miércoles, 30 de mayo de 2018

LAS LEYENDAS TROPICALISTAS OS MUTANTES ATERRIZAN EN BILBAO


Apenas un par de años después de su primera visita a la capital vizcaína, regresan los legendarios Os Mutantes, unos de los máximos exponentes de la psicodelia, el rock progresivo y el movimiento renovador conocido como “Tropicalismo” surgido en Brasil a finales de los setenta. La cita será el próximo viernes en la sala Santana 27 y tratarán de revalidar las gratas sensaciones que dejaron en su anterior parada en el País Vasco.

Con Sergio Dias al frente como miembro original y líder absoluto, Os Mutantes se formaron en Sao Paulo en 1966 y su sonido no tardó en convertirse en referencia para muchos grupos actuales debido su innovador uso del acople, la distorsión y trucos de estudio de diversos tipos. En sus dos primeros discos afianzaron las bases de un peculiar estilo que combinaba el rock psicodélico de The Beatles, Jimi Hendrix o Sly & The Family Stone con la música clásica o el folklore tradicional brasileño. A lo largo de su extensa trayectoria han colaborado con figuras de la talla de Gilberto Gil o Caetano Veloso, entre muchos otros.

Os Mutantes han influenciado a multitud de bandas de su tierra como Pato Fu o River Raid y hasta el vocalista de Nirvana Kurt Cobain pidió públicamente una reunión del trío en 1993. Un fanatismo que le fue inculcado por Pat Smear, guitarrista del grupo Germs, que le descubrió la importancia de los brasileños en la historia de la música. Beck también rindió homenaje a los de Sao Paulo en su álbum ‘Mutations’ y el histórico David Byrne de Talking Heads ha reivindicado asimismo su importancia, aparte de publicarles en su propio sello discográfico.

Psicodelia en castellano
Para abrir boca les acompañarán Los Estanques, unos músicos que sin llegar a la treintena apuestan por el pop psicodélico en castellano, una auténtica rara avis en un panorama nacional no acostumbrado a excesivos cambios de ritmo o cosas de digestión pesada que no entran a la primera. Tras quedar segundos en el concurso Villa de Bilbao, se mudaron a Madrid para centrarse en su carrera y en diciembre de 2017 lanzaron su segundo trabajo, un LP en vinilo titulado ‘II’, donde dan rienda suelta a su pasión por el progresivo aderezado de jazz, folk o soul.

Recordamos los detalles del evento:

Fecha: 01 Junio 2018
Sala  Blue (Santana 27)
Apertura: 20:30 h.
Concierto: 21:00 h.
Anticipada: 15€ ( + gastos gestión)
Taquilla: 20€
Puntos venta: Sandy (c/ Esperanza, 2 Casco Viejo- Bilbao)


martes, 29 de mayo de 2018

THE FLAMING SIDEBURNS + SUMISIÓN CITY BLUES: EL EVANGELIO DE LOS SUICIDAS


Kafe Antzokia, Bilbao

La etiqueta del malditismo se ha mancillado tanto en la época contemporánea que en cuanto sale a colación el término uno enseguida se pone en guardia ante una nueva ocurrencia del mundo gafapastil. Esos que se apropiaron de la agonía existencial de Joy Division o banalizaron el legado de Bukowski hasta reducirlo a una mera sucesión de borracheras. Y no hablemos ya de esa expropiación forzosa de la palabra “post punk”, que ya sirve para catalogar casi cualquier cosa que no tenga que ver con la rabia de los tres acordes originaria. Subversión cero.

Pero todavía queda la resistencia, supervivientes de otros tiempos cuya autenticidad sigue echando para atrás y se convierten en la nota discordante entre el habitual pensamiento borreguil reflejo de los tiempos actuales. Ahí entraría esa suerte de supergrupo de veteranos de la escena llamado Sumisión City Blues, entre los que destaca el vocalista Pela, heredero de una tradición de salvajismo sobre las tablas que se remonta a Iggy Pop, Stiv Bators o Johnny Thunders, irredentos noctívagos que no rehuyeron el contacto con sustancias prohibidas y cuya actitud incendiaria marcaría a generaciones futuras.

 No suele suceder que los teloneros superen a los cabezas de cartel, pero a veces se dan ese tipo de conexiones cósmicas y casi dan ganas de pirarse después de ver un derroche de adrenalina sin igual. ¿Cómo alguien podría atreverse a salir a escena cuando previamente se ha producido una combustión espontánea cuya deflagración todavía puede palparse en el ambiente?

Eso sucedió aquella noche en el Kafe Antzokia desde que Sumisión City Blues extendieron su particular evangelio de cuchillas de afeitar en una parroquia que no estaba precisamente abarrotada. San Pela Evangelista arengó a los fieles con la convicción de un mesías autoproclamado y que no tiene reparo en demostrar su poder en cuanto se tercia la ocasión. Y las guitarras del pluriempleado San Joseba de Arimatea se fundieron a la perfección con las de San Anti Apóstol evocando a legendarias parejas de hachas de la historia del rock como Keith Richards y Ron Wood.

El tratado de decadencia “Mundo mejor” sirvió para elevarse de la cochambre y situarse con pleno derecho entre lo más selecto de la elegancia lumpen, letras corrosivas que beben indudablemente del punk y de glorificadores de bajos fondos como Burning o Dogo y los Mercenarios. Y el sacerdote maldito Pela recordó asimismo aquellos tiempos lejanos en los que “era imposible que en el 88 con Kortatu un fotógrafo se metiera en la primera fila”. Oremos.

“No pensaba en ti” desató aullidos entre la congregación antes de un “Sólo Tú” que materializó como pocas veces el santo y seña del culto establecido con frases para enmarcar y la notable aportación a los coros del gran Joseba B. Lenoir. El voceras esquivó incluso algún beso que le lanzaron al aire soltando perlas como “¿Qué pasará cuando te diga que te quiero?”. Munición preparada para contrarrestar los envites de Cupido.

San Pela Evangelista y San Joseba de Arimatea
No demasiada esperanza quedaría en ningún corazón tras escuchar “Obedece”, otro paseo por las zonas más marginales del alma. Y “Saben todo de ti” pilló al santo encargado de las voces apoyado en un monitor como si estuviera en el sofá de su casa. “Os creéis la hostia por salir un lunes, mentira, ya lo predijo Paloma San Basilio”, dijo antes del rollito medio funk de “Mentira”. Los creyentes pidieron más salmos, pero ya se había acabado el tiempo de eucaristía, solo quedaba esperar hasta una próxima misa para desarrapados y demás gente de malvivir. La fuerza de su fe es incontestable.

Supervivientes de aquella mítica escena escandinava que explotó a mediados de los noventa, The Flaming Sideburns regresaban a la península con su formación original encabezada por el expatriado argentino Jorge Eduardo “Speedo” Martínez, al que el paso del tiempo no le ha sentado demasiado bien y cuyo aspecto recordaba al de Ian Astbury en sus horas más bajas antes de que renaciera de sus cenizas en el último festival Azkena. De hecho, su entrada a las tablas podría calificarse de cualquier manera excepto de triunfal cuando se pegó una toba espectacular en un intento de ejecutar un salto que su actual forma física no le permitía.


Apelaron al rock n’ roll añejo con “Bama Lama Loo” y se pudo comprobar desde el inicio que su vocalista andaba algo pasado de vueltas con acrobacias forzadas en las que podría darse un morrazo tranquilamente. Pero al tipo eso le dio lo mismo, pues se subió sin problemas a uno de los monitores, lanzó gritos espasmódicos y hasta tocó de vez en cuando la pandereta recordando de nuevo al cantante de The Cult.

Con un histrionismo deudor de Lux Interior, se acordó de “los sobrevivientes de los 90” en “Street Survivor” y rindieron tributo a los clásicos garajeros 13th Floor Elevators con “Reverberation”, si no me equivoco. Y bordando el rizo de los movimientos imposibles, Eduardo Martínez se encaramó en la barandilla que subía al segundo piso antes de “World Domination”, pura ortodoxia abrasiva a lo The Stooges.


Regresaron para unos bises, pero se notaba que el hombre no podía ya ni con los huevos y nos recordó a aquel famoso episodio de Astbury en el Azkena gritando “señor piso” en un estado claramente etílico. Amagaron con el “Demolición” de Los Saicos previamente a la incendiaria “Loose My Soul” y no se cortaron a la hora de mandar sentarse a la peña antes de que al líder desatado le diera por hacer el pino.

Y para el final no faltaron de nuevo los homenajes a los pioneros como el “Lucille” de Little Richards y hasta un fragmento del “Surfin’ Bird” popularizado por Ramones o The Cramps, una piedra angular en el rollo garajero. No estuvo mal, pero ya veníamos noqueados de antes con el incontestable evangelio de los suicidas. Fervientes devotos a partir de ahora.

TEXTO: ALFREDO VILLAESCUSA
FOTOS: MARINA ROUAN





martes, 22 de mayo de 2018

WHISPERING SONS + SECOND STILL: EL PUNTO DE NO RETORNO


Sala Wurlitzer, Madrid

Existen momentos que conviene vivir en primera persona, ser el protagonista absoluto de la acción y hasta intervenir en ella, según aconsejaban los maestros del periodismo gonzo como Hunter S. Thompson, que en la piedra angular del género, el artículo ‘El Derby de Kentucky es decadente y depravado’, pasaba por completo del evento principal para centrarse en la descripción de una multitud alcohólica y enfervorizada a la que en absoluto le interesaba el espectáculo por el que pagaba la entrada.

Ese no era ni por asomo el caso de la noche de post punk agónico y contemporáneo que se montó en la madrileña sala Wurlitzer, cuyos horarios intempestivos para los que curraran al día siguiente no fueron inconveniente alguno para que al final se registrara una entrada respetable con una multitud que acabó rendida a los cabezas de cartel belgas. Una banda de esas que dan un golpe sobre la mesa y de inmediato todos los ojos no pueden apartar la vista del escenario. Una atracción hipnótica similar a la que provocan ciertos artistas o esas almas libres de las que hablaba Bukowski. 


Pero no todos los oficiantes de aquel aquelarre para amantes de lo oscuro oficiaron con idéntica intensidad. Los aztecas Pain Rills nos supieron a poco con su “freak show” minimalista que abusaba de pregrabados y una voz monocorde que no transmitía demasiado. Lograron evocar interesantes atmósferas, eso sí, y lo de utilizar máscaras de carnaval veneciano también tenía su punto, pero pasados unos minutos ya dejaron de despertar interés tanto en lo visual como en lo musical. Para pasar el rato.

Pain Rills y su freak show.
 Gritos de “¡Viva San Antonio!” y aullidos se escucharon cuando irrumpieron en escena los californianos Second Still con su post punk vigoroso de bastante más fuste que los anteriores y con una vocalista oriental muy bailonga con tonos que remitían a Siouxsie. Vale, no inventaban la rueda, pero es indudable el atractivo que poseen temas como “Recover” con ese rollo etéreo que recuerda a Cocteau Twins y otras figuras de la escudería 4AD. Su propuesta fue ganando encanto a medida que avanzaba su tiempo sobre las tablas y al final se crecieron en “Try” con sus punteos y repeticiones hipnóticas a lo The Fall. La ovación se tornó estruendosa, lo que revela su sintonía absoluta con el respetable, que escuchó con atención como si de una clase magistral se tratara. Hay que seguirles la pista.

Los californianos Second Still convencieron a gran parte del respetable.
 Si la anterior vez que estuvieron Whispering Sons en la península muchos pronosticaron su pronta desaparición debido a una lucha de egos inherente a su talento desmedido, esta vez volvieron a noquear a los congregados y a buen seguro se llevaron una nutrida porción de adeptos a la causa. Su andrógina vocalista Fenne Kuppens demostró desde el inicio con sus puñetazos al aire que sabe de sobra lo que hace falta para subirse a un escenario y concentrar todas las miradas. Aparte de agallas, dispone de ese punto de cuelgue necesario y subversivo del que hacía gala Ian Curtis de Joy Division, o Iggy Pop en otro ámbito. Esa sensación de que en sus bolos podría pasar cualquier cosa.

Como si se hubiera criado en Detroit en vez de en un país aburrido tan frío como sus instituciones europeas, Fenne confrontó al público igual que lo harían las británicas Savages mirando al infinito con el mar de fieles en lontananza y quizás pensando en emular el episodio bíblico de Moisés y que aquello se dividiera en dos mitades a una señal suya. No convenía contrariar a una tipa que pasaba sin despeinarse del trance místico a los movimientos pugilísticos contra un enemigo invisible.

Whispering Sons en pleno éxtasis espiritual.
“White Noise” evocó el desapego gélido del verdadero post punk, una etiqueta hoy en día tan manoseada que lo mismo vale para clasificar a grupos siniestros que a indies que nada tienen que ver con dicho género. Eso sí, necesitan ponerse las pilas en el aspecto compositivo porque su material todavía se antoja demasiado escaso con un EP y unos pocos singles editados. La vuelta al estudio debería ser la máxima prioridad.

Pero como los expertos pistoleros, consiguieron sacar pleno rendimiento a sus escasos proyectiles, uno de los más contundentes fue “Wall”, uno de sus temas bandera que si hubiera justicia en este mundo atronaría en todas las sesiones góticas con fuste. Los aullidos arreciaron, y con razón, algo que posee todavía más mérito por la actitud puramente underground de los belgas. Sin presentaciones ni brasas estériles de por medio, solo música en su plenitud. Bueno, eso y los peculiares movimientos de su vocalista, que quizás a algún ortodoxo le pudieran parecer excesivos, aunque siempre será preferible eso a la desmedida proliferación de gatos de escayola que no sabes si están vivos o muertos. Todo al servicio de una puesta en escena que no pasa desapercibida y que deja en la lona a la mayoría de grupos contemporáneos de su rollo. 

La santa Fenne mirando al infinito.
 El final fue apoteósico, con Fenne subida de nuevo al monitor mirando desafiante a los presentes y adquiriendo la dignidad de una santa a la que solo faltó ungir a los fieles de las primeras filas. Una suerte de aparición mariana que desde luego contagió el fervor religioso en algunos que no dudaron en gritar: “¡Esta es la juventud del Papa!”. Pues nada, para la próxima a ver si alguien cursa invitación para el señor Francisco.

Lo que sí es cierto es que aquello se convirtió en un auténtico punto de no retorno, un evento después del cual costaba acomodarse de nuevo a la rutina, igual que los aviones llega un momento en el que solo les queda seguir hacia delante y volver atrás se convierte en una opción inviable. Encrucijadas del destino como la que viven los belgas protagonistas de la noche. Su despegue no tiene vuelta de hoja.   

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


jueves, 10 de mayo de 2018

WHISPERING SONS Y SECOND STILL LLEVAN SU POST PUNK ASFIXIANTE A LA PENÍNSULA


Ya no queda nada para que el próximo domingo 13 de mayo Whispering Sons y Second Still lleven su post punk asfixiante de tintes cold wave hasta la sala Wurlitzer de Madrid. Dos bandas que representan la vertiente más contemporánea de ese sonido nacido a finales de los setenta de la mano de The Cure o Joy Division, entre muchos otros que contribuyeron a poner en pie tan ambicioso género.

Los belgas Whispering Sons cataron ya la capital hace un par de años junto a los alemanes Bleib Modern y las sensaciones que dejaron en los aficionados fueron tan positivas que no extraña que regresen a la península tan pronto. Formados en 2013, desde sus inicios llamaron la atención dentro de su estilo al ganar con su EP ‘Endless Party’ uno de los concursos de música más prestigiosos de Bélgica.


Recientemente, han editado un nuevo single llamado ‘Performances/Strange Identities’ a través de la discográfica Weyrd Son Records, que se ha vendido casi de inmediato, por lo que la continuidad de este proyecto parece más que asegurada. No será complicado que revaliden su éxito en nuestro país.

Sonido 4AD

Respecto a Second Still, este trío con sede en Los Ángeles marchó un año a Nueva York, donde compuso su debut 'Early Forms' de 2016 y ellos mismos se encargaron de producirlo. Este trabajo llamó la atención de la discográfica Manic Depression Records y les colocó en una trayectoria ascendente que ha cristalizado en su nuevo single “Walls” en el que rinden homenaje a ese evocador sonido etéreo 4AD popularizado por bandas como Cocteau Twins o Dead Can Dance.

Su último álbum homónimo ‘Second Still’ funde la herencia post punk primigenia con el cold wave más actual. Unas credenciales que demuestran de entrada con “Recover”, una pieza tan enérgica como hipnótica.

Recordamos los datos relevantes del evento:

  • 13 de Mayo de 2018
  • Wurlitzer Ballroom / Calle de las Tres Cruces, 12, 28013 Madrid
  • 12 € anticipada / 15 € taquilla
  • Entradas: Diskpol / Rara Avis / Escridiscos