Crazy Horse, Bilbao
Debería existir una especie de alta alcurnia del
underground. Unos galones que se colocaran en la pechera a la vista de todos
para que los ignorantes agacharan la cabeza al soltar alguna bobada y los fieles
pudieran reivindicar a los suyos con el mayor orgullo del mundo. No hace falta
ser un lince para darse cuenta de que los grandes de verdad nunca presumen y a
menudo adoptan un perfil bajo para pasar lo más desapercibidos posible. Una
actitud contraria a la de los falsos profetas que no cesan de otorgarse aires
de grandeza o se inventan etiquetas artificiales o títulos que escondan el
inmenso vacío que llevan dentro.
A los donostiarras Señor No habría que considerarles
aristócratas dentro del rock n’ roll patrio, no solo por formar parte de esa
santísima trinidad incendiaria de Buenavista junto a Nuevo Catecismo Católico o
Discípulos de Dionisos, sino también por una trayectoria intachable de
fidelidad a unos principios. Y eso vale bastante en épocas de constante cambio
de chaqueta según sople el viento favorable del momento. Sin rendir pleitesía a
nadie, salvo a esos entusiasmados seguidores a los que retan en cada concierto
suyo, pequeñas eucaristías que sirven para renovar la fe y mantener la llama
con idéntica intensidad.
Dado lo expuesto anteriormente, no cabía otra que acudir a
la presentación dominguera matutina del EP ‘Siete veces no’ de Xabi y compañía.
Una jornada además en la que el tiempo acompañó como si fuera verano y tal vez
por eso mismo se juntó en el siempre acogedor Crazy Horse una más que
respetable congregación con unos cuantos conocidos, como por ejemplo Iñaki y
Pepe Bombs de Turbofuckers. El ambiente era tan de relax que no importó lo más
mínimo que el inicio se atrasara hasta casi la hora peninsular de comer. Sin
prisa.
Pero una vez que Señor
No pillaron los bártulos el personal dejó sus quehaceres ociosos y se situó
cerca del escenario para no perderse ni un detalle de la lección magistral de
estos catedráticos del rock n’ roll con agallas. El bautismo llegó con “La ruta
interior”, un reconstituyente total para despejar la resaca de un plumazo a
cualquier persona decente antes de picar en lo más reciente con “Nadie”, otro
tema enérgico que rascaba cual cajetilla de trujas en la garganta. Que nunca
pierdan ese ramalazo Motörhead que les distingue de otros paisanos suyos como
los ya mentados Discípulos de Dionisos o Nuevo Catecismo Católico.
A pesar de que en el último disco operan a tres guitarras
con la notable aportación de Joseba B. Lenoir, fue una pena que en las
distancias cortas no anduviera por ahí el ex Sumisión City Blues, con ese
espectacular realce que suele proporcionar a los proyectos en los que
participa. Todavía se nos pone la piel de gallina al recordar el homenaje que
tributó hace unos años a Neil Young junto a Willis Drummond.
Una baja que tampoco se notó en exceso, pues el leonés Jorge
se bastaba de sobra a las seis cuerdas junto con el descontrolado voceras Xabi.
Y ya si encima añadimos a un batera sensacional como Fosy, también guitarrista
de La Banda Trapera del Río cuyos redobles te volaban hasta la peluca, poco más
cabe añadir. Una formación consistente capaz de dar cera sin descanso a la
enfervorizada muchedumbre.
El clásico “Llámame” elevó la temperatura del garito antes
de los preceptivos levantamientos de mástil, en consonancia con ese espíritu
escandinavo del que tanto beben los grupos de Buenavista. “Inherente”, de su
álbum ‘No cambies siempre’, mantiene el tirón, al igual que la única pieza en
euskera de la velada, “Amaren Seme”, pero no cabe duda de que al personal le
hierve la sangre en especial con el repertorio añejo o con riffs de cierta
enjundia, caso de “A veces no”. Doctorados en agallas.
“Viviendo en el desván” enfiló cual cañonazo a bocajarro
revelando su faceta más punk, mientras que en “Como una pompa de jabón”
abrieron el tarro de esencias decadentes y rememoraron a ilustres figuras del
panteón de los malditos como Stiv Bators o Johnny Thunders. Muy equilibrado en
este sentido resultó el repertorio, aunque para que no decayera la atención ya
andaba Xabi espoleando a la concurrencia
entre canción y canción. Un toma y daca que debía ser recíproco para que
funcionara a pleno rendimiento.
Certeros disparos del calibre de “No me hables” provocaban
convulsiones entre los parroquianos, pero el poso desgraciado seguía
sobrevolando en “Perra” y alcanzaba proporciones épicas. Una sesión muy
auténtica que finiquitaron en principio con la pura electricidad desbocada de
“Masacrante”, con el líder desgarrando la voz y arrodillado en el suelo, sin
temor a mancharse, al contrario que otras estrellitas de cartón piedra.
El griterío generado obligó a Xabi y los suyos a regresar
con “A todas luces”, otra tonadilla más para meterse picos por la vena, buena
mierda. Y hubo un guiño al idioma de Shakespeare con una versión del “My Pal”
de los australianos God. Quizás a modo de profecía del efecto que causaron,
recurrieron a “El diablo está caliente” para cerrar con los galones debidos y
permitir de nuevo al inquieto vocalista revolcarse por el suelo cual gorrino en
un lodazal. Una empresa en la que le acompañaron los devotos haciendo un
círculo a su alrededor y aplaudiéndole como a un mesías. Enorme.
Sin perder de vista el último tema que tocaron, es evidente
que estos diablos siguen muy calientes en cuanto se suben a las tablas, por lo
que se recomienda encarecidamente verles si se tiene la más mínima ocasión.
Valga a modo de refuerzo añadir que no recordamos haber catado algún bolo
mediocre de Señor No. Una negación que se torna positiva por completo. En este
aspecto sí es sí siempre. Hasta el final.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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