jueves, 3 de septiembre de 2015

EL COLUMPIO ASESINO: MENTES PERTURBADAS


Kafe Antzokia, Bilbao

El buenrollismo causa estupidez galopante. Esa obligación imposible de caer genial a todo el mundo que ni siquiera consiguió Jesucristo.  Ahora por ejemplo hasta tenemos un Papa que predica tal aberración moral al conceder el magnánimo perdón a las mujeres que abortan mientras sus lacayos en la península  piden penas superiores a los veinte años por protestar por ese mismo derecho en una iglesia. El doble rasero castizo lo llamaban.

Ajenos a cualquier tipo de postureo siempre han permanecido los navarros El Columpio Asesino, moviéndose en un terreno indefinible entre el rock, el punk y la electrónica tenebrosa, en un estilo ecléctico que no tiene parangón en el panorama nacional. Si a ello le sumamos la decadencia y el encabronamiento generalizado de la sociedad en los últimos años, el resultado es una música hipnótica, violenta por momentos, e incluso perturbada como aquel tipo que observando una silueta fijamente se “toca” junto a una ventana.

La enigmática Cristina.
 Porque hay que reconocer que lo suyo es regodearse en el mal rollo y la turbiedad, pese a que su reciente éxito haya arrastrado a un público que no parece familiarizado con los aspectos sombríos de la vida. Había empero esa noche una notable proliferación de camisetas del ‘Unknown Pleasures’ de Joy Division, hoy en día la antaño banda de culto de Manchester se ha convertido en poco menos que una marca corporativa accesible a cualquier paladar.

Con el ambiente festivo de la ciudad como telón de fondo y miles de conciertos por la cara a escasos metros, una respetable multitud se congregó en la sala, muchas barbas, peña pudiente y chicas guapas que aprovechaban para contonearse y marcar pezones a la mínima ocasión. A veces aquello se asemejaba a una especie de bacanal, una colisión de cuerpos sudorosos y alcoholizados deseosos de que la farra recorriera cada uno de sus poros. A nadie amarga un dulce.


Amenizaron la velada El Inquilino Comunista, insignes representantes de lo que se llamó a principios de los ochenta ‘Getxo Sound’ y que no era sino un conglomerado de grupillos supuestamente ‘alternativos’ bajo el paraguas del ayuntamiento local. Jamás aguantamos la pretenciosidad del movimiento ni su insufrible uso del inglés pedante, por lo que no les prestamos demasiada atención. Llegamos tarde del bolazo arrollador de Nuevo Catecismo Católico, y a pesar de eso, su concurso se nos hizo más largo que un día sin pan. Ni siquiera les salvó que recurrieran a temas ajenos de The Feelies. Tan soporíferos como siempre.

Si Bécquer viviera en nuestros días a buen seguro debería animarse a escribir una rima en la que sustituir su famoso “¿Qué es poesía?” por la palabra indie porque la mayoría de los mortales sería incapaz de acertar en su definición, algo tan intangible como la levedad del ser, por lo menos. A El Columpio Asesino por su deliberado acomodo en tierra de nadie no tardaron en encasillarlo junto a gafapastas y demás, y eso que sus referencias a Suicide o Einstürzende Neubauten marcarían a priori distancias abismales con cualquier otro compi de género.

La voz robótica y perturbadora
Su puesta en escena crepuscular sigue esa misma línea y se agudiza todavía más en “Babel”, la pieza que abre su último largo ‘Ballenas muertas en San Sebastián’. “Escalofrío” profundiza en las atmosferas gélidas y es como si pusiera voz a la cabeza de un psicópata, del mismo modo que “La lombriz de tu cuello”, donde Cristina toma protagonismo a la batería electrónica y asemeja la propuesta a cualquier combo cold wave de una ex república socialista soviética.

De hecho, su enigmática guitarrista y cantante sería quizás la presencia más magnética sobre el escenario, con sus tonos hipnóticos, casi como si te susurrasen en un oído como en “A la espalda del mar”. Es evidente que debe despertar la libido del personal tanto masculino como femenino con esos sensuales movimientos, algunos incluso la gritaban “rubiaca”. Pese a que de morena guarde mayor encanto e inaccesibilidad, sigue conservando la habilidad para calentar a las masas. Morbo total.


Parecía mentira, pero la homónima “Ballenas Muertas en San Sebastián” era tal vez lo más cercano al gótico que podía escucharse por estos lares, una suerte de mantra que dibuja un panorama desolador ante el que no cabe ninguna esperanza. Y si “Entre cactus y azulejos” no induce a la desesperación absoluta habría que hacérselo mirar, son los dioses absolutos del mal rollo.

Una escueta rendija hacia la luz se abre en “Perlas”, con un leve aire optimista al “Heroes” de David Bowie, aunque ya se habían quedado a gusto anteriormente en el intervalo ruidista que colaron al final de “Diamantes”. Y por supuesto “Toro” llevó al personal al paroxismo, no en vano se ha convertido en un tiempo récord en un himno para las huestes barbudas hipster, basta echar un vistazo a la infinidad de remezclas que se han editado del tema. Hasta una pareja en pleno éxtasis se subió a las tablas a morrearse y bailar una especie de vals.

En pleno éxtasis.
 En menos de un año ya les hemos visto unas tres veces, pero sarna con gusto no pica, como se suele decir, pues cuentan con uno de esos directos para repetir, una sesión hipnótica de la que no apetece despertar. Todavía guardaron balas en la recámara con “La marca en nuestra frente es la de Caín”, que devino en un in crescendo plagado de efectos, y “La muñeca”, alargada para amplificar la sugestión colectiva antes de caer en un vacío de ruido.

Hacen falta mentes perturbadas para que el mundo chirríe y los bienpensantes vuelvan la cabeza escandalizados. Estamos cansados de Paulo Coelho, de cuentos felices y libros de autoayuda. En ocasiones hay que dar un puñetazo encima de la mesa.  

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA









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