miércoles, 29 de marzo de 2017

NOVEDADES CARMINHA: FIESTA TROPICAL PARA GENTE GUAPA



Kafe Antzokia, Bilbao

Los nihilistas no creemos en el destino, el horóscopo ni demás zarandajas. Pero sí que le damos cierta importancia a las casualidades, esos hechos en apariencia triviales que luego se antojan decisivos. Como por ejemplo caminar por las calles de Madrid y encontrarte en la puerta de un garito indie una pintada que rece “Juventud infinita”. Nunca nos cansaremos de admirar esas espontáneas explosiones de creatividad de la peña que surgen en retretes y otros lugares de lo más insospechado.

La frase que hemos mencionado hacía referencia al tercer disco de los gallegos Novedades Carminha, aquel trabajo que les llevó a codearse con lo más granado del indie estatal, aunque su garage punk  les sitúe automáticamente en coordenadas opuestas. Sus cachondas e irreverentes letras tampoco tienen mucho que ver con ese nauseabundo buenrollismo imperante, es más, siguen la mejor tradición de colgados patrios tipo Siniestro Total que no escatimaban esfuerzos a la hora de rasgar vestiduras de timoratos. Muchas veces para ser punk ni siquiera hace falta llevar cresta.


En tales divagaciones andábamos inmersos mientras nos entregábamos al fiestón sin cuartel que había montado aquella noche en el Kafe Antzokia. Todo gente “guapa” que podría votar tranquilamente a Ciudadanos y que por unos instantes dejaban la contención propia de su clase para entregarse a los instintos más básicos. Chicas bailongas se subían a hombros de sus compis machos para contonearse mientras otras se enrocaban en algún rincón concreto hasta tornarse tan molestas como moscas cojoneras.

Que el último largo de Novedades Carminha ha cumplido su misión de engatusar a los fieles era algo fuera de toda duda si a uno le daba por contemplar a la muchedumbre congregada. Ese potencial en el que tanto confían los miembros del grupo se reflejó del mismo modo en la reacción del personal. Daba igual que anteriormente nos hubieran cascado una enervante sesión de ritmos caribeños para agotar la paciencia de cualquiera, en cuanto sonó “Que Dios reparta fuerte” muchos se olvidaron de aquella monumental brasa y procuraron sucumbir al objetivo de sus creadores que no era otro que “mover cacha”, según su propia confesión.


La homónima “Campeones del mundo” contribuyó a elevar la temperatura con sus punteos reminiscentes del surf rock y en “Quiero verte bailar” evocaron el legado de Tequila con ese estribillo facilón pero efectivo ideal para tararear en la ducha. Y en playas paradisiacas y romances de verano uno piensa también en “Chispas Relax”, una senda en la que reincidieron con “Cariñito” y que quizás explique sus habituales camisas de apariencia estival. Seguro que montarían junto a Airbag, Los Nikis o Los Vegetales un comando para acabar con el invierno.

Surgían gogós de manera espontánea y la vergüenza no parecía un atributo aplicable a gran parte del respetable, mucho menos con la cadenciosa “Lento”, que puso a botar a los asistentes como si no hubiera un mañana. El aire discotequero de los setenta sobresalió en “La mejor de Europa” y sin alejarse demasiado de ese rollo desataron la vena mod en “Capricho de Santiago”. “¡Nos quedamos a vivir aquí”, exclamaron los gallegos ante semejante aceptación y lo cierto es que tenían motivos para estar contentos por estos lares, todavía se recuerda aquella actuación épica en el último BBK Live donde hasta versionaron un tema de Eskorbuto en pleno entorno hostil. Con un par.


Si bien el repertorio estuvo demasiado centrado en su lanzamiento más reciente, no descuidaron ningún flanco, por lo que no hubo tiempo de aburrirse lo más mínimo. El himno “Juventud Infinita” desató los pogos pijos recatados, nada que ver con las explosiones de agresividad punk de un bolo de The Adicts, por ejemplo, aquí todo era más educado, sin llegar a desparramarse por completo, con la rebeldía reducida únicamente a sacarse la camisa por fuera y quizás despeinarse un poco, como Pete Doherty, vaya.

Las hembras siguieron desatadas en “Jódete y baila”, pero el momentazo inolvidable del concierto fue la colaboración de Deu de WAS para la apabullante “Demolición” de Los Saicos, un auténtico acto de transgresión que se disfrutaba todavía más entre sujetos que probablemente nunca habían escuchado semejante pieza en su vida. Después de aquello ya nada sería igual, una vez alcanzado el clímax, ¿qué sentido tenía permanecer en el recinto? ¿Nuevas formas de fustigarse?


Pero la verdad es que estos cachondos ni de lejos se dieron por vencidos en los bises con el pegadizo “Amor rural”, donde el vocalista aprovechó para bajar las escaleras a darse el consabido baño de masas y aquello casi se desborda de puro entusiasmo. Tenían una papeleta complicada para mantener la atención, pero “Antigua pero moderna” se antojaba una opción muy respetable, de hecho, parecía que muchos la agradecieron más que a los pioneros del punk peruano, hasta una “moderna”, valga la redundancia, surfeó entre la multitud.

“¿Queréis veneno?”, arengaba a las huestes el cantante y la parroquia se revolvía cual presa a punto de estallar, antes de que en un movimiento arriesgado decidieran confiar el final a la espasmódica “Dame Veneno”, con cierto deje The Cramps o Suicide mientras se paseaban de un lado a otro de las tablas. El éxtasis fue tal que hasta les hicieron reverencias, no decimos más.

Estar rodeados de pudientes y otras criaturas que es mejor no nombrar no supuso demasiado inconveniente, puesto que, como se suele decir, si uno no perece en tales escenarios, sale desde luego fortalecido y con una capacidad de aguante encomiable. No hay ciclón ni fenómeno meteorológico que pare su fiesta tropical para gente guapa.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA







jueves, 23 de marzo de 2017

EL CAPITÁN ELEFANTE PRESENTA ‘UN MILLÓN DE HOMBRES’



La sala Moma de Bilbao acogerá el próximo viernes 24 la puesta de largo oficial de ‘Un millón de hombres’, nuevo trabajo de esta banda indie con regusto a la música disco de los 70 tras su primer álbum ‘Nuevas Coordenadas’ y el EP ‘Agorafobia’. La cita empezará a las 20.00 y estarán acompañados por Eladio y los Seres Queridos, con entrada gratuita para desempleados. Esta será la primera parada en casa de un periplo peninsular que les llevará por las principales ciudades españolas y algunos festivales como el Ebrofest de Miranda de Ebro.


Producido por Pedro J. Mongue, en su último esfuerzo El Capitán Elefante regresan con un sonido más crudo y power pop, herencia de su admiración por grupos como The Clash, Radiohead o The Buzzcocks, aunque sus composiciones tampoco oculten la influencia de estrellas más locales como Doctor Deseo. Una obra en la que se funden desde el indie rock contemporáneo tan en boga con el rock de la vieja escuela y hasta algún homenaje nostálgico a la ELO.

Comida concierto
Previamente a la presentación oficial ante el público, El Capitán Elefante agasajaron a algunos medios con una opípara comida en la que, al igual que en su disco, combinaron con notable acierto tradición y vanguardia, todo con mucha clase. Una de esas loables iniciativas que casi parecen de tiempos pretéritos y que deberían repetirse más a menudo. Y en tan recogido ambiente no dudaron tampoco en marcarse algunos temas en formato acústico como “Xanadú HD”.


Respecto a los acompañantes del viernes, los gallegos Eladio y los Seres Queridos, vuelven a Bilbao por segunda vez de la mano de El Capitán Elefante y centrarán su repertorio en sus tres discos ‘Esto que tienes delante’, ‘Están ustedes unidos’ y ‘Orden Invisible’, aparte de algún tema de su último trabajo ‘Cantares’.

Las entradas (10/13€) se pueden adquirir en Wegow.com, Power Records (Bilbao) y Riojana Rock (Barakaldo). Las personas desempleadas tendrán la entrada gratuita presentando en taquilla el DARDE (tarjeta del paro) y su DNI.



martes, 21 de marzo de 2017

LOS SUSTOS + LUMA: ECOS DESÉRTICOS Y CAFRES BIENINTENCIONADOS



Shake, Bilbao

Hay grupos a los que les va la sobriedad. Son aquellos malditos que se pasan el tiempo mirando al suelo, apenas se mueven y por supuesto nada de hablar entre canción y canción, dejemos esas tonterías para las estrellitas con la cabeza tan hueca como sus discursos. Puede incluso acabar el recital y uno todavía no enterarse cómo se llama la banda en cuestión, a menos que sea fan suyo, y ni barajemos la posibilidad de intentar seguir el repertorio, las referencias o puntos de apoyo son inexistentes.

A pesar de nuestra fidelidad absoluta a este tipo de gente auténtica que no va a los conciertos a hacer amigos, hay que mencionar que los mexicanos Los Sustos en directo eran todo lo opuesto a lo descrito anteriormente. Se presentaron por lo menos unas veinte veces hasta el punto de que su coletilla ya hacía gracia, invitaron a la peña a chupitos sin reparar en gastos y no dudaban en conversar fraternalmente con los asistentes a la menor ocasión, la separación entre artistas y público barrida de un plumazo. Anti-malditismo a granel.


Muy de crecerse en las distancias cortas era también el dúo Luma, en clara progresión ascendente desde que les vimos de teloneros de The Strypes y que cuentan ya con un nutrido grupillo de fans que acudió esa noche al Shake, entre los cuales se encontraban Deu de WAS o Cris de Belako con un séquito de chicas bohemias.

Lo cierto es que mola tanto la pose atormentada a lo Kurt Cobain de su vocalista como esos pasajes desérticos que agradarían hasta el mismísimo Josh Homme. Todavía no han alcanzado entre ellos ese grado de compenetración que bordea la simbiosis de Niña Coyote Eta Chico Tornado en el que las miradas lo dicen todo, pero poseen los mimbres necesarios para epatar de igual manera. Uno de los combos más prometedores del panorama actual. Al tiempo. 

El dúo Luma, entre la pose atormentada de Cobain y el stoner rock de QOTSA.
 Con los aztecas Los Sustos no cabían sorpresas de ningún tipo en materia estilística, pues su garage punk era más troglodita, poco dado a las innovaciones y con tantos matices como un garrotazo de los que te deja un instante turulato. Una vez que te recuperas del golpe, empiezas a recuperar la conciencia y caes en la cuenta de que tal vez no pasarán a la historia de la música, pero que para un rato divertido son una opción más que respetable.

Ellos se encargan de crear lazos afectivos con el instrumento más infalible que existe, mejor incluso que las redes sociales: el alcohol, por supuesto. La botella de whisky que un servidor inauguró gustosamente desapareció casi cual espejismo en el desierto y de vez en cuando los tragos que le pegaban los tipos nos recordaban que en realidad sí que existió. Ahí quizás pecaron de incautos al ofrecer algo en un país en el que se arrampla con todo lo que sea gratis. Ni aunque fuera veneno perdonaríamos. 

Los Sustos en plena demolición.
 Su decálogo era también simple, alabanzas a la marihuana, al narcotraficante Chapo Guzmán o a “las chicas malas que están bien buenas”. “Esperamos que haya muchas de esas”, dijeron con cierta candidez, ignorantes de que se encontraban en pleno Euskadi, quizás uno de los rincones del planeta con las tías más bordes por metro cuadrado.

En la época de la dictadura de lo políticamente correcto que te inciten a beber  se convierte en un acto tan subversivo como lanzar un cóctel molotov contra una sucursal bancaria. “Pónganse bien borrachos, no para dar beneficios al bar, sino para alegrarse”, recomendaron fervientemente estos simpáticos aztecas. Salir de fiesta con ellos tiene que ser realmente espectacular, un servidor los adoptaría ipso facto.


Echaron la bronca al personal porque faltaba “actitud de viernes” antes de reincidir en su punk corrosivo tipo Los Saicos en “Callejera” o acercarse a la energía escandinava de mástil en alto de The Hellacopters en “No hay más”. De motivación, como hemos dicho, andaban sobrados y no se cortaron a la hora de arrancarse con una pieza instrumental porque “las etiquetas son para los frascos”. Con un par.

Lo malo de semejante derroche de vitalidad es que se esfumó volando, eso sí, dudo que nadie olvidara el nombre de la banda, pues su “Somos Los Sustos” podría acompañar a cualquiera casi hasta la extremaunción. No disponen de un repertorio demasiado extenso, por lo que no quedaba mucho por rascar, en esos casos las versiones son un recurso muy socorrido y lo aprovecharon con creces en una adaptación muy libre, tal vez en exceso, del clásico de Johnny Kidd & The Pirates “Shakin’ All Over”, ideal para el desparrame final.

Un epílogo perfecto para una noche de ecos desérticos y cafres bienintencionados que solo querían ponerse hasta el culo y rasgar guitarras. A estos especímenes hay que declararlos especie protegida pero ya. Esto sí que está más amenazado que el lince ibérico.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA



lunes, 20 de marzo de 2017

THE ASSOCIADOS vs BRUCE SPRINGSTEEN: EL CONSEJO DEL AMIGO AMERICANO



Kafe Antzokia, Bilbao

Que un perturbado esté al mando de una de las naciones más poderosas del planeta no deja de provocar cierta inquietud y que uno se replantee sus lealtades más acérrimas. ¿Hasta qué punto se convierte uno en cómplice del capitalismo desbocado al consumir productos musicales de la tierra de las oportunidades? ¿No iría eso en contra de ese nuevo proteccionismo que quiere instaurar el demente Trump? América para los americanos, pues en ese caso que se vayan a cascarla, para ser coherentes.

Alguien dijo que no se podía ser fan de Bruce Springsteen y al mismo tiempo declararse antiamericano, pero convendría puntualizar que una cosa es la cultura yanqui y sus múltiples tentáculos y otra rechazar ese incontenible belicismo más propio del matón de barrio que se siente poderoso y hace y deshace a su antojo. Y a este respecto habría que recordar que el Boss, quizás en cierta contradicción con su condición de representante de la clase obrera, se ha hecho fotos junto a presidentes, sí, por ejemplo, junto a Barack Obama, pero no ha posado al lado de George W. Bush, Mitt Romney o cualquier otro personaje vinculado a las fuerzas vivas de su país.


Toda una velada dedicada a la herencia musical de las barras y estrellas se había montado aquella noche en el Kafe Antzokia en una nueva edición del ciclo Izar & Star. Primero, con el homenaje al mítico garito angelino The Troubadour, donde figuras claves en la historia del rock del calibre de Elton John o Neil Young debutaron en directo y sus paredes vivieron hechos tan insólitos como el arresto de Lenny Bruce por gestos obscenos o el momento en el que se conocieron en la barra Don Henley y Glenn Frey de The Eagles.

Y pese a que en ocasiones aquello se acercara a una especie de cajón de sastre en el que cabía cualquier cosa, muy bien se lo curraron Saúl Santolaria & Friends con una banda con un guitarrista de órdago y unos coros estratosféricos en los que sobresalía la vocalista Lara. El cantante principal tampoco defraudó lo más mínimo al atreverse y salir victorioso en clasicazos del estilo del “Take It Easy” de The Eagles, un inmenso “Go Your Own Way” de Fleetwood Mac, con su punteo épico, o un “Sweet Caroline” de Neil Diamond tan soberbio que hasta hizo enmudecer a las cotorras. Impresionante, lo mejor de la velada.

Saúl Santolaria y sus muy competentes "amigos".
 Atreverse con un repertorio cargado de una personalidad tan apabullante como la de Springsteen no es algo al alcance de cualquiera, hay que valer mucho, por lo que todo esfuerzo en ese sentido ya debería merecer una simple consideración de antemano. Muy bregados en las versiones estaban The Associados, que cuentan en sus filas con dos miembros de los recordados Itoiz, el ex vocalista de los desaparecidos Shisha Pangma y otros veteranos de la escena local.

Recordaron en un primer momento al Boss pureta atormentado por el divorcio en “Brilliant Disguise” y subieron la intensidad con ese emocionante “Fire” que narra la inevitable aproximación entre un macho y una hembra. Al igual que los teloneros, también contaban con una vocalista femenina, que brilló en la crepuscular “I’m On Fire”, y hasta un saxofonista al que no se le escuchó demasiado, lo cual supuso un inevitable lastre en determinados temas.

The Associados, unos veteranos de las versiones.
 El celebérrimo “Glory Days”, que enlazaron con los acordes de “Louie, Louie”, nos resultó un tanto verbenero y poco creíble, pues a veces su vocalista se asemejaba más a Eddie Vedder que al propio Bruce. Algo más de documentación se hubiera agradecido por lo menos para “The Rising”, que se anunció como una pieza “moderna”, aunque tenga ya unos quince añitos de nada. Al margen de ese detalle, quedó muy correcta, eso sí, con los coros bien empastados.

Un himno mayor como “The River” merecía asimismo unas cuantas horas de estudio en casa, quizás seamos muy puntillosos, pero siempre nos pareció una tremenda falta de profesionalidad eso de andar mirando cada dos por tres la letra en un atril como si aquello fuera la Orquesta Filarmónica o algo así. No cuesta tanto empollar unos mínimos.


Muy inspirada, por otra parte, estuvo la introducción antes de “Cadillac Ranch” en la que el vocalista nos relató la creación del mundo en siete días, con “las hamburguesas con queso” como principal obra divina y a continuación “el aire acondicionado”, “los pantalones vaqueros” y el “rock n’ roll”, antes de que del quinto al séptimo día el Señor descansara y paseara “con su chica en su Cadillac”. Aquí sí que sentimos en especial las carencias del saxo, pues en la original atruena y en esta ocasión apenas se escuchaba.

Hicieron alusión al origen tenebroso de la festiva “Born In The USA” y amagaron con el “Where The Streets Have No Name” de U2 antes de poner al personal a bailar en la oscuridad en “Dancing In The Dark”, donde se subió a mover el esqueleto una elegante chica de pantalones de cuero. Y no se hubiera entendido ningún tributo al Boss sin el canto a los desarrapados de “Born To Run”, que sonó más lenta que la original, aunque el pureteo lo flipó y elevó hasta la estratosfera los “oh oh oh” del estribillo.


El bis nos descolocó por completo porque no acabamos de entender qué pintaba allí el “Rockin’ In A Free World” de Neil Young. Pero oye, a nadie le amarga un dulce y con la colaboración de Saúl Santolaria el conjunto se tornó muy decente. Hay piezas que se agradecen en cualquier tipo de evento. Bodas, bautizos y hasta homenajes a Springsteen.

El repertorio fue muy convencional, en definitiva, pudieron haber ahondado más por ejemplo en esa primera época en la que Bruce se pateaba los garitos de Asbury Park entonando canciones noctívagas como “Spirit In The Night” o “It’s Hard To Be A Saint In The City”. Al igual que su discurso político, el Boss a veces puede convertirse en algo demasiado generalista dependiendo del cristal con el que se mire, pero siempre conviene tener en mente el consejo del amigo americano de coger la carretera y pisar a fondo el acelerador para huir de todo.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA