Sala Wurlitzer Room,
Madrid
Emma Cline en su reciente libro ‘Las Chicas’ rescata uno de
esos sucesos macabros que sigue sobrecogiendo décadas después: las matanzas perpetradas
por Charles Manson y su tribu de púberes féminas que entre otras víctimas
incluyeron a Sharon Tate, esposa del célebre director Roman Polanski. Un crimen
que rompió de una vez por todas la supuesta armonía de la comunidad hippie y
acrecentó esa brecha existente entre la adolescencia y el resto de la humanidad
en general, tema recurrente por excelencia en la literatura con ‘El guardián
entre el centeno’ como cima artística.
En la música también son frecuentes los grupos formados por
adolescentes o por adultos jóvenes que han dejado la edad del pavo hace nada y
siempre ha prevalecido cierta mística al respecto. Los ejemplos son
innumerables en diversos estilos, ni siquiera propuestas a priori tan underground como el post punk o el dark
wave se han librado de ese culto a la savia nueva que parece dominar la mayoría
de los ámbitos de la sociedad actual.
Whispering Sons en pleno trance. |
A pesar de los agoreros que vienen diciendo cada dos por
tres que la escena gótica está muerta y no tiene futuro, lo cierto es que no
cesan de surgir prometedores combos europeos que demuestran la permanente
vigencia de un movimiento y que incluso géneros tan introspectivos como el cold
wave no están ni mucho menos amortizados, pese a su apariencia minoritaria.
Algo que seguramente intuían desde la discográfica Tensión Ritual al montar una
interesante tripleta de bandas que podrían despuntar en un futuro cercano,
capacidad no les faltaba.
Acudieron a la cita los habituales del gotiquerío madrileño,
esos con el suficiente criterio para mirar más allá de los tres o cuatro
nombres de siempre. Había por ahí algunos cruzados que desde sus sesiones
intentan ventilar un panorama al que desde luego hace falta aire fresco. Una
media entrada tampoco es que sea para lanzar cohetes, aunque acostumbrados a
bolos de ese rollo por el norte de apenas veinte personas, aquello nos pareció
toda una multitud, dadas las circunstancias, además era domingo.
Poison Point, minimalistas y opresivos. |
Abrieron la sesión los jovenzuelos Poison Point, originados en un inicio como proyecto unipersonal,
aunque desde el pasado agosto mutaron en formato dúo. Pese a que algunos los
consideraron un tanto monótonos, a un servidor le engatusaron sus
sintetizadores envolventes, el preceptivo bajo en la estela de Joy Division y
esos efectos de voz de ultratumba que inducían al trance. Probablemente se
trató de la propuesta más movida de la noche y eso unido a la fantasmagórica
atmósfera que crearon con su derroche de niebla por doquier ya les ganaba el
aprobado más que de sobra. El futuro del dark wave contemporáneo está en las
parejas.
Pero sin duda los que merecerían tener un porvenir más que
brillante son Whispering Sons, que
funden de una sentada el respeto a los clásicos con el potente pulso de la
actualidad al remitir tanto a los eternos Siouxsie & The Banshees como a su
versión moderna Savages, o a Editors, si pensamos en el espectro indie. Unas
buenas vibraciones que ya se perciben en estudio al escuchar auténticos temazos
del calibre de “Wall” o “Shadow”, que sientan las coordenadas por las que
debería moverse la escena oscura hoy en día.
Su vocalista podría ser una discípula de Charles Manson. |
A una carta de presentación previa inmejorable, se unió una
apabullante actitud a las tablas que dejaba para el arrastre a gran parte de
las bandas del rollo. Con una vocalista andrógina que a ratos parecía una
discípula de Charles Manson, conquistaron al respetable por su sinceridad
alejada de postureos, sus atmósferas sobrecogedoras que ponían pelos de punta y
esa pose atormentada de tintes proféticos que recordaba a Nick Cave, otro de
los grandes. ¿Qué más se puede pedir?
Cosecharon salvas de aplausos al final en un in crescendo apoteósico y si en breve no
pasan a tocar en recintos mayores, definitivamente, viviríamos en un mundo la
mar de injusto. Algunos asistentes calificaron su bolo como de lo mejor del año,
opinión que un servidor comparte al completo. Los que no se animaron por puro
desconocimiento u otras razones, que sepan que se perdieron a una de las
mayores promesas del género. De cátedra.
Ante los restantes de la tríada, los alemanes Bleib Modern, muchos se planteaban
sacar la mantita por su poso relajado, pero sorprendieron con un sonido
inapelable a cargo de tres guitarras que casi escondía debajo de la alfombra
todo lo escuchado anteriormente de ellos.
Bleib Modern sorprendieron por su apabullante sonido guitarrero. |
Su palo cold wave, con cierto regusto ochentero francés en
la línea de Asylum Party o Norma Loy, tampoco admite demasiadas innovaciones,
aunque cuando ves a una banda echando el resto, ya pueden hasta tocar sardanas,
que el resultado va a ser positivo. Porque puede que “If Love Is Just A World”
no sea lo que se dice un fiestón y uno jamás se la pondría un sábado para
entonarse, pero cuando se disponen de las agallas necesarias, lo demás viene
por sí solo.
Las féminas coparon la primera fila y observaron con
atención hipnótica el devenir de estos germanos orgánicos que en directo no
recurren a sintetizadores ni ningún tipo de sonidos artificiales, y vaya si se
notaba. A años luz se situaron por ejemplo de los debutantes de la velada
Poison Point y evocaron en ocasiones el ruido ensordecedor de los primeros The
Jesus & Mary Chain, a la par que jugueteaban con acoples que insuflaban
carácter opresivo al ambiente.
En este sentido, épica fue su estampa final con todos de
espaldas al público mirando hacia la batería mientras salía humo de debajo de
sus pies. Dada la sobriedad de la velada, no esperábamos bises ni por un asomo,
pero condescendieron con “Hate Abuses Me”, otra tonadilla desesperada en la que
se hacía inevitable no acordarse de la voz profunda de Tom Smith de Editors.
Aquella noche rompieron los esquemas a unos cuantos, mejor de lo esperado.
Suponemos que su nombre, que traducido literalmente
significa “permanece moderno”,
responde a alguna especie de coña que se nos escapa, aunque la verdad es que
han sabido adaptar como nadie el vetusto legado cold wave al siglo XXI. Entre
ellos y los pubescentes discípulos de Charles Manson hay porvenir en la escena
gótica para rato.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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