Sala Satélite T,
Bilbao
No resulta fácil conectar hoy en día. Por lo menos de una
forma espiritual. La tiranía de lo políticamente correcto y las buenas
costumbres suele impedir cualquier tímido intento de acercamiento mínimamente
sincero al margen del habitual postureo social. Ante este panorama no cabe otra
opción que la resistencia, permanecer agazapado como un francotirador y lanzar
alguna que otra bomba en las redes sociales. Dinamitar el sistema desde dentro.
Pero a veces se produce la conexión, la simbiosis, la
sintonía total, dos almas que miran en la misma dirección. Es el caso de la
manera que tienen de entender el espectáculo los guipuzcoanos Discípulos de
Dionisos, insignes representantes de la reserva de rock n’ roll punkarra de los
locales de Buenavista, y los madrileños Los Chicos, que saben también bastante
lo que es montar una jarana considerable, por algo su lema principal dice que “siempre están de gira”.
Mástiles al cielo en Discípulos de Dionisos. |
Pocas formas se antojaban mejores de celebrar el final de
las fiestas bilbaínas en el Satélite T que con un doble cartel de infarto
conformado por las dos bandas antes mencionadas. Una apetecible cita que volvió
a consolidar al recinto como un auténtico templo del rock n’ roll y una
referencia inexcusable para cualquiera que quiera conocer lo que se cuece en la
capital vizcaína en cuanto a la actividad en directo.
Con un calor tan sofocante que en ocasiones ralentizó la
velocidad de algunos temas, Discípulos de
Dionisos se batieron el cobre como jabatos en esas duras condiciones desde
que abrieran la veda con “Vidas Cruzadas” y alcanzaron ya el punto de
ebullición con “Comer, Beber, Amar” o “Coca Ardiendo”, donde tuvieron que pedir
al dueño más aire acondicionado. Entre la muchedumbre el ambiente no era muy
diferente, el sofoco casi de desmayarse se soportaba con entereza gracias a las
toneladas de actitud que despedían los pioneros del porno punk.
Los pioneros del porno punk en plena acción. |
Y es que esos riffs deudores de The Hellacopters, Turbonegro
y demás combos con agallas podrían levantar a un muerto en las más adversas
circunstancias, salvajes sonaron “Seventeen”, “Soldados del orgasmo” o “Mus o
muerte”, mientras algunas fans entregadas abanicaban al vocalista, que si no se
deshidrató, poco que le faltaría.
“En un mundo digital
nos quedamos con lo analógico”, de esta guisa presentaron su himno “Vagina
Eléctrica”, que desató los caldeados ánimos, y el “Skulls” de The Misfits
apuntaló la velocidad de un recital tan apabullante como una locomotora desbocada.
Solo faltaba la presencia a las tablas de sus compis de velada en “Vas a probar
mi puño” para que el desparrame adquiriera cotas estratosféricas. Quizás nos
molaran más en su anterior visita, pero sus bolos continúan siendo igual de
demoledores. Sudamos bien a gusto, vaya.
El listón andaba por las nubes después de una descarga
impepinable, por lo que requería suma habilidad mantener el nivel en tales
coordenadas. Y Los Chicos lo
lograron de sobra, bregados hasta la médula en el directo, han girado cuatro
veces por Australia, tienen seis LPs editados y hasta han aparecido en
recopilaciones internacionales. Defensores absolutos de la fiesta, su música
parece englobar casi todo, punk, garaje, country, soul y cualquier cosa que
haga mover los pies. Por cierto, otra de sus promesas dice que no se puede
parar de bailar una vez que llegan a la ciudad. Lo cumplieron al completo.
Los Chicos bien abrigados para el calor. |
Desde que asomó por allí su vocalista ataviado de blanco
impoluto y sombrero de cowboy, el personal se dejó mecer por un inigualable frontman que más bien parecía un
predicador por su manera de conducir a las masas. Aparte de acercarse para
sentir el calor humano que desbordaba la sala, no tardó en bajar con el resto
de los mortales y encaramarse al único altar al que se debería rendir pleitesía
en la época contemporánea: la barra de bar.
Piezas adrenalínicas de country macarra como “Party Boogie”,
que los acercaban a una suerte de Dead Bronco, provocaban hasta que alguna
fémina aireara los bajos de su vestido, aunque uno de los momentos culminantes
del recital fue cuando su inquieto cantante agarró la silueta de cartón de los
Rolling Stones que tenían en el garito y simuló conversar con ella hasta
provocar las risas cuando afirmó que “Keith
Richards dice que os droguéis”.
Ese no sería el único numerito, pues demolieron de un
plumazo barreras entre artistas y público al sumergirse todos a excepción del
batería en medio del gentío y seguir desde allí tocando como si fuera lo más
normal del mundo. La silueta de los Rolling volvió a dar mucho juego cuando
mandaron agacharse al respetable y la hicieron surfear por encima de la
multitud, al tiempo que intercalaban un fragmento del “T.V. Eye” o el “1969” de
The Stooges, decanos absolutos de la actitud incendiaria en bolos.
Que la parroquia comía de su mano era un hecho, constatado
además por el sujetador que les lanzaron y que no dudaron en ponerse. Su
elegancia empero estaba fuera de toda duda, pues tardaron en deshacerse de esas
chaquetas que daban calor solo verlas. Y rindieron tributo a la herencia
cultural del terruño al entonar a capella
en repetidas ocasiones el “Ya no quedan más cojones Eskorbuto a las
elecciones” de los históricos punkis de la margen izquierda. Un jolgorio de los
que hacen época en el que hasta se derramó cerveza como en las grandes
ocasiones.
“Nos vemos en los
bares”, dijeron antes de volver para unos bises que en realidad no eran
necesarios dado el elevado grado de satisfacción entre los presentes. Txarly,
el amo del garito, salió para encender los ánimos y que el despiporre siguiera
su curso. Los madrileños recogieron el guante y asestaron un tremendo cañonazo
en forma del inapelable “Kick Out The Jams” de MC5, donde contaron con la
colaboración del vocalista de Discípulos de Dionisos ya para rematar el acto de
fraternidad.
Al finalizar uno se preguntaba cuál de los dos conciertos
contemplados esa noche había sido mejor, pero la decisión era harto complicada.
Ya lo decía un compi fotero, son dos amores distintos que emocionan por igual,
a algunos les gustarán más las rubias, a otros, las morenas, pero lo cierto es
que ambas pueden llevarte en un momento dado a otra dimensión.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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