miércoles, 24 de enero de 2018

CAPSULA: SUICIDAS DEL ROCK N’ ROLL



Kafe Antzokia, Bilbao

Hay espectáculos que uno podría estar viendo en bucle hasta el final de los siglos. Eventos que superan la mera noción de homenaje y se transforman en algo superior, una criatura con vida propia que dejó atrás su condición de obra ajena. Porque existen bandas que se limitan a copiar con la precisión de una fotocopiadora y el ánimo de vulgares funcionarios, pero por mucho que se pueda reproducir hasta el más mínimo detalle, lo que resulta imposible trasplantar es el alma. La esencia profunda que explica todo.

Los vasco-argentinos Capsula buscan precisamente eso mismo en su recreación de la piedra angular de la historia del rock ‘The Rise and Fall of Ziggy Stardust and The Spiders From Mars’ de David Bowie, una ambiciosa empresa en la que llevan ya más de un lustro  y que incluso inmortalizaron grabando un disco en honor a tan mítico personaje. Pero nada debe alargarse eternamente, siempre es mejor dejar un cadáver bonito  y preferir que se recuerde el momento en su época gloriosa antes de que la estrella acabe languideciendo de puro agotamiento.


Como era de esperar, la oportunidad única de contemplar por última vez al hombre de las estrellas colgó el cartel de entradas agotadas, aunque la sensación tampoco fuera de agobio desmedido. Nos recibía un escenario con predilección por los tonos plateados, muy glam, sí señor. Y además había espacio para una doble batería, ocupada por Alba de Moonshakers y Mariana de Sonic Trash, aunque también oficiara posteriormente el encargado habitual de las baquetas en el combo, el venezolano Jorge Cayama.

Con el corazón en un puño, Capsula irrumpieron en escena con formación de lujo reforzada por el descomunal hacha Gonzalo Portugal de Last Fair Deal o Gaizka Insunza de Audience, otro de los fijos en los últimos tiempos. El inicio no pudo tornarse más estremecedor con un “Five Years” en el que Martín exhibió su característica pose mesiánica y de estrella absoluta del rock. Esto es lo que se debería esperar en cualquier concierto, fuera cutrerías y vagos con pantuflas de andar por casa. 

La formación de lujo al completo.
 Seguíamos elevándonos a los cielos con “Moonage Daydream” y los espectaculares coros de la bajista Coni, aparte de un solo inmenso del maestro Portugal. Y una melodía de corte oriental precedió al clásico “Starman”, “una canción de un tipo que nació y vive en las estrellas”, tal y como la presentó el carismático frontman. “It Ain’t Easy” tampoco desmereció en absoluto cantada por la dama de las cuatro cuerdas y luego Martín nos contó aquello ya mítico de “¿Sabéis lo que había antes del punk, antes de los Ramones, antes de Sex Pistols, antes de Eskorbuto…?”. En efecto, ahí estaba “Hang On To Yourself·”, otra apabullante demostración de poderío en la que el voceras se arrastró cual Iggy Pop.

Turno entonces de acordarse de alguien “que tocaba con la zurda”, el inefable “Ziggy Stardust” que hacía el amor consigo mismo. Bastaba que Martín mencionara que a Bowie “le encantaban las sufragistas” para entender que era el momento de “Suffragette City”, que siempre es una de las que mejor les queda, con las seis cuerdas de Gonzalo completamente desbocadas. La introducción de “Rock N’ Roll Suicide” fue absolutamente épica con el vocalista argentino admitiendo que en ese instante Bilbao era “el centro del planeta” y que somos “suicidas del rock n’ roll” porque lo damos todo por dicho género, una épica que se agrandó si cabe cuando un mar de brazos levantados acompañó en los compases finales.



 En “Rebel Rebel” Martín se agitó cual Mick Jagger al tiempo que se sumergía entre las masas hasta erigirse en su sumo sacerdote. Y continuaron conjurando el delirio colectivo con “The Jean Genie”, en la que mandaron agacharse mientras Gonzalo se enredaba en punteos bluseros. “Somos la resistencia”, dijo el voceras antes de “Soul Love” y entonces cual efecto magdalena de Proust recordamos otra charla apocalíptica suya en la que aseguró que probablemente seríamos una de las últimas generaciones en poder tocarnos o mirarnos cara a cara. O algo así.

Un parón breve precedió a “Lady Stardust”, en la que volvió a tomar el testigo Coni  a la voz, al igual que con “Star”, en la que casi pareció Tina Turner, brutal. El riff de “Get It On” de T.Rex era inconfundible con Gaizka de Audience rompiéndose y el teclista derrochando tanta pluma como Brian Eno en su época con Roxy Music. De poner pelos de punta fue una vez más “I Need Somebody”, “el blues que sale del corazón de Iggy Pop” y contó además con otro parlamento para recordar en el que afirmó que “todos necesitamos a alguien, incluso Gonzalo Portugal” antes de reconocer que “somos almas de blues”. Más chamán que nunca.


Se retiraron por segunda vez, y si no hubieran regresado, aquello habría quedado inmaculado con semejante guinda decadente, pero todavía les faltaba rescatar un tema sobre “muros, disparos y besos”. Una inmortal “Heroes”, que quizás se tornara demasiado saltarina antes de sucumbir a la psicodelia drogadicta de “Run, Run, Run” de la Velvet Underground junto a David de Sonic Trash, uno de los primeros amigos que encontró Martín al cruzar el charco. Orgía eléctrica total.

Con tanto sacrificio que nos pegamos por ir a un concierto, probablemente sea muy cierto aquello que decía Martín de que somos suicidas del rock n’ roll, kamikazes dispuestos a correr enfilados hacia el abismo con una sonrisa en los labios y que así cobre pleno sentido aquella máxima fundamental de Bukowski de “Estamos aquí para reírnos del destino y vivir tan bien nuestra vida que la muerte tiemble al recibirnos”. Yeah.

TEXTO: ALFREDO VILLAESCUSA
FOTOS: MARINA ROUAN




martes, 23 de enero de 2018

BONZOS: Y BILBAO SE HIZO PUNK…



Kafe Antzokia, Bilbao

Alguien dijo que los Ramones eran como los Beatles del punk. Y lo cierto es no que le faltaba razón porque su influencia se sigue palpando décadas después de su disolución. Aparte de que se considera a los de Queens inspiradores de cosas tan dispares como el hardcore, el punk pop o incluso el rock alternativo, han creado todo un género en sí mismo que sigue al pie de la letra sus enseñanzas, esto es, píldoras adrenalínicas de dos minutos, estribillos memorables y una batería apabullante necesaria para enlazar unos temas con otros como si aquello se tratara de una carrera.

En nuestro país, en plena época de La Movida Madrileña, Los Nikis o Los Vegetales recogieron ese testigo con notable acierto y dejaron tanta huella que todavía siguen surgiendo en la actualidad grupos en coordenadas similares como Las Señoritas Estrechas, Pantones o los geniales Airbag, la lista podría ser inabarcable. 

El líder Parlange con Francis de Doctor Deseo.
 En este género encasillaríamos sin duda a los bilbaínos Bonzos, reactivados de nuevo veinte años después de su debut y cargados con una inmejorable carta de presentación llamada ‘Hagamos América punk otra vez’, una obra que lo mismo apela a lo local que a lo universal y conecta al “Botxo” con la megalópolis Nueva York. Ahí y en Detroit fue precisamente donde en realidad nació la filosofía de los tres acordes, mucho antes de que Sex Pistols se convirtieran en todo un emblema del movimiento.

El último disco de Bonzos nos parece de tal categoría que pensábamos que aquello estaría a reventar, pero nada más lejos de la realidad, si bien al final se logró alcanzar una entrada respetable en torno a la mitad de la sala. Muchos aprovecharon desde luego para apuntarse al sarao mientras oficiaba con su característica máscara de licántropo Hombre Lobo Internacional, un tipo solitario en el aspecto instrumental que ya habíamos catado en otra ocasión y que es capaz de arrancarse tanto con rock n’ roll añejo como con garaje y hasta con el “New York, New York” de Sinatra en su peculiar estilo lobuno. La peña le siguió bien el rollo mostrando las garras y de vez en cuando se escucharon aullidos por ahí. Sigue siendo una criatura fascinante. 

El licántropo Hombre Lobo Internacional
 Un bolo de punk ramoniano es quizás de las experiencias más divertidas e intensas que pueden contemplarse en directo y Bonzos no se salieron demasiado del esquema previsto al iniciar con “Rey de la ría” tras la morriconiana intro “Ectasy of Gold”. “El patrón del mal” mantuvo el tipo y en su himno “Bonzo Girl” ya contaron con un invitado, Suso, el primer bajista de la formación.

Sin disminuir las revoluciones, “Tu futuro no está escrito” enganchó a la afición, al igual que “Situaciones”, su revisión de Slaughter & The Dogs. Su regreso a las tablas viene avalado por una competente banda en la que destaca el versátil Álvaro Segovia, ex componente de Atom Rhumba y hoy en día con el proyecto Cavaliere. Muy rodados se les notó en los coros, algo fundamental para que funcione el punk chicle, un ejemplo en este aspecto sería “Charlie ya hace surf”, alusión a una mítica frase de ‘Apocalypse Now’ que decía justo lo contrario.


Con la mirada puesta en el power pop, el líder Juancar Parlange catalogó a “Crush On You” como “lo más bonito” que había compuesto y contó con la ayuda a las voces de Virginia de Toro y La Niña del Frenesí. El resultado fue similar al “I Wanna Be Your Boyfriend”, aunque el inefable Joey Ramone alcance superiores cotas de emoción. Recordaron sus orígenes en “Disturbios en el Bronx” y el vocalista Parlange aseguró que gracias a la intermediación de Juancar del garito Muga fueron “los primeros en cantar en inglés en este santo templo”. Alabado sea.

Mucho poso ramoniano existía en “Te cuidaré más que a mis ojos”, incluso en los redobles de batería, y “Nueva York” certificó el hermanamiento entre la capital vizcaína y la Gran Manzana. A excepción de cuatro freaks, el personal no se mostró muy emocionado respecto al repertorio, pese a que consiguieran remontar el sonido algo enmarañado del principio y enganchar con trallazos del calibre de “Narco punk”. Hubo también tiempo para novedades como “El Expreso de Badajoz”, que reincide en esa temática de trapicheos que tanto les fascina.

Bonzos con Virginia en "Crush On You".
Y para ir cerrando con clase, recurrieron a la aparición estelar de Francis de Doctor Deseo en “Yo quise ser Gardel”, al que el voceras definió como “alguien que sabe de tango”. Cuando nos queríamos dar cuenta ya andaban con los bises, que por cierto fueron de altura rescatando el clásico de The Rubinoos “Rock N’ Roll Is Dead”, el mejor corte del disco “Lluvia, Hierro y Rock & Roll” y un “Baby, Baby” que pasó fugaz y dejó con ganas de más después de que finalmente hubieran levantado el vuelo con propiedad. “Esto se acaba, o empieza”, avisó Parlange.

Y era cierto, aquel fue el bautismo de fuego de esta nueva reencarnación de Bonzos, aunque todo el mundo esperaba una de esas muchedumbres asfixiantes propia de las grandes ocasiones. Tal vez se eche en falta también en su cancionero algo más de revoluciones, como en sus compis espirituales Depressing Claim o ese acabado perfecto power pop de los malagueños Airbag, pero su reciente lanzamiento les debería colocar de sobra en el firmamento de los aficionados a los tres acordes. Por una noche Bilbao volvió a hacerse punk. O por lo menos lo intentó.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


lunes, 22 de enero de 2018

ATOM RHUMBA: EL ARTE DE EPATAR



Kafe Antzokia, Bilbao

Hay ciertos grupos que destilan un aire de respetabilidad que casi echa para atrás. Quizás con demasiado postureo, todo el mundo entiende que lo suyo es de otra dimensión, por lo que la cascada de elogios es incesante y hasta obligada. Y cuando no se produce, el efecto se asemeja a aquella escena de las películas en la que el párroco pregunta a los congregados de una boda si alguien conoce algún motivo por el que no deba celebrarse dicho enlace. La visión en el fondo de una mano levantada causa de inmediato la indignación y un silencio sepulcral al tiempo que los asistentes tratan de averiguar quién será el atrevido insensato.

Con los bilbaínos Atom Rhumba pasa algo similar desde que irrumpieran en el panorama a mediados de los noventa, gozaran del beneplácito de la crítica especializada y se montara en torno a ellos una especie de leyenda que, después de verles en directo, podemos afirmar que tampoco es para tanto. No hay que quitarles empero el mérito de haber conseguido un sonido propio alejado de cualquier cliché o encorsetamiento estilístico, lo cual ya debería ser una carta de presentación inmejorable en los tiempos que corren en los que ya está todo inventado.

Rober!, indolente líder de Atom Rhumba.
 Recién reactivados tras un parón discográfico de casi una década, estaba previsto que presentaran en un Kafe Antzoki abarrotado su regreso al ruedo ‘Cosmic Lexicon’ en medio de un ambiente exquisito dada su reputación de banda de culto. Pero el ambiente fue prácticamente lo opuesto, con uno de los públicos más maleducados que nos hemos encontrado en mucho tiempo. Una proliferación alarmante de cacatúas que impedía seguir el show incluso en las primeras filas, ese lugar antaño sagrado donde se suelen situar los que les gusta la música de verdad.

Con semejante proporción de criaturas molestas, había que tener desde luego un par para plantarse con un Theremín, el primer instrumento electrónico, como Javier Díez Ena y entregarse a una sinfonía de hipnóticos ruiditos que al final acabó teniendo su punto para fans de Kraftwerk y de los sintetizadores primigenios. Su espectáculo estuvo además reforzado por un cuidado montaje audiovisual con predilección por las imágenes de tipos atléticos realizando acrobacias que podrían encajar en un mitin nacionalsocialista de los años 30. Pero hubo también piezas exóticas, homenajes al Berlín industrial o a surfistas y hasta “perversiones” de Duke Ellington. Muy entretenido, sí señor.

Javier Díez Ena enfrascado en su Theremín.
 Tras una intro más bien rara en la que no se sabía si verdaderamente iba a tocar allí alguien, Atom Rhumba se sumergieron en ritmos noctívagos de primeras con “The Sea In You” antes de que en “Organised Man Blues” desataran esa prodigiosa versatilidad característica suya que en ocasiones descoloca un poco. Pero en el fondo aquí de lo que se trata es de eso, de sorprender con giros imposibles.

Acostumbrado a ver a Joseba Irazoki en solitario o en proyectos vanguardistas de difícil digestión, resultó un tanto chocante contemplarlo en otra faceta más comedida, más de asalariado que cumple su función sin demasiadas estridencias, igual que hace por ejemplo con el asturiano Nacho Vegas. El líder con cara de malote Rober!, por su parte, comandó el peso de la actuación, salvo por las monumentales demonstraciones de su soberbio batería, e incluso exhibió cierto desprecio hacia el respetable por su falta de entusiasmo. Razón no le faltaba ante ese murmullo molesto que en ocasiones amenazaba con silenciar a la propia banda. Ya ni siquiera se respeta la primera fila. Quizás haya que encontrar un nuevo uso para ese extintor situado en un lado del escenario.


El aire incendiario de “Voy cableado” precedió a los falsetes a lo The Darkness de “Stella” y el single “Tumba gris” tampoco era mala opción para que no decayera el interés por su atmósfera fantasmagórica no exenta de garra. “Pompas de sangre y miel” contribuyó a incrementar el cuelgue general antes de entregarse al rollo garajero y hasta protopunk de “Home Made Prozac”. Rock añejo, psicodelia, dejes surf rock, algo de funk…aquí cabía cualquier cosa. Esa es seguramente su grandeza.

El indolente líder no tuvo reparo en ceder la guitarra a uno de los fans de las primeras filas, que resultó ser un viejo conocido de la escena, Álvaro Brutus de Morraia y un sinfín de proyectos experimentales. Los gritos de “¡Aúpa Barakaldo!” arreciaron y en este estado de ánimo no desentonaba la frenética “The Secret Dance Society” con alaridos a lo Iggy Pop. Otra exhibición de músculo que terminó con el batería conocido como “Etxebestia” sentando cátedra a las baquetas una vez más.



“Solo aplaudís las cañeras, no tenéis corazón”, censuró el voceras Rober! antes de un “I’m Coming” que podría haber cantado James Brown pese a su halo de distorsión. Y “Body Clock”, de nuevo con falsetes, puso a las hembras a bailotear antes de que el supremo mesías del escenario amenazara con no volver si no armábamos “un jaleo del copón”. Chulería al poder. En las tablas es lo suyo, nadie quiere gente humilde.

Una pausa que sirvió para que las cotorras se hicieran fuertes y algunos deseáramos una fumigación masiva de tan molesta subespecie. Rober! tuvo que ponerse borde con razón y afirmar “Si os calláis, empiezo” para que esta plaga indeseable depusiera su actitud. El blues humeante de “Red Turning Blue” serenó los ánimos charlatanes antes de que recuperaran los falsetes espasmódicos en “Fat Jackson”. Una actitud incendiaria que no perdieron en “You’re The Only Story” ni en “Istingako Mutikoa”, que valió para descender a un valle de acoples y alaridos en el que hasta se cayó un micro.

De actitud andan sobrados, eso es innegable, pero tal vez en su continuo perfeccionamiento del arte de epatar pierdan algo de frescura en el camino. En este aspecto la disyuntiva es clara y a la vez muy vieja: cabeza o corazón. Habrá que amputar algo.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA



jueves, 18 de enero de 2018

100 IZAR & STAR: JÚPITER JON + MC ENROE



LOS TRIBUTOS NECESARIOS

Kafe Antzokia, Bilbao

Lo cierto es que nunca hemos sido ni de homenajes ni de bandas clónicas. Bastante extenso es ya el panorama como para andar perdiendo el tiempo con los que se dedican a recuperar el catálogo de grupos o artistas en activo. Pero siempre hay notables excepciones, sobre todo si se hacen las cosas con un gusto inefable y un mimo que solo podría entenderse si tenemos detrás a un verdadero aficionado a la música con mayúsculas. El amor al arte debería reivindicarse más a menudo.

Ese es el caso del ciclo Izar & Star, creado por el veterano periodista bilbaíno Javier Corral, una andadura que comenzó hará ya ocho años y ha contribuido tanto a dinamizar la ajetreada agenda cultural de la villa como a rescatar del olvido a unos cuantos nombres que dormían el sueño de los justos. Porque esto no se trata de simples tributos, copias al milímetro que nada aportan al panorama, sino de contemplar un legado concreto a través de una peculiar mirada, que en ocasiones puede ser muy personal y otras veces profundamente respetuosa, aunque sin renunciar a impregnar con su propio aroma las composiciones ajenas.

Ricardo Lezón y Mc Enroe en formato intimista.
El sarao montado para celebrar los 100 conciertos de esta brillante iniciativa, parecía a priori muy apetecible con los getxotarras Mc Enroe en un formato intimista recreando a El Último de la Fila, una empresa arriesgada que a cualquiera con dos dedos de frente le podría dar hasta vértigo. Algo que no podría suceder desde luego a unos maestros del slowcore tan competentes con una ya considerable trayectoria que se remonta a principios del presente siglo.

Escuchar cantar a Ricardo Lezón a escasos metros es una de esas experiencias que te sacude el alma por completo, una descarga de electricidad similar a cuando dos desconocidos que se gustan se tocan por primera vez, no es raro que la carne se ponga hasta de gallina. Daba igual que uno no fuera demasiado fan de la mítica banda de Manolo García y Quimi Portet, el mismo Ricardo tampoco lo era, no tuvo reparo en admitir su entusiasmo hasta los dos primeros discos, aunque “luego ya no”. En esta línea también confesó que en su juventud se hartó de oír una cinta con The Smiths en una cara y El Último de la Fila por la otra hasta un punto tan excesivo que ambos cancioneros se mezclaban. Dios salve a las TDK 90.


De esta forma, sonaron muy llevadas a su terreno atormentado piezas clave en la historia del pop patrio como “Insurrección” o “Aviones plateados”, sosegadas, con poso doliente, pero para nada carentes de ímpetu. Una delicia para aficionados a Mc Enroe o incluso al Nacho Vegas decadente de los inicios. Se acordó incluso de su banda madre con una estremecedora “La electricidad” en la que la voz retumbante relegaba todo lo demás a un cuarto o quinto plano por lo menos. Pura emoción.

Lo de los irundarras Júpiter Jon ya se barruntaba que iba a ser una marcianada de tres pares de narices. Y es que con un epígrafe que respondía al título de “Punky reggae party” uno tampoco podría esperar una sobriedad sobrecogedora. En su lugar se palpó puro espíritu post punk, deudor por completo del de aquellos chalados que a finales de los setenta tomaron los tres acordes como base para desparramar y efectuar fusiones imposibles. Imposible no bendecir en este apartado al glorioso sello discográfico Rough Trade.

Júpiter Jon, con Mursego desatada.
Marcaron las directrices surrealistas recordando de primeras a los psicodélicos Gong, auténtica terapia de choque antes de sumergirse en un saxofón chirriante, ritmos hipnóticos y parrafadas musicadas que dejaban a los asistentes con cara de póker, había que meterse mucho en su rollo para pillarles el punto. Contaron además con la ayuda de Mursego a la voz, mucho más suelta que de costumbre y casi poseída por el afán vanguardista y experimentador.

La dama de la no wave Lydia Lunch también tuvo su momento, al igual que los post punkis ingleses Blurt o el poeta, músico y activista jamaicano Linton Kwesi Johnson, cuyo colofón con dub fumeta constituyó uno de los momentos impagables de la velada. ¿Dónde está la marihuana, por favor? Una lástima que no se extendieran en esta onda de cuelgue y rescataran, por ejemplo, el “Give Youth A Chance” de The Ruts o el “Offshore Banking Business” de The Members.


Se hizo cortísimo, pero valió de sobra para catar a los guipuzcoanos y desear verles pronto en solitario en una de esas timbas instrumentales no aptas para estrechos de mente. Estos sí que son los tributos necesarios de veras. ¡Larga vida al ciclo Izar & Star!

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA