jueves, 19 de junio de 2025

TULSA + RICARDO LEZÓN (MC ENROE): UN OASIS ANTES DE LOS FESTIVALES

 

Sala Santana 27, Bilbao

 

A menudo se tiende a olvidar la vital importancia de las salas de cara a la consolidación del tejido cultural de una ciudad. Lejos del espíritu de aquellos eventos que dinamizan la escena durante un periodo concreto de dos o tres días y luego desaparecen hasta el año siguiente, todavía tenemos la suerte de contar con refugios que siguen adelante con una programación determinada, independientemente de si llueve, hay futbol o se celebra cualquier otra cosa en las inmediaciones. Como si tuvieran una misión que cumplir y no pudiera ser abortada bajo ningún concepto.

Tulsa

Solo de esta última manera cabría entender que se montara un bolo a pocos días de que comenzara la temporada de festivales con la cantautora Tulsa, galardonada con el Premio Nacional de las Músicas Actuales 2024, y Ricardo Lezón, líder de Mc Enroe que acostumbra a vivir la música y cantar la vida, como decía en su libro ‘Lento y salvaje’. Pero si en estos meses venideros la tónica dominante iban a ser los eventos multitudinarios, nada mejor que prepararse mentalmente con un recital de esos recogidos, para escuchar de verdad, algo que cada vez se estila menos.

Pensábamos que acudiríamos cuatro gatos a la bilbaína sala Santana 27, conscientes de lo complicadas que resultaban estas fechas en tierra de nadie, pero el piso superior acabó al final congregando a una multitud nada despreciable para los tiempos que corren. Los getxotarras McEnroe han sabido labrarse un grupo de fieles que por supuesto siguen a su alma mater allá donde toque, y en cuanto a su compañera a las tablas, tres cuartos de lo mismo, todavía recordamos su magnífico concierto en el Kafe Antzokia en la presentación del disco ‘Amadora’.

Ricardo Lezón
 

La sencillez que caracteriza a Ricardo Lezón seguramente posibilitó que se encargara de abrir la velada, sin ningún tipo de ego, aunque cualquiera que lea entrevistas o declaraciones suyas se dará cuenta de que su personalidad está alejada por completo de cualquier atisbo de darse la más mínima importancia. Por eso mismo es tan necesaria una propuesta intimista como la suya, surgida desde el corazón y ajena a cualquier tendencia mercantilista. Aquí cobra todo el sentido aquella frase que decía de que nunca ha vivido de la música, pero esta sí que le ha ayudado a vivir.

Recientemente había sacado el EP ‘Canciones mínimas’, por lo que no tardó en sonar “Colonia Roma”, el tema que abría este trabajo, y poco después “Tonino Guerra”, sobre un poeta italiano al que le “robó” un verso. Como ya anunció, también se acordaría de ‘Esperanza’, su álbum en solitario de 2017, así que ahí teníamos “Arena y romero”, una de las mejores piezas de dicho trabajo, realzada por los coros de su hija Jimena en la versión original.

Ricardo Lezón
 

Dijo Ricardo con su consabida humildad que las canciones que más ilusión hacían a la gente eran siempre las viejas, por lo que se decantó por recuperar “Por fin los ciervos”, del primer álbum conjunto junto a The New Raemon, una presencia recurrente en los repertorios las últimas veces que le hemos visto a él o a McEnroe.

Mantener la atención en un bolo acústico debería considerarse toda una proeza en los tiempos actuales, con móviles y tantas distracciones de por medio, pero así fue esta actuación intensa del líder de McEnroe que terminó con la versión de Bob Dylan “Me enamoré de ti”. Piel de gallina, una vez más.

Tulsa
 

Que el disco ‘Amadora’ ha marcado un antes y después en la carrera de Tulsa no solo lo certificaba su Premio Nacional de las Músicas Actuales, sino también la presencia que se ha ganado en su repertorio esta suerte de disco conceptual. De esta forma, comenzó reivindicando su última obra con “Una parte de mí” o “No quiero hacer historia”, con mención expresa para ese “Joaquín” que para los fieles ya es todo un personaje más asociado a sus shows.

Miren se sentó al piano para una interpretación deslumbrante de “Cuando venga el león pálido”, y ya que regresaba a tierras vascas, cobraba todo el sentido del mundo rescatar “Matxitxako”. Pero la historia de Amadora tampoco podía caer fácilmente en el olvido, por lo que volvió a contar aquella historia de cuando se enamora de su psicólogo que relata en “¿Amor o transferencia?”. Si interpretara las canciones en idéntico orden al del disco, nadie se quejaría.

Tulsa
 

Echó la vista atrás con esa especie de manifiesto musical llamado “Autorretrato”, que incluía frases tan certeras como “No creo en los festivales ni en los fuegos artificiales”. Y en esa especie de terapia con público no podría faltar “Bilbao”, sobre esa ciudad cambiante que le “expulsaba”, en sus propias palabras.

Clave también en su trayectoria resultaban “Los amantes del puente” o “Centauros”, con un espontáneo que recordó que de pequeño solía escribir en cuadernos de anillas con ese nombre, a lo que respondió la cantautora diciendo que ella le daría otro enfoque. 

Tulsa
 

Y para la recta final reservó el aire solemne de “Santamártir”, “Yo no soy Penélope” y ese “Melocotón” que introdujo con las palabras: “Chica, tampoco te lo pienses tanto, coge el puto melocotón, que son todos más o menos iguales”. Como broche de oro, salieron Miren y Ricardo para interpretar juntos “El bosque”, si no nos equivocamos, una pieza que constataba la espectacular química y complicidad entre los dos grandes protagonistas de la noche.

Que nunca se pierdan este tipo de iniciativas que surgen cuando se presenta la ocasión y apelan directamente al corazón de los melómanos, con independencia de la coyuntura más o menos propicia circundante. Hay muchas cosas que no dependen de las leyes del mercado, esas son sin duda las que merece la pena preservar. Como este necesario oasis antes de los festivales. 

martes, 10 de junio de 2025

RICARDO LEZÓN (MC ENROE) PRESENTARÁ EN BILBAO SU ÚLTIMO TRABAJO ‘CANCIONES MÍNIMAS’ JUNTO A TULSA

 


Hay coaliciones artísticas que casi están destinadas a producirse tarde o temprano. Tal es el caso del getxotarra Ricardo Lezón (Mc Enroe), que presentará en Bilbao su último trabajo ‘Canciones mínimas’ en la sala Santana 27 el próximo jueves 12 de junio acompañado de una cantautora tan especial como Tulsa, nombre bajo el que se esconde Miren Iza.

Toda una dupla que apelará al minimalismo y a las emociones en carne viva en un formato acústico sosegado, lo más ideal para afrontar con la máxima paz mental y espiritual la temporada de festivales veraniegos que arrancará en pocos días. Lejos del mundanal ruido, el líder de McEnroe abrirá la velada y luego le seguirá Tulsa, galardonada con el Premio Nacional de las Músicas Actuales 2024, que en su última visita al bilbaíno Kafe Antzokia dejó a la mayoría del público anonadado en la presentación del disco ‘Amadora’.

 


Como ya hemos dicho, en el caso de la voz y guitarra de McEnroe, el repertorio estará conformado por cortes de su último EP ‘Canciones mínimas’, pero también habrá espacio para algunas composiciones de ‘Esperanza’, su disco en solitario de 2017.


 

Respecto a Tulsa, tras el laureado álbum ‘Amadora’, la hemos visto colaborando con artistas contemporáneos como Repion en “Vienen de pasárselo bien” o también con Estrella Fugaz, proyecto de Lucas Bolaño que se mueve entre el folclore y la electrónica, en “Una casa espacial dibujada en un A4”, todo un arriesgado experimento con base de dub y dos voces que nos invitan a zambullirnos de inmediato en su inquietante atmósfera.

Recordamos los detalles del evento:

Fecha: 12 Junio 2025

Sala Blue (Santana 27)

Apertura: 20:00 h.

Concierto: 20:30 h.

Anticipada: 12€ (+ gastos gestión) Entradas aquí.

Taquilla: 15€

Más información en este enlace.

miércoles, 7 de mayo de 2025

BLACKSTARS: UN DAVID BOWIE PARA TODOS LOS PÚBLICOS

 

Kafe Antzokia, Bilbao

 

Los tributos deberían estar justificados cuando existe la clara incapacidad de ver a un artista, ya sea por fallecimiento, porque se ha retirado de las giras o por cualquier otra razón que lo aleje de los escenarios. ¿Deberían caer para siempre en el olvido las canciones de Ramones, The Doors y tantos otros que escribieron gloriosas páginas en la historia de la música? Pues no, está bien que se recuerde aquello que hicieron de manera notable durante su temporada en la tierra. Es la forma de hacer que siempre estén vivos en nuestra memoria.

 

 

El camaleón David Bowie dejó sin duda un legado espectacular en el planeta, con una prolífica discografía de casi una treintena de obras de estudio en las que tocó la mayoría de los palos existentes en la música contemporánea, desde el glam rock o la psicodelia de sus comienzos hasta el rock alternativo, industrial, electrónica, e incluso coqueteos con el jazz. Si a veces se afirma que adentrarse en ciertos artistas es un mundo, en el caso que nos ocupa quizás ese término hasta se nos quede corto y haya que recurrir al de universo.

Una personalidad tan poliédrica y con tantas facetas como la de Bowie probablemente favorezca diferentes interpretaciones, como la que realizan los gallegos Blackstars en su espectáculo de homenaje al hombre de las estrellas de cerca de dos horas. Uno podrá estar de acuerdo o no con su visión, pues al igual que un libro suele provocar diferentes impresiones en sus lectores, lo mismo podría aplicarse al descomunal catálogo del Duque Blanco.

 

Ya de entrada, su bolo en el Kafe Antzokia bilbaíno contó con un evidente respaldo del público y los propios músicos subrayaron en varias ocasiones el cariño que se le tenía al artista por el norte. Un icono cultural que hoy en día ya parece de otro mundo pretérito, aunque se podían ver a unos cuantos jóvenes en el evento, prueba de que su talento traspasó generaciones hasta llegar a la actualidad.

Con una banda considerable que incluía hasta percusionista, saxofonista o corista, apelaron en un comienzo a los seguidores más familiarizados con la obra de Bowie con “Lazarus” y “Stay”, pieza del álbum experimental ‘Station to Station’ que podría valer para distinguir al forofo del mero aficionado ocasional. El vocalista ya advirtió en el comienzo que no debíamos esperar “grandes disfraces”, pues la noche no iba en esa onda, aparte de que replicar la clase y el inimitable aspecto visual del Duque Blanco iba a ser tarea imposible.

 

“Changes”, de su primera época, era un corte imprescindible para fans, y algo más sibarita se tornó “Reality”, que no estaba mal, pero en ese álbum brillaba con bastante más fulgor “New Killer Star”, aunque no dejaba de ser una cuestión de gustos.

La velada se tornó exigente a nivel artístico con el hit “Absolute Beginners”, donde el vocalista demostró su sobrada competencia a la hora de recrear los tonos de Bowie, o mejor dicho, el tono más característico de Bowie, el que todos tienen en la cabeza. No olvidemos que en realidad el rango vocal del hombre de las estrellas no podía encasillarse en un patrón determinado, era más bien un camaleón, en un tema podría ser Elvis y en otro un cantante crooner en plan Frank Sinatra. 

 

“Young Americans” era otra pieza que exigía una interpretación de altura y a buen seguro que lo lograron sin olvidarse de aquella referencia que metía Bowie de “A Day In The Life” de The Beatles. “China Girl” sirvió a modo de testimonio de aquella tan salvaje como inspiradora estancia berlinesa junto a Iggy Pop, una canción que grabaron tanto Pop como el creador de ‘Ziggy Stardust’ cada uno a su manera.

“Fashion” nos sobró por completo, nunca le pillamos demasiado el punto, pero no tardaron en ganarse de nuevo a los verdaderos fans con “Slow Burn”, inmenso corte de un trabajo tan minusvalorado como ‘Heathen’. Era una canción olvidada que merecía recuperarse. “Moonage Daydream” se antojaba de las fundamentales en cualquier tributo a Bowie, aunque el halo de rock progresivo que le insuflaron al final tampoco nos convenció en exceso.

 

Tras una breve pausa, regresaron a las tablas solo el cantante y el pianista para una piedra angular como “Life on Mars?”, que no se la curraron mal, y luego una inapelable “Rebel Rebel”, que la peña empezó a cantar ya antes de que comenzara. “Blue Jean” seguía escorando la velada hacia el pop, pese a que supuso una oportunidad de lucimiento para el saxofonista, y lo que sí que no nos convenció fue “Under Pressure”, que en verdad era más de Queen que de Bowie, con la corista replicando las partes de Freddie Mercury, algo que se le quedó algo grande, pues estamos hablando de una de las mejores voces de la historia de la música. Cualquiera no podría acometer semejante empresa.

“Ziggy Stardust” debía estar en el repertorio sí o sí, del mismo modo que “Let’s Dance”, pese a que echáramos de menos la guitarra de Stevie Ray Vaughan de la pieza original. “Starman” marcó la despedida, con un grato sabor de boca, pues no se podrían poner pegas a tamaño éxito. 

 

Los bises no defraudaron en cuanto a repertorio con la futurista “Space Oddity”, el emblema de la new wave “Modern Love”, donde volvimos a sentir la falta de Vaughan a las seis cuerdas, y un “Heroes” que ha pasado a convertirse en un himno sobre la caída del Muro de Berlín o el hermanamiento entre diferentes culturas.

Pese a que hubo algunos detalles para los acérrimos, hubiéramos preferido un espectáculo más arriesgado en la selección de temas y no tan pop, pues la presencia de material de los comienzos fue casi testimonial. ¿Cómo podían olvidarse de “Suffragette City”, “Five Years” y otros temas que todavía nos ponen la piel como escarpias? Era un David Bowie para todos los públicos, quizás nuestras peticiones pertenecían ya al nivel avanzado. Un C1 o así.

martes, 25 de marzo de 2025

VERDE PRATO + SAGUXAR: LA ESCUELA DE BELLAS ARTES

 

Kafe Antzokia, Bilbao

 

Lo habitual suele ser hablar de una escena cuando se asocia un conjunto de grupos a un estilo determinado, véase el caso del punk del 77 o del mismísimo rock radical vasco. Pero en otras ocasiones el nexo común no está en ciertos parámetros musicales, sino en un lugar concreto, que parece ejercer de imán a la hora de despertar la creatividad. Como todas las etiquetas, siempre hay que cogerlas con pinzas, pues habrá algunos que probablemente ni siquiera se identifiquen con ningún colectivo y prefieran ir por su cuenta.

 


En torno a la Facultad de Bellas Artes de la UPV ha surgido todo un conglomerado de bandas como Belako, Ezezez y muchas otras a las que costaría asociar a un género en concreto, pese a que la palabra post punk sirva hoy en día de cajón de sastre para meter a los que no suelen encajar en ningún sitio. De ese entorno procede la tolosarra Ana Arsuaga, a la que seguimos desde cuando hacía “euskal wave” con sus compañeras de Serpiente y ya entonces destacaba. Posteriormente, siguió ampliando miras con Mazmorra hasta consolidar un proyecto como Verde Prato, que ya cuenta con un importante poder de convocatoria por estos lares.

El bilbaíno Kafe Antzokia presentaba una nutrida concurrencia para tratarse de un jueves, aunque un servidor está convencido de que son los nuevos sábados, por lo que no debería extrañar que las salas de conciertos acostumbren a estar hasta la bandera esos días. Al contrario de otras citas de ambiente asfixiante, en esta ocasión la cosa no llegó a un punto extremo, pero fue reseñable comprobar el tirón que esta artista multidisciplinar ya posee en la capital vizcaína, como hemos dicho.

Saguxar
 

La propuesta experimental de Saguxar encajaba cual guante en la tónica de la noche al ofrecernos una especie de limbo entre electrónica, shoegaze y algo de post rock. Su recital fue in crescendo en lo que respecta a atmósferas, con partes que incluso evocaban a cantautoras fantasmagóricas como Nico en ‘The Marble Index’ o a los siempre efectivos The Cure, por lo que la tremenda ovación que recibió al final fue de sobra merecida. Pensábamos al inicio que lo suyo se nos escaparía de las manos, pero nos convenció de verdad. Apunten el nombre.

A pesar de que la trayectoria de Ana Arsuaga siempre nos resultó interesante, no negamos que Verde Prato quizás no sea para todos los públicos, si por ejemplo te tira el rock y la electricidad desbocada. Hay que meterse en materia para pillar el punto. Pero al igual que nos sucedió en el pasado con otras propuestas suyas, verla interpretar a un nivel alucinante sirvió para que dejáramos en el cajón prejuicios y apreciáramos lo grande que podía llegar a ser en directo.

Verde Prato

La grandilocuente puesta en escena con una especie de biombos ya nos anticipaba que se trataría de un espectáculo cuidado y la propia Ana nos lo confirmó cuando apareció ataviada con un curioso vestido del que le colgaban diversos objetos como llaves, metales o collares. Hubo incluso una ovación generalizada cuando se despojó de la capa que le cubría para revelar una espectacular silueta.

Acostumbrados a los conciertos con banda al completo, al principio costó un poco meterse en faena, pero la cita fue ganando interés a medida que Ana clavaba tonos etéreos a lo Kate Bush y demostraba que a nivel vocal podría compararse a Maika Makovski, por lo menos en cuanto a versatilidad, y diría que también en cuestión de ambición creativa.

 

No tengo claro si muchos de los asistentes conocerían la trayectoria previa de esta artista, pero es muy probable que ya la hubieran visto anteriormente, pues  comulgaban tanto con su propuesta que hasta copiaban los movimientos de manos que realizaba. No imaginábamos que su predicamento había alcanzado esa categoría.

La voz se erigió en protagonista que eclipsaba todo lo demás, con agudos imposibles y un dominio de registros que revelaban que ya es una artistaza total. Quizás dentro de unos años podría ser como Tulsa o Maika Makovski, pues por talento lo merecería tanto como ellas. Incluso su manera de mirar al infinito parece de diosa de la antigüedad, a una distancia inabarcable de los meros mortales que quedan casi paralizados por su presencia.


 

La cita era para dar cancha a su último trabajo, ‘Bizitza Eztia’, por lo que  brillaron piezas del calibre de “Solita” o “Ez Dut Behar”, ambas con interpretaciones sublimes por parte de Ana, pero también tiene muy buen gusto a la hora de elegir versiones. Su particular revisión de “Zu Atrapatu Arte” de Kortatu no sonó aquella noche, pero se movió en parámetros similares rescatando un tema de Negu Gorriak, o eso nos pareció por lo menos.

Otra sorpresa aconteció cuando interpretó el celebérrimo “Opinión de mierda” de Los Punsetes, que era la canción con la que colaboró Verde Prato en el disco aniversario de los madrileños. Hizo bailable una pieza con letra hater de veras, lo que era un tanto raro, pero la peña cantó de muy buena gana el estribillo y los silbidos se multiplicaron al final. La chica que teníamos al lado lo resumió en pocas palabras: “¡Qué puta ama!”.

 

“Bizitza Eztia”, que daba título a su trabajo más reciente, siguió engrandeciendo la velada, al tiempo que pensábamos que debería hacer un dueto con Anni B Sweet o Maika Makovski pero ya, a Tulsa la tachó de la lista con “Ni Ez Naiz Penelope” hace un par de años. Como si se tratara de una suerte de aparición fantasmal, cerró el bolo bajando las escaleras y perdiéndose entre el público como las grandes divas del séptimo arte. No habría extrañado si se hubiera montado en un avión de hélices en plan ‘Casablanca’.

Nos encantan esos momentos en los que las cosas no son lo que parecen, pero en el buen sentido, porque no todas las sorpresas tienen que ser desagradables. Lo que se antojaba una noche con una propuesta peculiar acabó transformándose en una de las mejores veces que hemos visto a Verde Prato. Pura escuela de Bellas Artes cien por cien.