jueves, 29 de agosto de 2019

BIZNAGA: ÍDOLOS DEL NO


Sala Azkena, Bilbao

Los mensajes buenrollistas dominan nuestra vida. A cualquiera que se aparte del pensamiento totalitario contemporáneo se le acusa de “cenizo”, “hater” o ese tan socorrido “machista” que ya sirve de comodín cuando se exponen las vergüenzas de uno públicamente. Por fortuna, ya pasó la moda de Paulo Coelho, aunque todavía le dejen escribir libros, y pocos se acuerdan ya de esas tazas o camisetas con repulsivos mensajes positivistas que en realidad a lo único que ayudan es a hundirse en la miseria. Hay que reivindicar más los tiros de cal viva.

Eso hacen precisamente los madrileños con presencia malagueña Biznaga, que hablan alegremente de cuerpos en putrefacción, maneras muy distintas de buscarse la ruina o de caminar por el puente de los suicidas, asuntos que deberían provocar sarpullidos a todos esos abraza árboles alérgicos a lo escabroso. Pero tampoco es que lo hagan por regodearse en el mal rollo gratuito, sino que simplemente siguen la senda que ya marcaron antes en nuestro país piedras angulares del siniestrismo y el punk como Parálisis Permanente o Eskorbuto. Simple devoción a los maestros.


Les hemos visto ya infinidad de veces, hemos perdido ya la cuenta, pero algún año hemos llegado a contar hasta tres bolos suyos, y siempre nos ha parecido muy curioso que tengan predicamento en el mundillo indie cuando su música no tiene nada que ver con eso, podría decirse incluso que se trata de lo opuesto. En sus recitales uno no verá por ejemplo a los mismos tipos que se encuentra en grupos tipo Radiocrimen o Rat-Zinger, hay un paisanaje más refinado, pero los pogos se montan con idéntico entusiasmo, eso sí.

Si algo agrada de Biznaga es que siempre se sabe a lo que se va. Conciertos relámpago que no llegan a la hora, creo que ni siquiera a los 45 minutos, de hecho, no hacen bises, por lo que resulta inútil desgañitarse al final, y los temas se suceden sin apenas pausa. A degüello. Nunca se exprimió con tanto entusiasmo discos tan concisos.


Ante una multitud bastante considerable para encontrarnos en plenas fiestas, Biznaga abrieron la veda con los ecos castizos de “Cul de Sac”, como viene siendo su costumbre en los últimos tiempos. Le tomó el relevo “Brigadas Enfadadas”, que debería ser el himno de una futura revolución contra los ofendiditos, la bilis que nunca falte. Ni en los antros ni en los billares.

El fervor del personal había quedado demostrado más que de sobra desde el comienzo, pero no se cortaron en pedir que “si se puede dar un poco más de hostias, mejor”. El casi saqueo a Parálisis Permanente de “Fiebre” valió para que algún espontáneo se lanzara desde las diminutas escaleras en una acción que parecía más de chiste que de puro desfase. Y no descuidaron esa vena tradicionalista vía Gabinete Caligari que tanto mola en “Mala Sangre” y que en su lanzamiento más reciente han dejado un tanto de lado en pos de la inmediatez punk.


Sin aflojar ni para respirar, la visceral “Nigredo” cayó como un mazazo sobre susceptibles antes de que anunciaran una pieza sobre “anarquistas” en “Héroes del No”. Suelen tener de vez en cuando arrebatos graciosos y en esta ocasión nos contaron que siempre les confunden con vascos y preguntaron si a nosotros también nos pasaba. Lo cierto es que la primera vez que les vimos en el piso superior del Antzoki, la camiseta de rayas “borroka” que llevaba el cantante le habría hecho pasar desapercibido por Somera o las Siete Calles.

Nos pareció que adelantaron alguna pieza nueva que iba en la línea punk de su material reciente y “Adalides de la Nada” provocó pogos tremendos y cánticos a pleno pulmón. El batera Milky, que llevaba bombo personalizado con su nombre, no se cortó a la hora de solicitar a la concurrencia recomendaciones para salir luego de farra y por ahí se escucharon cosas como “A casa” o “A la ría”. O a picarse debajo del puente de San Antón, faltó decir. Que no sea por planes interesantes.


Pillaron carrerilla con “Una nueva época del terror”, “Máquinas blandas” y “Una ciudad cualquiera”, que dedicaron “a Bilbao y sus gentes”. Los pogos no cesaron ni por asomo, lo suyo con unos cortes frenéticos que preconizan la inmediatez. Y “Mediocridad y Confort” indujo de nuevo a la muchedumbre a invadir el escenario y saltar desde allí como si fuera un trampolín. Nunca les molaron los simulacros, si hay que liarla, se lía.

Otro bolazo que les consolida como ídolos del no, de la negación total ante el buenrollismo imperante que nos quieren meter hasta por los ojos. El telón que colgaron al fondo que decía “Nadie. Nunca. Nada. No” era toda una declaración de principios sin parangón. He ahí las claves para vivir a tumba abierta. Por muchos años.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA






miércoles, 28 de agosto de 2019

KAOS URBANO + RADIOCRIMEN + UNDÉCIMO MANDAMIENTO: UNA REUNIÓN DE ÁNGELES CAÍDOS


Kafe Antzokia, Bilbao

Hay conciertos en los que lo único que cambia son las bandas que tocan. El resto, el paisanaje, es el mismo. No son pocas las ocasiones en las que uno se topa en determinados recintos a tipos que ya ha visto con anterioridad. Una sensación de alivio nos recorre de inmediato al saber que no seremos víctimas de nuevo de esas infectas y tiránicas cotorras a las que la música en realidad les importa un huevo. Habrá, por el contrario, gente respetable de esa que canta las canciones y está a lo que hay que estar, algo complicado de encontrar hoy en día con tanta distracción de por medio. Una cuestión de prioridades más que nada.

Y el objetivo principal de las almas que se congregaron aquella jornada en el Kafe Antzokia estaba delimitado de sobra. O esa conclusión se podía extraer después de ver cómo el personal se pasó rato largo colapsando las escaleras que dan acceso al escenario hasta el punto de que Kaos Urbano tuvieron que pedir varias veces a la peña que bajara un poco. Aquello era como una presa a punto de estallar en cualquier momento. Cosas del entusiasmo desmedido.


Como hemos dicho, lo de esa noche era otra de esas citas antológicas para apuntar en el calendario con meses de antelación. Tres grupos muy diferentes pero con el denominador común del mensaje subversivo. Algo que falta nos hace en tiempos tan salvajes para la libertad de expresión en los que hay que tener un cuidado extremo para que nadie se ofenda. ¿Qué fue de la provocación punk de antaño?

Menos mal que esto último lo encarnan como nadie Undécimo Mandamiento, con un vocalista como Koldo (ex M.C.D.) cargado de toneladas de actitud y capaz de conseguir que los fieles coman de su mano en escasos minutos. Para ello, no dudó en arrastrarse como Iggy Pop o bajar al meollo para cantar con los fans en “Arden las calles”, uno de los momentazos de su actuación, sin duda. Para seguir de cerca su último lanzamiento ‘Balas por la paz’, con temazos tan directos a la yugular como “Ahora Sé” o “Los desahuciados”. Macarrismo por doquier.

Koldo, vocalista de Undécimo Mandamiento, enfervorizando al personal.
Poco se puede escribir a estas alturas de Radiocrimen que no se haya dicho ya tropecientas mil veces, pero volveremos a insistir en que por su actitud y sus valores engloban todo lo que el punk del siglo XXI debería ser, si viniera un extraterrestre a la tierra preguntando por ese fenómeno, bastaría con mostrarle himnos del calibre de “Terror”, “Cadenas rotas” o “Amar mata” para que captara de inmediato de qué va el rollo. A eso ayudaría bastante contemplar cómo Txarly Usher se encarama por los bafles una vez más o utiliza cualquier objeto que pille por banda, no en vano siempre se ha revelado como un todoterreno capaz de adaptarse a cualquier situación, el espectáculo estaba garantizado.

 Recordaron al Bilbao de antaño en la pieza homónima, al atracador de bancos “El Solitario” y elevaron los ánimos hasta la estratosfera a base de “Alcohol Barato”. Y la versión de La Broma de SSatán “Ahógate en el W.C.” volvió a atronar con la intensidad de siempre antes de que Txarly recalcara que en México las chicas han dejado de hacer manifestaciones pacíficas, en alusión a las protestas multitudinarias contra la violencia policial en un país en el que cada cuatro minutos una mujer sufre una violación. Y al final se cumplió la tradición de que saliera el colega “Chinche” para ayudar al vocalista con “En las cloacas” antes de que se lo llevara a burros por toda la sala. “Podemos vivir mejor que ellos, porque ellos no piensan como nosotros”, dijo Txarly a modo de epitafio de otro recital antológico en su trayectoria. Nunca fallan.

Radiocrimen, punks del siglo XXI.
Valorar el entusiasmo es algo muy complicado y subjetivo, por mucho que algunos tontos se empeñen en que las crónicas de conciertos sean asépticas, es decir, sin marca personal ni opinión alguna, una utopía total si entendemos el arte como un diálogo entre emisor y receptor. Pero ciertas cosas no se pueden esconder, por ejemplo, el nivel de entrega de los fans de Kaos Urbano, que se pasaron casi todo el concierto en las escaleras a punto de asaltar el escenario. Un suceso nada común y que no consigue cualquiera, la última vez que vimos algo similar creo que fue hace unos añitos con Ilegales en ese mismo sitio.

Semejante fogosidad estaba justificada, pues aquello fue un bolazo de principio a fin, dicho esto desde el punto de vista más objetivo posible, ya que el grupo tampoco es que nos emocione demasiado. Hay que saber reconocer los hechos, aunque te mole más el rollo de otras bandas, y uno no puede cerrar los ojos ante el lanzamiento de cerveza y preceptivos pogos que se desataron desde la primera canción. Eso es lo que llaman ir a comer a mesa puesta.

Kaos Urbano, orgullo de barrio.
 El carácter hímnico de piezas como “Entregados” generan una camaradería entre el personal imposible de parar, al igual que “Divide y vencerás” con otro de esos estribillos para gritar a pleno pulmón. Y si encima el vocalista azuza al personal diciendo “A ver cómo ruge Bilbao” se puede montar ya un pifostio de envergadura. Las entradas agotadas prueban el descomunal tirón de los madrileños por estos lares.

Caían como losas cánticos nostálgicos de hermandad del calibre de “Por volverte a ver” y hubo que contener los ánimos de la multitud en “Cuidado” de Eskorbuto, que dedicaron a los que les “caían mal” de su barrio. Imposible evitar que algún espontáneo pisara las tablas, los micros se convirtieron en el objeto codiciado del momento.

Y también se acordaron de “los majetes de Vox” en “Bronka y Rebelión” antes de “Los mató el Estado”, otro tema para berrear a pulmón cada vez que los partidos políticos de siempre censuren que se celebren “ongi etorris” mientras permiten agravios contra otras víctimas y homenajes al terrorismo franquista de Estado. Como era de esperar, “Ella no tiene dueño” se transformó en un acto de reivindicación feminista y por eso mandaron subir a todas las chicas para protestar “contra el maltrato de casposos fascistas”. A ver si se enteran, sobre todo esa justicia rancia que pide más años por poner unas urnas que por una violación.


No faltó su himno futbolero antifascista “Como Cantona”, que narra la mítica patada voladora que se comió un hincha irrespetuoso del Crystal Palace en 1995. Y “Ángel Caído” terminó de reforzar todavía más el sentimiento de colectividad de los presentes, una derivación de aquella idea que escondía el célebre verso de John Donne que decía que “ningún hombre es una isla entera por sí mismo”. El epílogo adecuado.

En vista de tanto entusiasmo, no tardaron en regresar con “Nuestros mejores momentos”, que desencadenaron pogos con ímpetu antes de un épico “Los hijos de la calle” a toda mecha. Y se retiraron con el estandarte de la dignidad en lo más alto con “Larga vida al oi!”, previamente a que sonara por altavoces el clásico antifascista “Bella Ciao”. Para que no queden dudas.

Con la libertad de expresión bajo mínimos históricos y la censura ideológica imponiéndose sin problemas en varios ayuntamientos, está claro que son necesarias más que nunca reuniones de ángeles caídos como la que vivimos esa noche para el recuerdo. Y por muchas más. Y cuando ya no nos dejen, las seguiremos haciendo igual.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA
                                




    


martes, 27 de agosto de 2019

RAT-ZINGER + THE GUILTY BRIGADE: REVENTANDO OÍDOS


Ipar Haizea, Bilbao

Hay tradiciones que no se encuentran escritas en ningún sitio, pero que no hace falta corroborar para darse cuenta de su plena vigencia. Lejos de los programas oficiales de fiestas confeccionados seguramente por gente que lleva sin estar en un concierto desde el pleistoceno, hay vida más allá en diversos garitos que organizan actuaciones a un nivel bastante superior al de los petardos que atruenan en Abandoibarra o los dinosaurios que pueblan otros recintos. Y al igual que no existe una única manera de ver un asunto, tampoco tenemos una forma exclusiva de disfrutar de la Semana Grande bilbaína. Casi puede haber tantas como personas.

Una opción muy recomendable era el sarao montado en Ipar Haizea, el local antaño asaltado por antidisturbios, con Rat-Zinger, The Guilty Brigade y 1323, unos alemanes incorporados a última hora desde Hamburgo. Ya se sabe que la presencia de los hijos bastardos del Papa de Roma debía materializarse de algún modo durante los festejos, y si en el pasado adquirieron masa corpórea en lugares insospechados casi de incógnito, en esta ocasión prefirieron mostrarse en plenitud, rodearse de discípulos aventajados y convertir aquello en un evento indispensable para criaturas con dos dedos de frente.


Bajo el calor sofocante del recinto se batieron el cobre en un primer lugar los germanos 1323, punk de resabios hardcoretas con cantante y batera dicharachero que traducía los títulos de las canciones y nos iba explicando de qué trataban sus temas. El uso del alemán les daba un punto exótico y por sus letras se podía llegar a la conclusión de que sus preocupaciones no eran en absoluto diferentes a las de cualquier autóctono. Quizás por eso el líder elogió a la gente “activa, que hace algo”. Un último guiño a la militancia. Como entremés cumplieron.

Llamar teloneros a The Guilty Brigade es de una injusticia total, sobre todo si tenemos en cuenta la relevancia que han conseguido en los últimos tiempos y la solidez absoluta de sus trabajos de estudio. Algo que queda de sobra constatado en las distancias cortas con himnos para gritar a pulmón del calibre de “Niños Dinamita” o “Como el hierro”, aparte de su más que solvente revisión del “All My Friends Are Dead” de Turbonegro, que llevan a su terreno al dedicarla a los que mató “el puto Estado”. Y encima invitaron a las tablas a Podri de Rat-Zinger en “Animal”, que fue quizás de lo mejor de un bolo trepidante sin respiro que valga. Son tan grandes que ya no necesitan acompañantes para brillar como se merecen. Enormes. 

The Guilty Brigade rompiendo la pana.
 Hace no demasiados meses acudimos al vermut para hijos de perra que montaron Rat-Zinger y pudimos certificar que en la actualidad viven un momento glorioso en lo que respecta a sus actuaciones en directo, un broche de oro de cara a la celebración de su décimo aniversario prevista para los próximos meses. Una de las causas de esta fortaleza reside sin duda en su último lanzamiento hasta la fecha, ‘Santa Calavera’, un compendio de canciones que parecen pensadas para ser interpretadas a pocos metros de la peña. Basta escuchar ese inicio demoledor con el corte homónimo “Santa Calavera” para que se vuele hasta la peluca.

La nihilista “No hay mañana” no tarda en tomar el relevo y “Uno de los nuestros” ya se corea con el fervor de un auténtico clásico, pese a que tampoco tenga tanto tiempo. Más solera posee “Apártate”, que continúa siendo todo un himno para yonkis y descarriados, y “Ya no quedan días de gloria” aspira a convertirse en una de las fijas en repertorios futuros. La tralla que mete Xabi a la batería funciona a modo de chupito que pone a tono de inmediato. ¡Otra ronda, por favor!


La oleada de agresiones sexuales que se han producido en meses recientes justifica el grito de Podri de “¡Muerte al violador!”, aunque eso ya lo hicieran antes de la alarma social. La irreverente “Narkosanto” sigue marcando la impronta de la velada, esto es, a degüello sin contemplaciones hasta el último aliento. Lo han dicho en repetidas ocasiones y vuelven a recordar al personal que como mejor funcionan es “bajo presión”, con el aliento de los fans casi en el cogote. Y la verdad es que entre el calor sofocante y el altísimo volumen aquello se asemejaba a una olla que podría explotar en cualquier momento, no se desperdiciaría el producto cocinado a fuego lento en su interior. Y la deflagración únicamente sucedería en nuestros oídos.

Y si el vocalista Podri salió durante el bolo de The Guilty Brigade, el cantante de estos les devolvió el favor en “No habrá piedad para nadie”. Ni un respiro se contemplaba con “Dicen que soy” o en un “Únete al terror” con coros épicos. Como hemos dicho anteriormente, la última vez que estuvimos en este sitio entraron antidisturbios en un despliegue descomunal sin precedentes que ni de lejos justificaba la intención esgrimida de “controlar el aforo”. Eso precisamente recordó Podri, así como que “robaron” el dinero de la venta de entradas, merchandising y demás. Y ni un recibo ni nada de la incautación, oiga.


“Amén” ralentizó un poco el tiempo, la única licencia que se permitieron, antes de que volvieran a pisar a fondo el acelerador con “Larga vida al infierno” en el que varios seguidores enarbolaron bufandas y banderas del grupo. Y Titus de Radikal Hardcore también ejerció de invitado en “L.e.y.”, otra de las imprescindibles en directo. El poso siniestro de “Tu pasajero” precedió a los consabidos “Rock N’ Roll para hijos de perra” y “¿Tenéis Speed?” sin los cuales no se entiende un recital de Rat-Zinger.

Todo un acierto que hayan dejado para la parte final “Indestructibles”, cuya presencia debería ser obligada a partir de ahora en cualquier bolo suyo por esa letra para corear a pulmón de principio a fin. Y Podri mandó levantar “las cacharras” en “9mm” antes de soltar la habitual bendición a la congregación de “hacer lo que les salga de los ovarios”. La paz sea con vosotros, hermanos.

Otra descarga antológica en su historial que convierte en insensato a todo aquel que no les haya catado todavía en esta buena racha que llevan. Por fortuna, en el supuesto de que exista algún alma arrepentida viviendo en pecado, el 16 de noviembre volverán a asaltar el escenario del Kafe Antzokia en el marco de su décimo aniversario. Y reventarán oídos una vez más. Ese pitido que te acompaña durante varios días es garantía de calidad.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA