Kafe Antzokia, Bilbao
Cuentan que hace unos años un tipo llamado Max Baker cruzó
la frontera entre EE UU y México en dirección a Tijuana para pegarse el fiestón
padre. Pero como suele suceder, las cosas se fueron un poco de las manos y se
vio envuelto en una pelea con varios acuchillados. Tuvo por tanto que poner pies
en polvorosa y en su precipitada huida estuvo acompañado por una pantera de
porcelana que posteriormente regalaría a Phil, un niño que vivía al lado de su
casa, y que al cabo de un tiempo formaría también un grupo garajero inspirado
en tan estrambótica anécdota.
Así se gestaron Tijuana Panthers, que toman el nombre de
esta serie de desafortunados eventos que más bien podrían aparecer en ‘Resacón
en Las Vegas’ o cualquier otra película americana sobre salvajes despedidas de
soltero. Un precedente bandarra que quizás se sitúa un tanto alejado de la
pinta de chicos correctos que gastan estos californianos deseosos de recuperar
el espíritu desenfadado de aquellos jolgorios en la playa de mediados de los
sesenta.
Los californianos disfrutando de los placeres de la vida. (Archivo) |
Bilbao no es Venice Beach ni por asomo, por lo que tampoco
es que se montaran ingentes multitudes en el arranque de la gira de este trío
por la península. Una pena asimismo que para esta primera fecha no hubieran
venido acompañados también de Frustration, interesante combo francés de post
punk con los que tocarían en la capital del reino un par de días después. Qué
se le va a hacer.
Eso no impidió que Tijuana
Panthers ofrecieran un recital con mucha garra para su estilo, mostrándose
muy compenetrados y exhibiendo los galones que les dan ya tres discos de
estudio, aparte de unos cuantos EPs. Les debe tirar además el rollo vintage a tope porque casi nos quedamos
blancos de la impresión al ver que en el merchandising
tenían toda su discografía en cassette, algo inédito en la era de la
información. Un alarde de autenticidad sin igual.
Sin demasiada dilación, iniciaron la descarga con “Creature”
con su batería a la voz, aunque se irían alternando esta labor entre los tres a
lo largo del recital, con su bajista facturando los mejores resultados. Entre
el variopinto y reducido respetable se veía alguna camiseta de New York Dolls,
chicas elegantes, y el alma de la fiesta, un grupillo de guiris playeros que se
estaban pegando aquella noche la juerga de sus vidas.
Un detalle que no pasó desapercibido para el bajista de las
‘panteras’, que ante tanto jolgorio enseguida preguntó a ver si eran de la
mismísima California. Y lo cierto es que por sus bronceados, bermudas y gafas
de sol surferas lo podrían ser tranquilamente, pero no, eran de un sitio un
tanto menos veraniego y sin salida al mar. Provenían de Suiza, ese paraíso
fiscal del que tenemos tantos patriotas en nuestro país en los últimos tiempos.
“Torpedo” y “Cherry Street” valieron para mantener la
atención de la concurrencia, pese a seguir demostrando una solidez encomiable
en directo, llenando cada rincón con su sonido empastado en el que cada vértice
cumple con solvencia su función hasta conformar un perfecto triangulo. Lo de ir
cediéndose el micro añadía versatilidad al bolo, a la par que les daba cierto
toque amateur y descaro punki.
Tal vez porque se trataba de una gira de esas relajadas de
periodo estival, no le dieron demasiada cancha a su último largo ‘Wayne
Interest’, aparte de las mencionadas anteriormente, sino que fue algo bastante
equilibrado, con pocos temas de cada uno de sus tres discos, incluyendo su
reciente sencillo “Front Window Down” o su EP homónimo de 2008. Lo único que
echamos de menos fue esa vena post punk que sobresale en “Summer Fun” o “Wayne
Interest”, aunque también hubiéramos agradecido que se acordaran de los
Buzzcocks con su versión del “Everybody’s Happy Nowadays”.
Pero dejaron en general impresión positiva, puesto que el
repertorio ganaba enteros en las distancias cortas. Su peculiar mezcla de
garaje, surf rock, post punk e indie rock no se hacía cansina en ningún momento
y el personal parecía entenderlo así, puesto que unos cuantos ya se contoneaban
en “Red Headed Girl”. Y los suizos, por supuesto, no paraban de levantar
cervezas y sonreír a todo el mundo que tenían alrededor. El batería hizo un
pequeño redoble y empezaron a dar palmas y silbar como locos, cualquiera diría
que era la primera vez que iban a un concierto. Unos simpáticos colgados.
Ya se sabía que en el piso superior del Antzoki los
conciertos suelen ser fugaces, por lo que no sorprendió que recogieran bártulos
al de una hora escasa. Por fortuna, tuvieron la decencia de regresar para los
bises de rigor con “Reaction” y “Prayer Needs”, si se hubieran extendido un
poco más no habrían molestado a nadie.
Muy potables por tanto estos revitalistas de los días de
arena, playa y aquel sol de California que calentaba las cabezas con cierta
ingenuidad, indiferente al hecho de que unas décadas después todavía se
recordarían las farras de aquellos adolescentes que a mediados de los sesenta
despertaban a la vida ajenos a cualquier tipo de control paterno. ¿Cómo
terminarían la noche aquellos suizos? ¿Robarían alguna pantera de porcelana?
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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