viernes, 26 de marzo de 2021

MELENAS + ARIMA: DULCES ENSOÑACIONES DE DOMINGO

 

Sala BBK, Bilbao

 

Hubo un tiempo en el que para reivindicarse no había que solicitar autorización a nadie. No era necesario siquiera erigirse en portavoz de un colectivo que podría ser tan amplio como la misma música rock. ¿A quién pedían permiso Janis Joplin, Patti Smith o Grace Slick cuando les tocaba subirse a un escenario? Pues a nadie, se entendía aquello como una muestra más de una arrolladora personalidad capaz de romper las barreras ya existentes y a la vez adentrarse en nuevos terrenos a modo de ejemplo para miles de generaciones venideras. Que nadie venga a tratarte como si fueras una disminuida. Ellas estaban muy por encima de eso.

Con un espíritu similar seguro que nació el ciclo Rabba Rabba Girl! para dar visibilidad a la mujer dentro del rock, una iniciativa que no merecía pararse ni en tiempos de pandemia, habida cuenta del oasis cultural en el que se ha convertido la escena musical por muchas ridículas medallitas que se quieran poner los responsables de que en un concierto haya que estar sentado y en una manifestación se pueda estar de pie. Si nos pusiéramos a enumerar las contradicciones de esas arbitrarias normas que no afectan por igual a todos los sectores, a más de uno le explotaría la cabeza.


Había ganas de catar esta nueva temporada del Rabba Rabba Girl!, en la que ya se anunciaban citas tan prometedoras como la de la histórica Ana Curra el próximo 18 de abril o ese anunciado concierto “irrepetible” para el 6 de junio de un espectacular combo compuesto para la ocasión formado por alrededor de 15 músicas de Bizkaia. Planes interesantes para conservar la salud mental frente a olas, repuntes y otras palabras con las que nos llevan bombardeando desde hace ya más de un año.

Asistir a un concierto se ha convertido en un evento bastante fuera de lo común, por lo que no era de extrañar que la mayoría de las sillas de la sala BBK estuvieran ocupadas, al igual que un concurrido segundo piso. El interesante proyecto Arima, comandado por la guitarrista y vocalista Paule Bilbao, abrió la sesión y se convirtió a la postre en lo mejor de la cita. Evocaron el post rock con destellos shoegaze a lo My Bloody Valentine sin renunciar tampoco a acercarse en determinados momentos a The Cure, PJ Harvey e infinidad de grupos que nos molan.


Toda una sorpresa que nos engatusó de inmediato por su tremenda competencia en escena y esas atmósferas oníricas tan conseguidas. Y de grandes referencias internacionales pasaron a nombres más cercanos con su revisión del “Epilogoa” de Anari, que les sentó como anillo al dedo, y eso que no resulta tan sencillo clavar la melancolía y personalidad arrebatadora de la cantautora de Azkoitia, la Patti Smith vasca. Para hacerse fan de inmediato. Ojalá volvamos a coincidir pronto.

Creo que ya habíamos catado a las pamplonicas Melenas alguna vez en Bilborock o en algún festival, y por lo que recordamos, no nos debieron desagradar en absoluto, pues de lo contrario no estaríamos ahí. Aquel día, sin embargo, tenían un hándicap importante al haberles precedido unos teloneros tan buenos, pero tampoco se lo curraron nada mal, pese a que un poco más de comunión con el respetable no hubiera importado. Es lo que tienen las actuales restricciones para espectáculos en vivo, hay que ser realmente un crack para lograr algo de espontaneidad.

 

Con un pie en el post punk y otro en la psicodelia setentera comenzaron con “Primer tiempo”, ideal para sumergir a los asistentes en una suerte de tripi cósmico. Había también que pillarles el punto a tan tempranas horas, pues en ocasiones pueden resultar un tanto lineales, aunque a poco que se escuchen sus dos discos en estudio se perciben notables diferencias entre ambos trabajos. Una mera cuestión de enfoque.

Lo bueno que tienen estas chicas es que parecen picotear en un abanico muy amplio que puede abarcar desde la ingenuidad naif de Los Fresones Rebeldes a Los Punsetes en sus momentos más “planetarios” y menos mordaces, la mala leche que se gustan Ariadna y compañía no está al alcance de la mayoría. Hemos de reconocer que nos costó sumergirnos en piezas más reposadas del estilo de “29 grados”, con un leve toque vintage a lo The Raveonettes, mientras que “No puedo pensar” entra a la primera como si fuera un agradable chupito de alcohol dulzón. Y también se sube a la cabeza.


El personal, como hemos dicho, tampoco es que se desviviera demasiado, e incluso ellas mencionaron en alguna ocasión “la falta de feedback”, pero tampoco observamos a nadie aburrirse, la peña escuchaba con atención, igual que si se tratara de una auténtica clase magistral. Hubo recuerdo asimismo para algún conocido de Miravalles a pocos minutos del final y cuando acabó “Cartel de neón” no creo que quedasen demasiados insatisfechos en la sala. Por nuestra parte, nos encontramos más o menos lo que esperábamos, unas dulces ensoñaciones de domingo que bien valían para hacer un alto en la locura que llevamos viviendo desde hace un año y rememorar todos aquellos conciertos en los que no eran necesarias las sillas ni las mascarillas. Ese mundo previo al apocalipsis vírico que ya empezamos a echar demasiado en falta.

 

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA

 

 

 

 

 

 

lunes, 15 de marzo de 2021

RAT-ZINGER: ADICTOS A TOCAR

 

Sala Santana 27, Bilbao

 

Cada lugar tiene su fauna habitual. Un ecosistema conformado por los clásicos que no se pierden ni una cita y que hacen que un simple concierto se convierta en un acto único diferente a todos los demás. Uno puede acudir a otros sitios y la experiencia no se tornará ni de lejos parecida, menos todavía en esta época de restricciones por doquier que ha convertido casi cualquier recital en algo tan emocionante como ir a una biblioteca o asistir a una clase magistral en la que no se admiten preguntas. ¿Dónde ha quedado toda aquella rebeldía o cuestionamiento del sistema que se le presuponía al rock? Pues ya os lo digo yo, en la misma lápida en la que reposaba la esperanza de Larra. Por ahí andará, olvidada entre matojos y sin visos de que a alguien le dé por desenterrarla en un futuro cercano.

Por fortuna, a veces en un espacio coincide una porción de insurgentes capaces de hacer tambalear las órdenes de los de arriba, una multitud crítica y sin miedo que desafía prohibiciones injustas que no se aplican en ámbitos similares. Deberían ser héroes, pero seguramente no les mueve el mínimo ánimo de serlo, sino una idea tan básica como el derecho a disfrutar algo en igualdad de condiciones que otros espectáculos. Que no nos quiten el alimento para el alma o enseñaremos los dientes.


Ese tipo de gente era la que abundaba en el enérgico show que ofrecieron Rat-Zinger en la bilbaína sala Santana 27, un evento que cosechó tal éxito de taquilla que hubo que programar dos sesiones a las 14.30 y 18.30 respectivamente. Nosotros estuvimos en la segunda, en la que se agotaron las entradas en tiempo récord, y con una entrega tal por parte de los músicos que nadie diría que habían dado otro bolo escasas horas antes. Supongo que la carretera que tienen ya a sus espaldas les habrá ayudado en este aspecto.

El manifiesto inicial de “No habrá piedad para nadie” dejaba claro que por lo menos los de encima del escenario se dejarían la piel otra vez en esa ocasión en la que incluso funcionó la famosa “presión” con la mayoría del personal sentado. Y el vocalista Podri no tardó en intentar ahorcarse con el cable del micro en “Patria”. Una de las dudas que había en esa segunda sesión era si las cuerdas vocales del cantante aguantarían la tralla, pero superó la prueba con nota, pues no se notó cansancio en absoluto. Al contrario, solo podemos dar fe de una entrega descomunal.


El repertorio además fue impresionante, temazo tras temazo, sin tiempos muertos ni instantes en los que te apeteciera acercarte hasta la barra, una temeridad bajo pena de perderte momentos claves del concierto. La nihilista “No hay mañana” vino precedida por los elogios de Podri a la multitud: “Os estáis portando mejor que nosotros. ¡Os asesinaré mañana!”. Y lo cierto es que el entusiasmo fue tan descomunal que se trasgredió la ley con alevosía repetidas veces, grupillos de peña levantada daban fe de ello, algo tan complicado de contener como poner puertas al mar.

El doble bombo de Xabi marcaba la pauta como si fuera la campana de alguna gran catedral y los fieles se aprestaban a atender el oficio en “Chivo Loko” o “Soy un Kalashnikov”. Pero todavía quedaban buenos salmos por disparar, caso de “Tú serás nuestro dios” o un aplastante “Ya no quedan días de gloria” que arrasó igual que un huracán. “Somos adictos a muchas cosas, pero sobre todo a tocar”, dijo Podri a modo de confesión ante la congregación. No cabía duda, lo estaban demostrando con creces.


No podía faltar tampoco esa tarde el canto a los desamparados de “Apártate”, esta sí que debería ser una auténtica oración para entonar en cualquier templo. Y las sotanas irrumpieron en “Amén”, desde el público incluso alguien emuló la risa del maligno. Ya lo hemos dicho en otras ocasiones, pero esto de las sillas ha acabado por completo con la espontaneidad en los bolos, por lo que apreciamos más, si cabe, que se consiga mover a la parroquia en tan difíciles circunstancias. Toda una cuadratura del círculo o una encomiable labor digna de los trabajos de Hércules.

Pillaron la autopista al inframundo en “Larga vida al infierno”, con Podri casi amagando con volar con su capa cual Drácula. Y se empezó a desenterrar un colosal polvorín en “9 mm”, con varios comandos de insurgentes desafiando la prohibición de estar sentaditos y algún bucanero enarbolando bengalas como si un asalto pirata fuera a suceder de un momento a otro. Con el entusiasmo en una de sus cotas más elevadas, no extrañó que Podri mandara levantar “las cacharras”, la demostración de fuerza necesaria en tales menesteres.


En ese clima de confrontación contra el autoritarismo se hacía más que imperiosa la proclama de “Toda forma de poder”, el escupitazo al suelo ante tanto acoso y derribo al sector cultural, por lo menos esa noche tuvieron el detalle de no poner un control policial a la salida, como ha sucedido otras veces. Y a esta apisonadora sónica le dio paso “Tu pasajero”, con ese toque siniestro y malsano que la convierte en una pieza tan atractiva. De los grandes aciertos de su repertorio de los últimos tiempos.

El ineludible inconveniente de las sillas mereció la atención de Podri en varias ocasiones, que se quejó diciendo que “es lo que hay”. Ya les daremos por detrás más adelante”, arengó a las tropas antes de su habitual revisión de “Mi navaja” de Quemando Ruedas. Y se tiñeron de morado también para el reivindicativo “Muerte al violador” de Potrotaino, muy hardcoreta y que pasó en un abrir y cerrar de ojos. La senda estaba preparada para sumergirnos en ese “Narkosanto” de acusado sabor Motörhead y que siempre resuena como un tiro en directo. Ni pausa para respirar.


Otra forma consabida de medir la temperatura en los conciertos de Rat-Zinger se encuentra en “Rock N’ Roll para hijos de perra” y lo mismo podríamos aplicar a su peculiar homenaje a Lemmy en “¿Tenéis Speed?”, precedida de esa mítica pregunta que a estas alturas de la película se torna tan existencial como el “To be or not to be” de Shakespeare. Quedaban más recuerdos, como el que dedicaron al responsable del atraco al tren postal Glasgow-Londres en “Dios salve a Ronnie Biggs” o esa bandera de la “Santa Calavera” capaz de movilizar a las huestes de un plumazo. Solo faltaba la declaración formal de que éramos “Indestructibles” para abandonar el recinto con el ánimo por las nubes y el corazón en la estratosfera.

Que no caiga jamás en saco roto esa frase de que “somos muchos más”, algo que desde luego no tienen en cuenta los que dictan restricciones que abocan a la miseria a una parte considerable de la población. Mientras queden adictos a tocar como los de esa noche hay esperanza al final del túnel. La palabra antisistema ha adquirido mayor relevancia que nunca. Enhorabuena.

 

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA

 

 

 

 

 

jueves, 11 de marzo de 2021

ICE & FIRE: AÑEJOS Y FUTURISTAS

 


 

Habitualmente es necesario cierto estímulo para que las cosas se pongan en movimiento. Ese pistoletazo de salida puede venir de un hecho casual o fortuito o por el contrario puede tratarse de algo premeditado, el primer paso de un plan ambicioso que abarque diferentes etapas y objetivos, a la manera en que un novelista empieza a tomar notas antes de dar forma definida a su obra. Cualquiera de los enfoques que se adopte puede ser válido para sentar ese ladrillo inicial que con el tiempo cristalice en una colosal construcción. Quién iba a decir que unas tristes piedras acabarían convertidas en pirámides.

En el caso de los cántabros Ice & Fire, el detonante llegó en 2018 con un recopilatorio de bandas para la Asociación Musical Bloque de Laredo. Al año siguiente ya andaban pillando carrerilla en la ardua empresa de facturar un debut. Todavía no tenían definido su sonido, pero la composición en el estudio les ayudó a encontrar una suerte de común denominador que a veces no resulta muy evidente. Sobre todo si coexisten en el seno del grupo diversas almas que van desde el hard rock más clásico a tonalidades más contemporáneas. La variedad al poder.

Una cualidad que queda más que patente en este bautismo de hielo y fuego, como adecuadamente pronostica su nombre. Ya de entrada, marcan parámetros de sobra conocidos en “Live In Pain”, con un aire vetusto que recuerda a Rainbow o Black Sabbath en su época con Dio, no sería descabellado incluso acordarse de un himno como “Neon Knights”. El halo antiguo no se despega en “Highflyer”, con un notable trabajo de guitarra, aunque no renuncian a picotear en el campo del rock alternativo. Y “Nameless” comienza también lanzando un guiño al llamado sonido de Seattle, por lo se entendería si a alguien le entran ganas de escuchar acto seguido el “Alive” de Pearl Jam o cualquier disco de Alter Bridge. Un traje que les sienta tan primoroso como las viejas galas de ocasión.

“Collide”, por su parte, posee mayores matices, así como una atmósfera inquietante que no desentona para nada en su prodigiosa amplitud de miras, una pieza que gana potencia a medida que se suceden los segundos en la que podría evocarse de nuevo a la banda de Myles Kennedy. “Confrontation” hace honor a su título y adopta un aire más certero, otra muestra de que la versatilidad no tiene por qué estar reñida con la garra. De lo mejor del redondo.

El tema homónimo que da nombre al grupo y al álbum comienza con una base contundente, aunque luego la voz se mueve en coordenadas no tan pesadas. Y “The Calm” se antoja mucho más inquietante y sosegada, un tímido acercamiento al progresivo en la senda de A Perfect Circle o Tool que tampoco descuadra la oda a la diversidad estilística que es este trabajo. Solo falta que “Apocalipse” nos sumerja en otra onda diametralmente opuesta con un inicio como de ciencia-ficción antes de apelar a ritmos pegadizos que bordean el stoner o el sludge en plan Down o los Black Label Society más pesarosos. Ideal para darse un paseo por una ciénaga o pantano.

Siempre nos han dicho que es imposible eso de jugar a varias bandas, o nadar y guardar la ropa, como se suele decir, pero este lanzamiento demuestra que no resulta descabellado moverse de una punta a otra y que los elementos no chirríen en ningún momento. Otra manera de entender la cuadratura del círculo. O de convertirse en añejo y futurista a la vez.

 

ALFREDO VILLAESCUSA