Teatro Campos, Bilbao
Las utopías o distopías han sido siempre una fuente de
inspiración inagotable tanto en el séptimo arte como en otros ámbitos. Algo que
no es de extrañar, pues la cuestión del devenir de la raza humana está abierta
a múltiples variables. ¿Cómo serán los edificios de las ciudades del futuro?
¿Qué comeremos? ¿Cómo nos transportaremos? Y ya si nos ponemos con temas más
espinosos, ¿triunfará algún sistema político respecto a otros? ¿Cómo se canalizará
el descontento social? ¿Qué hay de la libertad de expresión en este inabarcable
maremágnum de ideas?
La mayoría de estas preguntas se intentan responder o se
vislumbran en la obra ‘Metrópolis’ de Fritz Lang de 1927, uno de los pocos
filmes considerado Memoria del Mundo por la UNESCO por su amplio esbozo de una
sociedad futurista en diversos aspectos o niveles. Y eso que el año 2026 en el
que supuestamente se desarrolla la acción de la película está casi a la vuelta
de la esquina. Buena ocasión para comprobar si el director y su esposa, que
escribió la novela en la que se basa el guión, andaban en lo cierto, o por el
contrario, se hallaban bastante desencaminados.
Una de las principales características del cine mudo son
esas orquestaciones primigenias que a veces casi te hacen saltar del sitio por
su estridencia y que se pueden tornar hasta un suplicio si uno lleva ya
contemplando varios minutos de metraje. Para evitar eso, a la par que aportar
un toque más actual al filme, en la actualidad se están sucediendo revisiones
de clásicos del cine, pero con artistas que interpretan la BSO original en
directo o bien componen algo exclusivo para la ocasión.
Esto último es el caso del compositor electrónico Morales,
que ha creado un acompañamiento con sonidos cercanos al industrial o ese
synthwave de reminiscencias ochenteras que ahora mismo está tan en boga. Un
proyecto encomiable, pero que se puede topar con dificultades añadidas, como
por ejemplo que la obra en cuestión sea tan grande que eclipse cualquier
detalle adicional.
Es lo que sucede con esta BSO creada expresamente para la
cita, que si bien no desentona en ningún momento y hasta realza escenas
concretas, como los sonidos inquietantes durante la explosión de la fábrica o
el tono eclesiástico con el que se presenta a la líder de masas María, por otra
parte, uno se sumerge tanto en el desarrollo de la película que apenas presta
atención a otra cosa. Y eso que a veces el compositor trata de atraer la
atención con atmósferas cercanas al inicio del celebérrimo “Thriller” de
Michael Jackson. Apelar a la década de los cardados y las hombreras suele
convertirse en una jugada maestra. Todavía no hemos superado la nostalgia que
nos produce aquella época.
Mención aparte merece el mérito de conseguir sincronizar la
BSO con las imágenes, una empresa arriesgada que entroncaría con el detalle de
que nadie se ha atrevido todavía a rodar un remake,
si no me equivoco, algo tan en boga en nuestros días que ni siquiera ha
respetado filmes que deberían ser intocables y conservados en urnas de cristal
para la visión de generaciones futuras. Hubo una versión japonesa basada en un
cómic manga sobre ‘Metrópolis’, eso sí.
Otro problema importante era saber qué tipo de versión del
emblemático filme nos íbamos a encontrar, dado los numerosos cortes que ha sufrido
debido a las respectivas censuras que cercenaron, por ejemplo, la supuesta
carga erótica del baile de María, entre otras escenas. Y como se nos advirtió
al comienzo de la proyección, existen varias partes ya irrecuperables, puesto
que se destruyeron los negativos con el material descartado. Por fortuna, en
2001 fue objeto de una profunda restauración que condujo a su designación como
Patrimonio de la Humanidad y en 2008 el investigador Fernando Martín Peña
localizó en Argentina un deteriorado fragmento de 16 mm que permitió recuperar
casi 26 minutos inéditos.
Visionar esta última versión íntegra de 148 minutos, cuyo
espíritu es el que más se acerca al metraje original de Fritz Lang, habría
supuesto un aliciente adicional, aunque las casi dos horas del espectáculo que
contemplamos tampoco estaba mal. Y lo cierto es que nunca de está de más
adentrarse en ese mundo futurista que sentó las bases de todo un género
cinematográfico que décadas después viviría su apogeo con obras también
inmortales como ‘Star Wars’ o ‘Matrix’. Así era el futuro de antes.
TEXTO Y FOTO CINE:
ALFREDO VILLAESCUSA
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