La Nube, Bilbao
Las sutilezas en ocasiones sobran. Al igual que se suele
decir eso de que la miel no está hecha para la boca del asno, también debería
existir una expresión para designar el efecto contrario, esto es, un sonido tan
sucio y grasiento que espante de inmediato a cualquier estirado o fan del rock
progresivo. Lejos de esos recitales de sentar cátedra de tipos reputados, aquí
lo que se ofrece es pura inmundicia, punk cafre para desmadrarse y dar rienda
suelta a los más bajos instintos. El que prefiera algo más de intelectualidad,
mejor que acuda a un ciclo de Akira Kurosawa o que pille un libro de
Sánchez-Dragó.
En esta categoría de melodías rastreras entrarían de lleno
La Moto de Fernan, oriundos de Benidorm que nacieron en 2010 “con la única intención de no trabajar
jamás”, según explican en su Facebook, y que precisamente en 2020 celebran “diez años de música de mierda”, como
les gusta llamar a su estilo. Un nombre fundamental dentro del underground
rockero con una trayectoria labrada en tugurios infectos, festivales tipo
Funtastic Dracula y que además responden a apelativos tales como El Grasas aka
El Maracas y Pedrito aka Peter Sonámbulo. Menudo par de personajes.
Con estos mimbres era lo más normal que el garito La Nube se
petara a tope para recibir a este dúo de chalaos, no importó lo más mínimo que
en el exterior hiciera una jornada de perros con lluvia y frío, sus seguidores
no son de esos melindrosos que se dejan arrugar por las inclemencias
meteorológicas. Si de verdad existiera un equivalente sonoro para la comida
basura, ellos lo encarnarían por completo. ¿Qué dicen que es malo para la
salud? Pues bueno, de algo habrá que morir. No vamos a dejar encima un cadáver
bonito.
Animaron la velada otro dúo muy en boga por estos lares, los
barakaldeses Los Retumbes, que se
confiesan “intoxicados por el lindano”
y le dan a un rock garajero para contonearse cargado de actitud a lo The Cramps
y con letras tan viscerales como las de los primeros Siniestro Total, “Eres
idiota” constituye un claro ejemplo de ello. No tardaron en ganarse a la peña
por su descaro, a pesar de que afirmaran no querer “ofender a nadie”, algo casi imposible en los tiempos actuales.
Para enmarcar resultaron “Tatuaje de mierda”, su adaptación en castellano del
“White Riot” de The Clash, así como muchas otras de sus adrenalínicas piezas.
¡Que sigan retumbando por doquier!
Los Retumbes y su descaro a lo Siniestro Total. |
Y si el respetable andaba más que predispuesto hacia los
teloneros, ni imaginar lo que sucedería cuando irrumpieran La Moto de Fernan, que todavía eran más cafres. Los pogos brotaron
con saña desde el inicio hasta el punto de que tirar fotos allí podría
convalidarse con una estancia en Libia o cualquier otra zona de conflicto. Poseían
además ese componente peligroso que distingue a los grandes de verdad, una
actitud que contrastaba con el tremendo cachondeo que se traían entre ellos, no
en vano el batera calificó a su compi como “coronavirus
con patas”. Que no falte el proscrito humor negro.
La cerveza voló como en las grandes ocasiones y si uno luego
miraba al suelo del garito parecía que allí había acontecido una batalla
campal. Con cortes fugaces, que por lo normal no llegaban a los dos minutos,
imprimieron un ritmo tan frenético al bolo que se vieron obligados a realizar “una paradita” para respirar. Un pequeño
preludio antes de la tormenta eléctrica que se alcanzaría con su himno “Hazme
el harakiri”, con los pogos más desatados que nunca y diversos líquidos
surcando las alturas. Entusiasmo en grado máximo.
“Yayo tropical” pudo asemejarse a unos Motörhead garajeros, no
ocultan que entre sus influencias están Lemmy y Sigmund Freud, que cada cual le
dé vueltas a la pertinente justificación. El ambiente andaba tan caldeado que
no pudieron evitar exclamar “Esto no es
Bilbao, es una puta fiesta”. No sería extraño que cualquier curioso que
pasara por las inmediaciones se preguntara qué diantres estaría sucediendo
adentro ante tamaño griterío. Una farra de las que hacen afición.
La autoafirmativa “Somos la moto de Fernan” legaría estampas
impagables con el guitarra arrodillado ante la batera de su compañero antes de
que el personal levantara al encargado de las seis cuerdas como si se tratara
de un dios. Y salió a cantar con ellos un tal Angelito que era una reencarnación
viviente del legendario Kike Turmix, seguro que al desaparecido cantante de The
Pleasure Fuckers también le había agradado un corte tan explosivo del estilo de
“Mi hijo ya se droga”. Socios de Satán a perpetuidad.
Toda una demolición de lo políticamente correcto podría
considerarse “Chica joven”, cuya letra tendría problemas con los censores
modernos si alcanzara mayor repercusión, les salva el bendito underground y la
ignorancia supina de los encargados de analizar las estrofas de canciones,
esperemos que algún día entiendan que se trata de productos de ficción, del
mismo modo que una película o cualquier obra artística.
No habían llegado ni a la hora, pero a ver quién es el guapo
que aguanta más tiempo a semejante ritmo endiablado. A pesar de la sudada que
tendrían a esas alturas, se animaron a complacer a los fieles con su peculiar
revisión del mítico “Johnny B. Goode”, tema muy trillado que en sus manos
adopta una perspectiva completamente nueva, la hacen suya por completo. ¿Quién
mencionó a un señor llamado Chuck Berry?
Una auténtica sesión de purificación vivimos aquel día, pues
estos tipos son capaces de quitar la tontería en cuestión de minutos.
Desmontaron el esqueleto del rock n’ roll a su armazón básico y tiraron a la
basura el resto de detalles accesorios como la popularidad, la competencia
instrumental o la pose desmedida, aquí solo teníamos agallas para regalar. No
dejamos de lanzar un último consejo para su disfrute: ¡Que nadie se vuelva
yeyé!
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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