jueves, 13 de abril de 2017

THE NEW RAEMON & MC ENROE: LA COALICIÓN DE LA TRISTEZA



Sala Santana 27, Bilbao

Hay que saber reírse de uno mismo. Incluso aunque no haga ni puta gracia. Es de sobra conocido que las desgracias tienden a relativizarse si se mira el lado irónico de las cosas o si uno se imagina que en realidad vivimos en un escenario con un decorado cutre cartón piedra en el que un ser superior dirige desde arriba nuestros designios como si fuéramos vulgares marionetas. Ahí funcionaría de maravilla esa máxima vital con la que siempre trata de impresionar la gente digna de que lo único inevitable es la muerte.

Quizás la escucha por separado del cantautor catalán The New Raemon o de los getxotarras Mc Enroe no invite precisamente al frenesí o al desmelene. Por eso mismo estaban tan seguros de que su proyecto conjunto funcionaría que hasta se permitieron ironizar sobre su supuesta tristeza en un anuncio promocional. Una colaboración que se inició a partir de una llamada de teléfono tras años de admiración mutua y de coincidir en conciertos y festivales. Dos almas muy diferentes pero que cuando se juntan pueden empastarse sin fisura alguna y alcanzar la perfección absoluta de las verdaderas obras maestras.


Muchos sabían que lo de aquella noche era un evento tal vez irrepetible y por eso a pesar de la jornada desapacible una considerable multitud se congregó en el piso superior de la sala Santana. Se había montado además el entorno propicio para la velada con un photocall de Jack Daniel’s con una especie de decorado de madera y fotos de señores respetables con bigote. El sombrero parecía un complemento imprescindible para afrontar la velada.

Al tinglado montado por la popular marca de whisky hizo referencia Eneko, alma máter de Mobydick, proyecto unipersonal intimista que evoca al Springsteen del ‘Nebraska’ o aquellos campos de algodón con sus negros pasándolas canutas mientras el terrateniente se fuma un puro en su porche. Había que estar preparado para aguantar su rollo tan relajado, pero bastaba escuchar esa voz rotunda, con autoridad, para enmudecer de inmediato y reconocer la valía de este cantautor que reconoció haber estado varias veces de fiesta en la sala, pero “nunca tocando”, y hasta hizo gala de cierto humor negro al afirmar que cuando dejó de ir “había hasta cuchilladas”. Un grande en lo suyo.


Como no podía ser de otra manera, dado el típico tiempo norteño que acompañaba en el exterior, The New Raemon & Mc Enroe iniciaron el recital con “Lluvia y Truenos” y demostraron al instante que en las distancias cortas las voces de Ramón Rodríguez y Ricardo Lezón también encogen el alma. Todo un torrente de emociones explosionaban durante ese pistoletazo de un romance llamado “La Carta” y a continuación “Malasombra”, el reverso desdichado que siempre encontramos en cada historia de amor.

Gritaban por ahí “Ramón, guapo”, pero ellos seguían a lo suyo, desgranando el fruto de su colaboración que en directo no desmerece en absoluto. La complicidad entre ambos vocalistas era asombrosa y a veces hasta se descojonaban solos. Ricardo incluso confesó que en las actuaciones Ramón suele encargarse de las presentaciones y demás, pero que esa noche estaba más callado de lo habitual.


Cualquier oído poco avezado pensará que en realidad ambos compositores son muy similares, pero nada más lejos de la realidad, ya que mientras que en The New Raemon existe un matiz más irónico en las letras que tal vez le emparente con Nacho Vegas, en Mc Enroe no hay espacio para dobles sentidos o ambigüedades, lo suyo es pura desesperación en vena, confesiones para momentos de bajón en los que no se ve la luz ni de refilón. Ambos están unidos en la tristeza, por supuesto, aunque les diferencia la manera de afrontarla. Hundirse en la miseria sin más o reírse de lo ridículo de la situación.

El deje a lo The Smiths de “Gracia” precedió a la leve crítica social de “Espantapájaros” y en “Por fin los ciervos” confesaron que ese iba a ser uno de los posibles títulos del disco, pero que se decidieron por ‘Lluvia y Truenos’ debido a las frecuentes inclemencias meteorológicas cada vez que salían con la banda al completo. Música que de veras conjura las tormentas, no solo las emocionales.


Ambos cantantes se erigieron en estrellas totales relegando al resto de competentes acompañantes a un muy discreto segundo plano, aunque fundamental para que todo funcionara sin estridencias. Y en otro alarde de sinceridad, reconocieron que no tocaban bises porque no creían en esos “falsos clímax”, por lo que lo de gritar al final en este caso no tendría sentido alguno. Todo un alarde de autenticidad de los que ya no se estilan.

Por fortuna, todavía quedaba traca por explotar y Ramón presentó “Cristo de los faroles” como “la canción más alegre que tiene Ricardo”, antes de añadir que “estaría contento ese día”. Y si el vocalista de Mc Enroe brilló en esta pieza con cierto regusto al Nacho Vegas decadente de los inicios, casi se pudo alcanzar un éxtasis sentimental con la soberbia interpretación de “Cuando rugen las flores”, hasta Ricardo se aclaró los ojos. Inmenso.


La intensidad no se aminoró con “Caballos y Palmeras”, con Ramón recogiendo el testigo a la voz principal, antes de compartir las tareas vocales en “La Palma”, una suerte de homenaje a la mítica calle del barrio madrileño de Malasaña. Y Ricardo también tuvo la oportunidad de adentrarse en el repertorio ajeno de The New Raemon con “Lo bello y lo bestia”. Muy interesante resultó este travestismo del cancionero, a la par que confirmaba su envidiable sintonía.

De alcanzar la gloria fueron los instantes que nos brindaron estos descomunales compositores, lo único malo fue que todo se pasó demasiado rápido y ya sabíamos de sobra que era inútil desgañitarse solicitando más temas. Una pena, porque su coalición de la tristeza tiene un poder apabullante encima de un escenario. Piel de gallina.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA












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