Sala Edaska,
Barakaldo (Bizkaia)
Hay diversas maneras de volver a la vida, aparte de la más
literal de todas, esa tan cinematográfica de levantarse directamente del ataúd
una buena noche en cualquier cementerio, a ser posible que coincida con algún
grupo de chavales que justo en ese momento anden merodeando por el lugar. Pero
uno también puede experimentar la resurrección tras una ruptura de pareja,
retomando aquello tan lejano de salir hasta las tantas sin que nadie te apremie
por la hora, tomar lo que uno quiera y yacer con quien se tercie.
Una vuelta al ruedo similar han protagonizado los
canadienses The Creepshow desde que incorporaran a sus filas a la vocalista
Kenda Legaspi, que tomó la ardua tarea de sustituir a la carismática Sarah
Blackwood, y desde entonces no han parado a girar, llegando a encabezar el
Rebellion Festival el pasado agosto en Reino Unido. Otra prueba inefable de su
capacidad para sortear los baches en el camino tras sufrir robos, cambios de
formación y otras vicisitudes personales, ya han dejado claro que su camino
nunca estuvo plagado de unicornios y ponis de colores.
Muy interesante se presentaba a priori la gira por
territorio peninsular de los de Ontario, habida cuenta de que los grupos de
este palo no se prodigan demasiado por estos lares, y cuando lo hacen, no
muchos fieles se suelen animar. Pero en aquella ocasión los astros coincidieron
y sala estuvo a reventar, con mayoría de chicas estilosas con pañuelos en
cabeza, ganchos de calaveras y combinaciones tan sorprendentes como taconazos y
parche de The Plasmatics. A tope con el glamour.
Ya se empieza a convertir en una tradición, pero sarna con
gusto dicen que no pica. No podrían faltar en un bolo de este palo los locales Screamers & Sinners, que
demostraron una vez más su apabullante solvencia en las distancias cortas con
su psychobilly aderezado de alusiones al séptimo arte y actitud punk que no
deja títere con cabeza. Habíamos coincidido con ellos hace nada acompañando a Graveyard
Johnnys, pero sigue siendo un gustazo verles alternarse a las voces, aullar
como lobos o poner los ojos en blanco mientras se cascan temazos del calibre de
“100 Maniacs” o “Tutankamon”. Una auténtica apisonadora.
Screamers & Sinners dieron otro bolazo de altura. |
Y no menos frenéticos resultaron en un comienzo The Creepshow, con piezas que ponían el
garito patas arriba, caso de “See You In Hell” o “Run For Your Life”.
Capitaneados por la tatuada y versátil vocalista Kenda, que además tocaba la
guitarra, se movía sugerentemente y hasta jugaba a ser Liza Minnelli, se
mostraron compenetrados al extremo e incluso el escenario se les quedaba pequeño
con sus idas y venidas.
Los restantes miembros no eran en absoluto convidados de
piedra, con un teclista muy activo a los coros y un contrabajista que también
ponía su granito de arena a nivel vocal, creando un conglomerado compacto ante
el que se antojaba complicado permanecer impasible, unas cuantas féminas
bailongas lo corroboraban. Y cuando la cantante se sumergió en la muchedumbre,
el entusiasmo ya alcanzó proporciones épicas, si es que aquello era posible,
pues la entrega fue algo descomunal desde el inicio.
Molaron también su alternancia a las voces en “Grave Diggers”
y sus cambios de tercio que iban desde el horror punk a machete a una suerte de
rock alternativo un poco meloso pero al que en directo tampoco le faltaba
pegada. Como hemos dicho, Kenda se reveló como una frontwoman bastante decente y reivindicó la mayoría femenina en la
sala instando a las “señoritas a ponerse
sexys” con “Sell Your Soul” y ese poso añejo que retrotrae incluso hasta a
los años 20 o divas tan elegantes y poderosas como Marlene Dietrich.
Preguntaron por los que tenían que trabajar al día siguiente, los que no o a
los que se la sudaba todo aquello, en el súmmum de la actitud punki, antes de
acometer con alguno de sus cortes adrenalínicos que hacían olvidarse de un
plumazo de cualquier tipo de consecuencia.
Llamadme piña, decía el teclista. |
Sabían lo que quería la concurrencia y eso era mover el
esqueleto, por lo que no dudaron en recurrir al rock n’ roll clásico de punteos
al tuétano de “Born To Lose”, donde algunas chicas pudieron girar alegremente
como peonzas. Había tal fiestón desatado que no tardó en llover cerveza, pero
eso no implicaba la más mínima disminución de elegancia, ahí teníamos clase
para regalar, no solo por la insólita multitud femenina, sino por esos
contoneos que se marcaba Kenda y que quizás por el punto exótico te llevaban
hasta algún tugurio humeante con barra americana y sugerentes bailarinas.
Y es que la admiración que suscitaba Kenda no se
circunscribía únicamente a la mente de un servidor, el veterano conciertero
Toni Metralla, que andaba por las primeras filas, tampoco pudo reprimir la
emoción y se subió a las tablas para plantarle a la majetona un casto beso en
la mejilla. Hasta los tipos más duros se conmueven en determinadas situaciones.
La admirada Kenda. |
Hubo aclamación popular para los bises y el teclista nos
confesó un oscuro secreto: quería que le gritaran “piña”. Quizás se debía tratar de una broma de giras pasadas porque
no lo pillamos en absoluto, pero allá cada cual con sus perversiones y
fetiches. Al hombre aquello de la multitud chillando esa palabra le pareció lo
más, así que imaginamos que no dormiría esa noche.
Con “Buried Alive” el personal terminó de entrar en éxtasis,
al igual que el teclista, al que de vez en cuando volvían a gritar “piña”, y sobrecogedora fue asimismo la
estampa con todas las voces entonando a pleno pulmón el estribillo del fronterizo
“Creatures of the Night”. Fogosidad desbordante.
Lo único malo del bolo es que tal vez en estudio ofrecían
más de lo que contemplamos en directo, el repertorio adolecía de linealidad en
determinados momentos, y eso que en su catálogo disponen de verdaderos
cañonazos. A pesar de no diferenciarse en directo en exceso de otros grupos del
rollo, aquella noche provocaron sin duda todo un despertar de muertos en vida.
Ahora hay que conseguir que mantengan las constantes vitales.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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