Satélite T, Bilbao
Hay determinados géneros musicales que pueden cumplir todos
los deseos en un momento determinado. Desde apelar al bidón de gasolina cuando
uno se siente cabreado con el mundo hasta teñir un arcoíris de colores imposibles
en plena sobredosis de buenrollismo. Es lo que sucede con el llamado power pop,
que aúna la tralla e inmediatez del punk con las pegadizas melodías chicle
inspiradas por los Beatles y que albergan tal cascada de buenos sentimientos a
granel que no entendemos cómo las inscripciones a ONGs no aumentan
escandalosamente tras acudir a bolos de este rollo.
Si existe un orfebre meticuloso contemporáneo en este
sentido ese sería el guiri de Portland (EE UU) afincado en Madrid desde hace ya
casi un lustro Kurt Baker, al que muchos consideran “el príncipe del power pop”, en contraposición con el rey absoluto
Paul Collins de The Beat. Y es que cualquiera que haya escuchado sus discos
conoce de sobra el gusto descomunal de este hombre por esos estribillos
perfectos y memorables que no se te salen de la cabeza en meses.
Un verdadero diamante en bruto que puede alcanzar una
categoría desorbitante si además se rodea por experimentados músicos de Nuevo
Catecismo Católico o Discípulos de Dionisos, parte fundamental de la
incendiaria escena guipuzcoana proveniente de los estudios Buenavista. Esta
extraordinaria coalición de talentos se llama Bullet Proof Lovers y podríamos
afirmar sin reparos que se trata de una de nuestras bandas preferidas actuales,
pues en sus bolos despliegan un nivel inmenso y sus dos discos editados hasta
la fecha los llevamos quemando vuelta y vuelta desde hace ya un tiempo
considerable.
Íbamos por tanto más que predispuestos a gozar de una noche
enérgica a reventar, de esas de quedarse en el sitio y preguntarse qué es lo
que ha estado haciendo uno toda su vida hasta llegar a esa revelación. Bregados
ya por estos lares, con otras actuaciones épicas en el mismo Satélite T, no era
de extrañar que se alcanzara una afluencia más que digna, aunque un grupazo de
su envergadura debería petar los garitos hasta reventar.
Marcando el territorio desde el comienzo, Bullet Proof Lovers dejaron las cosas
claras con la declaración de principios “It’ll Be Allright” antes de pisar el
acelerador en “Ain’t No Joke”, donde sobrevuela la sombra de The Hellacopters,
quizás gracias a la contundente base rítmica, espolvoreando por ahí coros a lo
Kiss y punteos de los que podrían salir hasta chispas. El primer gancho de
quedarse noqueado fue esa composición impecable llamada “Breaking Down” que uno
se podría pasar cantando hasta el fin de los tiempos. No habría respiro con
otro golpe a la mandíbula, “Heart Of Stone”, todo un alarde de autosuficiencia
sentimental en el que se nota la influencia escandinava, y además se levantaron
mástiles, como debe ser. En este aspecto habría que destacar a Juan de
Discípulos de Dionisos, que estuvo descontrolado cual miura a la guitarra,
aunque lo cierto es que no recordamos ningún bolo suyo en el que no se dejara
algo más que la piel. Inmenso.
Kurt Baker sigue siendo un grande en lo suyo, con esa voz
impecable que es una gozada escuchar en directo y que se ensambla sin
aspavientos en ese torrente de electricidad que montan cada vez que se suben a
un escenario. Habían pillado ya carrerilla y ni de coña aflojarían con “Take It
Or Leave It”, muy en la onda también de la primera época enmascarada de Paul
Stanley y compañía y con riffs de esos que sacudían el espinazo. Sin apenas
hablar, excepto por algún chascarrillo que soltaba Juan o el bajista por
aquello de romper el hielo, continuaban dando cera de la buena con la
apabullante “Can’t Let Go”, ideal para el directo y hasta para cualquier noche
de farra. Al que después de semejante pepinazo no le apetezca quedarse por ahí
hasta las tantas, que se lo haga mirar.
La espectacular versión de Shrapnel “Master Of My Destiny”
siempre constituye uno de los puntos álgidos de sus shows, un hecho acrecentado
además por la manera en que bordan los coros. Y el single de su último
lanzamiento “I Am My Radio” desató movimientos descontrolados en las primeras
filas que no cesaron con “Not Your Toy” o “Drive It Outta Control”, más temazos
con agallas a mansalva, pero sin perder ese gusto por la melodía tan característico
de Kurt Baker.
Y tras la recomendación del bajista de no salir nunca de “nuestro círculo de confort”, los puños
se elevaron para “Nothing I Can’t Do”, adrenalina sonora que no dispensan en
cualquier lado. La cosa estaba animada abajo y el voceras Kurt no dudó en
unirse al personal mientras sus compis encima del escenario elevaban los
mástiles a modo de ofrendas a los dioses de la electricidad. La bestia Juan no
tardó en sumarse a la peña en un momento épico en el que se acabó gritando “Long Live Rock N’ Roll”. Brutal.
Los bises andaban ya garantizados y no defraudaron en
absoluto con otro homenaje a Cerebros Exprimidos, “banda favorita de todos los tiempos” del bajista, según afirmaron.
Y en esa tónica de rebuscar en el cancionero ajeno no desentonaba el “Yeah Yeah
Yeah” de The Vibrators, que cumplió su cometido de que la sala acabara
transformada en una fiesta de alto copete. Lo cierto es que pensamos que ellos
tienen temas mucho mejores que ambas versiones, pero tampoco era cuestión de
quejarse.
Otro bolazo memorable de esta superbanda que se añade a su
probada solvencia en las distancias cortas. Cualquier fan del rock n’ roll,
punk, power pop o música con mayúsculas que no los haya visto todavía, mejor
que cambie de vida o que subsane el error de inmediato. Unos amantes
infatigables. Directos al corazón.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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