martes, 10 de marzo de 2020

IGOR PASKUAL: EL DE LOQUILLO


Sala Shake, Bilbao

Dime con quién andas y te diré quién eres, reza nuestro inefable refranero popular. Y lo cierto es que a veces no existe mejor opción que fijarse en las compañías de alguien para acertar a desentrañar cualquier personalidad. Una regla que de vez en cuando posee excepciones, de sobra es conocido que pocas certezas absolutas tenemos en esta vida. Si hablamos de tipos con múltiples facetas tal norma se antoja inservible por completo, puesto que, por fortuna, no todo puede reducirse a una simple disyuntiva de blanco o negro según la costumbre imperante en los tiempos maniqueos actuales. Ampliemos la paleta sin miedo, por favor.

En una categoría poliédrica deberíamos incluir de cabeza al actual guitarrista de Loquillo, Igor Paskual, una suerte de Leonardo Da Vinci contemporáneo, que aparte de tocar junto a uno de los grandes del rock patrio, también escribe con notable habilidad, no en vano en 1992 ganó un concurso de poesía para menores de edad del Principado de Asturias. Y por si dichos méritos resultaran insuficientes, se licenció además en Historia del Arte, al tiempo que realizaba excavaciones arqueológicas en Jordania y luego formaba el grupo de glam rock Babylon Chat. Los mismos que solían iniciar sus conciertos con el provocador grito de guerra: “¡Vamos a follarnos a vuestras novias!”. Que nunca se pierda el descaro punk.


Una chulería que nunca le ha abandonado a este carismático músico capaz de convertir un simple recital acústico, que en otras manos se tornaría un peñazo insoportable, en un fiestón de envergadura con momentos hilarantes dignos de un monólogo cómico. Así de peculiar es este señor, los ofendiditos y amantes de lo políticamente correcto no pintan nada en un bolo suyo, hay por ahí espectáculos inocuos mucho más adecuados para las mentalidades cerriles.

Tras llegar al Shake a toda mecha después de ver a Tahúres Zurdos en la sala BBK, nos sorprendió encontrar una nutrida afluencia en la parada vizcaína de Igor Paskual. Una interesante cita que atrajo incluso a brillantes astros del panorama como el mítico batería de Trogloditas Jordi Vila o Marga Alday, bajista de Moonshakers, y a la sazón de Kinki Boys junto al ya mentado aporreador. Figuras de envergadura para arropar un recital mucho más divertido que el de su anterior visita al Kafe Antzokia, pese a que fuera del mismo modo para enmarcar.


Por los motivos antes expuestos nos perdimos los primeros temas, pero alcanzamos a llegar para el folk incendiario de “Napalm” o la chulapa “Alborada”, con estrofas que son puro nihilismo. Un ambiente decadente que se esfumaba en cuanto el protagonista de la velada soltaba alguna coña, como presentar a su invisible banda virtual compuesta por santos o imitar a compis de profesión del estilo de Mikel Erentxun o Enrique Bunbury. Las cervezas que había trasegado con alegría se dejaron notar.

El glam rock adrenalínico de “Nuestra señora de la consolación-Hazlo tú” ofició enlazado a una más reposada “Nuevo bautismo”, una elección acertada en las distancias cortas. Igor mandó entonces a la peña gritar y no dudó en picar al personal afirmando que “así que los de Bilbao no follan”. Y poco más tarde se escuchó una voz femenina preguntar a voz en grito: “¿Es ese el de Loquillo?”, con el consiguiente pitorreo general. En esta tónica festiva propia de los conciertos de tú a tú se arrancó con la etílica “Bebemos”, dedicada, por supuesto, a su viejo compi de correrías Jordi Vila.


La verdad es que hubiéramos preferido un formato eléctrico tradicional, pero no se lo curró nada mal el carismático hacha y vocalista acompañado únicamente de Ángel Miguel, que le ayudaba con bastante habilidad tanto a las seis cuerdas como a los coros, muy digna en este aspecto les quedó la country “Volver”. Y subieron otro escalón en “Con la suerte de nuestro lado”, quizás nuestro tema preferido de su último disco. Ni un ápice se echó de menos la versión electrificada.

Tocaba descender todavía más a los infiernos con “El peor novio del mundo”, que rezuma Tom Waits por los cuatro costados, hasta se atrevió a emular la voz aguardentosa de la coz cantante. Y lo elevamos hacia la estratosfera en nuestro altar particular con la políticamente incorrecta “Casanova”, un enorme himno a las mujeres con cierto deje Elvis. “Waterloo” en estudio no llama demasiado la atención, pero interpretada a escasos palmos pone realmente la piel de gallina. A sus pies, maestro.


La prodigiosa garganta de Igor Paskual destaca en “Tierra firme” antes de que se despidan por unos breves instantes. No tardaron en regresar amagando con el “Personal Jesus” de Depeche Mode, una excentricidad previa al “Heroes de David Bowie, muy trillada aunque nunca desagrada escucharla de nuevo. Mucho más interés poseía el guiño a Babylon Chat de “El último brindis del año”, lástima que no se suela prodigar en esta vertiente.

El legendario pique entre Bilbao y Donosti fue azuzado en diversas ocasiones por Igor Paskual, pero sin duda alcanzó su punto álgido cuando una espectadora se quejó diciendo “Eh, que las de Bilbao somos más guapas” y el vocalista la dejó tirada en la lona respondiendo “Igual sí… pero las de Donosti son más putas”. Zasca épico para enmarcar. Para que no se generaran malentendidos, reculó rápido añadiendo “Pero para puta…yo la primera”, en consonancia con su añeja militancia glam. Y así todos contentos. Y muertos de la risa.


El epílogo llegó con la springsteeniana “Música para traicionar”, la pieza que abría su debut en solitario. Y a modo de coda rescató “Cansado de la vida” preguntando al respetable lo que habría que hacer en caso de estar harto de la vida, del amor o de las drogas. Las grandes preocupaciones de la humanidad. Hubo los que pidieron más bises, aunque después de dar el callo unas dos horas tampoco era cuestión de abusar. Habían cumplido de sobra.

Fue sin duda uno de los recitales más divertidos de los que hemos estado últimamente por deconstruir por completo lo que uno entendería por un show acústico. Sin condescender en absoluto al almíbar o a las moñadas, el de Loquillo, como lo calificó una chica con cierta ingenuidad, demostró que es mucho más que el mero escudero de una figura de relumbrón. Le avala una actitud rockera que echa para atrás. La rebeldía juvenil de las boas de plumas sigue de su lado. Y la suerte también.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA



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