viernes, 23 de febrero de 2024

FREEDONIA: EL PODER DE TODO UN COLECTIVO

 

Kafe Antzokia, Bilbao

 

Siempre hubo grupos que eran algo más aparte de la música. Lejos del alarmante funcionariado presente en algunos estilos, todavía resisten cruzados culturales que siguen empeñados en la idea contracorriente de hacer las cosas de otro modo posible. Reivindicar esos valores que nos elevan como seres humanos y nos distinguen de las simples bestias o borregos temerosos de abandonar el rebaño.

 

No creo que existan demasiadas formaciones patrias que se definan como “asociación cultural sin ánimo de lucro”, gestionen sus propias giras y encima puedan presumir de haber autoeditado cuatro discos íntegramente financiados por el público. Todo un rotundo manifiesto de libertad creativa al margen de ataduras y presiones de la industria.

De un tiempo a esta parte las visitas de este colectivo a la capital vizcaína han sido frecuentes, salvo por el parón inevitable de la pandemia. Podría decirse que se habían trabajado el terreno casi quizás tanto como Sex Museum, con esa tradición no escrita de tocar en Bilbao en Semana Santa la mayoría de los años. Tal vez en un futuro no lejano disfruten de una costumbre tan arraigada entre el rockerío y los melómanos locales.

A pesar de que muchos identifiquen a Freedonia con el soul, en realidad son bastante más que eso, pues se acercan a una especie de compendio de todo lo que llamaríamos “música negra”, esto es, blues, funk, góspel, rock n’ roll primigenio y demás. El variopinto respetable en el que se podían ver camisetas de Burning revelaba que su rollo no resultaba para nada adecuado para mentes cuadriculadas.

Según marcaba la tradición, irrumpieron en escena los instrumentistas, con la sección de vientos destacando, antes de que apareciera su vocalista en plan diva. Tuvieron tiempo de bromear asegurando que se les había olvidado el “autotune” y por eso venían tantos desde el foro. Desde luego, no todos los días había ocasión de contemplar a diez tipos sobre las tablas.

“Conciencia” elevó de inmediato la temperatura con una frontwoman con chorro de voz espectacular, de esos que ponen piel de gallina casi en cada entonación. Música de calidad desde cualquier prisma posible. Era ya la tercera o cuarta vez que coincidíamos con este peculiar colectivo y sabíamos que no saldríamos de allí defraudados ni por asomo.

Por culpa de la dichosa pandemia, no habían presentado su último larga duración ‘Conciencia’, así que se tornaba buena ocasión para saldar la deuda. Una voluntad que se acogió con los brazos abiertos con temazos tan consistentes como la pieza homónima ya mencionada o esa no menos soberbia “Claiming For Sanity”.

Ahí el talento desataba el entusiasmo del personal, por algo se aplaudieron a rabiar los alardes vocales, pero también hubo palabras que incitaban a “romper la pista”. En un momento se podía pasar de un soul de altura como “Dreaming of You” a un blues de copa y puro del calibre de “Love of Liars” o un tema no menos evocador como “Good Things Together”. Los cuatro álbumes que poseen en la actualidad les permiten configurar un repertorio muy dinámico y encima de una brillantez absoluta. Para no aburrirse ni un momento.

La vocalista recordó la peripecia de sus padres al venir a Europa a buscar “una vida mejor” antes de una emocionante “Voices for Hope”. Más sentimientos a flor de piel con un blues tan intenso que desencadenó gritos de “¡Wow!” por doquier, aunque fuera un tanto deslucido por el cotorreo incesante de la parte trasera del Antzoki. Los típicos irrespetuosos de cada concierto. Esa noche, por desgracia, tampoco faltaron.

Incluyeron como primicia un tema que estaba a punto de ser publicado y siguieron dando cancha a ‘Conciencia’ con “A Birds Tale”, otra maravilla para degustar. Y si durante la velada había palmas, algo que condenaríamos en contextos diferentes, no se trataba ni de lejos de ese gesto verbenero con el que nos suelen agasajar algunos grupos para perder el tiempo, surgían de manera espontánea, a consecuencia del puro ritmo de la canción. ¿Existe acaso una forma superior de sinceridad?

“Re-Evolution” supuso otra oportunidad de lucimiento para los vientos, inmensos durante el recital, y también valió para que la vocalista se ausentara un rato. Era comprensible, interpretar a un nivel tan excelso debe resultar agotador. La instrumental “Shenobi” tomó el testigo y dividió de esta manera en dos el show, descubriendo la faceta más jazzística, e incluso progresiva, de la banda. No cabía otra que maravillarse una vez más.

“The Fear Is Gone” implicó el regreso de la cantante, pero iba a ser tocando la fibra sensible, por supuesto. Aprovecharon el subidón con su reciente single “Cheap Love”, que desató palmas no verbeneras. “Working Class”, con su aire blaxploitation, estuvo del mismo modo bien tirado y provocó el bailoteo esperado.

La sala estaba abarrotada y la muchedumbre respondía, por lo que parecía natural alabar al público y la cantante hasta afirmó que se llevaría a todos a su casa. Así de profundo resultó el intercambio producido entre artistas y fieles. 

“Shake Your Body” se acercó a un combo tan incendiario como The Bellrays y les quedó tan niquelada que los gritos de “beste bat” se tornaron abrumadores.

Faltaba finiquitar con un soul de tantos quilates como “Dignity and Freedom”, seguramente de lo mejor de su repertorio, y “Heaven Bells”, otro blues de los que tiemblan hasta las canillas de su debut homónimo de 2012, casi nada. Imposible terminar con mayor clase.

Aquellos a los que les guste la música con calidad al margen de etiquetas o géneros que todavía no conozcan a Freedonia realmente están perdiendo el tiempo y quizás hasta la vida. Basta acudir a cualquier directo suyo para salir poniéndolos por las nubes y certificar que lo suyo es más que simples canciones. Es el poder de todo un colectivo.

jueves, 1 de febrero de 2024

AIRU: ARTISTAS DE NUESTRO TIEMPO

 

Kafe Antzokia, Bilbao

 Hay sitios en los que uno entra y siente de inmediato que se trata de un concierto de jóvenes. Aunque esto pueda sonar un poco a abuelo, lo cierto es que frente a los que piensan que las nuevas generaciones han olvidado la música en directo existe un conjunto de grupos determinados cuyo público está compuesto por veinteañeros o treintañeros que hace tiempo se labraron una escena con múltiples ramificaciones. 



Al hilo del vendaval indie de Belako podríamos situar a Airu, que en un inicio comenzó como proyecto independiente de Irune Vega y acabó posteriormente como formación con todas las de la ley a cuatro bandas. Quizás por este motivo se pudo ver por el abarrotado piso superior del bilbaíno Kafe Antzokia camisetas de Vulk y otros detalles que indicaban que se trataba de un evento del gusto de esa generación rompedora que también incluye grupos como La Plata o La Trinidad a nivel peninsular.

Vale que los bolos a los que últimamente acudimos suelen estar a reventar, pero no esperábamos ni de lejos que agotara entradas un grupo relativamente joven que apenas nació en 2018. Toda una gesta que conviene destacar, pues no resulta nada habitual haber conseguido en tiempo récord una legión de fieles tan considerable. 


Nos parece recordar que coincidimos previamente con Airu en algún showcase de alguna reciente feria del BIME, y puesto que las memorias no se tornaban desagradables, optamos por acudir a la presentación del álbum ‘Con lo bueno y con pena’, un primer larga duración en el que intentan despegarse de la etiqueta que les persigue de dream pop.

Establecieron las coordenadas con el indie pop lánguido de “Me sabe casi igual” y se movieron del mismo modo por la melancolía de “Y hasta aquí”. Pese a que su rollo no sea para montar pogos, la verdad es que la mayoría del personal estuvo muy receptivo a la propuesta sosegada y contenida de la velada.


“Es por tu bien” remitía lejanamente a combos tipo The Smiths o The Drums en lo instrumental, mientras que la voz de Irune provocaba que vinieran a la cabeza artistas como Cat Power o Lana del Rey, entre otras divas. Por gustos personales, eché de menos algún arrebato más rockero, aunque éramos plenamente conscientes de lo que íbamos a contemplar.

En este sentido, lo que quedaba claro es que, a pesar de su palo reposado, valentía no le faltaba a Irune para atreverse, por ejemplo, a interpretar alguna pieza en solitario en el escenario. Sin trampa ni cartón. Pensábamos que pillar el punto a un repertorio tan melancólico se convertiría en algo cuesta arriba en determinados momentos, pero la cita gozó de bastante dinamismo, dada la coyuntura.

 

Hubo incluso homenaje a compañeros de generación en “Anegauta” de TOC, una versión que llevaron con soltura a su terreno mientras definían a los de Mungia como “un grupazo increíble”. Y “Bailar sobre mi espalda” confirmaba esa evolución hacia terrenos más electrónicos de su trabajo más reciente que además otorgaba cierta vidilla a su directo.

Irune mencionó la cantidad de caras conocidas que veía por la sala, pero también se acordó de los desconocidos, una situación que le imponía. Pero, como hemos dicho, configuraron bien el show, por lo que al aburrimiento ni se le esperaba. La colaboración de Jon de Txopet para “Voy tan deprisa” volvió a introducir tanto variedad como dinamismo a un recital con remansos oníricos, pero también piezas que incitaban a moverse, por lo menos ligeramente. Este último tema sí que era en plan The Smiths total, en especial la guitarra.


No había tampoco un catálogo descomunal de canciones, algo que suele ser lo habitual en el piso superior del Antzoki, por lo que enfilaron la recta final con “¿Qué es lo que sabes de mí?”, un corte tranquilito, más bien para flotar que para desfasar, pero que en las distancias cortas lo transforman en algo especial al preguntar al público dos preguntas inusuales como las que se pueden escuchar en la versión en estudio.

En este caso, fueron cosas tan surrealistas como decir “Te quiero” cada vez que alguien diga “¿Qué?” o acurrucarse en los brazos del que diga “Sí o no”. Difícil elección.


Anunciaron además su inclusión en el cartel del próximo Bilbao BBK Live y se escucharon por ahí gritos de “¡Kobeta Queen!”, el subidón perfecto antes de “Coloco los pies”, todo un temón para darlo todo. Y sin desperdiciar el ímpetu generado, “Verte de espaldas” contó con la colaboración del “culo” que aparece en el videoclip de la canción y que fue recibido al final con irrintzis replicados por doquier

Había sido breve, sí, pero mucho más entretenido de lo que imaginábamos, una simple muestra para sumergirse en el universo único de unos artistas de nuestro tiempo que miran hacia el futuro y podrían englobarse en ese movimiento generacional de tantas aristas que lleva ya unos años sacudiendo la península. Será interesante observar la evolución que acaban de iniciar.