Kafe Antzokia, Bilbao
Hay versiones que no las hace cualquiera. Es el caso de una piedra angular del tamaño del mítico ‘Marque Moon’ de Television, un material que incluso todavía bien entrado el siglo XXI sigue sonando profundamente marciano y vanguardista. Como si a un extraterrestre le hubiera dado por hacer un álbum que rompiera con toda la tradición pretérita anterior y a la vez marcara directrices futuras a miles de discípulos aventajados. Un faro que iluminara los derroteros que tomaría la llamada música alternativa en las próximas décadas.
La muerte de Tom Verlaine el pasado mes de enero fue un acontecimiento de tal magnitud como para provocar que regresara el ciclo Izar & Star en el que artistas vascos homenajeaban a grandes figuras internacionales. En este caso, como nos contaron algunos de los involucrados en el homenaje, hubo los que desecharon la propuesta conscientes de la complejidad intrínseca de la misma o por ser incapaces de abordarlo con la mínima dignidad requerida. No era una mera excusa, pues, como hemos dicho, cualquiera no podía ponerse a tocar aquello.
Pese a que Television y el legado de Tom Verlaine no era ni mucho menos para todas las masas, una considerable multitud se congregó en el bilbaíno Kafe Antzokia para rendir tributo a un irrepetible genio de las seis cuerdas. Creo que la única oportunidad de escuchar un repertorio semejante la tuvimos en un festival Azkena en el que la banda del propio Verlaine interpretó en su integridad ‘Marque Moon’, algo ya de por sí extraordinario.
Los primeros en liza fueron Ezezez, cuyo vocalista nos sorprendió sosteniendo unos papeles como si fuera a recitar a Bécquer o algo similar, en vista de la complejidad del cancionero pasaremos por alto este pequeño detalle. Brillaron en una revisión de “Friction” en la que bordaron los arrebatos ruidistas de la original. Y su cantante de apariencia literaria también se movió cual pez en el agua por los tonos de aire desgarbado típicos del art punk.
David Hono, de Sonic Trash, sin guitarra.
Tomaron el relevo Sonic Trash, que por estilo pegaban bastante en el homenaje y que sin duda nos legaron uno de los momentos de la velada al atreverse con la pieza homónima “Marque Moon”. David aparcó para la cita la guitarra, por lo que así se pudo concentrar únicamente en la voz, que sobresalió al interpretar con cierto rollo Lou Reed, pero sin renunciar a aportar su toque personal. Quedaba claro que en un sarao de estas características su presencia era fundamental. Por principios y también por motivos artísticos, bien lo demostraron.
Los veteranos El Inquilino Comunista, antaño representantes de eso que se llamó con poco criterio “Getxo Sound”, exhibieron galones con una emotiva “Venus”, que resultó del mismo modo de lo mejor de la noche. El vocalista restó dignidad al asunto al afirmar que Verlaine metía “unos gallos espantosos”, por lo que cualquiera del público estaba invitado a subirse y agarrar el micro si lo consideraba pertinente. Obviamente, nadie se atrevió. Si abordar la música ya producía vértigo, no hablemos ya de arrancarse con un estilo vocal en apariencia descuidado, pero que entrañaba mayor dificultad de la imaginable.
Su poso chirriante indie confirmó que su elección en la cita estaba de sobra justificada, por lo que su maraña de ruido controlable noventero cursó a un nivel más que aceptable. Otra interpretación que les ganó el cielo fue la de “See No Evil”, la pieza que abría precisamente ‘Marque Moon’ y que llevaron con notable habilidad a su terreno. Brillantes, especialmente en el apartado instrumental.
Esperábamos al final que salieran los tres grupos a escena para un tema conjunto, al igual que se solía hacer en ocasiones pasadas en los Izar & Star, si mal no recuerdo, pero no se produjo tal coalición de talentos que habría finiquitado el acto con propiedad. A pesar de ello, no era cuestión de quejarse después de lo que habíamos contemplado. Mereció mucho la pena el evento.
Fue una oportunidad única de escuchar en directo canciones que forman parte de la historia del rock y del legado de un genio que seguramente costará que se vuelva a repetir, por lo menos encima de un escenario y sacando tanto lustre. Permanecerá en la eternidad ese álbum con una portada enigmática y siniestra en la que aparecían cuatro tipos que lo mismo podrían vender biblias que cambiar para siempre la cara de la música de la época. Qué suerte que les diera por hacer lo segundo. Gloria eterna a ellos.
TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA
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