viernes, 10 de noviembre de 2017

HARAKIRI FOR THE SKY: CADA UNO DE UNA MADRE



Sala Groove, Portugalete (Bizkaia)

Determinadas empresas son a fondo perdido. Estamos muy acostumbrados a realizar cosas solo si existe un beneficio económico o de cualquier otro tipo de por medio. Es lo suyo en una sociedad mercantilista en la que eso de hacer algo por amor al arte suena a poco menos que a chaladuras de bohemios, hippies o parias sociales. La dictadura del materialismo contemporáneo no deja resquicio a soñadores a los que no les importa jugarse los cuartos por una buena causa, mártires de la cultura que si hubiera justicia merecerían una estatua por su contribución al noble acto de pensar por uno mismo.

Lo cierto es que no resulta demasiado sencillo vender tanto a medios como a personal de infantería géneros tan sibaritas como el post black, algo completamente marciano para los que no salen de los tres o cuatro grupos de siempre, y por el contrario, se antoja pura tralla burra para los delicados oídos hipster cuya pretendida pose anticomercial es más postureo que otra cosa. Acudiendo a los bolos es donde se ve verdaderamente quién es auténtico y quién no y las escenas por las que apuesta cada uno, que al margen de los gustos de cada cual, todas son igual de respetables.


Con un cartel jugoso, pero sin grandes nombres que pudieran funcionar a modo de gancho, esperábamos un hostiazo sin paliativos en términos de asistencia. Pero a veces el napalm puede esperar y que eventos de este tipo logren una afluencia más que respetable demuestra que quizás quede por ahí una brizna de esperanza para la gente con criterio. Y ya si encima el ambiente no se trata de una inapelable granja de nabos e incluso se ven chicas por ahí deberían realizarse de inmediato las reverencias pertinentes.

Abrieron la sesión los catalanes Perennial Isolation con un black metal más tradicional, pero con algún destello experimental. El cantante se presentó con voz amenazante y parecía que se pasarían de aguerridos, aunque al final se tornaran muy entretenidos. Repasaron discos como ‘Epiphanies of the Orphaned Light’ con “Above The Essence” y pese a que su rollo tampoco nos matara, hay que reconocer que sudaron la camiseta y no nos aburrimos en ningún momento. Decentes.

Perennial Isolation, tradicionales y modernos.
Lo que tal vez se convirtió en lo mejor de la noche fueron los sorprendentes Boneflower, que ejecutaban ese post hardcore tan en boga a lo Viva Belgrado, pero en un formato mucho más bruto y sin apenas concesiones a la relajación. Sus pintas de playeros engañaron en un primer lugar, pues en cuanto sonó un acorde comenzaron a agitarse violentamente cual presas de un ataque epiléptico, mira que hemos visto a grupos moverse en el escenario, pero como lo de aquella noche casi nada.

Poseen agallas y actitud para regalar y las composiciones están muy a la altura con pasajes evocadores a lo Toundra impresionantes. “¡Sois muy majos!”, les gritaban desde la concurrencia y pensamos que si utilizaran la lengua de Cervantes ganarían en profundidad, a la par que introducirían otro matiz original, ya que no existen apenas referencias en ese plan. Con todo, acabaron reivindicando la música “underground” y desgañitándose y botando tanto como para ponerles una camisa de fuerza. Brutales.

Boneflower en pleno éxtasis
 Los italianos Shores Of Null no nos convencieron demasiado por el simple hecho de que el gothic doom nunca entró dentro de nuestros estilos predilectos, no aguantamos la primera época de Paradise Lost, por lo que si nos ponen una banda en esa línea y además con toques death, pues no la vamos a apreciar enormemente. Dieron cuenta de su último plástico ‘Black Drapes For Tomorrow’ con “House Of Cries” o “Carry On, My Tiny Hope”, que nunca la habían tocado en la presente gira, según anunciaron. Se nos hicieron pesados por la escasa sintonía que manteníamos con su propuesta, aunque eso sea ya cuestión de gustos.

Y los cabezas de cartel, los austríacos Harakiri For The Sky mostraron un nivel impecable con una sala totalmente entregada, toda una proeza teniendo en cuenta que lo suyo está alejado de cualquier elemento comercial con piezas que casi alcanzan o superan los diez minutos. Era el caso de la inicial “Calling The Rain”, espoletazo definitivo para que se comenzara a agitar la cabellera tanto arriba como abajo del escenario. Quién iba a imaginar que conectaría de aquella manera el personal.

Harakiri For The Sky, profesionalidad ante todo.
 Clavaron los pasajes atmosféricos y sus cabalgadas apabullantes venían espoleadas por el ímpetu de un batería colosal. Hubo además camaradería con el resto de participantes de la velada al subirse con ellos el cantante de Shores of Null y bastó una señal para que las melenas se movieran al unísono cual cuadriga romana. La conexión andaba en su punto.

Como único punto negativo, mencionar la actitud un tanto “apática” del vocalista, como apuntó el colega Santos. Y es que era llamativo ver a los demás miembros moviendo las greñas como poseídos mientras el voceras aguantaba ahí impertérrito más preocupado de no despeinarse que de mantener una pose creíble sobre las tablas. Pero bueno, quizás es que el hombre siempre era así, en ese caso, sería totalmente injusto culparle por su sosegada manera de ser. Ya estaban los otros para compensar con creces esa aparente falta de entusiasmo.

Sin apenas dirigirse al respetable, ahí estuvieron dando el callo alrededor de una hora, reproduciendo al milímetro lo que puede escucharse en estudio, que se dice pronto, por lo que dudamos enormemente de que saliera de allí alguien descontento. Eso sí, podrían haberse estirado y hacer unos bises, por quedar bien, aunque tal vez aquello tampoco esté en su naturaleza, como lo de dar palmas, soltar parrafadas y otras tomaduras de pelo para perder tiempo. Cada cual afronta el espectáculo a su manera. Muy profesionales.

Pues hasta aquí dio de sí esta jornada cuádruple con una peculiar familia en la que teníamos a cada uno de una madre, el más mínimo parecido entre los oficiantes podría tornarse pura coincidencia. La clave para no aburrirse y no perder el interés. Recomendado exclusivamente para amantes del riesgo y abiertos de mente.

TEXTO: ALFREDO VILLAESCUSA
FOTOS: MARINA ROUAN



jueves, 9 de noviembre de 2017

JAMES McCANN & THE NEW VINDICTIVES: UN ALMA DE DETROIT



Shake, Bilbao

Hay gente que nace en un sitio determinado, pero en realidad su corazón está a miles de kilómetros, quizás en la otra punta de la tierra. Una prueba más de que la pasión por las banderas es una de las más estériles que existen, enorgullecerse por el caprichoso lugar de procedencia de cada uno es como hacerlo por ser blanco, moreno o cualquier otro accidente caprichoso del destino. Una mera cuestión de probabilidades si le quitamos todo tipo de dramatismo al asunto.

Al fundador de The Drones James McCann tal vez le suceda un poco eso mismo, ya que vino al mundo en Escocia, pero cuando todavía era un niño emigró a Perth (Australia) y desde allí se labró un hueco hasta convertirse en una figura destacada del rock n’ roll australiano. No en vano su música podría definirse como una suerte de compendio de lo que se hace en las antípodas, desde el lado más salvaje deudor de Radio Birdman hasta esas baladas arrastradas con poso decadente que uno podría silbar caminando por el desierto.


Conscientes de que aquella visita constituía un evento especial, no se quisieron perder esta parada vizcaína de los marsupiales mucha peña procedente de grupos aguerridos tales como Discípulos de Dionisos, Nuevo Catecismo Católico o Turbofuckers. Una manera inmejorable de prender la mecha del fin de semana a base de guitarrazos enérgicos.

Calentaron la velada los guipuzcoanos The Northagirres con su rock & roll polvoriento y fronterizo con ecos de La Frontera o Supersuckers y agallas para regalar. Las curradas composiciones revelaron enseguida que se trataba de una auténtica bandaza con personalidad, algo muy complicado de encontrar hoy en día. Y el recuerdo a Tom Petty con “American Girl” les pegaba como anillo al dedo a su rollo vaquero. Para calarse sombrero, bajar la mirada y no dejar de seguir su rastro.

 Sin entretenerse a mirar las musarañas, James McCann & The New Vindictives apelaron de primeras a las entrañas con el protopunk a lo The Stooges de “It’s A Dirty Old World”. Las crudas y certeras guitarras de “Sheena Says” no cedieron en el ímpetu inicial, ni tampoco “I Can Control Your Mind”, donde pese a disminuir las revoluciones sobrevoló el espíritu de Johnny Thunders y su aura atormentada.

El protopunk de las antípodas de The Saints o Radio Birdman es una influencia más que notable en su sonido, de hecho, su último disco ‘Gotta Lotta Move’ está marcado por aquel punk que incendió su alma allá por la adolescencia. En este contexto no desentonaba su homenaje a Spencer P. Jones con esa macarra al extremo “What Is Life In Jail”. Un trallazo para levantarse de inmediato del sitio, si es que por allí había algún aparvado. 

De vez en cuando se sumergieron en profundidades psicodélicas, pero aquello no era el denominador común de la velada, sino las guitarras sucias casi chirriantes y esa energía inherente a MC5, The Hellacopters o The Stooges, cuya influencia todavía se siente en miles de bandas actuales. Saquearon el arsenal de The Sonics en “Tar On The Lip” y las señas de identidad volvieron a refulgir como nunca con el protopunk salvaje de “If You Dare”.


Daban ganas de arrastrarse por el suelo y emular a una iguana en “Ambition” y reincidieron en la caña punkarra en “Lies Start Here”, más gasolina para insuflar actitud adrenalínica y mantener ese colocón guitarrero del que no daban ganas de apearse. Para los bises cambiaron por completo de tónica con un blues andrajoso que exhalaba electricidad por doquier y cierto rollo hendrixiano con el batería desbocado mientras sus compis se regodeaban a los punteos. Cualquiera se iba ahora a ver a una vetusta leyenda del rock.

Fue un bolo corto, pero tremendamente hipnótico, con unas seis cuerdas que, a pesar de que suene a tópico, despedían fuego y evocaban el glorioso ambiente de garitos de madrugada. Detroit es algo más que una ciudad del estado norteamericano de Michigan, es una actitud explosiva e incendiaria que en ocasiones se puede sentir al otro lado del Atlántico y puede habitar cada rincón. He aquí una de sus almas descarriadas.

TEXTO: ALFREDO VILLAESCUSA
FOTOS MARINA ROUAN