domingo, 26 de julio de 2015

TIJUANA PANTHERS: AQUEL SOL DE CALIFORNIA



Kafe Antzokia, Bilbao

Cuentan que hace unos años un tipo llamado Max Baker cruzó la frontera entre EE UU y México en dirección a Tijuana para pegarse el fiestón padre. Pero como suele suceder, las cosas se fueron un poco de las manos y se vio envuelto en una pelea con varios acuchillados. Tuvo por tanto que poner pies en polvorosa y en su precipitada huida estuvo acompañado por una pantera de porcelana que posteriormente regalaría a Phil, un niño que vivía al lado de su casa, y que al cabo de un tiempo formaría también un grupo garajero inspirado en tan estrambótica anécdota.

Así se gestaron Tijuana Panthers, que toman el nombre de esta serie de desafortunados eventos que más bien podrían aparecer en ‘Resacón en Las Vegas’ o cualquier otra película americana sobre salvajes despedidas de soltero. Un precedente bandarra que quizás se sitúa un tanto alejado de la pinta de chicos correctos que gastan estos californianos deseosos de recuperar el espíritu desenfadado de aquellos jolgorios en la playa de mediados de los sesenta.

Los californianos disfrutando de los placeres de la vida. (Archivo)
Bilbao no es Venice Beach ni por asomo, por lo que tampoco es que se montaran ingentes multitudes en el arranque de la gira de este trío por la península. Una pena asimismo que para esta primera fecha no hubieran venido acompañados también de Frustration, interesante combo francés de post punk con los que tocarían en la capital del reino un par de días después. Qué se le va a hacer.

Eso no impidió que Tijuana Panthers ofrecieran un recital con mucha garra para su estilo, mostrándose muy compenetrados y exhibiendo los galones que les dan ya tres discos de estudio, aparte de unos cuantos EPs. Les debe tirar además el rollo vintage a tope porque casi nos quedamos blancos de la impresión al ver que en el merchandising tenían toda su discografía en cassette, algo inédito en la era de la información. Un alarde de autenticidad sin igual.

Sin demasiada dilación, iniciaron la descarga con “Creature” con su batería a la voz, aunque se irían alternando esta labor entre los tres a lo largo del recital, con su bajista facturando los mejores resultados. Entre el variopinto y reducido respetable se veía alguna camiseta de New York Dolls, chicas elegantes, y el alma de la fiesta, un grupillo de guiris playeros que se estaban pegando aquella noche la juerga de sus vidas.

Un detalle que no pasó desapercibido para el bajista de las ‘panteras’, que ante tanto jolgorio enseguida preguntó a ver si eran de la mismísima California. Y lo cierto es que por sus bronceados, bermudas y gafas de sol surferas lo podrían ser tranquilamente, pero no, eran de un sitio un tanto menos veraniego y sin salida al mar. Provenían de Suiza, ese paraíso fiscal del que tenemos tantos patriotas en nuestro país en los últimos tiempos.


“Torpedo” y “Cherry Street” valieron para mantener la atención de la concurrencia, pese a seguir demostrando una solidez encomiable en directo, llenando cada rincón con su sonido empastado en el que cada vértice cumple con solvencia su función hasta conformar un perfecto triangulo. Lo de ir cediéndose el micro añadía versatilidad al bolo, a la par que les daba cierto toque amateur y descaro punki.

Tal vez porque se trataba de una gira de esas relajadas de periodo estival, no le dieron demasiada cancha a su último largo ‘Wayne Interest’, aparte de las mencionadas anteriormente, sino que fue algo bastante equilibrado, con pocos temas de cada uno de sus tres discos, incluyendo su reciente sencillo “Front Window Down” o su EP homónimo de 2008. Lo único que echamos de menos fue esa vena post punk que sobresale en “Summer Fun” o “Wayne Interest”, aunque también hubiéramos agradecido que se acordaran de los Buzzcocks con su versión del “Everybody’s Happy Nowadays”.


Pero dejaron en general impresión positiva, puesto que el repertorio ganaba enteros en las distancias cortas. Su peculiar mezcla de garaje, surf rock, post punk e indie rock no se hacía cansina en ningún momento y el personal parecía entenderlo así, puesto que unos cuantos ya se contoneaban en “Red Headed Girl”. Y los suizos, por supuesto, no paraban de levantar cervezas y sonreír a todo el mundo que tenían alrededor. El batería hizo un pequeño redoble y empezaron a dar palmas y silbar como locos, cualquiera diría que era la primera vez que iban a un concierto. Unos simpáticos colgados.

Ya se sabía que en el piso superior del Antzoki los conciertos suelen ser fugaces, por lo que no sorprendió que recogieran bártulos al de una hora escasa. Por fortuna, tuvieron la decencia de regresar para los bises de rigor con “Reaction” y “Prayer Needs”, si se hubieran extendido un poco más no habrían molestado a nadie.

Muy potables por tanto estos revitalistas de los días de arena, playa y aquel sol de California que calentaba las cabezas con cierta ingenuidad, indiferente al hecho de que unas décadas después todavía se recordarían las farras de aquellos adolescentes que a mediados de los sesenta despertaban a la vida ajenos a cualquier tipo de control paterno. ¿Cómo terminarían la noche aquellos suizos? ¿Robarían alguna pantera de porcelana?

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


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