martes, 25 de febrero de 2020

FIRST GIRL ON THE MOON: RETROFUTURISTAS


Kafe Antzokia, Bilbao

Al igual que hay gente que parece que ha nacido mayor, tenemos también grupos cuyo sonido estaba a años luz del resto de sus coetáneos. Adelantados totales a su tiempo en cuyo vocabulario no existía el riesgo. En esta categoría incluiríamos a pioneros de la electrónica del calibre de Kraftwerk o Suicide, e incluso a combos más inclasificables como Roxy Music, capaces de conjugar protopunk y rock progresivo a la vez y que encima les reivindiquen nombres tan dispares como Depeche Mode o Fields Of The Nephilim, entre otros. La cuadratura del círculo.

Tal vez en pleno siglo XXI poca cosa se pueda inventar a estas alturas, pero no cabe duda de que todavía quedan cruzados que nada más escucharlos uno se pregunta de qué cápsula espacio temporal habrán salido. Es el caso del dúo First Girl On The Moon, que bebe de un abanico de influencias tal que hasta asusta pensarlo. Lo mismo recrean los ambientes hipnóticos cinematográficos y musicales de David Lynch que apelan a una suerte de minimalismo que hacía eones que no se veía por estos lares. Como si hubieran cruzado un portal procedentes de otra dimensión.


A pesar de que en el pasado BIME Live muchos alucinaron con su propuesta sideral, una afluencia muy discreta se registró en esta presentación en el piso superior del Antzoki bilbaíno. Ya se sabe que entre la jungla aborregada no cabe otra que abrirse camino a machetazos. Los que más tarde les descubran en un arrebato moderno, pues que se pongan a la cola. Nadie dijo que ir contracorriente saliera gratis. Por motivos laborales no alcanzamos a llegar para Verde Prato, pero fijo que resultaría igual de atractivo, puesto que siempre nos suele llamar la atención lo que hace la vocalista Ana Arsuaga, ya sea tanto en Mazmorra como en Serpiente.

Como decíamos, una lástima que poca peña se animara ese día porque lo de First Girl On The Moon fue una cita para recordar por diversos motivos. Para empezar, moló bastante esa atmósfera siniestra plagada de niebla a lo Sisters Of Mercy en la que echamos de menos todavía más humo, por lo menos hasta asemejarse a los bolos de Andrew Eldritch y compañía en los que no se distingue absolutamente nada y solo se escucha una voz por ahí. El poso atormentado Joy Division de vez en cuando asomaba la cabecita.


Con el eco lejano de la anarquía científica de Aviador Dro, “Scars” funciona a modo de perfecto percutor para el inicio, no resultaba descabellado pensar en monos de obreros especializados y brebajes de colores, si no cantaran en inglés, afirmaríamos sin reparos que ellos también celebran el nacimiento de la industria. La fascinación por la carrera espacial soviética se intuye en “Moon”, con ese ritmo muy krautrock y unos tonos no muy alejados a los de Wayne Hussey de The Mission. Que me aspen si su música no podría incluirse en cualquier sesión gótica.

Pero el rollo decadente en plan Iggy Pop se evoca asimismo en “Danger”, con la guitarra haciéndose notar y marcando su territorio frente a la predominancia de los sintetizadores. Ya lo hemos contado en otras ocasiones, pero conseguir este equilibrio entre lo sintético y lo orgánico no resulta para nada sencillo, si se desborda alguno de los dos extremos ya no vale. Coloquemos el ‘Get Ready’ de New Order en una de las cúspides de ese peculiar maridaje entre rock y electrónica.


Y en “Tiger Blood” las imágenes que vienen a la mente son de ciudades futuristas tipo ‘Metrópolis’, esa ciencia ficción de antes que hoy en día se antoja completamente retro. En esta línea encajaríamos además “Now I Miss What I Never Had”, una suerte de declaración de amor androide que pegaría de BSO  de ‘Blade Runner’, si a un servidor no se le está yendo ya demasiado la pinza. Y en “This Is Not A Test” nos acordamos de los asturianos Fasenuova, con sus ínfulas orientales y con las seis cuerdas reclamando mayor protagonismo. La expresión glacial del voceras Juan Carlos Parlange contribuía a incrementar la sensación de frialdad congénita. Qué rol tan diferente al que acostumbra a ejercer con los ramonianos Bonzos o con los rockabillies Help Me Devil.

Con un reducido catálogo de temas no esperábamos que se alargaran durante horas y horas, pero un poquito más de tiempo les hubiera engrandecido, por lo menos alguna versión, los ya mentados Sisters of Mercy o Joy Division podrían ser alternativas interesantes. El poco más de media hora de actuación se antojó muy corto, aunque al salir nos encontramos con el bonzo Álvaro Segovia que mantenía que siempre era mejor dejar al personal con ganas de más, un enfoque para nada desacertado, sobre todo en este género tan minimalista.

Sonaba el “Ghost Rider” de Suicide por los altavoces y uno pensaba en el auge actual del llamado synthwave y demás estilos que beben a paladas de los años ochenta. Quizás esto de los retrofuturistas se pueda considerar una especie de anomalía del sistema, una peculiar paradoja en la que se funden pasado y futuro de manera similar a la que utilizan las distopías para alertarnos acerca de un posible devenir de la humanidad. Ideas que llegados a un determinado punto se perderán por pura repetición o acumulación. Como lágrimas en la lluvia.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA




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