martes, 29 de agosto de 2017

RADIOCRIMEN: EL PUNK ERA ESTO



Satélite T, Bilbao

Al igual que sucedió con el rock n’ roll, llega un momento en el que hasta el movimiento más contestatario e irreverente acaba convertido en algo meramente mercantilista, otra excusa más para sacar pasta a los incautos que se apuntan a la nueva moda y aquello que antaño era underground llega a unos niveles de masificación tales que las camisetas de los grupos están al alcance de cualquiera en los centros comerciales. Por si fuera poco, la escena se llena también de monopatineros con pantalones “cagaos” que socaban por completo lo que restaba de identidad del espíritu del 77.

Herederos de la pura subversión y gusto por lo macabro de Eskorbuto o R.I.P., Radiocrimen encarnan los vetustos valores perdidos en la época actual, los de aquellos tiempos de “contenedores ardiendo” en los que bajar un viernes por el Casco Viejo bilbaíno entrañaba una aventura de cierto riesgo. El nihilismo desaforado que no entendía de nacionalismos ni pollas en vinagre porque ya se sabe que los trabajadores no tienen patria ni bandera, por mucho que erróneamente encasillaran a los punkis dentro de ese cajón de sastre llamado “rock radikal vasco”. Ay, cuánto daño ha hecho esa denominación gratuita…


Tocar en el Satélite T suponía para los bilbaínos, tal y como afirmaron durante el bolo, “jugar en casa”, así que no extrañó que el recinto estuviera a reventar hasta el punto de agotar entradas, una gesta que ya habían realizado anteriormente en el mismo sitio. Están sin duda en un momento dulce y quizás sean el grupo punk más popular por estos lares debido a su masiva presencia en festivales y fiestas de pueblos, si alguien se lo curra en ese aspecto de moverse y tirar millas como alma que lleva el diablo, son ellos, desde luego. Y ya si encima contamos con la garantía de un directo apabullante que no suele fallar ni por asomo, poco más cabe añadir.

Pero en ocasiones hay percances que escapan a lo previsible, como el repentino desvanecimiento de uno de sus guitarras el mismo día del concierto, una coyuntura ante la que solo se podía “suspender”, según explicó posteriormente a la peña el otro hacha Luis “Punk”. Menos mal que la salvación llegó en forma de Javi “Puñales”, antiguo miembro desde los comienzos que tuvo que abandonar no hace mucho la nave debido a la imposibilidad de compaginar la actividad en directo con la de su banda madre Rat-Zinger. Qué mejor sustituto para semejante puesta de largo en plenas fiestas.


Como viene siendo habitual en ellos, Radiocrimen no se anduvieron con bobadas y desde los primeros minutos echaron la carne en el asador con “Mis Demonios” o el homenaje al gran Hank Chinaski en “Buko”, en la que el voceras Txarly aludió a la reciente retirada de la decoración festiva de la txosna Hontzak tras la denuncia del Obispado de Bilbao. Otra de esas situaciones absurdas en 2017, como la que sufrió el propio cantante con una multa en aplicación de la Ley Mordaza por “falta de respeto y consideración a la Policía” tras un recital frente a la cárcel de Basauri. ¿Quién dijo que el franquismo sociológico estaba muerto?

Había casi que prepararse psicológicamente para soportar el calor sofocante del interior, pero Txarly y compañía no daban en absoluto muestras de desfallecimiento, con una sintonía total con Javi, al que no se le notó lo más mínimo su ausencia de la banda en los últimos tiempos. El repertorio fue frenético, plagado de himnos del calibre de “Cadenas rotas” o su trallazo “Amar mata”, todo un vendaval en las distancias cortas. Y aprovechando la presencia de su compositor Javi, rescataron también “Delfín Negro”, aunque en su catálogo abundan las piezas para levantar a las masas, caso de “13 Calaveras”, que el personal corea como si le fuera la vida en ello. Es tal su predicamento por la zona que en alguna ocasión hasta hemos escuchado a grupillos hacer ya versiones suyas. Como los grandes de verdad. 


Txarly, para no perder las buenas costumbres, no dudó en encaramarse a la valla de separación y al techo cual murciélago. Uno de los momentos cumbres nos sigue pareciendo “Lágrimas de Carretera”, todo un derroche de nihilismo de los que ya no se estilan y que esperemos que no se apee nunca de sus directos, retumbó lo de “En mi voz ha muerto Dios”. Inmenso.

“Yo diría que la culpa de todo ya no la tiene Yoko Ono, sino Facebook”, sentenció Txarly antes de arrancarse con “Tiempos Salvajes”, otro corte que en un plazo escaso ya suscita el entusiasmo más desatado en sus bolos. Y es que si no se incendian los garitos en los que recalan, poco falta, de hecho, el mismo cantante no puede evitar quedarse de piedra con la recepción de la parroquia en “Alcohol Barato”.


Luis “Punk” también se calentó lo suyo y no dudó en recuperar expresiones de los conciertos de antaño como “Gora Euskadi Askatuta”, a lo que Txarly respondió con cierta sorna: “Y luego la multa me la ponen a mí…”. Con los ánimos exaltados, era el momento propicio para rememorar épocas pasadas en “Contenedores”, quizás de lo mejor de su catálogo y con Luis en un papel estelar a la voz, hasta se le escapó un sentido “hijos de puta” en la estrofa que menciona la violencia policial.

Ni un instante de respiro hubo tampoco con “Mundo Basura”, un tema que cobraba pleno sentido con la reciente censura eclesiástica, o la impepinable revisión del “Ahógate en el W.C.” de La Broma de SSatan, que supera con creces a la original, dicho con todos los respetos. “Si ustedes quieren más, tendrán que gritar y dejarnos algo de alcohol barato”, dijo el carismático frontman antes de regresar expulsando bilis con “Los chicos ya no quieren llorar”, dedicada a un niño que encontró su sitio subido a una máquina de tabaco.

No hacía falta soliviantar al personal, que anduvo más que motivado desde el principio, pero el bajista “Gato” no dudó en sumergirse en el mar de fieles y desde allí reivindicar mediante “En las cloacas” el lado salvaje de la vida, el de los tirados y desarrapados, donde “no se vive tan mal”, según aseguraron. Ni jarcoretas ni calvos de ningún tipo, el punk en realidad era esto y todo lo que ellos representan. Fidelidad perpetua al imperdible.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA

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