Kafe Antzokia, Bilbao
Lo de las colaboraciones entre músicos en ocasiones es un
poco complicado. No siempre salen las cosas como uno espera. La lucha de egos
puede echar al traste cualquier ansiada unión. O simplemente no se conecta, al
igual que sucede en la vida real cuando dos desconocidos se encuentran. Otras
veces surge la magia casi desde el primer minuto y aquello adquiere
proporciones de milagro bíblico. Una gesta conseguida sin demasiado esfuerzo y
que certifica que con voluntad por ambas partes los consensos son posibles. Y
hasta deseables, que se lo digan a la clase política.
La inefable conexión entre la cantautora vasca Anari y la
estadounidense Thalia Zedek bien valdría para montar una coalición bastante más
sólida que otras que se ven por ahí. Y es que algo divino debió suceder en
aquel concierto a comienzos de año en Gernika en el que compartieron cartel y
que desembocó en una gira conjunta por tierras vascas de cuatro fechas. Una
velada especial en la que se harían acompañar por la solvente banda de la
guipuzcoana en la que destaca el guitarrista Ander Mujika, ex miembro de Napoka
Iria y colaborador habitual de Jabier Muguruza.
Dado el conocido tirón de la azkoitarra en la emblemática
plaza del Kafe Antzokia bilbaíno, era esperable que agotara entradas en el piso
superior de Kutxa Beltza. Y más si añadimos el carácter especial de la cita con
esa colaboración junto a Thalia Zedek que quizás no se vuelva a repetir en un
tiempo considerable. Peña muy fan se podía ver por ahí, algunos incluso ni
siquiera dejaban hacer fotos y hasta pedían que uno se agachara como si aquello
fuera una ópera en La Scala de Milán por lo menos.
Con los ánimos caldeados pero contenidos, Anari & Thalia Zedek iniciaron tan
magna noche con la norteamericana tomando la voz cantante en primer lugar en
“Temporary Guest”, una pieza íntima y desgarradora que tampoco se diferencia
demasiado del repertorio de Anari y hasta podría colar por un tema suyo. “Go
Home” comparte el tono reposado anterior y sirve para ir metiendo al personal
en materia, a la par que nos descubre a muchos el inmenso talento compositivo
de la ex integrante de Come, Uzi y otros combos noventeros.
Pilla el testigo su compi a las tablas con “Txori Beltza” y
“Zubiak”, cortes crepusculares para ir acercándonos hasta el fondo del abismo
antes de un “Aingura Hegodunak” para regodearse asimismo en la miseria. Y desde
luego la estadounidense no nos produce tampoco ganas de saltar con “Ladder”,
con su foráneo poso doliente. Menos mal que “Bus Stop” sube ligeramente la
apuesta en cuestión de electricidad e intensidad y no sería raro rememorar la
fuerza poética de Patti Smith, me atrevería incluso a asegurar que uno de los
nexos musicales entre ambas cantautoras se encuentra ahí.
Uno de los momentos álgidos de la velada estuvo sin duda
cuando Anari se arrancó con la desgarradora “Orfidentalak”, imprescindible en
sus directos y que toca la fibra sensible de cualquier ser con un mínimo
criterio, no era extraño divisar entre el respetable a alguno llevándose las
manos a la cabeza de pura emoción. Y “Harriak” no desmerece en absoluto a la
hora de mantener la emoción contenida.
Regresamos con Thalia de la mano de “Afloat”, una pieza en
la que destaca su dominio de las seis cuerdas, no en vano Anari la presentó como
“una guitarrista de calidad”. Y “Bend
Again” reincide en ese poso melancólico que también es seña de identidad de las
dos compositoras antes de un “Fightning Season” con ecos tan alternativos que
podría recordar a los inicios de PJ Harvey. El respetable desde luego lo acogió
como si lo hubieran estado escuchando toda la vida.
Con los sentimientos de la muchedumbre a flor de piel, era
cuestión de tiempo desbordarlos con “Epilogoa” y “Gu”, muy celebradas por los
fieles. Hubo incluso espacio para que cada una de las cantautoras se explayara
en los bises y en el caso de Thalia comprobamos que sus habilidades a la
guitarra sobresalían mucho más que su voz, a pesar de que tampoco lo haga mal
en lo que respecta a las cuerdas vocales.
Y después de que Anari disfrutara de su espacio se fundieron
en un final eléctrico que cosechó una buena salva de aplausos. Una de cal y
otra de arena. La vasca se decantó por la delicada “Oreinak” mientras que la
estadounidense hizo lo propio con “What I Wanted”, una excusa más para resaltar
la tremenda compenetración entre ambas a los coros. No es de extrañar que se
dieran un abrazo al terminar.
Pues lo cierto es que el recital ofició mucho más eléctrico
de lo que esperábamos y no se tornó pesado en ningún momento, se hizo hasta corto,
y eso que tocarían cerca de las dos horas. Como señoras. Y exhibiendo además
una simbiosis total como pocas veces hemos visto. Que repitan esta aventura
cuando quieran. Muy recomendables. Tanto juntas como por separado.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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