jueves, 5 de diciembre de 2024

RICARDO LEZÓN (MC ENROE) + THE NEW RAEMON: TRISTEZA ANTES DE LA ALEGRÍA

 

Kafe Antzokia, Bilbao

 

En estos tiempos de vorágine y atención inmediata siempre conviene reservar un hueco para esas propuestas que probablemente no arrastren multitudes, pero cuya mera existencia ya debería alabarse por ser un bálsamo de tranquilidad en una época frenética que no invita para nada a ello. Armarse de paciencia, desconectar de los usos contemporáneos o de las redes sociales y prepararse para una sesión con emociones a flor de piel.

 

Ricardo Lezón, vocalista y guitarrista de los getxotarras Mc Enroe parece que encontró la horma de su zapato junto al cantautor catalán The New Raemon, pues ambos han alcanzado tal grado de simbiosis que lo increíble es que no se hayan descubierto antes. El pistoletazo de salida de aquella coalición de talentos lo marcó su disco conjunto de 2016 ‘Lluvia y truenos’, al que siguió la preceptiva gira de presentación que cubrimos a su paso por Bilbao.

Casi una década después ambos se reencontraron en un bosque, entendido como ese espacio metafórico de diversas ramas y árboles donde el espíritu creativo de los dos escritores puede fluir sin ningún tipo de cortapisas. De ahí salió otra obra maestra del calibre de ‘Nuevos bosques’, que también tuvo su reflejo en directo en el bilbaíno Kafe Antzokia, un día de esos en los que parece que hay que parar el mundo por el dichoso fútbol. Para los que nos importa un comino esto último, la decisión estaba clara, pero nos agradó comprobar cómo no fuimos los únicos que pensamos así, pues por ahí vimos a unos cuantos conocidos entre el centenar y pico de asistentes que se arremolinó en el recinto.

 

Ricardo Lezón y The New Raemon admitieron en un inicio los nervios, algo comprensible, pues se batían el cobre únicamente con la ayuda de Leia Rodríguez, hija del cantautor catalán, al bajo, y aportando coros que desde luego no pasaron desapercibidos para la mayoría del respetable. La joven intérprete se ganó también la simpatía de la concurrencia, que hasta le pidieron que cantara ella una canción, una petición que fue recibida por la propia interesada con cara de sorpresa absoluta.

Como era de esperar, dieron bastante cancha a su última obra conjunta, con piezas que verdaderamente ponían la piel de gallina, caso de “Era amor” o “Amor mío”, que casualidad abren y cierran su disco más reciente. Ramón se tuvo que disculpar por estar acostumbrado a tocar las canciones “a su rollo”, sin tener en cuenta el apoyo nada desdeñable que les brindaba esa noche la bajista y corista Leia.

 

Una vez hechos los ajustes necesarios, la cita fluyó a un nivel encomiable, con la voz de Ricardo Lezón retumbando en joyas como “Camino verde” y su compañero luciéndose más en “La bondad”. Pese a que el estilo de ambos cantautores al margen de esta aventura, en realidad no tenga mucho que ver, es evidente que han encontrado en esta simbiosis creativa un máximo común denominador que no chirría en absoluto.

Confesaron no saber de qué hablar entre canción y canción, por lo que hasta aludieron al partido de esa noche, pero ahí lo verdaderamente elocuente era la música. Casi un manifiesto podría considerarse “Sombra (Helicon)”, que mencionaba cosas como “las películas en su idioma”, entre otras opciones recomendables de crecimiento personal. Si uno echa un vistazo a sus letras, podría intuir que ambos cumplen el estereotipo de autor atormentado, pero nada más lejos de la realidad, la imitación de Ramón de Tom Waits fue un claro ejemplo del cachondeo que ambos se traen entre manos.

 

Lanzaron del mismo modo alguna pulla a los artistas que no tocan en directo asegurando que los propios fallos se habían convertido en algo entrañable. Totalmente de acuerdo que en tiempos en los que todavía hay bandas que utilizan elementos pregrabados en sus shows, las pifias casi podrían entenderse como rasgos inequívocos del alma de los músicos. La inteligencia artificial seguro que no hace de esas cosas.

En “Triste como un muro” sobresalió la voz de Ramón, así como esa estrofa que decía: “Si me ves triste, es porque llegará la alegría”. La peña por lo general respetó el ambiente íntimo de la velada, supongo que todas las cotorras se quedarían desfogando sus instintos fascistas con el fútbol, el silencio a veces era sepulcral y otros inesperados sonidos, como el del ruido de botellas, se transformaban en inesperados aderezos a las composiciones.

 

Recuperaron material de su anterior trabajo con “La carta” y tanto Ricardo como Ramón se preguntaron: “¿La cantamos los dos?”. Alguien del público se apresuró a responder: “¡Que la cante ella!”, en alusión a Leia, que declinó la propuesta añadiendo que no se sabía la letra.

“Malasombra” fue una de las cimas de la velada, siempre nos agradó ese tono sombrío a caballo entre Nick Cave y el Nacho Vegas decadente, que además se engrandeció con los coros de Leia. “Por fin los ciervos” legó otra interpretación descomunal, con Ricardo subiendo y bajando la voz en función de la intensidad. Más piel de gallina.

 

La homónima “Lluvia y truenos” les quedó muy bien a tres voces y no faltó del mismo modo la inevitable “Gracia”, que Ramón empezó a cantar mientras afinaba la guitarra. Aseguraron además que ellos no eran de los que hacían bises, una actitud que resumieron con la frase: “Cuando se acabó, se terminó”.

El broche llegó con una canción de cada artista, “Electricidad” de Mc Enroe y “Caen los árboles” de The New Raemon, todo muy igualitario, sin egos de ningún tipo, aunque hay que mencionar que el segundo ya era fan del primero antes de conocerse en persona, como nos relataron a lo largo del concierto.

En suma, fue una maravilla para espíritus elevados que ojalá vuelva a tener continuidad en el futuro, ya pasen diez o quince años, aunque confiamos en que no haya que esperar tanto para catar la tercera entrega de una de las coaliciones de autores más robustas del país. La tristeza llegó antes de la alegría. Talento a paladas.