Sala Azkena
Llegar a una determinada edad y mantener el tipo sobre el escenario no resulta una tarea sencilla. Si uno empieza a rememorar todos aquellos conciertos en los que los oficiantes no cumplían unos mínimos para salir a escena, casi podría quedarse sin dedos de ambas manos. Existen bastantes ejemplos vergonzantes que pululan por redes sociales, y como ahora se pueden ver vídeos para comprobarlo, pues defender lo indefendible se reserva solo para fanáticos religiosos que no admiten la evidencia ni aunque se la pongan delante.
Con estrellas en franca decadencia dando voltios impunemente, encontrarse con músicos veteranos de primer nivel parece una rareza del nivel de hallar un trébol de cuatro hojas en un granero. Pero a veces los milagros no suceden por inspiración divina, sino por el esfuerzo y el trabajo duro de los currantes que no se conforman con cualquier cosa. Pura cuestión de principios.
Estoy seguro de que la actual formación de Flamin’ Groovies con el septuagenario miembro fundador Cyril Jordan y el no menos importante Chris Von Sneidern pertenece a ese selecto grupo de artesanos del directo del que hablaba en el párrafo anterior. No en vano sus descargas por la geografía vasca han sido numerosas y algunas hasta fundamentales en su carrera, como la vez que reaparecieron en 2004 para encabezar el festival Azkena de ese mismo año.
Hoy en día nos falta una mitad tan relevante como el vocalista Roy Loney, pero la actual alineación de los Groovies nada tiene que envidiar a la de sus días de gloria, dicho esto último entre comillas, pues siempre fue un grupo de culto entre los aficionados al punk y al power pop. Dados los precedentes de anteriores incursiones de Cyril y compañía, estaba cantado que el recinto se llenaría hasta la bandera, aunque la afluencia tampoco fue agobiante en ningún momento.
Con la seguridad de los profesionales en el oficio Flamin’ Groovies iniciaron su recital apelando a viejos fans con una pieza tan rebuscada como “Way Over My Head”. Condescendieron con el vulgo con el “Around And Around” de Chuck Berry, algo que a la mayoría ya le sonaba, y brillaron con la soberbia “Yes It’s True”, una las grandes joyas de su repertorio.
Lo cierto es que el superviviente Cyril Jordan conservaba la voz en un estado bastante decente, pese a contar a las cuerdas vocales con la ayuda de un escudero tan competente como Chris Von Sneidern. En cuanto a la selección de canciones, a veces parecía que improvisaban en ese aspecto, pero eso nos daba bastante igual mientras sonaran himnos del calibre de “First Plane Home” o su imprescindible “Shake Some Action”. Tal vez debieron haber reservado para el final esta última, aunque semejante dulce fijo que no desagradó a nadie.
Una vez que cayó su mayor éxito estaba la tentación de que la peña desconectara, o incluso se largara, como hemos visto hacer en repetidas ocasiones a algunos impresentables, pero el entusiasmo del personal no disminuyó un ápice. Todavía había balas poderosas en la recámara, caso de “Teenage Head”, cantada por el versátil Von Sneidern de una manera tan competente que hasta desató bailoteos entre la concurrencia.
No podrían obviar tampoco una pieza tan mítica como “Slow Death” que certificó su condición de precursores del punk en cierto modo y dejó un sabor inmejorable entre los aficionados antes de despedirse por unos breves instantes. Regresaron al de poco y Cyril aprovechó para decir que le encantaba España, “en concreto el País Vasco”, añadió. Toda una prueba de fuego que demostró que en realidad sabía dónde estaba.
Seguro que no muchos reconocieron la rareza “Step Up”, pero los tipos se lucían tanto en las distancias cortas que eso tampoco era requisito imprescindible para disfrutar. Y lo mismo podríamos aplicar a “Don’t Put Me On” de 1978, aunque este corte tuviera un mayor predicamento y encaje en la traca final. Un show impecable desde cualquier ángulo posible.
Lejos de seguir manteniendo a bandas o artistas que ya no están para subirse al ruedo, más nos valdría apoyar a esos auténticos cruzados que se muestran dignos más allá de los setenta, no andan mendigando atención, sino que simplemente continúan haciendo lo que les gusta, aquello que empezaron hace décadas y permanecerá grabado a fuego en la historia de la música cuando ya no estén. Reliquias para guardar a buen recaudo en una urna a salvo del paso inevitable del tiempo.
TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA
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