jueves, 4 de abril de 2024

VVV [TRIPPIN’ YOU]: LA REVOLUCIÓN SOMOS TÚ Y YO

 

Sala BBK, Bilbao

 

Nunca viene mal acudir a un concierto de los que están plagados de jóvenes, algo que va camino de convertirse en una rareza del calibre de encontrar un trébol de cuatro hojas o un unicornio. Pero es cierto, todavía hay lugares donde la media de edad es inusualmente baja a lo que estamos acostumbrados a ver en la mayoría de bolos. Se trataba de conectar con aquello que los alemanes llamaban “zeitgeist” o espíritu del momento, el ambiente cultural de una determinada época.

 


Junto con La Élite, los mostoleños VVV [Trippin’ You] podrían considerarse punta de lanza de lo que se ha denominado “nuevo punk”, a pesar de la reticencia de estos a encasillarse en un género concreto. Las letras nihilistas que se gastan entroncan de manera directa con la revolución del 77, aunque sus maneras adopten un envoltorio más contemporáneo. Sumemos a ello una actitud provocadora en escena y ya tenemos los ingredientes que les han llevado a convertirse en una presencia recurrente en festivales.

Sin duda, estos últimos serían el hábitat idóneo para su electrónica radical, en especial a altas horas de la madrugada, por lo que verles en la coqueta sala BBK del centro de Bilbao se hacía un tanto raro a priori. La percepción cambiaría cuando se empezó a llenar de grupillos con esa estética neopunk que parece más de discotecas desenfrenadas que de tugurios. La reivindicación de los pastilleros.

 

Por motivos de salud no pudo actuar la telonera Alai, pero tampoco fue un gran problema, ya que de lo que había ganas era de recuperar ese show que tuvo que suspenderse meses atrás. Ya habíamos visto a los mostoleños anteriormente, por lo que conocíamos de sobra su tremendo potencial en las distancias cortas.

Con su estética habitual de penumbra y luces parpadeantes, VVV [Trippin’ You] recurrieron a “Zugzwang”, primer tema de su último álbum ‘Vaciador’, para despertar al personal, que ya estaba suficientemente motivado en las primeras filas. Una sala prácticamente abarrotada confirmaba el impresionante tirón que tienen en la actualidad, a la próxima deberían ir ya al Kafe Antzokia con galones.

 

“Ya no tienes miedo” y “Bellver” mantuvieron el subidón sin problema antes de que el vocalista preguntara a la concurrencia cómo estaban, y al recibir un grito indescriptible como respuesta, contestó: “¡Yo también!”. “Invierno nuclear” exhibió de nuevo su impresionante catálogo nihilista con una letra cargada de ese cóctel habitual de drogas y paranoias mentales. Mezclarlo con alcohol es ya responsabilidad de cada cual.

La chavalada saltaba emocionada y hasta montaban pogos, menos mal que en eso el nuevo punk es igual que el de antaño. La enigmática teclista cambió a la guitarra y hasta cantó algún tema, si mal no recordamos, pero cuando volvieron a provocar el delirio juvenil fue con su himno terrorista “KLF”. Es curioso que ellos mismos se nieguen a definirse como un grupo generacional, pese a que su rompedora propuesta podría ser una ramificación extrema del post punk actual tan en boga. Encajarían con bandas tipo La Plata, La Trinidad, Menta y demás.

 

Su material más reciente como “La grieta” parecía pensado para romper la pana sobre las tablas, por lo que no se produjo ningún bajón a lo largo del show y tampoco se hizo monótono en absoluto, como se podía suponer. Y se pusieron combativos anunciando que “la revolución no será televisada” en “Nadie es leal”, que incitaba a cambiar el mundo por medio de “tiros en la mesa”. La revuelta sonora total está aquí.

La teclista sorprendió dando un paso al frente y tomando el micro para “La carretera”, si no nos equivocamos, temón inmenso en cualquier caso de ‘Sed’ de Triángulo de Amor Bizarro, al que contribuyeron con una remezcla muy característica de ellos. Tal vez por este motivo dicha pieza la sientan casi como propia. Como nota curiosa, mencionar que la juventud no la reconoció, o eso se intuyó por lo menos, algo que tenía su lógica, pues se trataba ya de una banda de señores mayores. Y luego dicen que no son generacionales.

 

Palestina askatuta y a tomar por culo todo” dijo el vocalista antes de “El ángel de la historia”, otro contundente bombazo de ‘Vaciador’ que sí que desató bailes epilépticos entre la juventud. “Destrucción” demostró que la base de su música es post punk pero con envoltorio electrónico y “Odiar frontal” siguió comandando la cita en un subidón perpetuo, de los que tardan bastante en pasarse.

El personal quedó tan extasiado que las peticiones de bises fueron abrumadoras, pero sabíamos que las nuevas generaciones no creen en esos falsos clímax, por lo que ya imaginábamos que no iban a regresar, del mismo modo en que hubieran hecho La Plata o Biznaga. Se habrían apuntado un tanto atendiendo los requerimientos del respetable, aunque posteriormente me comentaron que la limitación horaria pudo ejercer de importante impedimento.

Siguen siendo un bombazo de grupo en directo, parte tal vez de ese movimiento compuesto por bandas que se encuentran en un segmento de edad similar que están modificando de arriba abajo el panorama patrio. Pero ninguna acción tendría sentido sin el apoyo logístico de cada vez más numerosos comandos preparados para entrar a la acción y tomar salas y discotecas. A las barricadas. La revolución somos tú y yo.  

miércoles, 27 de marzo de 2024

PÁJARO: UN VISIONARIO DE GRAN PODER

 

Sala Azkena, Bilbao

 

Pocos artistas pueden presumir de haber logrado un universo único e inimitable en apenas tres discos. Lo que otros tardarían incluso una vida entera, Andrés Herrera lo ha conseguido en una trilogía que espera con ansia una continuación. Una vasta explanada donde cabe la herencia flamenca propia del sur, el swing, el blues, el rock n’ roll primigenio, las melodías spaghetti western en la estela del maestro Ennio Morricone que ponen piel de gallina o los versos de Alberti o San Juan de la Cruz. Ahí es nada.

 


La esencia de Pájaro siempre estuvo en romper moldes en diferentes direcciones, por eso no extraña que sus tres trabajos publicados hasta el momento sean cada uno de su padre y de su madre, como se suele decir. Y como es habitual en la mayoría de obras maestras, existen rasgos comunes que unifican la trilogía y la elevan hasta los altares de la música en castellano. Y según manda la tradición, sus shows tampoco es que muevan descomunales masas, aunque su culto se va incrementando con pasos pequeños, pero decididos. Porque si algo queda claro es que el que acude a un concierto de Pájaro, lo más normal del mundo es que repita. Un servidor, acostumbrado a ver artistas patrios e internacionales indistintamente, diría que el descomunal talento que exhiben en las distancias cortas entraría entre lo mejor que se puede contemplar hoy en día sobre un escenario.

Que Andrés Herrera y compañía han acudido ya unas cuantas veces al País Vasco, ya sea con banda o sin ella, seguramente ha posibilitado que se extienda la palabra por el método más efectivo del mundo, el boca a boca. De esta forma, la bilbaína sala Azkena lució un aspecto concurrido, pero no agobiante hasta el punto de no poder moverse. La cantidad exacta para montar una buena gresca.

 

Había además expectación, pues ver a Pájaro con banda al completo por estos lares tampoco resultaba tan habitual, algo que cobraría especial relevancia en las piezas instrumentales spaghetti western, que bordaron con una precisión como pocas veces les he visto. El colega Carlos Benito, que acudía a un concierto suyo por primera vez, acabó extasiado y considerándoles una de las grandes maravillas de nuestro tiempo. Y no le faltaba razón, oficiar a ese nivel sí que constituía desde luego una rara avis.

Nada más salir a escena, nos sorprendió lo delgado que se había quedado Andrés, probablemente a consecuencia de los problemas de salud que había padecido en los últimos tiempos, pero las capacidades del maestro seguían intactas. Lo demostró desde el comienzo en piezas del estilo de “Lágrimas de plata” o la inmensa “Sagrario y Sacramento”, puntas de lanza de un material que se crece en las distancias cortas.

 

No dudó en calificar a Bilbao como “su segunda casa”, a pesar de que quizás no estuvo tan dicharachero como en otras ocasiones, aunque el gracejo propio de su tierra continuaba muy presente. Señalar además que la experiencia de verle solo con su inseparable guitarrista Raúl, otro musicazo como la copa de un pino, a hacerlo con un grupo al completo cambia casi de forma radical, sobre todo en los cortes instrumentales, ya lo hemos dicho.

“Tres pasos al cielo” engrandeció todavía más la velada por su versatilidad, había de todo, desde composiciones románticas como la que nos ocupaba hasta esas delicatesen en las que la banda en su integridad se lucía como nunca. 

 

La conciencia libertaria de Andrés sobresalió cuando dedicó un tema “a todas las personas buenas de corazón, menos a los fachas” y “Viene con Mei” incrementó las ganas de bailotear, o por lo menos mover ligeramente la pierna, en el recinto. Como ya estaba anunciado, hubo también espacio para canciones nuevas, entre ellas podríamos destacar una con un marcado aire a The Cramps.

El cantante y guitarrista deseó que la peña se llevara todo el merchandising, nosotros contribuimos pillando el libro, puesto que los discos ya los teníamos. “Corre chacal corre” fue otro de los instantes memorables del show, pues verles interpretar una instrumental era un deleite supremo. Para cerrar los ojos, tomarse un lingotazo y disfrutar de ese glorioso espectáculo sonoro sin parangón.

 

“Luces rojas” era otra impecable muestra de apertura de miras al fundir rockabilly con spaghetti western y unas estrofas de corte mesiánico que se clavaban en las entrañas. Con semejante corte dejaron el pabellón por las nubes, pero no tardarían en regresar dando protagonismo de nuevo a la trompeta en “Apocalipsis”, una nueva bañada instrumental para montarles un monumento como poco, el fragmento del silbido fue una puerta abierta a otra dimensión. Árida y desértica, eso sí.

Y sin que se les vieran las costuras, la cosa acabó cristalizando en “A galopar”, histórico himno de la lucha antifascista que en la voz de Andrés resuena con toda la dignidad necesaria que un tema con versos de Rafael Alberti requiere. Su versión se encuentra muy alejada de la tradicional de Paco Ibáñez que la mayoría conoce, pues incorpora trompeta y típicas melodías de western que engrandecen todavía más el resultado final.

Si existiera justicia en este mundo, estos tipos deberían estar llenando estadios o pabellones, pero nos agradó comprobar que no éramos el único que pensaba que un espectáculo de semejante magnitud no se observaba todos los días. Deseando que nos vuelva a visitar con disco nuevo bajo el brazo este hidalgo contemporáneo de triste figura, un visionario de gran poder, un poder tan descomunal como géneros abarca su música.

viernes, 23 de febrero de 2024

FREEDONIA: EL PODER DE TODO UN COLECTIVO

 

Kafe Antzokia, Bilbao

 

Siempre hubo grupos que eran algo más aparte de la música. Lejos del alarmante funcionariado presente en algunos estilos, todavía resisten cruzados culturales que siguen empeñados en la idea contracorriente de hacer las cosas de otro modo posible. Reivindicar esos valores que nos elevan como seres humanos y nos distinguen de las simples bestias o borregos temerosos de abandonar el rebaño.

 

No creo que existan demasiadas formaciones patrias que se definan como “asociación cultural sin ánimo de lucro”, gestionen sus propias giras y encima puedan presumir de haber autoeditado cuatro discos íntegramente financiados por el público. Todo un rotundo manifiesto de libertad creativa al margen de ataduras y presiones de la industria.

De un tiempo a esta parte las visitas de este colectivo a la capital vizcaína han sido frecuentes, salvo por el parón inevitable de la pandemia. Podría decirse que se habían trabajado el terreno casi quizás tanto como Sex Museum, con esa tradición no escrita de tocar en Bilbao en Semana Santa la mayoría de los años. Tal vez en un futuro no lejano disfruten de una costumbre tan arraigada entre el rockerío y los melómanos locales.

A pesar de que muchos identifiquen a Freedonia con el soul, en realidad son bastante más que eso, pues se acercan a una especie de compendio de todo lo que llamaríamos “música negra”, esto es, blues, funk, góspel, rock n’ roll primigenio y demás. El variopinto respetable en el que se podían ver camisetas de Burning revelaba que su rollo no resultaba para nada adecuado para mentes cuadriculadas.

Según marcaba la tradición, irrumpieron en escena los instrumentistas, con la sección de vientos destacando, antes de que apareciera su vocalista en plan diva. Tuvieron tiempo de bromear asegurando que se les había olvidado el “autotune” y por eso venían tantos desde el foro. Desde luego, no todos los días había ocasión de contemplar a diez tipos sobre las tablas.

“Conciencia” elevó de inmediato la temperatura con una frontwoman con chorro de voz espectacular, de esos que ponen piel de gallina casi en cada entonación. Música de calidad desde cualquier prisma posible. Era ya la tercera o cuarta vez que coincidíamos con este peculiar colectivo y sabíamos que no saldríamos de allí defraudados ni por asomo.

Por culpa de la dichosa pandemia, no habían presentado su último larga duración ‘Conciencia’, así que se tornaba buena ocasión para saldar la deuda. Una voluntad que se acogió con los brazos abiertos con temazos tan consistentes como la pieza homónima ya mencionada o esa no menos soberbia “Claiming For Sanity”.

Ahí el talento desataba el entusiasmo del personal, por algo se aplaudieron a rabiar los alardes vocales, pero también hubo palabras que incitaban a “romper la pista”. En un momento se podía pasar de un soul de altura como “Dreaming of You” a un blues de copa y puro del calibre de “Love of Liars” o un tema no menos evocador como “Good Things Together”. Los cuatro álbumes que poseen en la actualidad les permiten configurar un repertorio muy dinámico y encima de una brillantez absoluta. Para no aburrirse ni un momento.

La vocalista recordó la peripecia de sus padres al venir a Europa a buscar “una vida mejor” antes de una emocionante “Voices for Hope”. Más sentimientos a flor de piel con un blues tan intenso que desencadenó gritos de “¡Wow!” por doquier, aunque fuera un tanto deslucido por el cotorreo incesante de la parte trasera del Antzoki. Los típicos irrespetuosos de cada concierto. Esa noche, por desgracia, tampoco faltaron.

Incluyeron como primicia un tema que estaba a punto de ser publicado y siguieron dando cancha a ‘Conciencia’ con “A Birds Tale”, otra maravilla para degustar. Y si durante la velada había palmas, algo que condenaríamos en contextos diferentes, no se trataba ni de lejos de ese gesto verbenero con el que nos suelen agasajar algunos grupos para perder el tiempo, surgían de manera espontánea, a consecuencia del puro ritmo de la canción. ¿Existe acaso una forma superior de sinceridad?

“Re-Evolution” supuso otra oportunidad de lucimiento para los vientos, inmensos durante el recital, y también valió para que la vocalista se ausentara un rato. Era comprensible, interpretar a un nivel tan excelso debe resultar agotador. La instrumental “Shenobi” tomó el testigo y dividió de esta manera en dos el show, descubriendo la faceta más jazzística, e incluso progresiva, de la banda. No cabía otra que maravillarse una vez más.

“The Fear Is Gone” implicó el regreso de la cantante, pero iba a ser tocando la fibra sensible, por supuesto. Aprovecharon el subidón con su reciente single “Cheap Love”, que desató palmas no verbeneras. “Working Class”, con su aire blaxploitation, estuvo del mismo modo bien tirado y provocó el bailoteo esperado.

La sala estaba abarrotada y la muchedumbre respondía, por lo que parecía natural alabar al público y la cantante hasta afirmó que se llevaría a todos a su casa. Así de profundo resultó el intercambio producido entre artistas y fieles. 

“Shake Your Body” se acercó a un combo tan incendiario como The Bellrays y les quedó tan niquelada que los gritos de “beste bat” se tornaron abrumadores.

Faltaba finiquitar con un soul de tantos quilates como “Dignity and Freedom”, seguramente de lo mejor de su repertorio, y “Heaven Bells”, otro blues de los que tiemblan hasta las canillas de su debut homónimo de 2012, casi nada. Imposible terminar con mayor clase.

Aquellos a los que les guste la música con calidad al margen de etiquetas o géneros que todavía no conozcan a Freedonia realmente están perdiendo el tiempo y quizás hasta la vida. Basta acudir a cualquier directo suyo para salir poniéndolos por las nubes y certificar que lo suyo es más que simples canciones. Es el poder de todo un colectivo.

jueves, 1 de febrero de 2024

AIRU: ARTISTAS DE NUESTRO TIEMPO

 

Kafe Antzokia, Bilbao

 Hay sitios en los que uno entra y siente de inmediato que se trata de un concierto de jóvenes. Aunque esto pueda sonar un poco a abuelo, lo cierto es que frente a los que piensan que las nuevas generaciones han olvidado la música en directo existe un conjunto de grupos determinados cuyo público está compuesto por veinteañeros o treintañeros que hace tiempo se labraron una escena con múltiples ramificaciones. 



Al hilo del vendaval indie de Belako podríamos situar a Airu, que en un inicio comenzó como proyecto independiente de Irune Vega y acabó posteriormente como formación con todas las de la ley a cuatro bandas. Quizás por este motivo se pudo ver por el abarrotado piso superior del bilbaíno Kafe Antzokia camisetas de Vulk y otros detalles que indicaban que se trataba de un evento del gusto de esa generación rompedora que también incluye grupos como La Plata o La Trinidad a nivel peninsular.

Vale que los bolos a los que últimamente acudimos suelen estar a reventar, pero no esperábamos ni de lejos que agotara entradas un grupo relativamente joven que apenas nació en 2018. Toda una gesta que conviene destacar, pues no resulta nada habitual haber conseguido en tiempo récord una legión de fieles tan considerable. 


Nos parece recordar que coincidimos previamente con Airu en algún showcase de alguna reciente feria del BIME, y puesto que las memorias no se tornaban desagradables, optamos por acudir a la presentación del álbum ‘Con lo bueno y con pena’, un primer larga duración en el que intentan despegarse de la etiqueta que les persigue de dream pop.

Establecieron las coordenadas con el indie pop lánguido de “Me sabe casi igual” y se movieron del mismo modo por la melancolía de “Y hasta aquí”. Pese a que su rollo no sea para montar pogos, la verdad es que la mayoría del personal estuvo muy receptivo a la propuesta sosegada y contenida de la velada.


“Es por tu bien” remitía lejanamente a combos tipo The Smiths o The Drums en lo instrumental, mientras que la voz de Irune provocaba que vinieran a la cabeza artistas como Cat Power o Lana del Rey, entre otras divas. Por gustos personales, eché de menos algún arrebato más rockero, aunque éramos plenamente conscientes de lo que íbamos a contemplar.

En este sentido, lo que quedaba claro es que, a pesar de su palo reposado, valentía no le faltaba a Irune para atreverse, por ejemplo, a interpretar alguna pieza en solitario en el escenario. Sin trampa ni cartón. Pensábamos que pillar el punto a un repertorio tan melancólico se convertiría en algo cuesta arriba en determinados momentos, pero la cita gozó de bastante dinamismo, dada la coyuntura.

 

Hubo incluso homenaje a compañeros de generación en “Anegauta” de TOC, una versión que llevaron con soltura a su terreno mientras definían a los de Mungia como “un grupazo increíble”. Y “Bailar sobre mi espalda” confirmaba esa evolución hacia terrenos más electrónicos de su trabajo más reciente que además otorgaba cierta vidilla a su directo.

Irune mencionó la cantidad de caras conocidas que veía por la sala, pero también se acordó de los desconocidos, una situación que le imponía. Pero, como hemos dicho, configuraron bien el show, por lo que al aburrimiento ni se le esperaba. La colaboración de Jon de Txopet para “Voy tan deprisa” volvió a introducir tanto variedad como dinamismo a un recital con remansos oníricos, pero también piezas que incitaban a moverse, por lo menos ligeramente. Este último tema sí que era en plan The Smiths total, en especial la guitarra.


No había tampoco un catálogo descomunal de canciones, algo que suele ser lo habitual en el piso superior del Antzoki, por lo que enfilaron la recta final con “¿Qué es lo que sabes de mí?”, un corte tranquilito, más bien para flotar que para desfasar, pero que en las distancias cortas lo transforman en algo especial al preguntar al público dos preguntas inusuales como las que se pueden escuchar en la versión en estudio.

En este caso, fueron cosas tan surrealistas como decir “Te quiero” cada vez que alguien diga “¿Qué?” o acurrucarse en los brazos del que diga “Sí o no”. Difícil elección.


Anunciaron además su inclusión en el cartel del próximo Bilbao BBK Live y se escucharon por ahí gritos de “¡Kobeta Queen!”, el subidón perfecto antes de “Coloco los pies”, todo un temón para darlo todo. Y sin desperdiciar el ímpetu generado, “Verte de espaldas” contó con la colaboración del “culo” que aparece en el videoclip de la canción y que fue recibido al final con irrintzis replicados por doquier

Había sido breve, sí, pero mucho más entretenido de lo que imaginábamos, una simple muestra para sumergirse en el universo único de unos artistas de nuestro tiempo que miran hacia el futuro y podrían englobarse en ese movimiento generacional de tantas aristas que lleva ya unos años sacudiendo la península. Será interesante observar la evolución que acaban de iniciar.