Sala Santana 27,
Bilbao
La cabezonería no tiene por qué ser una cualidad negativa.
Hace falta una solidez de principios encomiable para perseverar en una senda
concreta, sin apartarse un milímetro de la idea establecida que uno tiene en la
cabeza. Ser un romántico en el puro sentido de la palabra al que no le importe
vivir casi en la indigencia ni con esa incertidumbre sobre el futuro que sufren
la mayoría de los artistas de verdad. Dormir bien por las noches es un valor al
alza que compensa cualquier penuria pasada.
Seguro que nunca tuvo problemas de ese tipo Alejandro Díez
Garín, más conocido como Alex Cooper dentro del panorama pop patrio. Todo un
ejemplo de perseverancia desde que iniciara su trayectoria con la banda Ópera
Prima y abandonara esta última para crear Los Flechazos y así ser consecuente
con su fe en el movimiento mod. Y algo que comenzó como un simple grupo de
versiones acabó convertido en una piedra angular en el imaginario colectivo de
unas cuantas generaciones gracias a un repertorio impepinable que todavía a día
de hoy sigue conmoviendo por su mezcla de ingenuidad y ganas de comerse el
mundo.
Alex Cooper emulando a Pete Townshend. |
Pudieron haber escogido el camino fácil, seguir con
discográficas importantes y limitarse a poner el piloto automático, pero en
plena crisis económica optaron por abrazar la escena independiente, sin deber
nada a nadie, y de esta manera llegaron incluso a tocar en el histórico
Festival de Benicassim “sin cambiar ni un
milímetro sus planteamientos”, haciendo gala de esa famosa cabezonería que
a veces proporcionaba suculentos frutos.
Una auténtica noche especial se barruntaba con la visita de Cooper a la bilbaína Sala Santana y el
anuncio del propio artista de que después de esta gira ya no retomaría nunca el
repertorio inmortal de Los Flechazos, lo metería en un baúl y se centraría en
su carrera en solitario, bastante reseñable también, por cierto. Era ahora o
nunca, una cita ineludible para cualquier fan de la música con mayúsculas.
Con todo, el recinto presentó una media entrada, aunque con
respetable muy enfervorizado que cantaba los temas a pleno pulmón, con mayoría
femenina y aspecto tan formal que uno a veces se preguntaba si no estaba en
realidad en un mitin del PP o Ciudadanos. Un guateque de esos a la antigua usanza
en el que se veían vestidos coloridos dignos de ‘Cuéntame’, americanas verdes o
rosas y hasta camisas de cuadros viejunas que podrían confundirse con el mantel
de la cocina.
Por desgracia, todavía no hemos descubierto el don de la
ubicuidad, por lo que por estar viendo a los catalanes Obsidian Kingdom nos
perdimos el inicio del bolo y probablemente alguna canción tan mítica como
“Suzette”, pero por suerte conseguimos llegar para su tema bandera “La chica de
Mel” y catar la voz cristalina de Alex Cooper, entonando a la perfección,
haciendo diana en el corazón de muchos asistentes y consolidándose como un
vocalista espectacular para ver en directo. Qué bien cantaba el jodido.
La contribución de los otros miembros a los coros era más que notable. |
Tal y como era de esperar, fue alternando los himnos de
juventud de Los Flechazos con piezas de su trayectoria en solitario, caso de la
nostálgica en vena de “Cierra los ojos” o su última composición “El asiento de
atrás”, una decente carta de presentación de cara al futuro. Iba además
acompañado de una sección de vientos que daba un realce impresionante a su
catálogo y un guitarra y bajista con una más que notable aportación a los
coros. En ese sentido, “Cansado”, con su rollo cercano a Teenage Fanclub, fue
un claro ejemplo de sincronía vocal y de inapelable rodamiento en directo.
“Go Go Girl” incitó a las numerosas féminas elegantes a
bailotear como en un guateque ye-ye, podría haber aparecido tranquilamente
Peter Sellers sin que nadie se escandalizara. Y Cooper confirmó su condición de
orfebre del pop con melodías tan redondas del calibre de “En tu calle” o “Luces
rojas”, que siguen estando a años luz de las de cualquier combo de pop baboso
ochentero o contemporáneo.
La sección de vientos, responsable del realce de muchos temas. |
Uno de los habituales de los conciertos que nos encontramos
por ahí no pudo reprimir la emoción y soltó: “¡Entramos viejos y salimos con pañales!”. Una prueba inefable de
que para muchos la velada resultó una vuelta a la juventud sin paliativos, un
tratamiento rejuvenecedor bastante más eficaz que meter horas en el gimnasio o
calzarse zapatillas con pantalones de pinza.
Imposible no contagiarse del optimismo de “Lo conseguí” y un
señor orondo gritaba “¡No sabes bailar!”,
pero antes de complacer al tipo Cooper decidió echar la vista muy atrás, hasta
la época anterior a Los Flechazos, es decir, hasta sus pinitos con Ópera Prima
y su oda al drama adolescente de “No quiero recordarte”, corte histórico que se
incluyó en una de las dos maquetas que grabó su primera banda.
Y para los bises reservaron proyectiles infalibles que no
podían errar el disparo, sobrada munición se antojaban “Un bidón de gasolina” o
“Daño”, otras dos piezas para regresar a la edad del pavo, a las juergas
interminables y a esos romances que cuando se acaban casi se va la vida con
ellos. No podría ser mejor opción reincidir en esa faceta lúdica con “En el
club” y ese omnipresente órgano Hammond a lo The Zombies que llevaba a otra
dimensión, a una en la que todavía teníamos 15 años y no conocíamos maldad.
Ya decían Los Flechazos en “A toda velocidad” que “todo vuelve a empezar”, aunque la
verdad es que hay algunas cosas que nunca deberían terminar, por ejemplo, la
posibilidad de escuchar en directo estos cánticos de pubescencia capaces de
fundir cualquier corazón inexperto. Unas letras y acordes que te hacen
permanecer ya para siempre en la dorada Era Pop.
TEXTO Y FOTOS: ALFREDO
VILLAESCUSA
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