Izar Beltz Ateneoa,
Bilbao
“En el día de hoy,
cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus
últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”. Con este rotundo
parte emitido el 1 de abril de 1939 el franquismo daba por finalizada la
contienda civil y sumía al país en la más absoluta de las negruras y en un
ostracismo político del que todavía se siguen sintiendo las consecuencias a
nivel cultural. Una asignatura pendiente de la que no parece que nos vayamos a
recuperar en un futuro cercano, máxime cuando la actual Ley de Memoria
Histórica es un completo papel mojado y miles de crímenes seguirán impunes por
los siglos de los siglos a no ser que alguna audaz jueza argentina decida meter
baza.
Con un ímpetu belicista y destructivo en directo similar al
de los facciosos, surgen †††, una
conjunción de dos espíritus libres que apelan a “la guerra metafísica total” y tratan de propagar la llamada
Doctrina Triangular, un compendio de sabiduría milenaria que incluye esoterismo
o masonería envuelto en un halo de neofolk paganista y nihilista a lo Death In
June que resulta complicado no abrazar con la devoción de un verdadero acólito.
Esa noche el
culto estaba por ser instaurado en las Provincias Vascongadas, pero las fuerzas
represivas hicieron acto de presencia a pocos instantes de comenzar el bolo con
un celo digno precisamente de época preconstitucional, y por tal motivo se
produjo un excesivo retraso que hasta hizo peligrar la celebración del evento. Pero
gracias a ello imperó en el ambiente un aire clandestino, de reunión secreta
entre camaradas a la que no podía sumarse cualquiera, había incluso que tocar
un timbre para unirse a esta suerte de logia furtiva.
Los primeros en
abrir el ceremonial fueron los locales Die
Wagen, proyecto paralelo con miembros de Vulk de un inclasificable sonido a
lo Fugazi con arrebatos ruidistas que en las distancias cortas por lo menos se
torna entretenido. Ya habíamos coincidido con ellos previamente de teloneros de
Wind Atlas, así que tampoco les prestamos demasiada atención, aunque al colega
Carlos Benito le convencieron bastante.
Desde La Rioja
vinieron a continuación Nitrato, que
practicaban un punk patatero no dado a las experimentaciones pero que bien
valía para pasar un buen rato. Crudos, con voz cazallera y una tralla que casi
bordeaba el hardcore sirvieron para que el personal descargara tensión en forma
de pogos y hasta hicieron referencia al anterior altercado con las autoridades
mencionando que por estos lares “mucha
policía, poca diversión”.
Rosa Apatrida. |
Pasar de los tres acordes a un dark wave de bases
electrónicas podría ser causa de cortocircuito en mentes estrechas, pero no fue
así con Rosa Apatrida, ya que la
mayoría de los parroquianos se entregaron a su trance hipnótico que se
asemejaba al de un club berlinés con una penumbra casi total y niebla
fantasmagórica que dificultaba tanto la visión como las capturas fotolumínicas.
Su carismática vocalista Elektra se tiraba por el suelo,
emulaba a Siouxsie, de hecho el maquillaje que llevaba era clavado al de la
diva británica, y a veces hasta evocaba por sus tonos estridentes a los
históricos Morticia y los Decrépitos o al siempre recordado proyecto Naughty
Zombies de Lily Scalofrios. No contaban con un repertorio muy extenso, por lo
que aparte de sus himnos “Free My Body” o “Heart of Darkness” tampoco tenían
demasiado material más reseñable para prolongar su colocón de pista de baile
tenebrosa. Una pena porque cuando estábamos en pleno éxtasis danzón tuvieron
que despedirse, con una versión ya hubieran puesto la guinda. Muy prometedores,
ojalá saquen cuanto antes algo de larga duración.
El ritual cobraba forma. |
Y por fin llegó el momento de levantar el estandarte de †††
y aplicar en cada rincón
conocido el Culto de las Sombras, su peculiar manera de entender el neofolk que
aúna el ruido industrial de Esplendor Geométrico con la épica y las letras
rimbombantes. “Avanza Carro Avanza” fue el pistoletazo de salida para iniciar a
los adeptos en el magisterio, una propuesta en esencia minimalista que podría
acompañar tranquilamente los desfiles del Día de las Fuerzas Armadas y que en
directo gana ímpetu.
Los dos entes
responsables de la eucaristía, Víctor S. Dunkel y Marc O’ Callaghan, se
mostraron más que capacitados para reproducir en las distancias cortas su
conglomerado ocultista añadiendo una intensidad que tal vez en disco no se
acierte a vislumbrar. Y es que resulta difícil trasladar de manera fidedigna
ese sentimiento que te produce contemplar de cerca a un par de colgados que parecen
atreverse a casi cualquier cosa, como por ejemplo sacar campanas y hacer uso de
ellas en los instantes adecuados. Echamos de menos en este aspecto un tambor
marcial y retumbante que proporcionara mayores cotas de solemnidad.
Lejos de jugar
con la ambigüedad ideológica como Reserva Espiritual de Occidente, ellos optan por la magia, los círculos
imaginarios y los arcanos indescifrables, el misterio en estado puro. Un
mensaje que consiguió calar empero en las mentes de los acólitos presentes,
pues la turba entonó con fervor levantando el puño “En el Fondo de un Pozo
Negro Estoy Esperándote” y no se conformó de primeras con la abrupta
finalización del ritual.
Los sacerdotes
fueron condescendientes con las plegarias y regresaron con “Estás Contemplando
Tu Propio Funeral”, otro de los sacramentos fundamentales para ingresar en su
orden. Fue una oración corta pero intensa, un oficio con la gravedad de una
procesión de Semana Santa. Misión cumplida. Culto aceptado e instaurado. Amén.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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