ser Elvis y en otro un cantante crooner en plan Frank Sinatra. 

 

“Young Americans” era otra pieza que exigía una interpretación de altura y a buen seguro que lo lograron sin olvidarse de aquella referencia que metía Bowie de “A Day In The Life” de The Beatles. “China Girl” sirvió a modo de testimonio de aquella tan salvaje como inspiradora estancia berlinesa junto a Iggy Pop, una canción que grabaron tanto Pop como el creador de ‘Ziggy Stardust’ cada uno a su manera.

“Fashion” nos sobró por completo, nunca le pillamos demasiado el punto, pero no tardaron en ganarse de nuevo a los verdaderos fans con “Slow Burn”, inmenso corte de un trabajo tan minusvalorado como ‘Heathen’. Era una canción olvidada que merecía recuperarse. “Moonage Daydream” se antojaba de las fundamentales en cualquier tributo a Bowie, aunque el halo de rock progresivo que le insuflaron al final tampoco nos convenció en exceso.

 

Tras una breve pausa, regresaron a las tablas solo el cantante y el pianista para una piedra angular como “Life on Mars?”, que no se la curraron mal, y luego una inapelable “Rebel Rebel”, que la peña empezó a cantar ya antes de que comenzara. “Blue Jean” seguía escorando la velada hacia el pop, pese a que supuso una oportunidad de lucimiento para el saxofonista, y lo que sí que no nos convenció fue “Under Pressure”, que en verdad era más de Queen que de Bowie, con la corista replicando las partes de Freddie Mercury, algo que se le quedó algo grande, pues estamos hablando de una de las mejores voces de la historia de la música. Cualquiera no podría acometer semejante empresa.

“Ziggy Stardust” debía estar en el repertorio sí o sí, del mismo modo que “Let’s Dance”, pese a que echáramos de menos la guitarra de Stevie Ray Vaughan de la pieza original. “Starman” marcó la despedida, con un grato sabor de boca, pues no se podrían poner pegas a tamaño éxito. 

 

Los bises no defraudaron en cuanto a repertorio con la futurista “Space Oddity”, el emblema de la new wave “Modern Love”, donde volvimos a sentir la falta de Vaughan a las seis cuerdas, y un “Heroes” que ha pasado a convertirse en un himno sobre la caída del Muro de Berlín o el hermanamiento entre diferentes culturas.

Pese a que hubo algunos detalles para los acérrimos, hubiéramos preferido un espectáculo más arriesgado en la selección de temas y no tan pop, pues la presencia de material de los comienzos fue casi testimonial. ¿Cómo podían olvidarse de “Suffragette City”, “Five Years” y otros temas que todavía nos ponen la piel como escarpias? Era un David Bowie para todos los públicos, quizás nuestras peticiones pertenecían ya al nivel avanzado. Un C1 o así.

martes, 25 de marzo de 2025

VERDE PRATO + SAGUXAR: LA ESCUELA DE BELLAS ARTES

 

Kafe Antzokia, Bilbao

 

Lo habitual suele ser hablar de una escena cuando se asocia un conjunto de grupos a un estilo determinado, véase el caso del punk del 77 o del mismísimo rock radical vasco. Pero en otras ocasiones el nexo común no está en ciertos parámetros musicales, sino en un lugar concreto, que parece ejercer de imán a la hora de despertar la creatividad. Como todas las etiquetas, siempre hay que cogerlas con pinzas, pues habrá algunos que probablemente ni siquiera se identifiquen con ningún colectivo y prefieran ir por su cuenta.

 


En torno a la Facultad de Bellas Artes de la UPV ha surgido todo un conglomerado de bandas como Belako, Ezezez y muchas otras a las que costaría asociar a un género en concreto, pese a que la palabra post punk sirva hoy en día de cajón de sastre para meter a los que no suelen encajar en ningún sitio. De ese entorno procede la tolosarra Ana Arsuaga, a la que seguimos desde cuando hacía “euskal wave” con sus compañeras de Serpiente y ya entonces destacaba. Posteriormente, siguió ampliando miras con Mazmorra hasta consolidar un proyecto como Verde Prato, que ya cuenta con un importante poder de convocatoria por estos lares.

El bilbaíno Kafe Antzokia presentaba una nutrida concurrencia para tratarse de un jueves, aunque un servidor está convencido de que son los nuevos sábados, por lo que no debería extrañar que las salas de conciertos acostumbren a estar hasta la bandera esos días. Al contrario de otras citas de ambiente asfixiante, en esta ocasión la cosa no llegó a un punto extremo, pero fue reseñable comprobar el tirón que esta artista multidisciplinar ya posee en la capital vizcaína, como hemos dicho.

Saguxar
 

La propuesta experimental de Saguxar encajaba cual guante en la tónica de la noche al ofrecernos una especie de limbo entre electrónica, shoegaze y algo de post rock. Su recital fue in crescendo en lo que respecta a atmósferas, con partes que incluso evocaban a cantautoras fantasmagóricas como Nico en ‘The Marble Index’ o a los siempre efectivos The Cure, por lo que la tremenda ovación que recibió al final fue de sobra merecida. Pensábamos al inicio que lo suyo se nos escaparía de las manos, pero nos convenció de verdad. Apunten el nombre.

A pesar de que la trayectoria de Ana Arsuaga siempre nos resultó interesante, no negamos que Verde Prato quizás no sea para todos los públicos, si por ejemplo te tira el rock y la electricidad desbocada. Hay que meterse en materia para pillar el punto. Pero al igual que nos sucedió en el pasado con otras propuestas suyas, verla interpretar a un nivel alucinante sirvió para que dejáramos en el cajón prejuicios y apreciáramos lo grande que podía llegar a ser en directo.

Verde Prato

La grandilocuente puesta en escena con una especie de biombos ya nos anticipaba que se trataría de un espectáculo cuidado y la propia Ana nos lo confirmó cuando apareció ataviada con un curioso vestido del que le colgaban diversos objetos como llaves, metales o collares. Hubo incluso una ovación generalizada cuando se despojó de la capa que le cubría para revelar una espectacular silueta.

Acostumbrados a los conciertos con banda al completo, al principio costó un poco meterse en faena, pero la cita fue ganando interés a medida que Ana clavaba tonos etéreos a lo Kate Bush y demostraba que a nivel vocal podría compararse a Maika Makovski, por lo menos en cuanto a versatilidad, y diría que también en cuestión de ambición creativa.

 

No tengo claro si muchos de los asistentes conocerían la trayectoria previa de esta artista, pero es muy probable que ya la hubieran visto anteriormente, pues  comulgaban tanto con su propuesta que hasta copiaban los movimientos de manos que realizaba. No imaginábamos que su predicamento había alcanzado esa categoría.

La voz se erigió en protagonista que eclipsaba todo lo demás, con agudos imposibles y un dominio de registros que revelaban que ya es una artistaza total. Quizás dentro de unos años podría ser como Tulsa o Maika Makovski, pues por talento lo merecería tanto como ellas. Incluso su manera de mirar al infinito parece de diosa de la antigüedad, a una distancia inabarcable de los meros mortales que quedan casi paralizados por su presencia.


 

La cita era para dar cancha a su último trabajo, ‘Bizitza Eztia’, por lo que  brillaron piezas del calibre de “Solita” o “Ez Dut Behar”, ambas con interpretaciones sublimes por parte de Ana, pero también tiene muy buen gusto a la hora de elegir versiones. Su particular revisión de “Zu Atrapatu Arte” de Kortatu no sonó aquella noche, pero se movió en parámetros similares rescatando un tema de Negu Gorriak, o eso nos pareció por lo menos.

Otra sorpresa aconteció cuando interpretó el celebérrimo “Opinión de mierda” de Los Punsetes, que era la canción con la que colaboró Verde Prato en el disco aniversario de los madrileños. Hizo bailable una pieza con letra hater de veras, lo que era un tanto raro, pero la peña cantó de muy buena gana el estribillo y los silbidos se multiplicaron al final. La chica que teníamos al lado lo resumió en pocas palabras: “¡Qué puta ama!”.

 

“Bizitza Eztia”, que daba título a su trabajo más reciente, siguió engrandeciendo la velada, al tiempo que pensábamos que debería hacer un dueto con Anni B Sweet o Maika Makovski pero ya, a Tulsa la tachó de la lista con “Ni Ez Naiz Penelope” hace un par de años. Como si se tratara de una suerte de aparición fantasmal, cerró el bolo bajando las escaleras y perdiéndose entre el público como las grandes divas del séptimo arte. No habría extrañado si se hubiera montado en un avión de hélices en plan ‘Casablanca’.

Nos encantan esos momentos en los que las cosas no son lo que parecen, pero en el buen sentido, porque no todas las sorpresas tienen que ser desagradables. Lo que se antojaba una noche con una propuesta peculiar acabó transformándose en una de las mejores veces que hemos visto a Verde Prato. Pura escuela de Bellas Artes cien por cien.

jueves, 13 de febrero de 2025

TOC + TATXERS: UNA CATA DE MODERNIDAD

 

 Kafe Antzokia, Bilbao

 

La labor de un periodista musical debería consistir también en prestar atención a esos fenómenos que surgen cada cierto tiempo y suponen un auténtico revulsivo en la escena de un género, agotando entradas por doquier, y muchas veces practicando un estilo que podría considerarse en las antípodas de lo comercial. La historia está plagada de casos de esos que se convierten de la noche a la mañana en el grupo del momento por diversos factores y uno no acaba entendiendo cómo exactamente se ha llegado a esa situación de manera tan sorprendente.

TOC

Esto último lo hemos visto en el ámbito nacional con Alcalá Norte y en el entorno euskaldun bastante están despuntando tanto los mungitarras TOC como los navarros Tatxers, dos bandas contemporáneas de trayectoria más o menos paralela a las que habrá que prestar atención en los próximos años. No demasiados grupos pueden presumir de llenar el bilbaíno Kafe Antzokia una jornada entre semana.

Si nos paramos a pensar sobre ese particular, lo cierto es que no existen demasiados combos cuya asistencia esté garantizada fuera de los fines de semana, pero suponemos que habrá que incluir esa posibilidad dentro del cambio de tendencia que se observa cualquier jueves con aglomeraciones dignas de los sábados de antaño. Al final va a ser verdad eso que se decía en otros tiempos de que eran los nuevos viernes. 

Tatxers

Ya con solo saber que el bautismo de Tatxers proviene de la fijación que tenían por los grupos ingleses, nos predispone muy positivamente hacia su propuesta que lo mismo resuena a Buzzcocks o The Clash que a los peninsulares Biznaga. Diríamos incluso que a veces parecían una versión euskaldun de estos últimos, pero tampoco se olvidan del legado de The Jesus & Mary Chain, The Jam o The Smiths, incluso han aplicado a su estilo la etiqueta de jangle pop, en especial por esas guitarras deudoras de las de Johnny Marr.

Que ahora estén en progresión ascendente está justificado por completo, pues las desmedidas ganas que le echan sobre las tablas no se encuentran con facilidad. Y prestemos del mismo modo atención a composiciones del calibre de “Oasi Bat”, de su último disco ‘Ezpatei Disdira’, que ya se corea como un auténtico clásico, seguro que ha encontrado un hueco inamovible en el repertorio de directo.

Tatxers
 

Se les notó además muy rodados sobre las tablas, tendrán a las espaldas una cantidad considerable de conciertos y con el talento inapelable como el boca a boca más efectivo del mundo, no extrañaría que fueran subiendo escalones en términos de asistencia. Sin duda, es una de esas bandas que hay que ver en la actualidad si uno quiere enterarse de lo que se está cociendo en el terreno del post punk y superar la restrictiva etiqueta de música en euskera. Digamos en este caso canciones del ancho mundo desde una óptica juvenil. 

TOC

A TOC les vimos por primera vez en un BIME y nos sorprendió toparnos con un Kafe Antzokia abarrotado hasta los topes de esa juventud que muchos creen que ya no va a conciertos. En esta ocasión volvieron a repetir la gesta para presentar su reciente ‘Jaioak Hiltea Zor’ y tal vez para confirmar que su poder de convocatoria actual no se debe a una mera casualidad sino a su capacidad para conectar con las nuevas generaciones. Si uno echaba un vistazo al recinto, los veinteañeros eran abrumadora mayoría, alguien con cuarenta para arriba era considerado como una especie de anomalía del sistema. Por si esto podría ser motivo para desechar un bolo, confesar que los melómanos no entendemos de edades ni de otros detalles tan accesorios como el estar o no acompañado.

Tras una introducción con bertsolari que nos sobró por completo (lo siento, somos poco poéticos en ese sentido), no tardaron en dar cancha a lo último editado con temas tan robustos como “Hilkutxa Zuria” o “Zuon Txanpona”, que enfervorizaron de lo lindo a la concurrencia. La verdad es que no hubo que buscar demasiado la reacción del personal, pues la motivación venía casi de serie.

TOC con Jone a la voz.

Por los ánimos desatados cualquiera podría imaginar que se trataba de un combo internacional, pero nada más lejos de la realidad, la vecina Mungia se ha convertido en una suerte de cantera alternativa de la que ya han salido formaciones imprescindibles como Belako, cuya influencia se siente en diversas bandas locales, o estos TOC, destinados a convertirse en su relevo natural, pese a que su propuesta en realidad tampoco sea similar, a excepción de unos pocos puntos comunes.

En “Azken Berbak”, por ejemplo, contaron con la colaboración de Josu Ximun de Belako al teclado y la de una chica llamada Jone, si no me equivoco, con una gran voz y actitud en escena. “Preso Baten Hitzak”, todavía con Josu a las teclas, se transformó en uno de los puntos álgidos de la velada, donde hasta intercalaron un fragmento del “Killing Me Softly With His Song” de The Fugees y llevaron en volandas a una chica.

Josu Ximun de Belako, al teclado con TOC

Pues sí que montaron un fiestón bastante digno para tratarse de un jueves. A pesar de que la primera vez que les vimos no nos epataron a nivel musical, sin duda esa noche aumentaron de golpe nuestra consideración hasta incluirles dentro de esos nombres contemporáneos que deberían escucharse en la actualidad. Fue una cata de modernidad para sacudir nostalgia y mirar hacia un futuro prometedor de una generación capaz de romper antiguas barreras y llevar su música hasta lo más alto. Al tiempo.