miércoles, 2 de octubre de 2019

STOCKHAUSSEN: BAILES DEL MAÑANA


Muelle, Bilbao

Nunca nos cansaremos de agradecer su labor a los promotores que posibilitan que escuchemos cosas que se salgan de la norma y que sean difíciles de ver por estos lares. Frente a los clásicos nombres de siempre que hacen mucho ruido, existe toda una cultura underground con valores totalmente a la contra de los de la mayoría. Gente a la que le mueve más la cultura o la sed de conocimiento que el ganar pasta de cualquier manera y aplastando a posibles competidores si se torna menester. Lo rastrero ante la elevación de espíritu.

Una auténtica oportunidad de oro se antojaba ver en la capital vizcaína a Stockhaussen, versátil proyecto electrónico bajo el que se esconde el mexicano Angel Kauff y que engloba un amplio espectro que va desde el dark o minimal wave hasta el post punk. Unas miras elevadas que ya se pueden intuir desde ese mismo nombre que combina a artistas alemanes vinculados a Johann Sebastian Bach, su máxima inspiración, como el compositor y organista Wolfgang Stockmeier o el pintor germano del periodo barroco Elias Gottlob Haussmann. 


Quizás la incesante actividad bilbaína no estuviera para demasiados experimentos aquella jornada en la que había bolos casi en cualquiera de los garitos habituales del circuito concertil. Pero ya se sabe que la vida es de los que arriesgan, y a pesar de que tampoco tuvimos que andar peleando por el espacio vital, hubo una afluencia bastante decente para tratarse de una tesitura tan complicada. Y no entremos ya a valorar la comercialidad o tirón del género en cuestión, porque entonces tendríamos que pensar en titánicas tareas tipo las de Hércules.

Mucha pena nos dio perdernos por motivos laborales a Isotropía, el otro proyecto post punk de Angel Kauff junto a Keren Batok, pues los comentarios daban a entender que aquello había sido histórico como poco y la mayoría alababa la capacidad para la contorsiones de la mitad femenina del grupo. En fin, ojalá que vuelvan pronto.


Por fortuna, catamos a la perfección a Stockhaussen, que ofició en un primer momento en solitario y hierático, muy a su rollo, aunque la peña respondiera con entusiasmo a su propuesta bailonga. “Efectos mínimos” dio el pistoletazo de salida rememorando los ambientes sintéticos de Aviador Dro y esas letras que parecen casi de manifiesto científico, muy ochentero todo, sí. “Sonidos electrónicos” reincidió en el futurismo y en la glorificación de las máquinas. Imposible no acordarse de nuevo de los paladines de la anarquía eléctrica.

Como hemos dicho, el personal no tardó en entrar al trapo, seguramente gran parte de la culpa la tuvo la propia Keren Batok, cuyos movimientos entre la muchedumbre llamaban la atención sí o sí. Pero hubo asimismo émulos de zombies y hasta algún baile de equilibrio dudoso, era complicado permanecer impávido con algún comienzo que parecía clavado al “Everything Counts” de Depeche Mode. Corazón de rompepistas.

Angel Kauff junto a la georgiana Keren Batok.
Y por supuesto la compi georgiana de Kauff se volvió a subir a las tablas para marcarse cabriolas imposibles mientras su garganta evocaba a leyendas de la talla de Siouxsie Sioux. Lo curioso del recital es que a medida que avanzaba, la cosa se iba poniendo cada vez más maquinal. El mismo Angel se encargaba de preparar a los fieles para la mutación con palabras como las siguientes: “Un tema para que bailéis mucho, como si fuera la última noche”. Una mera declaración de principios que recibió algún grito de “chulo”. Pero ya lo hemos dicho otras veces, mejor sobrado que sencillo, los humildes que se queden en casa.

La pulsión germanófila del proyecto Inmatfabrik con “Resistencia” nos zambulló en el EBM sin paliativos, aunque la concurrencia se lo tomó a bien y hasta se montó pogo, algo que no es exclusivo de los punks. Y subimos un escalón más con ese “Simulación Total” que evocaba a Chimo Bayo y sonaba tan potente como si hubiera guitarras. Las masas se entregaron por completo al bailoteo y alguno hasta se encargó de animar el cotarro gritando “¡Vamos todos!”. Muchas ganas de mambo había por ahí.

Pues estuvo interesante este curioso viaje desde el cold wave o dark wave hasta los confines del EBM y el tecno, una travesía no apta para estrechos de mente. Fue tan fugaz que ni siquiera sentimos las curvas. Bailes del mañana que se perderán como lágrimas en la lluvia, como decía en su monólogo final el replicante Roy Batty. Hora de morir.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


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