Kafe Antzokia, Bilbao
En tiempos de extrema polarización política y caza de brujas por doquier siempre emocionan las uniones, las sinergias creativas o cualquier otro intento de acumular fuerzas por una buena causa. En este caso, la coalición de talentos que nos ocupa no ha sucedido para salvar a las ballenas ni tampoco para cambiar el mundo, sino simplemente porque sí, para reivindicar la sintonía entre dos formaciones diferentes en lo musical, pero con un denominador común tan contundente como el rock.
Otro nexo de unión entre ambas bandas estaría en cierta fijación por las maneras de antaño. Pero cuidado, no hablamos de la prehistoria, aunque hoy en día lo parezca esa época en la que los lanzamientos de discos eran todo un acontecimiento y no había que aguantar a ejércitos de chorras en los conciertos con el móvil en ristre grabando vídeos que luego nunca verán. ¿Qué podría haber más vintage en la actualidad que sacar lo que se llama un split? Que cada cual haga el sencillo ejercicio de evocar el último álbum conjunto que recuerda.
A pesar de las altas expectativas depositadas por muchos que escucharon el esfuerzo colectivo, lo cierto es que el concierto parece que se trasladó en el último momento al piso superior del Kafe Antzokia, con menor capacidad que la planta de abajo, pero con más rollo de garito. La época navideña no suele destacar por la espectacular afluencia en bolos, pero para tratarse de un simple miércoles en medio de ninguna parte se consiguió una concurrencia bastante reseñable.
Abrieron Víctimas Club con Pela dominando la situación desde el comienzo y un respetable realmente volcado, sobre todo en las primeras filas. Los que ya les habíamos visto en ocasiones anteriores sabíamos de sobra el considerable poder en las distancias cortas de “Profesional”, “Somos tu nueva normalidad” o “¿Cuánto tiempo llevamos así?”, capaces de elevar las gargantas hasta la estratosfera por lo menos.
Mencionar que este proyecto surgió justo antes de ese brutal recorte de derechos y libertades conocido como pandemia, pero a pesar de los grandes inconvenientes de dicho periodo, lograron mantener viva la llama hasta el momento de grabar su primer, y hasta el momento, único larga duración, ‘El castigo es colectivo’.
Diría que gran parte de esa energía inherente a las composiciones sigue presente en directo, algo que se notaba en trallazos del calibre de “Farsantes contra farsantes” o cualquier otro del debut. Al igual que en bolos anteriores, recuperaron “Mundo mejor” de Sumisión City Blues, aunque Pela advirtió que ese tema “se quedaba para Barakaldo”, el lugar donde la extinta formación ofreciera su último recital.
Había que dar cuenta del material más reciente, por lo que no tardaron en irrumpir “Chicas que”, que se recibió como un auténtico clásico, o “Humillante speed”, con Pela haciendo gestos de esnifar. Se presentaron como “Sonic Trash” y dijeron que eran de “Neguri”, aparte de presumir de su amistad en redes sociales con Fermín Muguruza. “Ya sé que en Bilbao no significa mucho, pero en el resto de Euskal Herria es la hostia”, dijo el frontman.
Insuflaron poso mesiánico a lo The Doors al final en “Cortando encía”, que se inició en plan sermón con las palabras: “El tiempo está en todas partes” y se transformó en un soberbio in crescendo con ecos psicodélicos y hasta funky como de James Brown de tripi. El solo de Joseba volvió a convertirse en otro de los momentos impagables de la noche y hasta desató un “lo lo lo” no futbolero. El listón había quedado muy elevado.
Cambio de rollo total con Sonic Trash, que dieron desde el principio cancha al split con “Serendipia” o “Algoritmos”. Los bilbaínos eran otra garantía infalible para un bolo trepidante por esa amplitud de estilos que va desde el post punk al rock alternativo noventero, entre otras cosas. Y el saber estar en escena del vocalista y guitarrista David Hono tampoco conviene pasarlo por alto.
Siguieron además con la broma iniciada por sus compis de velada y se presentaron como “Víctimas Club” y su frontman ironizó con que había engordado un poco. Si los precedentes a las tablas habían gozado de un sonido contundente, no menos cierto se antojaba el caso de los segundos en liza, con un impresionante muro que no restaba ímpetu a la propuesta de los locales.
“Kalamity”, con ese aire oriental del comienzo sobrevolando en el ambiente, fue sin duda uno de los puntos álgidos de su breve repertorio, aunque apelaron del mismo modo al rock con actitud en “Gure Nights” o “Bilbao Speed City”, su himno dedicado al Botxo. Puede que no fueran tan viscerales como Pela y compañía, pero disponían de una notable faceta guitarrera a la que dieron rienda suelta aquella noche.
El acomodo o tirar de lo fácil tampoco iba con ellos, por lo que manejaron con mucha solvencia las cadencias y el ambiente noctívago a lo Nick Cave en “Ginebra”, otra muestra del reciente split. Ya hemos dicho que no se trató de un recital extenso, pero todavía consiguieron mantener el interés de los fieles con “Amnesia” y un “Hey chica” apabullante que terminó de desbordar los ánimos de la afición.
Lo
cierto es que la cita en general se nos pasó a velocidad supersónica, por lo
que hubiéramos deseado una mayor duración de ambos bolos, aunque no olvidemos
que cuando uno apenas se entera de un concierto suele significar que ha sido
muy dinámico. ¡Larga vida a esta coalición impepinable!
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