martes, 31 de diciembre de 2019

KURT BAKER COMBO: TODO UN REGALO NAVIDEÑO


Crazy Horse, Bilbao

Las tradiciones no reconocidas como tales suelen ser las mejores. Hablo en concreto de esa especie de rituales que no acostumbran a plasmarse por escrito de manera oficial, pero que suceden con precisión mecánica cada año. No hacen falta luz ni taquígrafos para certificar la voluntad inexorable de llevar algo a cabo, sino simplemente que existan las ganas de ello. Coger el toro por los cuernos y plantarse en el lugar en cuestión. Sin darse excesiva pompa. El embrión del famoso hazlo tú mismo punk.

Entre estas costumbres no establecidas oficialmente destacaríamos el bolo que suele ofrecer por estas fechas el estadounidense afincado en la península Kurt Baker. Si en alguna ocasión hemos mencionado aquella regla que situaba un recital de The Dictators o Sex Museum en el Kafe Antzokia invariablemente cada Semana Santa, con alguna excepción de por medio, creo que podemos ya incluir en la misma categoría los conciertos del príncipe del power pop en el Crazy Horse. Un lugar que ya siente como su casa y que incluso cuenta con auténticos clásicos del garito, como comprobaríamos a lo largo de la velada.


Con una notable afluencia de parroquianos habituales del rockerío bilbaíno, como Iñaki y Pepe de Turbofuckers o Fabi de Penadas Por La Ley, estaba claro que el ambiente no sería un problema aquella noche. De hecho, todas las veces que hemos visto a este crack de Portland ha habido entre el respetable un jolgorio de impresión. Lo más normal con temas enérgicos que invitan a la diversión y al buen rollo.

Todavía coleteaba su último trabajo de estudio ‘Let’s Go Wild’ en este regreso por tierras vascas de Kurt Baker Combo, pero la principal novedad observable a simple vista era la nueva formación de la que se ha rodeado el de Maine en esta ocasión. Lo más llamativo era que ya no estaba su batería chalado ruso con desbordante ímpetu, en su lugar teníamos a un chavalín con pinta mod que dio el callo como un profesional, aunque algún que otro detalle revelara su excesiva frescura. Y para reforzar más su potente sonido, había ahora también otro guitarra que libraba a Baker de las seis cuerdas para concentrarse en su faceta de frontman, algo para lo que ha nacido, sin duda.


El trallazo “Upside Down” funcionó a modo de percutor del show en el inicio, y sin despegarse del álbum ‘In Orbit’, enlazaron con “Baby’s Gone Bad”, power pop reconocible a lo largo y ancho del globo terráqueo desde las primeras notas. Turno de volver al material reciente con “So Lonely” y “Foolish Stuff”, otro par de piezas para epatar en las distancias cortas. Y lo mejor de todo es que casi ni hay descanso entre medias, salvo algún arrebato parlanchín que hasta le podemos perdonar al orfebre de melodías.

“Everybody Knows” es otra fundamental en sus directos, mientras que “I Can’t Help Falling In Love” constituye un avance que ya editaron el pasado verano. Al carismático voceras siempre le gusta regresar a Bilbao, no lo tiene ni que esconder, por eso se le notó muy motivado, buscando el contacto con el respetable y tratando que los fieles vivieran otra noche antológica. Y a buen seguro que lo consiguió junto a sus compinches.


Su fortaleza como compositor reluce en “Next Tomorrow” y en el “Nobody But Me” de Isley Brothers no puede evitar acordarse de que siempre la ha tocado en el Crazy Horse, según explicó antes de hacernos la pelota diciendo con su notable acento guiri que “Vitoria quizás es más verde, pero Bilbao es más fiesta”. Muy cierto. ¿Quién quiere capitales sostenibles con cero ambiente nocturno? Dejemos los largos paseos por los parques para la senectud.

Y después de esa joya llamada “I Can’t Wait”, el norteamericano siguió dorando la píldora explicando que había venido desde Chicago expresamente para tocar y que allí no había “ni Guggenheim ni tortilla de patata”. La palabra “chupitous” sonó por primera vez, esperando que alguien se hiciera eco de la petición. A la espera del bebercio para músicos, los parroquianos refrescaron el gaznate con el clásico de Leiber y Stoller “Love Potion No.9”, que con los tonos melódicos de Baker se antoja casi gloria bendita. Posee un ojo clínico para las versiones, basta escuchar su disco ‘Got It Covered’ de 2010.


“Can’t Go Back”, lanzado el pasado noviembre, sería otro single reciente que no desentonaba en su equilibrado repertorio antes de emprender viaje a “otro planeta” en “Sends Me To Mars”. Durante este intervalo, por fin llegó la priva para los artistas y Baker brindó con los asistentes por el año nuevo, al tiempo que exhibió su espíritu navideño, no en vano ya ha grabado algún tema típico para estas fechas como “Christmas In The Sand”.

Y en “Partied Out” apeló al desmadre festivo que tanto le gusta, no sin desear no tener “resaca” al día siguiente, dudamos que consiguiera semejante proeza. Un alma caritativa acercó un chupito a Kurt y este no dudo en calificarle como “el santo de Navidad”, lo fácil que es hacer feliz a este hombre. En pleno apogeo del despiporre, encadenó un trío de infarto con “Don’t Steal My Heart Away”, “Don’t Go Falling In Love” y un “Aorta Baby” que a estas alturas ya se ha convertido en un santo y seña de su trayectoria en solitario. Y mientras el personal montaba jaleo en el centro, el voceras se metió en el meollo y aprovechó para intercalar el “What I Like About You” de The Romantics. Hubo tanto frenesí que el micro dejó de funcionar y tuvo que pillar el del guitarra. Cosas que pasan.


Regresaron para los bises con un “Bad Boy” de Larry Williams un tanto descacharrante porque el batería se debió confundir de canción, pero no tardaron en arreglar el desaguisado apelando a que “los fallos son el rock n’ roll” y arrancándose con el “Walking Out On Love” del rey del power pop Paul Collins, casi nada. Y en esta racha versionera, rescataron una joya a medio camino entre el garaje y el punk como el “Don’t Look Back” de The Remains. Un sabor de boca inmejorable previo a que retomaran ya con propiedad el “Bad Boy” de Williams. El broche inapelable.

Un recital rotundo de los de darse golpes en el pecho como un gorila, todo un regalo navideño de Baker para sus fans. Porque, como nos dijo durante el trascurso de la velada, él no conoce a ninguna “persona triste” en esta época del año. Es un feliciano de la vida. Y le entendemos hasta cierto punto. ¿Qué podría haber de malo con Kurt Baker cantando?

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


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