jueves, 30 de diciembre de 2021

CAPSULA: INVOCACIÓN ELÉCTRICA

 

Kafe Antzokia, Bilbao

 

En estos inciertos tiempos cobra más relevancia que nunca vivir el momento. El carpe diem que decían los clásicos y que está más en vigor que nunca gracias a la situación pandémica. La sensación que flotaba en el ambiente era de que aquel iba a ser el último concierto en una larga temporada. El último baile antes de otro injustificable cerrojazo a la actividad cultural para paliar una gestión ineficaz que no se sostiene por ningún lado. Hasta los mismísimos nos tienen ya ciertos dictadorzuelos grises.

Por todos esos motivos el concierto de Capsula en el Kafe Antzokia en Navidad era ante todo una celebración. Por estar vivos y porque eventos como el de esa noche nos servían de bálsamo frente a una sociedad cada día más totalitaria en la que la creación artística importa un pimiento. No estará muy lejano el día en el que las obras de arte se encontrarán únicamente en un olvidado sótano, al igual que hacía acopio de ellas el protagonista de ‘V de Vendetta’. Para que nadie se ofenda.

Con las ganas que había de fiesta, no era de extrañar que el Antzoki presentara una nutrida afluencia de personal desde la hora de apertura. Contamos además con un soberbio entremés como Feline, prometedor combo de post punk que abarcaba desde el gothic rock de los The Cult del ‘Love’ a las ínfulas marciales de Theatre of Hate o el poso ochentero de los primeros U2. Muy interesante esa peculiar coctelera de influencias en la que hasta distinguimos el “How Do You Think It Feels” de Lou Reed. Hay que seguirles la pista desde ya. Grupazo.

Feline
Que Capsula no echen toda la carne en el asador desde el comienzo sí que sería algo curioso, pero estamos hablando de un imposible, se encargan de recalcárnoslo con ese descenso a los infiernos llamado “Sun Shaking”. “You Won’t Believe It” es lo primero que suena de su reciente ‘Phantasmaville’, mientras que “The Moebius Strip” cuenta con la colaboración al saxo de Izas de Free The Wheel. La primera de las invitadas de una noche en la que habría otros notables aportes ajenos.

“Red Moon Falls” y “Candle Candle” mantuvieron la tensión antes de otra presencia destacada de la velada, la de Francis de Doctor Deseo, que se marcó un colosal “Mejor no hablar de ciertas cosas” de SUMO, una elección muy acertada por el halo decadente del vocalista invitado. Y otro de los que se apuntó a este jolgorio encima del escenario fue David Hono de Sonic Trash, que se atrevió con “Into The Sun” o “El infierno”.

“El camino de la plata” nos legó una interpretación descomunal de Coni a la voz y además nos permitió advertir esa percusión curiosa que le daba a la pieza un punto tribal. Como si se tratara de una danza del fin del mundo, “No contestás” apeló al rock n’ roll primigenio y a melodías que hacen mover el esqueleto tipo The Cramps. Un arrebato previo al poso místico vía Black Sabbath de “Behind The Trees”. A veces hay que ponerse serios.

“(Don’t Be Afraid And Play) Rock ‘n’ Roll” no permitió el más leve bajón en un repertorio en el que no sobraba nada y “Ciudad fantasma” pilló al carismático frontman Martín arengando a las huestes desde las escaleras. En este sentido, hay que destacar que tuvieron que pedir varias veces al personal que se acercara, algo seguramente achacable al temor al virus con el que nos habían bombardeado los medios en las últimas horas. Algunos parece que echan de menos las odiosas sillas.

Quien controla el pasado, controla el futuro”, advirtió Martín en plan profeta antes del “Russian Roulette” de The Lords of the New Church, que volvió a ser una de las cumbres de la cita y que ojalá siga durante mucho tiempo más en el cancionero de directo. Casi como si les persiguieran, habían finiquitado muy rápido el menú destinado a los fieles, por lo que “Part Of The Sun” indicó la primera despedida a las tablas.

Pero no se podían marchar de allí sin recordar de alguna manera a David Bowie, una figura presente en la mayoría de sus recitales en los últimos tiempos. En esa ocasión no interpretarían el ‘Ziggy Stardust’ de cabo a rabo, pero sí que caería “Starman” o “Moonage Daydream” junto a Gonzalo Portugal de Last Fair Deal. Garantía de calidad.

Francis, de Doctor Deseo, uno de los invitados de la noche.
Y tampoco hubiera sido un concierto de Capsula si no se hubieran acordado en algún momento de “Suffragette City”, con la peña alcanzando el éxtasis colectivo tanto con el estribillo como en la parte del solo. Tal vez deberían haber terminado como señores de la mejor manera posible en este punto, pero todavía regresaron una vez más con “Esferas” y la psicodélica “You Cannot Blame”.

No fueron quizás temas míticos como para despedirse, pero eso no quitó para que sirvieran para reforzar el ambiente de ritual chamán que había en el recinto con palmas por doquier y cánticos que representaban la pertenencia a una comunidad. Una invocación eléctrica había tenido lugar. A ver si con esto disipamos malos y represores espíritus el próximo 2022. Los vivos amargados dan más miedo que los muertos.

 

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA

 

 

miércoles, 22 de diciembre de 2021

CRACKER: PROFESIONALES DEL ROCK NOVENTERO

 

Kafe Antzokia, Bilbao

 

A veces descubrimos que en realidad conocemos a un grupo mucho más de lo que intuíamos. Una sensación que se confirma al bucear por su discografía y encontrar esos éxitos impepinables que te suenan fijo a no ser que te hayas pasado varias décadas en una cueva o algo así. Es lo que sucede cuando se trata de una banda con una cantidad considerable de piedras angulares a sus espaldas. Lejos de cargar con una pesada mochila de responsabilidad, tal currículum aportaba prestigio y nos confirmaba que esa noche no íbamos a ver a cualquiera caído de un guindo.

Tal es el caso de los norteamericanos Cracker, con una trayectoria reseñable en el campo del rock alternativo, aunque lo cierto es que no se limitan a ese único género, sino que sus influencias incluyen cosas tan dispares como el punk, el blues, la psicodelia o el country, entre otros estilos. Dada su espectacular amplitud de miras, no extraña que muchos de sus temas ya hayan sido utilizados en la BSO de unas cuantas películas.

Johnny Hickman de Cracker.

Los entendidos en la materia barruntaban que lo de aquella velada se convertiría en un conciertazo en toda regla. A nosotros nos suena haberles visto de pasada hace años en un Azkena vitoriano y lo cierto es que no atesorábamos malos recuerdos al respecto.

Era uno de los primeros conciertos a los que íbamos en el Kafe Antzokia tras la pandemia, por lo que sorprendió encontrarse un recinto realmente concurrido en el que para hacer fotos casi había que hacer encaje de bolillos, como antaño. La costumbre que no se había perdido era la de comenzar tan tarde los bolos de diario, algo realmente molesto si uno necesitaba luego transporte público para regresar a casa. No hubiera costado demasiado iniciar la sesión un poco antes, pues las citas con teloneros entre semana se alargan mucho más de lo que aconseja la prudencia.

The WOP Band

Un evento la mar de recomendable se habían currado desde la fundación de lucha contra las enfermedades neurodegenerativas The Walk On Project al incluir a la The WOP Band de Mikel Rementería, un gran músico que superó con creces la mera condición de entremés y legó piezas con notable aire a Neil Young, caso de “Febrero” o “El coche del viento”. Y se quedó con la mayoría del respetable al incluir un guiño al celebérrimo “Walk On The Walk Side” de Lou Reed. Clase a borbotones.

Cracker es uno de esos grupos que pivota alrededor de dos figuras fundamentales como David Lowery, a menudo con una acústica colgada, y el guitarrista Johnny Hickman, un tipo con apariencia sobria pero que tenía esa habilidad que solo poseen los auténticos maestros de las seis cuerdas para decir mucho con poco, las notas justas en el momento preciso. Un genio de ese calibre.


Que su último disco de estudio datara de 2014 no suponía inconveniente alguno para esta formación que no se rige por las normas habituales del mercado discográfico. Algo que indudablemente tiene sus ventajas, pues no están obligados a presentar un álbum por decreto y eso les permite rebuscar sin problemas en diversos rincones de su trayectoria.

Si les apetecía iniciar la actuación con un corte de 1998 como “Been Around The World”, pues se hace y punto, no hay que rendir cuentas ante nadie. Sin despegarse del álbum ‘Gentleman’s Blues’ enlazaron con “Seven Days” antes de condescender con un éxito mayúsculo como “Teen Angst (What The World Needs Now)”. Desde luego no se les caían los anillos por arrancarse con cortes comerciales tipo “Get Off This”, que es casi todo un emblema del rock alternativo, cada cosa tenía su momento, no poseían ningún complejo en ese sentido.

“Reaction” recordó su material más reciente, a pesar de que de aquello hace ya casi una década y el personal flipó cuando tiraron de armónica en una soberbia “Hey Bret (You Know What Time Is It?)”, con solo de guitarra de los que se te caen hasta los pantalones. De lo mejor del recital. Y sin hacerse los chulitos. Ahí reside la grandeza del talento de verdad.

“The World Is Mine” no disminuyó el ímpetu lo más mínimo, e incluso se permitieron el lujo de pegar acelerón al final. Y si les daba por echar el freno, como en “I Want Everything”, pues no se tornaban nada pesados de lo bien que sonaban en las distancias cortas. Delicatesen. 

“Euro –Trash Girl” era otra de esas para que cantara la afición al completo, el fotero Dena Flows nos dijo que incluso había un grupo con ese nombre, así de enorme ha sido su predicamento dentro del rock alternativo. El entusiasmo se desbordó tanto en la sala que aquello parecía por momentos un videoclip noventero de esos lejanos tiempos en los que en la MTV ponían música.

Y agradecimos el rollo a lo The Replacements de “Movie Star” muy cercano al punk en la estela de Hüsker Dü. No debimos ser el único que pensaba así, pues dicho corte fue aplaudido a rabiar. “Don’t Fuck Me Up (With Peace And Love” reincidió en esa faceta deudora de los tres acordes que nos resulta de lo más interesante de su impresionante abanico musical. Eran tan buenos que incluso podríamos obviar ese detalle vergonzoso de salir a escena con un atril para las letras. ¿No se saben sus propias canciones o qué?

Siguieron dándole al punk con “Time Machine” antes de otro hitazo noventero como “Low”, que emociona ya solo con escuchar a la peña cantar a pulmón. Y moló el aire cinematográfico y cabaretero a lo Tom Waits de “Dr. Bernice”. El maestro de las seis cuerdas Johnny Hickman se ocupó de la voz en “Another Song About The Rain” con tanta clase que cosechó aplausos desde la primera nota.

Podrían haberse pirado y haber quedado como señores después de tamaña muestra de talento, pero todavía regresaron con un magnífico “Beautiful” que nos parece de lo más redondo de toda su carrera. Y se marcaron un radical giro de timón con la psicodelia del “Picture of Matchstick Men” de Status Quo. Ahí quedaba eso. A ver quién era capaz de marcarse esos arriesgados viajes de una punta a otra del espectro musical.

Nos faltó su imprescindible revisión del “Shake Some Action” de Flamin’ Groovies, pero no era cuestión de quejarse tras un bolazo con un nivel muy por encima de lo normal. Nada como una carta de presentación para convertirse en fan a perpetuidad de estos profesionales del rock noventero. Todo lo que decían de ellos era cierto. Y más.

viernes, 17 de diciembre de 2021

RADIOCRIMEN: ÚLTIMO BAILE AUTORIZADO

 

Kafe Antzokia, Bilbao

 

Que una ocasión se convierta en especial depende de muchos factores, como la predisposición del personal o las circunstancias que rodean a un evento. En una época en la que los dictadorzuelos que nos gobiernan amenazan con más restricciones, la música en directo debería transformarse en un refugio del desencanto y de esa euforia que da tanto miedo a las autoridades que ahora hasta te piden un documento para acceder a un recinto. Lástima que siempre se tenga en el punto de mira a los mismos sectores mientras que con otros lobbies que todos conocemos se hace una escandalosa vista gorda.

En medio de tal ambiente represivo, al que se sumaba la exigencia del pasaporte nazi, se celebró el regreso a los escenarios de Radiocrimen, que sacaron disco en plena pandemia y tuvieron que esperar a que el asunto del virus se calmara para poder realizar conciertos en condiciones. Mucha especulación hubo en los días anteriores sobre si se iba a poder o no realizar el bolo del Kafe Antzoki, pero finalmente se alinearon los astros, a pesar de un recorte de libertades que nos retrotrae a los peores años del franquismo o de cualquier dictadura bananera.

Txarly Usher de Radiocrimen.

Por estar en el Shake cubriendo a los alicantinos Malditeria, nos perdimos a los encargados de abrir la velada, Barbakore, y solo nos dio tiempo a llegar para los últimos temas de The Guilty Brigade, que siguen siendo una auténtica apisonadora en directo. Pocas sensaciones podría haber más placenteras que entrar en una sala y escuchar a una multitud entregada dejándose la garganta con himnos del calibre de “Sin miedo en tu infierno” o “Como el hierro”. Una pasada la entrega de la peña, así como la actitud de los navarros sobre las tablas. Jamás les hemos pillado una actuación mala, o por lo menos mediocre. Apabullantes desde todos los ángulos posibles.

La vuelta al ruedo de Radiocrimen contó desde el inicio con todo el apoyo de las criaturas de ambas márgenes del Nervión, por lo que no extrañó el desmedido grado de entusiasmo vivido aquella noche con los fieles a punto de invadir el escenario en varias ocasiones. Cualquiera permanecía impávido ante piezas del tamaño de “Terror”, “Buko” o un “Contenedores” que sigue estremeciendo con su necesaria llamada a la guerrilla urbana. 

The Guilty Brigade en plena comunión con los fieles.
 En “Asesinos” fue el turno de otra reivindicación justa como la de exigir responsabilidades por el asesinato de Iñigo Cabacas, algo que en este país acomplejado debe resultar tan complicado como pedir cuentas a tipos que en cualquier otro tribunal del mundo merecerían el calificativo de genocidas. Habrá que encomendarse a instancias europeas o de otros lugares civilizados en los que no se vulneren derechos humanos con tanta alegría y cero consecuencias.

Hacía tiempo que no veíamos el Antzoki tan petado, y eso que me contaron que se quedó peña sin poder entrar por culpa del dichoso pase Covid, pero que nadie se confunda de enemigos, que no son desde luego ninguno de los grupos, ni tampoco la sala, que acata tan injusta norma para no tener que pagar una desproporcionada multa. Reclamaciones al amado líder que ocupa Ajuria Enea, responsable de tantas fascistadas que ya hemos perdido hasta la cuenta.

Radiocrimen llamando a criaturas de ambas márgenes.
 “Este es el mejor virus”, exclamó el vocalista Txarly Usher al advertir la entrega del respetable. Y no tenía pinta de que el vendaval sónico fuera a disminuir con “Miss Dinamita” o “Delfín Negro”, dos trallazos de los de levantarse del sitio. “Amar mata” siguió elevando la temperatura, si es que algo incandescente admite todavía más grados, al igual que “Bala perdida” o “Tiempos salvajes”. Ya era hora de un recital sin sillas de los de quedarse afónico. Seguro que aquella cita sirvió a muchos para desfogarse después de tantos meses de restricciones. A ver lo que nos dura este bendito paréntesis.

Debía haber algún límite de horario, pues enlazaron a toda mecha la mayoría de los temas, sin perder ni un segundo en presentaciones que ni falta que hacían, pues allí todos íbamos con la lección aprendida. “Mundo basura” y “Alcohol barato” eran buenas oportunidades para demostrar los conocimientos al respecto. De cátedra, por supuesto.

El recuerdo a Iñigo Cabacas que no falte.
 Txarly se subió a un bafle para “Restos de metralla”, si no me equivoco, y en esta coyuntura solo se podía ir más para arriba con “Ahógate en el W.C”, su soberbia versión de La Broma de Ssatán. Y el vocalista también aludió a la necesidad de adaptar la letra a los mayores en “Los chicos ya no quieren llorar”, a pesar de la notable proporción de juventud femenina que se veía por la sala.

Qué gustazo estar en un sitio donde a la gente solo le importa la música y nadie viene a cacarear o a dar por saco a los que quieren ver un concierto. No podía faltar tampoco “Bilbao”, el corte dedicado a la ciudad que les vio nacer en la que ya de gris apenas queda nada. “Esto solo lo tocamos aquí”, advirtió Txarly a la concurrencia. Y hay tradiciones que jamás deben romperse, como aquella que estipula que en la canción “En las cloacas” Txintxe tiene que subirse a cantar mano a mano, uno de los momentos álgidos de su show en el que el vocalista acaba encaramado a los hombros del veterano punk. Hermandad a tope. 

Radiocrimen a ritmo frenético.
 Y así sin apenas darnos cuenta terminó un concierto a un ritmo frenético de los que había que estar ahí para vivirlo, del mismo modo que aquella otra histórica descarga en el Ipar Haizea en la que hubo una intervención de los antidisturbios que todavía se recuerda por su inaudito atropello. Los de arriba tienen ganas de que permanezcamos recluidos en casa o cosas peores que piensan pero no se atreven a decir en público. De momento, habíamos disfrutado a tope el último baile autorizado y eso no nos lo podrán quitar. Que vengan las tropas de asalto a arrancarnos recuerdos imborrables.

 

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA

 

 

 

 

 

viernes, 10 de diciembre de 2021

MAIKA MAKOVSKI: JERARQUÍAS AL BAÚL DE LA HISTORIA

 

Social Antzokia, Basauri (Bizkaia)

 

La lucha de egos siempre ha sido uno de esos cánceres que puede envenenar cualquier grupo. Incluso The Beatles desde la cúspide del firmamento musical sufrieron sus efectos, al igual que The Rolling Stones, The Beach Boys y un inabarcable etcétera. Quizás la solución para acabar con ese problema sea suprimir privilegios y abogar porque todos los miembros estén a la misma altura sin que nadie sobresalga por encima de otro.

Con un objetivo similar John Lydon creó Public Image Limited a modo de cooperativa después de la implosión de Sex Pistols, aunque luego las cosas no salieran como imaginaba. El grupo de la polifacética Maika Makovski lleva un rollo en esa onda, ya que van rotando los instrumentos entre ellos y no podría señalarse a ninguno como líder absoluto, pese a que la banda se designe con el nombre de la vocalista. De hecho, para dar mayor sensación de igualdad todos los integrantes se situaban más o menos a la misma altura, como si se tratara de una especie de comuna libertaria de la música.

Maika Makovski

Lo cierto es que nunca habíamos visto en directo a la carismática presentadora, por lo que su show dentro del festival MAZ Basauri nos resultó novedoso en diversos aspectos. Todavía nos acordamos cómo la última edición de la cita coincidió plenamente con la llegada de esa maldita pandemia que todavía no dejamos atrás y la declaración del primer estado de alarma. Un regreso que fue a lo grande en términos de asistencia, pues se agotaron entradas para esta jornada y para la siguiente poco faltaría.

Acudimos el primer día, por lo que tuvimos ocasión de catar también a la joven promesa Sara Zozaya, una chica etérea con voz bonita y efluvios post rock que ya nos llamó la atención en estudio y que en las distancias cortas no defraudó las expectativas. Una delicia las nubes de ruido que creaba junto a su notable banda en piezas tipo “Bat” con evidente carga shoegaze. Y en “Rosa” se acercó a los cortes más intimistas de Morgan, tal vez por optar por el castellano en vez de por el euskera. Una maravilla para flotar de esas que se te sube a la cabeza.

Sara Zozaya
Como ya hemos dicho, mucha curiosidad nos carcomía con Maika Makovski y así comprobar si los que alababan su buen hacer estaban en lo cierto o, por el contrario, se trataba de otro producto artificial inflado hasta la extenuación sin motivo alguno. La primera impresión era que se trataba de algo auténtico y genuino, una percepción que nos confirmó desde el inicio “Scared of Dirt”, con ese leve aire circense que operó a la perfección como una suerte de introducción al espectáculo.

“Reaching Out to You” mostró su faceta más rockera, mientras que en “Purpose” se acercaron tímidamente al glam rock setentero por su histrionismo controlado. Maika no pudo evitar gritar “¡Joder, qué bien!” en alusión a la vuelta de los conciertos de pie y en ese sentido recalcó lo especial de la velada para su batería Mariana, procedente de la localidad de Basauri. Tocaban en casa, como quien dice.

Maika con Sam, el batería moscovita leonés
 “Siempre es un subidón venir a Euskadi”, confesó Maika dejando claro que no era la primera vez que pisaba tierras vascas, la última vez fue incluso hace escasos meses en la sala BBK de Bilbao. Y “Places Where We Used To Sit” sirvió para reivindicar la cultura libre y asegurar que “nunca más nos volveremos a sentar”, no son pocos los que todavía guardamos ese horrible recuerdo de los conciertos con sillas.

Maika es una crack absoluta, que alcanza prodigiosos tonos, gesticula mucho y se nota que siente lo que canta, en su propuesta hay cero postureo. El repertorio estuvo muy bien estructurado, con picos y valles, se podría pasar de un corte casi acústico a un rock enérgico de esos que levanta del sitio. Los cambios de instrumentos, aparte de poseer un punto pintoresco, proporcionaban dinamismo al bolo y cuando le tocó a la vocalista sentarse a la batería exclamó: “¡Lo que os quedaba por ver!”.

Mariana, natural de Basauri
La considerable multitud agolpada en el recinto provocó que Maika llamara la atención sobre el calor que hacía en la sala y preguntó a la concurrencia: “¿Queréis refrigeración?” y acto seguido lanzó agua de su botella como una macarra. Sin cortarse un pelo. El batería moscovita leonés cobró protagonismo cuando la cantante le pidió “Tócala otra vez, Sam”  antes de “The Posse”, uno de los momentos álgidos de su reciente álbum ‘MKMK’ con Maika desplegando un impresionante registro vocal.

Por ese punto histriónico que ya hemos mencionado anteriormente, les pegaba a tope marcarse una curiosa revisión del mítico “This Town Ain’t Big Enough For Both Of Us” de Sparks, algo que desde luego sorprendió bastante. Y “Nevermore” con el aporreador ruso volviéndose loco en los redobles constituyó otro de los instantes irrepetibles del espectáculo. Nada mejor que finiquitar con “Love You Till I Die”, que funcionó a modo de coda con todos haciendo coros en el estribillo. Solo faltó que hubiera caído el telón como en una obra de teatro. 

No tardaron mucho en regresar y a la vuelta Maika evocó sus pasadas visitas al País Vasco, como cuando en Durango le enseñaron a decir “Gabon” y “Eskerrik Asko”. “Tonight” sirvió para relajar ánimos al tiempo que dicho tema de ínfulas circenses nos metía de lleno en el rollo de la despedida, sería la música que escucharíamos mientras salen los créditos finales de una película. Y ese instante en el que todos los participantes salen a escena a saludar se podría recrear por completo con “I Live in a Boat”, que posee un inicio bluesero muy de plantación de algodón.

Pues la verdad es que nos sorprendió esta banda que no opera como un combo convencional, sino que se parece más a una caravana de feriantes en la que cada cual ocupa una función, pero esta no es ni un concepto cerrado ni inamovible. Una manera como otra cualquiera de romper barreras de géneros y esquemas caducos. Las jerarquías al baúl de la historia.