viernes, 14 de enero de 2022

SOTOMONTE ‘FROM PRAYER TO THE BATTLEFIELD’: LA AUTENTICIDAD DEL GUERRERO

 

Frente a propuestas vacías enfocadas a pegar el pelotazo, existen otras maneras de hacer las cosas que no buscan el aplauso inmediato sino que tienen que ver con una sincera necesidad de expresarse. Se trata de una pulsión creativa ajena a los vaivenes del mercado que huye de la peste de los estribillos facilones y de otras sutiles maneras de encantar a las masas, un objetivo que parece irrenunciable para muchos.

Otros como el veterano bajista Jokin Salaverria prefieren ir a su bola y sacar de lo más fondo de su ser todo lo que llevan dentro y aquí paz y después gloria. El que quiera que atienda a las explicaciones, el resto puede abandonar la clase en cualquier momento, que no se retiene a nadie. Tal parece la actitud imperante en este interesante debut de un clásico de la escena local al que probablemente la mayoría habrá visto junto a Rubia o en esos espectaculares homenajes en recuerdo al ‘Concert For Bangladesh’ de George Harrison. Y eso por no mentar su participación en Hot Legs, proyecto junto a Carlos Tarque de M-Clan.


 

Dados semejantes antecedentes, lo verdaderamente complicado hubiera sido lanzar un álbum mediocre, una gesta todavía más imposible al contar con la colaboración de Iñaki Uoho o la impecable producción de Iñigo Bregel de Los Estanques, banda que podrá gustar o no, pero lo que no se puede negar es que algo deben estar haciendo bien para estar en boca de todo el mundo y conseguir que sus seguidores se multipliquen a pasos agigantados.

Que a Jokin le tira bastante el sonido folk rock setentero y las armonías vocales a lo Crosby, Stills, Nash & Young queda patente desde esa suerte de intro llamada “Words” o el colosal in crescendo de “Culture For Vultures”, pese a que el poso bucólico en plan Jethro Tull sea también bastante importante. Casi uno podría cerrar los ojos y tener la impresión de estar escuchando al mismísimo Ian Anderson.


 

“For What Is Done In Darkness…” constituye uno de los puntos álgidos del redondo, con efectivos solos de guitarra y unas melodías que te harán pensar de inmediato en los autores de ‘Aqualung’, un verdadero elogio para cualquiera con dos dedos de frente. Cambia el rollo ligeramente en “When Your Days Are Gone”, una balada a la vieja usanza con pinceladas soul que rememora legendarios himnos de The Band o incluso Eagles. Clase por doquier.

“Moral Blindness” sigue moviéndose por el espectro setentero, pero se encuentra más escorada hacia el hard rock hasta el punto de recordar a Led Zeppelin, sobre todo a la época de su tercer disco. Y “Fishbowl Of The Gods” mantiene del mismo modo un gran atractivo en sus partes instrumentales, aparte de esos evocadores tonos vocales que te llevan a otra dimensión ajena a las redes sociales y otros males endémicos de los tiempos actuales. 


 

“Believers Of The Mass” aborda un asunto tan candente como el del aborregamiento de las masas que siguen consignas a menudo sin pies ni cabeza. Las armonías vocales son uno de los puntos fuertes del álbum, ya lo hemos dicho, aunque en cortes como este alcanzan su cota máxima me atrevería a decir. Cierra este rotundo manifiesto creativo “The Written Script”, que apela de igual manera a algo tan loable como ir a contracorriente y desafiar ese guión que nos han marcado para vivir la vida. Despojémonos de cualquier atadura.

Lo único que lamento de esta soberbia obra es que no sea un poco más larga, en consonancia con aquellos mastodónticos discos dobles de los sesenta o setenta, pero bueno, quizás ya se esté pensando en materializar esta propuesta en un futuro. Recomendable por completo para fans de Jethro Tull, The Band y similares, aparte de esas mentes inquietas a las que nunca les llamó aquello de no salirse del redil. Hay un amplio abanico de posibilidades más allá del camino al matadero. La autenticidad del guerrero es una de ellas.

 

ALFREDO VILLAESCUSA