jueves, 2 de junio de 2016

ALEX COOPER: TODO VUELVE A EMPEZAR



Sala Santana 27, Bilbao

La cabezonería no tiene por qué ser una cualidad negativa. Hace falta una solidez de principios encomiable para perseverar en una senda concreta, sin apartarse un milímetro de la idea establecida que uno tiene en la cabeza. Ser un romántico en el puro sentido de la palabra al que no le importe vivir casi en la indigencia ni con esa incertidumbre sobre el futuro que sufren la mayoría de los artistas de verdad. Dormir bien por las noches es un valor al alza que compensa cualquier penuria pasada.

Seguro que nunca tuvo problemas de ese tipo Alejandro Díez Garín, más conocido como Alex Cooper dentro del panorama pop patrio. Todo un ejemplo de perseverancia desde que iniciara su trayectoria con la banda Ópera Prima y abandonara esta última para crear Los Flechazos y así ser consecuente con su fe en el movimiento mod. Y algo que comenzó como un simple grupo de versiones acabó convertido en una piedra angular en el imaginario colectivo de unas cuantas generaciones gracias a un repertorio impepinable que todavía a día de hoy sigue conmoviendo por su mezcla de ingenuidad y ganas de comerse el mundo. 

Alex Cooper emulando a Pete Townshend.
 Pudieron haber escogido el camino fácil, seguir con discográficas importantes y limitarse a poner el piloto automático, pero en plena crisis económica optaron por abrazar la escena independiente, sin deber nada a nadie, y de esta manera llegaron incluso a tocar en el histórico Festival de Benicassim “sin cambiar ni un milímetro sus planteamientos”, haciendo gala de esa famosa cabezonería que a veces proporcionaba suculentos frutos.

Una auténtica noche especial se barruntaba con la visita de Cooper a la bilbaína Sala Santana y el anuncio del propio artista de que después de esta gira ya no retomaría nunca el repertorio inmortal de Los Flechazos, lo metería en un baúl y se centraría en su carrera en solitario, bastante reseñable también, por cierto. Era ahora o nunca, una cita ineludible para cualquier fan de la música con mayúsculas.


Con todo, el recinto presentó una media entrada, aunque con respetable muy enfervorizado que cantaba los temas a pleno pulmón, con mayoría femenina y aspecto tan formal que uno a veces se preguntaba si no estaba en realidad en un mitin del PP o Ciudadanos. Un guateque de esos a la antigua usanza en el que se veían vestidos coloridos dignos de ‘Cuéntame’, americanas verdes o rosas y hasta camisas de cuadros viejunas que podrían confundirse con el mantel de la cocina.

Por desgracia, todavía no hemos descubierto el don de la ubicuidad, por lo que por estar viendo a los catalanes Obsidian Kingdom nos perdimos el inicio del bolo y probablemente alguna canción tan mítica como “Suzette”, pero por suerte conseguimos llegar para su tema bandera “La chica de Mel” y catar la voz cristalina de Alex Cooper, entonando a la perfección, haciendo diana en el corazón de muchos asistentes y consolidándose como un vocalista espectacular para ver en directo. Qué bien cantaba el jodido.

La contribución de los otros miembros a los coros era más que notable.
 Tal y como era de esperar, fue alternando los himnos de juventud de Los Flechazos con piezas de su trayectoria en solitario, caso de la nostálgica en vena de “Cierra los ojos” o su última composición “El asiento de atrás”, una decente carta de presentación de cara al futuro. Iba además acompañado de una sección de vientos que daba un realce impresionante a su catálogo y un guitarra y bajista con una más que notable aportación a los coros. En ese sentido, “Cansado”, con su rollo cercano a Teenage Fanclub, fue un claro ejemplo de sincronía vocal y de inapelable rodamiento en directo.

“Go Go Girl” incitó a las numerosas féminas elegantes a bailotear como en un guateque ye-ye, podría haber aparecido tranquilamente Peter Sellers sin que nadie se escandalizara. Y Cooper confirmó su condición de orfebre del pop con melodías tan redondas del calibre de “En tu calle” o “Luces rojas”, que siguen estando a años luz de las de cualquier combo de pop baboso ochentero o contemporáneo.

La sección de vientos, responsable del realce de muchos temas.
 Uno de los habituales de los conciertos que nos encontramos por ahí no pudo reprimir la emoción y soltó: “¡Entramos viejos y salimos con pañales!”. Una prueba inefable de que para muchos la velada resultó una vuelta a la juventud sin paliativos, un tratamiento rejuvenecedor bastante más eficaz que meter horas en el gimnasio o calzarse zapatillas con pantalones de pinza.

Imposible no contagiarse del optimismo de “Lo conseguí” y un señor orondo gritaba “¡No sabes bailar!”, pero antes de complacer al tipo Cooper decidió echar la vista muy atrás, hasta la época anterior a Los Flechazos, es decir, hasta sus pinitos con Ópera Prima y su oda al drama adolescente de “No quiero recordarte”, corte histórico que se incluyó en una de las dos maquetas que grabó su primera banda.


Y para los bises reservaron proyectiles infalibles que no podían errar el disparo, sobrada munición se antojaban “Un bidón de gasolina” o “Daño”, otras dos piezas para regresar a la edad del pavo, a las juergas interminables y a esos romances que cuando se acaban casi se va la vida con ellos. No podría ser mejor opción reincidir en esa faceta lúdica con “En el club” y ese omnipresente órgano Hammond a lo The Zombies que llevaba a otra dimensión, a una en la que todavía teníamos 15 años y no conocíamos maldad.

Ya decían Los Flechazos en “A toda velocidad” que “todo vuelve a empezar”, aunque la verdad es que hay algunas cosas que nunca deberían terminar, por ejemplo, la posibilidad de escuchar en directo estos cánticos de pubescencia capaces de fundir cualquier corazón inexperto. Unas letras y acordes que te hacen permanecer ya para siempre en la dorada Era Pop.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA



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