martes, 30 de mayo de 2017

NIÑOS PÁJARO + SONIC TRASH: TERRORISTAS DEL MICROCOSMOS



Satélite T, Bilbao

Organizar determinados eventos por estos lares es casi como predicar en el desierto. Ahí entrarían por ejemplo todos aquellos relacionados con el siniestrismo, el rock gótico o la cold wave contemporánea, tan en boga actualmente en la civilizada Europa, con grupazos como Bleib Modern o Whispering Sons y que gracias a promotores que más bien son cruzados culturales de vez en cuando alguna gira de ese rollo llega a nuestro país. Suponemos que tendrá que ver con la idiosincrasia particular de cada zona y con los oscuros motivos por los que unos grupos calan en el personal y otros no, ese misterioso arte de birlibirloque.

Con miembros procedentes de bandas como Los Carniceros del Norte, Safety Pins o Sinnerdolls, Niños Pájaro son una especie de gota de agua en la inmensidad desértica al apostar por una suerte de post punk actualizado, que al contrario de lo que sucede en otras ocasiones, no suena a la noche de los tiempos, sino que entronca directamente con las propuestas más vanguardistas que surgen desde Alemania, Italia o Francia. La trayectoria de los diversos componentes avala además la garantía de eficacia en las distancias cortas.


Como hemos dicho, no cabría esperar esa noche grandes multitudes, aunque al final se acercaron muchos de los habituales del Satélite T bilbaíno. Se encargaron de amenizar la velada Sonic Trash, viejos conocidos de la zona con una personalidad musical apabullante que bascula entre el rock alternativo y el post punk que los acerca en determinados momentos a los granadinos Lagartija Nick.
Presentaban el siete pulgadas ‘Totem’ y legaron un show enérgico en el que no faltaron temas de su anterior trabajo ‘Látigo’ como “El baile del cocodrilo” o “Santo Tomás” ni clásicos de su debut del calibre de “Cabronazo” o “Arrebato”. Muy sobrados de actitud, renunciaron a hacer el paripé de retirarse para los bises y derrocharon autenticidad a raudales. Por algo en su bandcamp admiten que “viven el rocanrol en todos y cada uno de sus aspectos”. Salvajes.

Por motivos laborales, Niños Pájaro tuvieron que apañárselas esta vez en formato dúo. Pero era eso o suspender el concierto, según nos comentaba instantes antes Txarly Usher, una de las dos mitades fundamentales que se basta por sí solo para levantar cualquier sarao, aunque la afluencia no acompañe, pues aquí volvimos a ver ese execrable acto de indeseables de pirarse cuando terminan de tocar los colegas, allá cada cual con su conciencia, si es que existe...


En la otra mitad teníamos a Mikel Biffs, ataviado con buzo, y de vez en cuando con máscara de payaso de It, ocupándose de las guitarras y llenando los huecos que dejaban las programaciones. Un formato minimalista que lejos de perjudicar les granjeó cierto carácter de inmediatez, no en vano la mayoría de conjuntos de cold wave contemporáneos son dúos. El futuro es cosa de dos.

Ya desde el comienzo insuflaron clase con el siniestrismo aderezado de electrónica de “Piel sobre piel”, una lástima que no hayan incluido semejante temazo en su debut ‘Nadie nos quería’. Al igual que en otros proyectos de Txarly Usher, las letras decadentes siguen siendo uno de los grandes atractivos, algo que cobra especial relevancia en “Generación Perdida”, impregnada hasta las cachas de aquel ya desaparecido carácter de urbe industrial que poseía Bilbao. Y en una senda similar se mueve “Planeta Gris” al asegurar que “solo nos destruye lo que nos divierte”. Verdades como templos.

Usher y Biffs, piel sobre piel.
“Entre ruinas” debería ser todo un himno para el siniestrismo patrio, del mismo modo que en las sesiones góticas atronaba el “Me quiero a mí” de La Casa Usher. Y en “Las brujas de Dublín” uno reparó en el par de chicas vestidas de negro que teníamos delante, prácticamente las únicas que parecían haber venido expresamente a un concierto del rollo. Pero bueno, este tipo de cosas pasan también en Madrid, uno va a un bolo de post punk y solo se ven dos o tres tipos de estética gótica.

Aquí no había margen para el postureo, pues hace falta ser muy fiel para acudir a un evento de estas características, y más por estos lares. Algo incomprensible cuando se trata de ofrecer un espectáculo cuidado con proyecciones de imágenes en blanco y negro y un frontman inmenso que siempre se encuentra en estado de gracia, no dudó en esta ocasión por ejemplo en caminar como un funambulista por la valla de contención. Y ni contamos las veces que tocó el techo, literalmente.
En un determinado momento, Biffs se piró del escenario con muy malas pulgas debido a un problema técnico con el ampli, pero el conchavelasquiano David de Sonic Trash lo arregló en un santiamén. “Solidaridad de titiriteros”, dijo Txarly para quitar hierro al asunto.


“Que la muerte tenga tu cara” es otra pieza de primera magnitud con una letra igualmente épica que debería pincharse en cualquier sesión con fuste. Un mayor poso atmosférico posee “Sombras Asesinas” con impagables máximas como “valió la pena vivir sin miedo y reventar”. Y para cerrar de un portazo el ataúd nada mejor que descender a los infiernos con “Pausa Suicida” antes de otro ejercicio de ortodoxia siniestra en “Cenizas”, en la que Txarly acarició la pantalla en uno de sus habituales picos dramáticos.

Todo un lujazo ver por estos lares un grupo de este género minoritario incluso en la capital del Estado. Pura esencia underground. Los pocos que se quedaron sí que conformaban un peligroso comando de terroristas del microcosmos. Cuidado, pueden acabar con el borreguismo.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


lunes, 29 de mayo de 2017

HONEYMOON DISEASE: ROCK DEL DE SUDAR



Adimusik, Portugalete (Bizkaia)

La dictadura de lo políticamente correcto ha conllevado cierto refinamiento en las costumbres. Resulta que ahora al aceite de palma es veneno, las hamburguesas de tofu,  el pan tiene que ser integral e incluso ya no se puede decir aquello de que comerlo solo es cosa de tontos, no sea que se ofenda el gremio de panaderos. Y así un sinfín de despropósitos hasta desear que llueva napalm sobre nuestras cabezas.

Si aplicamos todo esto al ámbito concertil, ahí tenemos a los cruzados anti tabaco a los que les molesta en demasía el olor de la nicotina, pero no parecen poner reparo alguno ante las cotorras que se pasan un bolo entero hablando como si estuvieran en la pescadería. Y no mencionemos esa costumbre ya de tiempos pretéritos de agitar la cabellera, algo hoy en día casi tan vintage como bailar un chotis o un pasodoble. Que no se mueva nadie, bajo pena de provocar una ira desmedida al atreverse a perturbar el sagrado campo de visión del de atrás. No queda nada para que comiencen los recitales a un volumen ridículo inferior al de nuestro equipo de música. Todo sea por guardar el decoro y las buenas costumbres.


Acostumbrados a que Bilbao sea el epicentro musical en varios kilómetros a la redonda, lo de pillar el metro y acercarse hasta localidades foráneas supone una barrera infranqueable para muchos. Pero a nada que uno se adentra en el otro mundo descubre locales donde la peña hace las cosas en condiciones, como el Centro de Música y Artes Escénicas Adimusik, que dispone de un sonido envidiable que ya quisieran para sí muchos garitos y encima al término del espectáculo obsequian con un lunch gratuito para todos los asistentes, detalles de esos que no se estilan desde la última glaciación.

Es un sitio que parece que se encuentra en medio de ninguna parte, aunque si uno conoce el camino, está a apenas diez minutos del metro. Una vez allí dentro, había bastante más gente de lo que esperábamos, algunas chicas con camisetas de The Hellacopters y demás macarradas, e incluso esa antigua camarera de un popular garito noctívago que solía acudir a bolos de grupos raros y que hacía la tira que no veíamos por ahí. No hay nada como salir de la zona de confort.

Los madrileños Neon Delta sincronizando mástiles.
 Hubo además esa noche entremés de lujo con los madrileños Neon Delta, prometedor combo que aspira a ocupar en el panorama hardrockero patrio ese hueco que quedó desierto tras el parón indefinido de los valencianos Uzzhuaïa y a los que la palabra teloneros no les haría en esta ocasión suficiente justicia. Porque exhibieron temazos con agallas en la línea de The Cult, cierto poso sureño a los M-Clan de los inicios y hasta ecos angelinos que los emparentaban con el descaro de Mötley Crüe. Llevaban además pintas molonas, ya era hora de que surgiera un grupo con glamour, no a los cutres con pantuflas de andar por casa. Portavoces absolutos de una bandera que deberían ondear con orgullo.

Hay cosas que en cuanto las contemplas desde luego llegan al alma, como por ejemplo, los pantalones campana, los chalecos vaqueros,  las camisetas old school de Kiss y otras antiguallas, los mostachones a la antigua usanza o ese pelazo de hippie que gastaba la vocalista de los suecos Honeymoon Disease. Una suerte de extraterrestres que parecen provenir de un mundo paralelo donde se rinde fidelidad a Led Zeppelin o Janis Joplin, se adora a Gene Simmons, Paul Stanley, Ace Frehley y Peter Criss como si fueran la Santísima Trinidad cristiana y el tiempo se detuvo hacia 1979, aunque luego se volvió a accionar el reloj cuando surgieron The Hellacopters y sus riffs incendiarios sacudieron el globo terráqueo allá por mediados de los noventa.


Es más que palmaria la huella que Nicke Andersson y los suyos han dejado en muchos de sus compatriotas, especialmente en bandas tipo Heavy Tiger o a los que dedicamos estas líneas que no se limitan a reproducir su legado al milímetro, sino que dotan a las composiciones de personalidad hasta adquirir suficiente entidad propia al margen de las influencias originales. Bastaba escuchar “Fast Love” o “Bellevue Groove” para advertir que aquello era algo genuino, auténtico y que debería preservarse en una urna por los siglos de los siglos.

El bochorno que se había concentrado en el recinto llamó la atención incluso a las chicas del grupo, que pidieron a la peña acercarse más, al tiempo que confesaban que ellas sentían los efectos de las altas temperaturas “dos veces más”. Pero a veces no importa sudar si es por una buena causa, esta lo era si a uno le daba por mirar a las chavalas tatuadas ahí sudando la gota gorda agitando la cabellera como si no hubiera un mañana y marcándose unos punteos doblados en la escuela Thin Lizzy de los de detenerse el mundo.


Aquello además sonaba con tantas agallas que hasta tuvieron que llamar a las autoridades porque molestaban a algún vecino tocapelotas. Era rock n’ roll de verdad, del que todavía asusta a la gente, no existe prueba más evidente. Y es que los temazos que componen su debut no incluyen ni un momento de respiro, bien lo sabían los fans que agotaron todas las copias que habían llevado para vender durante la gira.

“Calling You”, cantada por la guitarra rubia, supuso un punto de inflexión, por la visita antes mencionada, por lo que hubo que contar únicamente con el sonido que salía del escenario, y aún así ya despedían fuego por su actitud. Mientras solucionaban el tinglado, el bajista amenizaba con el conocido riff del “Seven Nation Army” de The White Stripes antes de regresar con “Higher” y levantar mástiles como diosas eléctricas.


Por fortuna, tras el apercibimiento, solo faltaba “Gotta Move” para completar el repertorio, que estiraron imitando los característicos juegos con el público de Paul Stanley y acabaron recurriendo al mítico molinillo de Pete Townshend, no se podía derrochar mayor fidelidad al rock. Y uno entonces pensó que en realidad el verdadero feminismo es esto, dos hembras a las que no les importa despeinarse moviendo las melenas como poseídas, hacía tiempo que no veíamos semejante vitalidad sobre las tablas. Rock del de sudar a tope. Inmenso.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA

jueves, 25 de mayo de 2017

BARRIO TIGER: DE PARRANDA CON LOS SANTOS



Satélite T, Bilbao

Hay actuaciones tan breves que son casi como chupitos que se toman entre cerveza y cerveza únicamente para confraternizar con el personal. Son contundentes, entran como un tiro y sirven de sobra para desconectar de las preocupaciones mundanas. Aquellos paladares exquisitos en busca de sofisticación y mover la copa de lado a lado deberían probar en otro sitio, del mismo modo en que nadie en su sano juicio se atrevería a pedir un Crianza en plena madrugada. Hay que respetar los momentos adecuados.

Eso mismo parecen seguir al pie de la letra los californianos Barrio Tiger, que llevan moviéndose por el ambiente angelino desde 2009, pero no ha sido hasta el presente año cuando han conseguido por fin legar un larga duración que certifique el potencial de esta banda con veteranos de la escena provenientes de grupos como The Hangmen. Perros viejos que no se complican demasiado la vida y ofrecen su reputada solvencia en el campo del rock n’ roll punkarra en la línea de Supersuckers, The Hellacopters e incluso algún destello clasicote tipo Thin Lizzy. 


Ante un respetable selecto que no alcanzaba el medio centenar, era día entre semana, ya se sabe, las ratas de cloaca de Barrio Tiger extendieron la palabra revelada de su obra ‘Ave María’ con “Pete’s Dragon”, un trallazo directo a la yugular ideal para sacar del estupor a la concurrencia con esos riffs al tuétano deudores de Backyard Babies o Social Distortion. “Dying To Live” reincide en la misma idea con un estribillo para canturrear mientras una bebida espirituosa resbala por el gaznate.

No hay demasiadas sorpresas en su repertorio, vuelta y vuelta a ese debut con portada religiosa que se pasa como un suspiro, casi igual que su concierto, pues apenas alcanzaron los 45 minutos. Uno de los puntos álgidos estuvo sin duda en su versión del “Problems” de Sex Pistols, una piedra angular del punk que hoy en día sigue sonando tan apabullante como hace cuatro décadas, el peso del tiempo no ha mermado en absoluto su potencial incendiario.


“Born Ready” y “Bullet” reflejan la fidelidad a los principios establecidos, temas que casi se atropellan unos con otros, sin respiro ni charlas inútiles, esto es lo que hay, para marear la perdiz ya existen cientos de grupos. Había pocos fieles, pero los suficientes para armar una gresca mínima de cara a unos bises que fueron concedidos sin apenas rechistar. Por un lado, el “Get It On” de Turbonegro, infalible para poner patas arriba cualquier recinto  de aficionados a la pura electricidad y a los mástiles en alto. Y la última versión tampoco defraudó, pues se trató del eterno “Rock N’ Roll” de Lou Reed, muy yanqui, aunque le añadieron  la preceptiva furia punk.

Como hemos dicho, muy corto fue el rollo, pero lo necesario para captar la esencia de la que están hechas estas criaturas de suburbio que apelan a los más bajos instintos. Sin postureos ni mierdas. Lo dejan bien claro en la letra de “Special Purpose”: “Cuando vamos a la iglesia, pasamos el rato con santos, pero cuando vamos a beber, ya sabes que no”. No lo dudamos. Serían buenos compañeros de parranda.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


miércoles, 24 de mayo de 2017

RURAL ZOMBIES: ORO PURO



Social Antzokia, Basauri (Bizkaia)

Cuando a un grupo le ves repetidas veces pero nunca defrauda eso significa que hay talento bruto detrás. Es uno de los indicadores más fiables. Mucho mejor que la afluencia de público, que no deja de ser algo tan caprichoso como los fenómenos meteorológicos, o ese supuesto boca a boca que a veces se torna tan solemne como la palabra de Dios, aunque en realidad se asemeje a una especie de teléfono escacharrado. En el escenario es donde debería estar el veredicto definitivo e inapelable.

Pertenecientes a esa incipiente escena indie proveniente de Zestoa (Guipúzcoa) en la que ya despuntan nombres como Grises, Rural Zombies siguen estirando la vida de su debut y recorriendo la geografía patria demostrando que son una opción más que consolidada para recoger el testigo de bandas tipo Belako, si es que estos bajan el nivel en alguna ocasión. Ahora les falta consolidar con una reválida las positivas sensaciones que provocó su primer larga duración.


Por motivos de agenda nos ha resultado complicado acudir este año al festival MAZ Basauri, pero a pesar de que al día siguiente había que madrugar para ir a Madrid, queríamos dejar constancia por lo menos de lo que dio de sí una jornada de este interesante evento multidisciplinar que también incluye en su programación actos para niños o proyecciones de documentales musicales. Y si encima te dan la bienvenida al recinto con el noctívago “Red Right Hand” de Nick Cave a todo trapo, ¿qué más se puede pedir?

Ante una discreta multitud en la que había chicas indie con pinta de interesantes, gafas y piercing en la nariz, Albert Cavalier remitieron al afán experimentador de The Velvet Underground, al noise rock chirriante en plan The Jesus & Mary Chain o Black Rebel Motorcycle Club y en ocasiones también al caos sonoro de los locales Yellow Big Machine. Se alternaron a las voces con solvencia y por su ímpetu se acercaron incluso a los enérgicos Capsula. Para seguirles la pista.


Pero la principal razón de que estuviéramos allí esa noche eran Rural Zombies, que volvieron a legar otro bolo de sonido impoluto de los que hacen afición. Empezaron envolventes con “We Weren’t Born To Follow” y Julia ya se creció con “Nitro”. Con trenza india de Pocahontas y camiseta de Limp Bizkit, la guapísima vocalista clavó los tonos a la par que confirmaba su solvencia en directo una vez más, pese a que todavía conserve ciertos rasgos de esa timidez de los inicios que le hacía casi esconderse detrás del teclado. Ha evolucionado bastante en este aspecto y eso se refleja en una mayor seguridad sobre las tablas, que se nota por ejemplo cuando abandona su tradicional posición estática.

Otro de los activos fundamentales de la formación en las distancias cortas es su solvente guitarrista, en la senda de Editors, Interpol y a veces hasta The Chameleons. Aparte de ese descomunal gusto al tocar y esos punteos tan delicados como hipnóticos, parece que cada vez va tomando mayor protagonismo y ya hasta se atreve a cantar algún tema en euskera con notables resultados. Todo un acierto incorporar este nuevo ingrediente.


Ya les hemos visto repetidas veces desde que sacaran su debut, por lo que el repertorio tampoco sorprendió demasiado con piezas que son ya clásicos en sus directos, caso de “Jack”, “Golden”, nuestra favorita “I Come In Peace”, que suena más potente de cerca, o su inevitable versión del “In For The Kill” de La Roux que encaja en su rollo a la perfección y que en esta ocasión se antojó más guitarrera, casi bordeando el post rock. Se animaron asimismo con alguna pieza nueva que parecía prometedora y ya hacia el final elevaron los ánimos con “Stones” y un “Shut Up” con punteos realmente espectaculares. Ya pueden tocar su álbum mil veces que seguirá enganchando.

Había restos por el suelo de un katxi derramado y al acercarse a nosotros un compi de prensa escrita nos soltó: “¿Qué ha pasado aquí? ¿Has estado babeando o qué?”. Pues no, es de sobra conocida nuestra admiración por Julia, pero los caballeros siempre observan el panorama impertérritos, no hacen dramas y menos babean por nadie. Por favor.

Zea Mays acompañados de...¿un melón?
Ya que estábamos allí y dadas las gratas sensaciones que nos había dejado su reciente trabajo ‘Harro’, pues aprovechamos para catar un poco de Zea Mays, pese a que nunca les hemos pillado el punto. Aiora Renteria estuvo espectacular a la voz en piezas como “Galaxia Zorroan”, mientras que esas guitarras fuertemente influenciadas por Queens Of The Stone Age, White Stripes y otras luminarias del rock alternativo aportaron el empaque necesario para engrandecer el conjunto.

Lo cierto es que nos sorprendieron porque los esperábamos más relajados, pero contar de nuevo con un sonido impresionante, sin mácula, ayuda bastante a mejorar cualquier percepción. Y llevar en el mundillo unas dos décadas en un estado de forma más que digno son motivos de sobra suficientes para sentirse orgullosos. Se notaban los galones en la pechera.

Una velada muy fructífera, en definitiva, en la que Rural Zombies irradiaron oro puro por su futuro potencial, mientras que por su parte Zea Mays hace ya tiempo que encontraron una veta de la que extraer material de incuestionable calidad. La búsqueda no ha terminado.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA