jueves, 27 de febrero de 2020

AMPARITO + JAMARAZZA: BILIS Y PSICODELIA AMAZÓNICA


Sala Shake, Bilbao

Es curiosa la manera en que ciertos detalles accesorios nos pueden llegar a clasificar por completo. Hay multitud de ejemplos pululando por ahí. En el plano estético, si llevas melena, eres un heavy, si tienes cresta, entonces punk, y así podríamos seguir hasta el infinito relatando todo lo que sirve para encasillarnos al personal que no nos conoce y no se toma la mínima molestia de informarse. En tales casos siempre agrada, y hasta debería ser obligatorio, convertirse en el fallo del sistema y demostrar que las etiquetas se tornan inútiles en determinados aspectos.

Los grupos de chicas de Malasaña sufren a menudo el sambenito de que les comparen con combos tipo Hinds, de clara vocación indie y que transforman su pretendido amateurismo en una de sus principales señas de identidad. A las madrileñas Amparito seguramente les suceda eso mismo, a pesar de que repartan rabia por doquier en su largo ‘Clara oscuridad’ y la mayoría de sus temas no superen los dos minutos. Y en directo tampoco les da por ponerse a cotorrear en plan pescadería como hacen otras petardas. Para ser justos, habría que encuadrarlas entre urgentes portadores de bilis como Biznaga o Futuro Terror. Ese sin duda sería su rollo.


Un sarao interesante y variado se había montado aquella noche en el Shake, pese a que hubo una notable diferencia de asistencia entre los teloneros y las protagonistas de la velada. Así, los chavales cántabros de Jamarazza apenas congregaron a unas veinte o treinta personas para un brutal tripi cósmico que combinaba la psicodelia setentera con fuzz para regalar con sonidos propios de la tradición amazónica. Una pasada era ver a estos jóvenes tocar como auténticos profesionales y constatar que nada tenían que envidiar a luminarias contemporáneas tipo Radio Moscow. Al igual que estos últimos, quizás abusaran demasiado de los punteos hendrixianos, pero eso no quitaba para que algunos saliéramos de allí pensando que su recital había sido de otra dimensión. Calidad a raudales. Que vuelvan cuanto antes.

Jamarazza, fieles discípulos de Radio Moscow.
Y de repente irrumpieron Amparito, nos dimos la vuelta y el garito estaba hasta los topes, con muchos familiares del grupo, ya que una de las guitarristas debía de ser vasca. Hasta hubo unas niñas en las primeras filas a las que se requirió para hacer coros, una propuesta que rechazaron probablemente por vergüenza, a pesar de las facilidades que les pusieron, como colocar uno de los micros en el suelo. Sin demasiados aires de grandeza, pisaron a fondo el acelerador desde el inicio con “Crudo” y “Explosión”, piezas frenéticas que desde luego hacen dudar que lo suyo sea el punk pop, según las han descrito en algunos medios. De pop, poco. Pura furia sin contemplaciones.

Había gritos de “Gora Amparito” y resultaban apropiados con temazos del calibre de “Oscuridad” o “Asesinos”, deudores hasta las cartolas de Parálisis Permanente. Todo un contraste se producía entre esas letras cargadas de cuerpos en putrefacción y otras turbiedades frente a su actitud risueña en escena, la bajista freak, por ejemplo, se estaba riendo constantemente y transmitía un buen rollo impresionante. Se lo pasan bien, se les nota y eso obliga a cualquiera a animarse.


“Menos mal” les acerca, por el contrario, a una suerte de Fresones Rebeldes acelerados o incluso a la vertiente más desenfadada de Alaska y Pegamoides, espíritu de la Movida total. Cambio de timón por completo para “Dolor”, que vuelve a evocar a Edu Benavente en cada frase o giro vocal. Tal vez en la actualidad tengamos ya demasiados discípulos del desaparecido cantante, prueba evidente de ese descomunal legado de Parálisis Permanente que no se circunscribe a su exigua discografía. Pero ellas no se limitan a copiar, puesto que sus influencias se encuentran asimiladas en un maremágnum en el que cabe hasta cierta alegría, como hemos mencionado anteriormente.

Siguieron supurando pus con “Daño” y “Miedo”, a la par que revelaban que todavía les hace falta más material para el directo, porque su único disco se lo ventilan en tiempo récord. Es un visto y no visto en el que si te descuidas igual ya te has perdido tres o cuatro canciones. En semejante tesitura, se vieron obligadas a repetir cortes en los bises como “Dolor” o “Asesinos”, algo que suele ser siempre un poco bajón, aunque si se trata de composiciones frenéticas como las que hemos mencionado tampoco es que importe mucho, quizás alguna versión les hubiera funcionado mejor. Por lo menos tuvieron el detalle de querer alargar el show. Y eso ya debería ser bastante.


Pues nos comimos al final una interesante sesión de bilis y psicodelia amazónica, dos estilos casi contrapuestos que añadieron una versatilidad que no esperábamos ni de lejos. El talento no debería ceñirse a ámbitos concretos, sino propagarse cual virus en pandemia. No resulta complicado contagiarse. Una infección que solo puede antojarse beneficiosa.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA





martes, 25 de febrero de 2020

FIRST GIRL ON THE MOON: RETROFUTURISTAS


Kafe Antzokia, Bilbao

Al igual que hay gente que parece que ha nacido mayor, tenemos también grupos cuyo sonido estaba a años luz del resto de sus coetáneos. Adelantados totales a su tiempo en cuyo vocabulario no existía el riesgo. En esta categoría incluiríamos a pioneros de la electrónica del calibre de Kraftwerk o Suicide, e incluso a combos más inclasificables como Roxy Music, capaces de conjugar protopunk y rock progresivo a la vez y que encima les reivindiquen nombres tan dispares como Depeche Mode o Fields Of The Nephilim, entre otros. La cuadratura del círculo.

Tal vez en pleno siglo XXI poca cosa se pueda inventar a estas alturas, pero no cabe duda de que todavía quedan cruzados que nada más escucharlos uno se pregunta de qué cápsula espacio temporal habrán salido. Es el caso del dúo First Girl On The Moon, que bebe de un abanico de influencias tal que hasta asusta pensarlo. Lo mismo recrean los ambientes hipnóticos cinematográficos y musicales de David Lynch que apelan a una suerte de minimalismo que hacía eones que no se veía por estos lares. Como si hubieran cruzado un portal procedentes de otra dimensión.


A pesar de que en el pasado BIME Live muchos alucinaron con su propuesta sideral, una afluencia muy discreta se registró en esta presentación en el piso superior del Antzoki bilbaíno. Ya se sabe que entre la jungla aborregada no cabe otra que abrirse camino a machetazos. Los que más tarde les descubran en un arrebato moderno, pues que se pongan a la cola. Nadie dijo que ir contracorriente saliera gratis. Por motivos laborales no alcanzamos a llegar para Verde Prato, pero fijo que resultaría igual de atractivo, puesto que siempre nos suele llamar la atención lo que hace la vocalista Ana Arsuaga, ya sea tanto en Mazmorra como en Serpiente.

Como decíamos, una lástima que poca peña se animara ese día porque lo de First Girl On The Moon fue una cita para recordar por diversos motivos. Para empezar, moló bastante esa atmósfera siniestra plagada de niebla a lo Sisters Of Mercy en la que echamos de menos todavía más humo, por lo menos hasta asemejarse a los bolos de Andrew Eldritch y compañía en los que no se distingue absolutamente nada y solo se escucha una voz por ahí. El poso atormentado Joy Division de vez en cuando asomaba la cabecita.


Con el eco lejano de la anarquía científica de Aviador Dro, “Scars” funciona a modo de perfecto percutor para el inicio, no resultaba descabellado pensar en monos de obreros especializados y brebajes de colores, si no cantaran en inglés, afirmaríamos sin reparos que ellos también celebran el nacimiento de la industria. La fascinación por la carrera espacial soviética se intuye en “Moon”, con ese ritmo muy krautrock y unos tonos no muy alejados a los de Wayne Hussey de The Mission. Que me aspen si su música no podría incluirse en cualquier sesión gótica.

Pero el rollo decadente en plan Iggy Pop se evoca asimismo en “Danger”, con la guitarra haciéndose notar y marcando su territorio frente a la predominancia de los sintetizadores. Ya lo hemos contado en otras ocasiones, pero conseguir este equilibrio entre lo sintético y lo orgánico no resulta para nada sencillo, si se desborda alguno de los dos extremos ya no vale. Coloquemos el ‘Get Ready’ de New Order en una de las cúspides de ese peculiar maridaje entre rock y electrónica.


Y en “Tiger Blood” las imágenes que vienen a la mente son de ciudades futuristas tipo ‘Metrópolis’, esa ciencia ficción de antes que hoy en día se antoja completamente retro. En esta línea encajaríamos además “Now I Miss What I Never Had”, una suerte de declaración de amor androide que pegaría de BSO  de ‘Blade Runner’, si a un servidor no se le está yendo ya demasiado la pinza. Y en “This Is Not A Test” nos acordamos de los asturianos Fasenuova, con sus ínfulas orientales y con las seis cuerdas reclamando mayor protagonismo. La expresión glacial del voceras Juan Carlos Parlange contribuía a incrementar la sensación de frialdad congénita. Qué rol tan diferente al que acostumbra a ejercer con los ramonianos Bonzos o con los rockabillies Help Me Devil.

Con un reducido catálogo de temas no esperábamos que se alargaran durante horas y horas, pero un poquito más de tiempo les hubiera engrandecido, por lo menos alguna versión, los ya mentados Sisters of Mercy o Joy Division podrían ser alternativas interesantes. El poco más de media hora de actuación se antojó muy corto, aunque al salir nos encontramos con el bonzo Álvaro Segovia que mantenía que siempre era mejor dejar al personal con ganas de más, un enfoque para nada desacertado, sobre todo en este género tan minimalista.

Sonaba el “Ghost Rider” de Suicide por los altavoces y uno pensaba en el auge actual del llamado synthwave y demás estilos que beben a paladas de los años ochenta. Quizás esto de los retrofuturistas se pueda considerar una especie de anomalía del sistema, una peculiar paradoja en la que se funden pasado y futuro de manera similar a la que utilizan las distopías para alertarnos acerca de un posible devenir de la humanidad. Ideas que llegados a un determinado punto se perderán por pura repetición o acumulación. Como lágrimas en la lluvia.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA




jueves, 20 de febrero de 2020

SEÑOR NO: DIABLOS MUY CALIENTES


Crazy Horse, Bilbao

Debería existir una especie de alta alcurnia del underground. Unos galones que se colocaran en la pechera a la vista de todos para que los ignorantes agacharan la cabeza al soltar alguna bobada y los fieles pudieran reivindicar a los suyos con el mayor orgullo del mundo. No hace falta ser un lince para darse cuenta de que los grandes de verdad nunca presumen y a menudo adoptan un perfil bajo para pasar lo más desapercibidos posible. Una actitud contraria a la de los falsos profetas que no cesan de otorgarse aires de grandeza o se inventan etiquetas artificiales o títulos que escondan el inmenso vacío que llevan dentro.

A los donostiarras Señor No habría que considerarles aristócratas dentro del rock n’ roll patrio, no solo por formar parte de esa santísima trinidad incendiaria de Buenavista junto a Nuevo Catecismo Católico o Discípulos de Dionisos, sino también por una trayectoria intachable de fidelidad a unos principios. Y eso vale bastante en épocas de constante cambio de chaqueta según sople el viento favorable del momento. Sin rendir pleitesía a nadie, salvo a esos entusiasmados seguidores a los que retan en cada concierto suyo, pequeñas eucaristías que sirven para renovar la fe y mantener la llama con idéntica intensidad.


Dado lo expuesto anteriormente, no cabía otra que acudir a la presentación dominguera matutina del EP ‘Siete veces no’ de Xabi y compañía. Una jornada además en la que el tiempo acompañó como si fuera verano y tal vez por eso mismo se juntó en el siempre acogedor Crazy Horse una más que respetable congregación con unos cuantos conocidos, como por ejemplo Iñaki y Pepe Bombs de Turbofuckers. El ambiente era tan de relax que no importó lo más mínimo que el inicio se atrasara hasta casi la hora peninsular de comer. Sin prisa.

Pero una vez que Señor No pillaron los bártulos el personal dejó sus quehaceres ociosos y se situó cerca del escenario para no perderse ni un detalle de la lección magistral de estos catedráticos del rock n’ roll con agallas. El bautismo llegó con “La ruta interior”, un reconstituyente total para despejar la resaca de un plumazo a cualquier persona decente antes de picar en lo más reciente con “Nadie”, otro tema enérgico que rascaba cual cajetilla de trujas en la garganta. Que nunca pierdan ese ramalazo Motörhead que les distingue de otros paisanos suyos como los ya mentados Discípulos de Dionisos o Nuevo Catecismo Católico.


A pesar de que en el último disco operan a tres guitarras con la notable aportación de Joseba B. Lenoir, fue una pena que en las distancias cortas no anduviera por ahí el ex Sumisión City Blues, con ese espectacular realce que suele proporcionar a los proyectos en los que participa. Todavía se nos pone la piel de gallina al recordar el homenaje que tributó hace unos años a Neil Young junto a Willis Drummond.

Una baja que tampoco se notó en exceso, pues el leonés Jorge se bastaba de sobra a las seis cuerdas junto con el descontrolado voceras Xabi. Y ya si encima añadimos a un batera sensacional como Fosy, también guitarrista de La Banda Trapera del Río cuyos redobles te volaban hasta la peluca, poco más cabe añadir. Una formación consistente capaz de dar cera sin descanso a la enfervorizada muchedumbre.


El clásico “Llámame” elevó la temperatura del garito antes de los preceptivos levantamientos de mástil, en consonancia con ese espíritu escandinavo del que tanto beben los grupos de Buenavista. “Inherente”, de su álbum ‘No cambies siempre’, mantiene el tirón, al igual que la única pieza en euskera de la velada, “Amaren Seme”, pero no cabe duda de que al personal le hierve la sangre en especial con el repertorio añejo o con riffs de cierta enjundia, caso de “A veces no”. Doctorados en agallas.

“Viviendo en el desván” enfiló cual cañonazo a bocajarro revelando su faceta más punk, mientras que en “Como una pompa de jabón” abrieron el tarro de esencias decadentes y rememoraron a ilustres figuras del panteón de los malditos como Stiv Bators o Johnny Thunders. Muy equilibrado en este sentido resultó el repertorio, aunque para que no decayera la atención ya andaba Xabi  espoleando a la concurrencia entre canción y canción. Un toma y daca que debía ser recíproco para que funcionara a pleno rendimiento.

Certeros disparos del calibre de “No me hables” provocaban convulsiones entre los parroquianos, pero el poso desgraciado seguía sobrevolando en “Perra” y alcanzaba proporciones épicas. Una sesión muy auténtica que finiquitaron en principio con la pura electricidad desbocada de “Masacrante”, con el líder desgarrando la voz y arrodillado en el suelo, sin temor a mancharse, al contrario que otras estrellitas de cartón piedra. 


El griterío generado obligó a Xabi y los suyos a regresar con “A todas luces”, otra tonadilla más para meterse picos por la vena, buena mierda. Y hubo un guiño al idioma de Shakespeare con una versión del “My Pal” de los australianos God. Quizás a modo de profecía del efecto que causaron, recurrieron a “El diablo está caliente” para cerrar con los galones debidos y permitir de nuevo al inquieto vocalista revolcarse por el suelo cual gorrino en un lodazal. Una empresa en la que le acompañaron los devotos haciendo un círculo a su alrededor y aplaudiéndole como a un mesías. Enorme.

Sin perder de vista el último tema que tocaron, es evidente que estos diablos siguen muy calientes en cuanto se suben a las tablas, por lo que se recomienda encarecidamente verles si se tiene la más mínima ocasión. Valga a modo de refuerzo añadir que no recordamos haber catado algún bolo mediocre de Señor No. Una negación que se torna positiva por completo. En este aspecto sí es sí siempre. Hasta el final.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


viernes, 14 de febrero de 2020

SUZIO 13 + THE MOVEMENT + ARTAZA COMBAT: NUNCA CAMINARÁN SOLOS


Sala Mytho, Bilbao

Quejarse por la excesiva politización de ciertos eventos entendemos que entra dentro de esa llamada filosofía millennial a la que le ofende cualquier cosa y opta siempre por prohibir esto o lo de más allá, quién diría hace unos años que la izquierda del caviar acabaría apoyando y jaleando semejantes majaderías inquisitoriales. No conviene perder de vista esa vieja máxima de vive y deja vivir que consiste en algo tan básico como aceptar que determinadas cosas no tienen por qué gustar a todo el mundo. Y ni falta que hace, el universo es un lugar lo suficientemente grande para que cada cual acuda a los saraos que le interesen y deje de dar la barrila al personal en caso contrario.

Quizás a algunos les provoque rechazo acudir a conciertos de marcado carácter antifascista, aunque, como se ha dicho en repetidas ocasiones, los derechos humanos en realidad poco tienen que ver con la política. Y dada la torticera utilización partidista del tema de Venezuela, reivindicar a Hugo Chávez  o Fidel Castro puede que se torne casi como convocar al Anticristo para los creyentes. Una concentración de parias y gente sin complejos.


Porque en la velada de aquella noche en la sala Mytho se alzaron puños en alto, se escucharon mensajes subversivos y hasta un bolo terminó con ‘La Internacional’ a todo trapo, un verdadero anatema para reaccionarios.  Tres bandas que compartían una actitud similar oficiaron sin demasiadas florituras, pero ganándose el corazón de los asistentes. Ese órgano que no entiende de popularidad o artificiales cifras de ventas, sino del efecto vigorizante y sensación de euforia que causan ciertas canciones en el cuerpo.

Unos síntomas que comenzaron a sentirse con los locales Artaza Combat y su punk contundente con retazos de rock urbano. A pesar de contar con un enérgico cantante con un chorro vocal impresionante y trallazos a la yugular que no aburrían ni por asomo, la mayoría del respetable se situó más en posición de ver a los toros que de acudir a un recital de rock, puesto que parecía haber una especie de muro invisible entre artistas y público que impedía acercarse. Tuvieron que pedir “un poco de calor” para que algunos fieles despertaran de su letargo, algo que debería haber sucedido de inmediato con el “Cuando yo reviente” de Commando 9 mm. Merecieron mayor implicación.

Artaza Combat y su propuesta contundente.
Hay grupos que son todo un espectáculo en sí mismo y que animan tanto al  respetable que su impresión perdura en el tiempo. No cabe duda de que los afortunados que estuvieron en la Mytho viendo a los daneses The Movement se acordarán de ello durante un tiempo considerable. No solo por ese rotundo comienzo al ritmo del “Baba O’Riley de The Who, sino por esa retahíla de cabriolas imposibles, su carisma desbordante y esas posturitas de estrella del rock que te convencían de que estabas viendo algo grande de verdad. Por los saltos y los incesantes molinillos de guitarra que se pegaban parecía como si Pete Townshend se hubiera reencarnado en punk, no en vano en su Facebook se definen como “la banda a la que le gusta decir no”. Antisistema total, a cascarla los buenrollistas. 

The Movement y sus cabriolas imposibles.
 Grabar disco en directo en una sala y que poco después dicho enclave acabe permitiendo actuaciones nazis en el mismo local suena un poco a maldición bíblica. Algo similar les sucedió a Suzio 13 con el álbum ‘Ruido de combate’, registrado en la Caracol en octubre de 2019, una circunstancia ajena a toda la polémica que vendría más tarde y que no debería quedar empañada por ningún motivo, puesto que lo que allí se vivió fue histórico con invitados del calibre de Txarly Usher o Jess y los Extenders, muy ligados a la trayectoria de la banda.

Con el ánimo de reproducir tan magna noche estaban en la capital vizcaína los madrileños y la primera duda que surgía era saber si los entregados fieles de The Movement aguantarían hasta el final o se pirarían algunos mods, como nos contaron que sucedió en Barcelona. Por fortuna, imperó la educación y el buen gusto y la mayoría disfrutó de un bolo frenético sin atisbo alguno de aburrimiento. Para no perderse ni un detalle.

Suzio 13, a piñón fijo
 Desde que abrieron la veda con “Atraco” y “No vuelvas”, el recital fue a un ritmo endiablado, reproduciendo la máxima punk de menos es más y casi profesando admiración por los músicos, que se cascaron un porrón de temas sin descanso, uno los miraba y pensaba, vaya paliza. Hubo, por supuesto, momentos álgidos, como el “Bestia Bestia” de Ilegales, que desató pogos tremendos por el recinto, o esa tripleta imbatible formada por la pieza homónima “Suzio 13”, “La unión hace la fuerza” y “Ruido del 77”. Jarana de la buena. De pedigrí.

“Dosis de punk rock” no permitió tampoco respirar y “IV Reich” la dedicaron a “los perros que nos condenan a una vida de miseria”. Una arenga que enfervorizó más a la afición antes de “No caminarás solo” e “Indestructibles”, dos pedazo himnos que deberían levantar del asiento a cualquiera. Tal vez se les pueda acusar de ir muy a piñón fijo, pero coño, ¿quién dijo que eso era malo? Vuelta a la esencia del rock n’ roll, dejemos las palmas y las acrobacias de equilibrista para el circo.


La atmósfera ye ye de “Joven Rebelde” añadió variedad al asunto, del mismo modo que el swing macarra “Ha salido el sol”. Otros quizás se queden con facetas diferentes, pero opinamos que gran parte de su atractivo reside en todos esos cortes que uno no esperaría en un combo punk. Mantener los principios y a la vez ofrecer detalles que les convierten en especiales y distintos a paisanos suyos como Kaos Urbano, por ejemplo.

El “Wrong’Em Boyo” popularizado por The Clash nunca nos convenció en exceso, aunque en las distancias cortas siempre tiene su punto por el fiestón espectacular que descarga, un exaltado hasta levantó un monitor del escenario. Y en “Redskins (Un claro ejemplo)” floreció la hermandad entre la concurrencia, e incluso algún skin se subió a las tablas para cantar con ellos. Lo normal en un himno de tal envergadura.

Pues quedó una velada muy decente, con tres grupos que simbolizaban  maneras distintas de entender el punk y cuya presencia desde ya implica una garantía de solvencia absoluta en directo. Habrá estilos más o menos populares, las modas van y vienen, pero lo que se debería asegurar es que tipos con tamaña entrega nunca caminarán solos. El espíritu de verdaderas muchedumbres siempre les acompañará. La unión hace la fuerza, no cabe duda.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA