Kafe Antzokia, Bilbao
Se ha asentado la idea en el imaginario colectivo de que esa
revolución de crestas e imperdibles que irrumpió en el 77 tuvo su lugar de
nacimiento en Londres. Y pese a que el movimiento conoció indiscutiblemente su
popularización gracias a bandas londinenses como The Damned o Sex Pistols, lo
cierto es que los orígenes de tan peculiar forma de entender el rock habría que
buscarlos en la zona estadounidense de Detroit, en concreto, en la ciudad de
Ann Arbor, desde donde alcanzaron fama imperecedera unos colgados llamados The
Stooges que por su sonido abrasivo y actitud nihilista escandalizaron a una
pacata sociedad que todavía no estaba preparada para afrontar un terremoto de
semejantes características.
Pieza clave en tal formación, aparte del carismático voceras
Iggy Pop, era esa dupla compuesta por los hermanos Scott y Ron Asheton, un par
de quinquis que atraían a otros de su calaña por su escandaloso comportamiento
y que sentarían las bases de lo que años más tarde se entendería como punk. El
propio Pop dijo de ellos lo siguiente: “Estos tíos eran delincuentes, vagos
y los guarros más descuidados que jamás hayan nacido. Malcriados y echados a
perder por su madre. Su padre había muerto, así que no tuvieron mucha
disciplina en casa”.
Era cuestión de
tiempo que el siempre acertado ciclo Izar & Star dedicara una jornada a
recordar al considerado por muchos “rey de los Stooges”, aunque su
carrera no se circunscribió exclusivamente a esta banda, sino que también
destacaron interesantes proyectos como The New Order, Destroy All Monsters o
New Race, junto con los miembros de Radio Birdman Rob Younger y Deniz Tek, que
exportaron toda la rabia de Detroit hasta las antípodas. De hecho, uno de los
retos de la noche consistía en no tocar nada de The Stooges, algo que
finalmente no se cumplió, como contaremos más tarde.
Con una ocasión
así, el recinto debería haber estado abarrotado hasta los topes, pero por
circunstancias que se nos escapan, apenas unas 50 personas se acercaron hasta
al Kafe Antzoki. El escaso aforo no fue inconveniente para que se montara un
jolgorio considerable con bailes que parecían coreografías casi milimetradas e
incluso corros que subrayaban la desbordante vitalidad de los asistentes.
Prohibida la entrada a gatos de escayola.
Señor No, supervivientes de la escena de Buenavista |
Fieles a esa
sensación de que “cualquiera podría morir” que experimentaban aquellos
que vieron a Iggy Pop en sus inicios, Aterkings
previamente sacaron lustre al cancionero añejo de The Sonics y le
imprimieron tal aumento de revoluciones hasta alcanzar la furia punk que casi
provocaba risa pensar en las versiones originales. Ya de entrada pusieron en
alerta al personal confesando oscuros deseos sexuales y su enérgico vocalista
no dudó en tirarse a las escaleras o subirse y arrastrarse por los bafles como
si fuera la Iguana de Detroit.
Y si entraban de un
plumazo por los ojos, con no menos acierto lo hacían por las orejas con unas
frenéticas “Be A Woman” o “Cinderella”, antes de entregarse a rituales
espasmódicos en el también clásico “Have Love, Will Travel” de Richard Berry.
Su acelerada revisión del “Money” de Gordy & Bradford casi podría hacer
sonrojar a la de los Beatles y alcanzaron la cúspide en “Strychnine”, con
grupillos dando saltos, o en “The Witch”, donde destacaron las coreografías de
un par de chicas bailongas. Menudo lavado de cara, pulieron cera que dio gusto.
Enormes.
Aterkings, o The Sonics a una velocidad endiablada. |
Si existía una banda
idónea para rescatar el legado de Ron Asheton, esos tendrían que ser Señor No, una de las puntas de lanza de
la sacrosanta trinidad de rock n’ roll punkarra de los estudios Buenavista.
Contaron además esa noche con el versátil guitarrista Joseba B. Lenoir, un
viejo conocido de la escena que lo mismo vale para divagaciones experimentales
como para insuflar brío al cancionero de Neil Young o al de la velada en
cuestión.
Con una primera
parte dedicada a temas propios del grupo de Xabi, brilló la aureola maldita a
lo Johnny Thunders en “Como una pompa de jabón” o en “A todas luces”, donde el
invitado Lenoir marcó su impronta en el solo antes de que uno de los colgados
Aterkings se acercara al escenario para subir a hombros al hacha de Bera.
Emociones desbocadas, no era cuestión de reprimirse.
Quizás uno prefiera
en las distancias cortas a Nuevo Catecismo Católico o a Discípulos de Dionisos,
pero resultaría complicado no reconocer el valor del rock n’ roll hasta las
entrañas de Xabi y compañía. El que no se agite por lo menos un poco con “No me
hables”, mejor que se lo haga mirar.
Para la segunda
parte del bolo, aquella centrada en Asheton y su trayectoria con The New Order,
Destroy All Monsters y New Race, apareció el vocalista Pela de Sumisión City
Blues, con aire maldito, actitud para regalar y demostrando que el hecho de que
Marky Ramone le reclutara para sus filas no fue en absoluto casual. Dieron
rienda suelta al nihilismo en la senda Stooges en “You’re Gonna Die” y “Meet
The Creeper” antes de que su espigado cantante mandara sacar mecheros en
memoria de los caídos.
El Pela, icono maldito y vocalista de Sumisión City Blues. |
Y pese a que estaba
anunciado que no recurrirían a temas de la banda de Iggy Pop y los hermanos
Asheton, en un sorpresivo bis se arrancaron con el “Real Cool Time” de aquel
mítico debut que cambiaría la historia de la música allá por 1969. Bueno, no
era el “Down On The Street” ni el trilladísimo “I Wanna Be Your Dog”, pero se
agradeció el detalle. Sobran las excusas para rendir homenaje a todo un pionero
del punk. La mecha que prendería fuego años después.
TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA
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