Muelle, Bilbao
Nunca nos cansaremos de agradecer su labor a los promotores
que posibilitan que escuchemos cosas que se salgan de la norma y que sean
difíciles de ver por estos lares. Frente a los clásicos nombres de siempre que
hacen mucho ruido, existe toda una cultura underground
con valores totalmente a la contra de los de la mayoría. Gente a la que le
mueve más la cultura o la sed de conocimiento que el ganar pasta de cualquier
manera y aplastando a posibles competidores si se torna menester. Lo rastrero ante
la elevación de espíritu.
Una auténtica oportunidad de oro se antojaba ver en la
capital vizcaína a Stockhaussen, versátil proyecto electrónico bajo el que se esconde el mexicano Angel
Kauff y que engloba un amplio espectro que va desde el dark o minimal wave
hasta el post punk. Unas miras elevadas que ya se pueden intuir desde ese mismo
nombre que combina a artistas alemanes vinculados a Johann Sebastian Bach, su
máxima inspiración, como el compositor y organista Wolfgang Stockmeier o el
pintor germano del periodo barroco Elias Gottlob Haussmann.
Quizás la incesante actividad bilbaína no estuviera para
demasiados experimentos aquella jornada en la que había bolos casi en
cualquiera de los garitos habituales del circuito concertil. Pero ya se sabe
que la vida es de los que arriesgan, y a pesar de que tampoco tuvimos que andar
peleando por el espacio vital, hubo una afluencia bastante decente para tratarse
de una tesitura tan complicada. Y no entremos ya a valorar la comercialidad o
tirón del género en cuestión, porque entonces tendríamos que pensar en
titánicas tareas tipo las de Hércules.
Mucha pena nos dio perdernos por motivos laborales a Isotropía, el otro proyecto post punk
de Angel Kauff junto a Keren Batok, pues los comentarios daban a entender que
aquello había sido histórico como poco y la mayoría alababa la capacidad para
la contorsiones de la mitad femenina del grupo. En fin, ojalá que vuelvan
pronto.
Por fortuna, catamos a la perfección a Stockhaussen, que ofició en un primer momento en solitario y
hierático, muy a su rollo, aunque la peña respondiera con entusiasmo a su
propuesta bailonga. “Efectos mínimos” dio el pistoletazo de salida rememorando
los ambientes sintéticos de Aviador Dro y esas letras que parecen casi de
manifiesto científico, muy ochentero todo, sí. “Sonidos electrónicos” reincidió
en el futurismo y en la glorificación de las máquinas. Imposible no acordarse
de nuevo de los paladines de la anarquía eléctrica.
Como hemos dicho, el personal no tardó en entrar al trapo,
seguramente gran parte de la culpa la tuvo la propia Keren Batok, cuyos
movimientos entre la muchedumbre llamaban la atención sí o sí. Pero hubo
asimismo émulos de zombies y hasta algún baile de equilibrio dudoso, era
complicado permanecer impávido con algún comienzo que parecía clavado al
“Everything Counts” de Depeche Mode. Corazón de rompepistas.
Angel Kauff junto a la georgiana Keren Batok. |
Y por supuesto la compi georgiana de Kauff se volvió a subir
a las tablas para marcarse cabriolas imposibles mientras su garganta evocaba a
leyendas de la talla de Siouxsie Sioux. Lo curioso del recital es que a medida
que avanzaba, la cosa se iba poniendo cada vez más maquinal. El mismo Angel se
encargaba de preparar a los fieles para la mutación con palabras como las
siguientes: “Un tema para que bailéis
mucho, como si fuera la última noche”. Una mera declaración de principios que
recibió algún grito de “chulo”. Pero
ya lo hemos dicho otras veces, mejor sobrado que sencillo, los humildes que se
queden en casa.
La pulsión germanófila del proyecto Inmatfabrik con
“Resistencia” nos zambulló en el EBM sin paliativos, aunque la concurrencia se
lo tomó a bien y hasta se montó pogo, algo que no es exclusivo de los punks. Y
subimos un escalón más con ese “Simulación Total” que evocaba a Chimo Bayo y
sonaba tan potente como si hubiera guitarras. Las masas se entregaron por
completo al bailoteo y alguno hasta se encargó de animar el cotarro gritando “¡Vamos todos!”. Muchas ganas de mambo
había por ahí.
Pues estuvo interesante este curioso viaje desde el cold
wave o dark wave hasta los confines del EBM y el tecno, una travesía no apta
para estrechos de mente. Fue tan fugaz que ni siquiera sentimos las curvas.
Bailes del mañana que se perderán como lágrimas en la lluvia, como decía en su
monólogo final el replicante Roy Batty. Hora de morir.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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