Kafe Antzokia, Bilbao
El llamado post punk estudiantil era un género que hacía
verdadero furor unos añitos atrás. Ya ha llovido desde que los británicos Gang
of Four iniciaran la citada tradición a finales de los setenta con su piedra
angular ‘Entertainment!’ y luego más tarde les tomaran el relevo Kaiser Chiefs
o Franz Ferdinand llevando la música experimental a las masas y al mismo tiempo
pervirtiendo el término original hasta asimilarlo a la maraña indie y
convertirlo en algo tan inofensivo como el tedioso brit pop.
Herederos de esa corriente y de la vertiente punk artística
que pivotaba alrededor del legendario CBGB son los neoyorquinos Parquet Courts,
que muchos ya catalogan como la última sensación del rock alternativo contemporáneo.
Algo que tiene realmente su mérito habida cuenta de que sus referentes más
inmediatos serían The Velvet Underground, Television o incluso Lou Reed, del
que seguramente han copiado su afán experimentador en su EP ‘Monastic Living’,
una chaladura al nivel del ‘Metal Machine Music’, considerado el peor disco de
la historia por su molesto sonido.
Parquet Courts espoleando a la audiencia. |
Una prueba más de que la afluencia de público es uno de los
arcanos más indescifrables de la historia se volvió a encontrar en el bolo de
estos jovenzuelos en la capital vizcaína. Uno podría imaginar que tendrían
cierto tirón, pero no desde luego que abarrotaran el piso superior del Antzoki
un pleno día entre semana y transformaran aquello en un fiestón por todo lo
alto sin demasiados aspavientos, con esa misma sencillez con la que se
presentan en los vídeos y mandan a tomar viento toda la mística de las
estrellas del rock, el anti glamour personificado.
Con esa actitud de andar por casa, Parquet Courts aparecieron por allí, con su guitarrista rubio practicando
sus conocimientos de español y diciendo a la concurrencia “Soy bueno”, suficiente para que muchos se lo tomaran a chufla
total y le replicaran “No, tú eres muy
malo”. Tras arrancar con “Master Of My Craft”, para el tercer tema el
jolgorio en el recinto era ya bastante considerable, con peña como abducida
mirando el escenario y una chica de azul que parecía entrar en trance saltaba
cada dos por tres y gritaba “¡Wow!”
al menor gesto de sus ídolos. Una fan de verdad.
Andrew Savage, uno de los voceras. |
Y en un mantra acabó convertido “Dust”, con tonos vocales
desganados que evocaban a los míticos The Fall de Mark E.Smith, otra de las
luminarias imprescindibles en su firmamento. Pensábamos que la cosa tiraría más
hacia el indie pop, pero en directo se acercaron al punk estudiantil de The
Replacements e incluso a Hüsker Dü por su ramalazo hardcore melódico.
Alternándose a la voz entre los guitarras, Andrew Savage, con pintas de friki
de Silicon Valley, y el simpático rubiales Austin Brown, engancharon de
inmediato al respetable con sus arrancadas frenéticas que desataban pogos por
doquier o hacían agitar la cabeza a la chica de azul, abducida completamente
por sus ritmos.
Lo cierto es que se tornaron muy entretenidos, pues su
paleta estilística cubría un amplio abanico, desde ínfulas noise rock a lo The
Jesus & Mary Chain, el poso experimental de unos Pere Ubu o una engañosa
comercialidad a lo Kaiser Chiefs, con melodías redondas que calaban al instante
en la afición. Aunque por lo que vimos, no todos deberían opinar así, había un
ente sentado al lado de los monitores sin apartar la mirada de su teléfono
móvil, así con toda la jeta del mundo, a escasos palmos del grupo, que por
supuesto le recriminó tal infame acto y le preguntó si tenía algún problema. Es
vergonzoso que dejen sueltas sin correa a estas subespecies concertiles que uno
no acierta a comprender lo que pintan en un espectáculo en vivo.
Sin duda, uno de los puntos álgidos de la velada estuvo en
la fantasmagórica “Berlin Got Blurry”, cuyo punteo hizo moverse de un plumazo a
la multitud hipster de la sala. Y hasta amagaron con el histórico “Voodoo Child”
del inmortal Hendrix antes de fundirse en “Human Performance”, pieza homónima
de su último esfuerzo en la que dejan traslucir esa melancolía urbana tan
propia de la Gran Manzana y rememoran en cierta manera a los The Stranglers de
“Spectre of Love”.
Relajaron los desbordantes ánimos con “Steady Of My Mind” y
el aire brit pop de “Outside” antes de pisar el acelerador con la punkarra
“Light Up Gold”, en la que volvieron a prevalecer los remolinos de manos y
cabezas. El final fue absolutamente trepidante husmeando hasta el último rincón
del garaje con “Sunbathing Animal”, otra de esas para alquilar una habitación
de hotel únicamente para arrasarla y arrojar la tele por la ventana y así
paladear el placer de la destrucción. Casi nada, ufff.
La emoción fue de tal calibre que al acabar el bolo muchos
se lanzaron en plancha para arramplar con los set lists del escenario y los
gritos que solicitaban bises debieron escucharse hasta en la estratosfera, pero
nada, los de Brooklyn pasaron por completo del mundo terrenal, no se dignaron
en regresar y demostraron que el cliente no siempre tiene la razón. En fin.
Al margen de este frustrante hecho, los universitarios de
moda ofrecieron un vertiginoso recital para nada aburrido y con una garra punk
que apenas se atisba en sus lanzamientos contemporáneos. A la próxima que se
estiren más, que eso por estos lares queda muy feo.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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