viernes, 17 de diciembre de 2021

RADIOCRIMEN: ÚLTIMO BAILE AUTORIZADO

 

Kafe Antzokia, Bilbao

 

Que una ocasión se convierta en especial depende de muchos factores, como la predisposición del personal o las circunstancias que rodean a un evento. En una época en la que los dictadorzuelos que nos gobiernan amenazan con más restricciones, la música en directo debería transformarse en un refugio del desencanto y de esa euforia que da tanto miedo a las autoridades que ahora hasta te piden un documento para acceder a un recinto. Lástima que siempre se tenga en el punto de mira a los mismos sectores mientras que con otros lobbies que todos conocemos se hace una escandalosa vista gorda.

En medio de tal ambiente represivo, al que se sumaba la exigencia del pasaporte nazi, se celebró el regreso a los escenarios de Radiocrimen, que sacaron disco en plena pandemia y tuvieron que esperar a que el asunto del virus se calmara para poder realizar conciertos en condiciones. Mucha especulación hubo en los días anteriores sobre si se iba a poder o no realizar el bolo del Kafe Antzoki, pero finalmente se alinearon los astros, a pesar de un recorte de libertades que nos retrotrae a los peores años del franquismo o de cualquier dictadura bananera.

Txarly Usher de Radiocrimen.

Por estar en el Shake cubriendo a los alicantinos Malditeria, nos perdimos a los encargados de abrir la velada, Barbakore, y solo nos dio tiempo a llegar para los últimos temas de The Guilty Brigade, que siguen siendo una auténtica apisonadora en directo. Pocas sensaciones podría haber más placenteras que entrar en una sala y escuchar a una multitud entregada dejándose la garganta con himnos del calibre de “Sin miedo en tu infierno” o “Como el hierro”. Una pasada la entrega de la peña, así como la actitud de los navarros sobre las tablas. Jamás les hemos pillado una actuación mala, o por lo menos mediocre. Apabullantes desde todos los ángulos posibles.

La vuelta al ruedo de Radiocrimen contó desde el inicio con todo el apoyo de las criaturas de ambas márgenes del Nervión, por lo que no extrañó el desmedido grado de entusiasmo vivido aquella noche con los fieles a punto de invadir el escenario en varias ocasiones. Cualquiera permanecía impávido ante piezas del tamaño de “Terror”, “Buko” o un “Contenedores” que sigue estremeciendo con su necesaria llamada a la guerrilla urbana. 

The Guilty Brigade en plena comunión con los fieles.
 En “Asesinos” fue el turno de otra reivindicación justa como la de exigir responsabilidades por el asesinato de Iñigo Cabacas, algo que en este país acomplejado debe resultar tan complicado como pedir cuentas a tipos que en cualquier otro tribunal del mundo merecerían el calificativo de genocidas. Habrá que encomendarse a instancias europeas o de otros lugares civilizados en los que no se vulneren derechos humanos con tanta alegría y cero consecuencias.

Hacía tiempo que no veíamos el Antzoki tan petado, y eso que me contaron que se quedó peña sin poder entrar por culpa del dichoso pase Covid, pero que nadie se confunda de enemigos, que no son desde luego ninguno de los grupos, ni tampoco la sala, que acata tan injusta norma para no tener que pagar una desproporcionada multa. Reclamaciones al amado líder que ocupa Ajuria Enea, responsable de tantas fascistadas que ya hemos perdido hasta la cuenta.

Radiocrimen llamando a criaturas de ambas márgenes.
 “Este es el mejor virus”, exclamó el vocalista Txarly Usher al advertir la entrega del respetable. Y no tenía pinta de que el vendaval sónico fuera a disminuir con “Miss Dinamita” o “Delfín Negro”, dos trallazos de los de levantarse del sitio. “Amar mata” siguió elevando la temperatura, si es que algo incandescente admite todavía más grados, al igual que “Bala perdida” o “Tiempos salvajes”. Ya era hora de un recital sin sillas de los de quedarse afónico. Seguro que aquella cita sirvió a muchos para desfogarse después de tantos meses de restricciones. A ver lo que nos dura este bendito paréntesis.

Debía haber algún límite de horario, pues enlazaron a toda mecha la mayoría de los temas, sin perder ni un segundo en presentaciones que ni falta que hacían, pues allí todos íbamos con la lección aprendida. “Mundo basura” y “Alcohol barato” eran buenas oportunidades para demostrar los conocimientos al respecto. De cátedra, por supuesto.

El recuerdo a Iñigo Cabacas que no falte.
 Txarly se subió a un bafle para “Restos de metralla”, si no me equivoco, y en esta coyuntura solo se podía ir más para arriba con “Ahógate en el W.C”, su soberbia versión de La Broma de Ssatán. Y el vocalista también aludió a la necesidad de adaptar la letra a los mayores en “Los chicos ya no quieren llorar”, a pesar de la notable proporción de juventud femenina que se veía por la sala.

Qué gustazo estar en un sitio donde a la gente solo le importa la música y nadie viene a cacarear o a dar por saco a los que quieren ver un concierto. No podía faltar tampoco “Bilbao”, el corte dedicado a la ciudad que les vio nacer en la que ya de gris apenas queda nada. “Esto solo lo tocamos aquí”, advirtió Txarly a la concurrencia. Y hay tradiciones que jamás deben romperse, como aquella que estipula que en la canción “En las cloacas” Txintxe tiene que subirse a cantar mano a mano, uno de los momentos álgidos de su show en el que el vocalista acaba encaramado a los hombros del veterano punk. Hermandad a tope. 

Radiocrimen a ritmo frenético.
 Y así sin apenas darnos cuenta terminó un concierto a un ritmo frenético de los que había que estar ahí para vivirlo, del mismo modo que aquella otra histórica descarga en el Ipar Haizea en la que hubo una intervención de los antidisturbios que todavía se recuerda por su inaudito atropello. Los de arriba tienen ganas de que permanezcamos recluidos en casa o cosas peores que piensan pero no se atreven a decir en público. De momento, habíamos disfrutado a tope el último baile autorizado y eso no nos lo podrán quitar. Que vengan las tropas de asalto a arrancarnos recuerdos imborrables.

 

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA

 

 

 

 

 

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