Satélite T, Bilbao
Hacen falta más agallas en general. En todos los aspectos de
la vida. Desde la política, con dirigentes que no se arruguen ante los poderes
económicos de turno que no se presentan a las elecciones, hasta la música, con
artistas deseosos de sudar la camiseta y demostrar al mundo la pasta de la que
están hechos. Esa es la verdadera esencia del rock n’ roll y no los grandes
recintos o pabellones en los que la mayoría del personal acude a lucir palmito
o a pasar el rato mientras suena un hilo musical de fondo. No, no y no.
Como reivindicadores del puro underground se presentan Scumbag Millionaire, unos chavales suecos
que siguen al milímetro las enseñanzas de The Hellacopters, Turbonegro y otros
apóstoles de la época en la que los mástiles al cielo dominaban la tierra. El
mismo Nicke Andersson podría adoptarlos como sus hijos, puesto que por sus
pintas de macarras con gorras y poses evocan sin lugar a dudas a aquella banda
que supuso un auténtico revulsivo en el panorama rockero internacional.
Las sesiones matinales en el Satélite T hace ya tiempo que
andan consolidadas y basta que se asomen unos pocos rayos de sol para que el
garito se llene de madrugadores a los que no les importa levantarse pronto un
domingo. Nosotros veníamos además rebotados de la infernal segunda jornada del
BIME Live y necesitábamos ya algo con garra que nos sacara del sopor pretérito
y nos devolviera la fe en los ritmos directos a la yugular sin aspavientos. Ansiábamos
un disparo a bocajarro.
Y vaya si lo logramos con esta panda de bandarras llamados Scumbag Millionaire surgidos desde los
bajos fondos de Goteburgo. Unos yogurines sin complejo alguno que no se
avergonzaban ante sus habilidades limitadas, sino que se regocijaban de ello,
se revolcaban por el fango elevando mástiles y aquí paz y después gloria, para
qué más. Uno de los que andaban por allí definió su sonido como “chatarra” y lo cierto es que el término
era bastante atinado por su crudeza, su renuncia a complicarse la vida y cierto
orgullo del que se sabe en el escalafón más bajo, pero no le importa en
absoluto. El honor de la cochambre.
Los mástiles al cielo que no falten. |
Abrieron fuego con “Nobody’s Having Fun”, que te mete de
inmediato en su orgía sónica de punteos al tuétano, batería a una velocidad
endiablada y una voz rasposa que quizás les acerque en ocasiones más a
Motörhead que a sus paisanos escandinavos. “Gotta Move” es un claro ejemplo de
esto último con una rabia que recuerda a los The Hellacopters del ‘Supershitty
To The Max!’, a tope de revoluciones y con actitud apabullante para regalar.
Los guiños a la banda de Nicke Andersson eran constantes y
no dudaron en preguntar directamente “¿Os
gustan The Hellacopters?” y responderse ellos mismos con un “A nosotros también” antes de arrancarse
precisamente con un “(Gotta Get Some Action) Now” que pudo reventar cabezas. No
hay nada como ver a un grupo de estos en la flor de la vida dejándose la piel
en el escenario como si no hubiera un mañana. Cero postureo y muchas agallas.
Sin apenas hablar, fueron a piñón fijo, la receta infalible
para curar la resaca un domingo al mediodía y evocaron el tirar millas como
posesos en “Still Alive”. El protopunk de escupir al suelo vía MC5 sobresalió
en el trallazo “Dead End”, al tiempo que trasegaban cerveza con un ímpetu que
ni a las diez de la noche. Ni un momento de relax ofrecieron desde que abrieran
la chatarrería, que trabajó a pleno rendimiento cerca de una hora.
El ‘Party Animals’ de Turbonegro marcó a muchos que
descubrieron a los macarras escandinavos algo tarde, incluidos estos muchachos,
que condescendieron con un “Wasted Again” que encajaba como un guante en su
rollo sucio y rastrero. Y en “No Sense” dejaron muy alto el pabellón del rock
n’ roll punkarra mientras en la primera fila se agitaban melenas casi al punto
del descoyunte.
Sin ningún larga duración en el mercado, tampoco tenían
demasiado que ofrecer en cuestión de duración, de hecho, así lo reconocieron al afirmar que no
guardaban más temas preparados, pero que una versión nos valdría. Pues sí, la
verdad, o dos o tres, así pues, se arrancaron con el “Attitude” de The Misfits,
en la que uno no puede evitar acordarse cuando Duff McKagan la interpretaba
durante la gira de ‘Use Your Ilusion’ de Guns N’ Roses. Un soberbio repaso.
No habíamos venido a catar exquisiteces, por lo que nos
sirvió de sobra lo que proponían estos chavales para sacudirnos el sopor
previo. No era un plato de gourmet, desde luego, pero siempre entran bien esos
sabores de toda la vida al margen de cualquier tontería postmoderna. Chatarra
desde las entrañas con categoría. Para chuparse los dedos.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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