jueves, 5 de noviembre de 2015

THE MONTESAS: LOS PRÍNCIPES Y LAS CORISTAS



Kafe Antzokia, Bilbao

Las formas a veces lo son todo. Hoy en día el concepto de clase se encuentra tan diluido que resulta imposible escarbar entre tanta vulgaridad reinante. Ya lo decía Jaime Urrutia hace unos añitos cuando cantaba en “¡Caray!” aquello de “Ya no hay ni estilo ni personalidad, pues muy bien, os diré, ser distinguido es una gran cualidad…”. Todo ello además en una época en la que se llevaban los pelos teñidos y los colores estrafalarios, aunque quién sabe si eso no se trataba de una provocación más de los madrileños Gabinete Caligari, como cuando se presentaban en los conciertos al grito de “Somos fascistas”.

De un peculiar sentido de la elegancia pueden presumir también los germanos The Montesas, que en sus más de diez años de existencia se han convertido en un referente del rock n’ roll festivo y lúdico. Con su predilección por los instrumentos vintage y diversos sonidos de época como el garaje, el rhythm & blues o el beat, consiguen transportar al oyente hasta el hervidero cultural que suponía Hamburgo a principios de los sesenta. El mismo escenario en el que los Beatles se labraron una incipiente fama a base de sucesos rocambolescos del tipo de provocar un incendio por prender fuego a un condón o dormir en un almacén sin calefacción en condiciones miserables.


Suponemos que estos tipos no habrán soportado tantas penurias a lo largo de su carrera, aunque su última gira se ha tornado accidentada debido a la cancelación de los cabezas The Fleshtones por enfermedad. En lugar de suspender el evento y aquí paz y después gloria, optaron por dar un paso al frente y encabezar la velada junto a otro artista que casualmente también tocaba en las inmediaciones. Una encomiable suma de esfuerzos de promotores para salvar la noche.

Con todo, el plantel no sedujo a muchos, puesto que apenas se congregaron unas 20 o 30 personas, un ambiente de esos familiar, circunstancia propicia para que Jr. Thomas & The Vulcanos desplegaran su reggae playero sin compasión. Nunca hemos sido fans de dicho estilo, por lo que pasaremos un poco de largo su aportación, no sin comentar que no parecían desentonar demasiado en su rollo y los escasos asistentes se entregaron sin resistencia a su paz, amor y buenrollismo.


Y con indudable pinta de grises oficinistas irrumpieron The Montesas, que desempeñaron su tarea con notable eficiencia, reincidiendo en los punteos al tuétano y en ese minimalismo que no necesita grandes alardes virtuosos para epatar al personal. Se notaba su contrastada experiencia en el sector, por lo que su competencia estaba fuera de toda duda.

Al de poco, se acompañaron de un par de coristas apeladas The Montesitas, que se asemejaban a un par de azafatas de las de antes y aquello ya se tornó en un guateque de alto copete. Amagaron con el “Wild Thing” de The Troggs y las dos muchachas ejecutaron su particular show de variedades con el inmortal clásico de The Shangri-Las “Give Him A Great Big Kiss”, que Burning adaptaran al castellano con el título de “Es especial” y en cuyo interludio señalaron a algunos caballeros del público para hacerles partícipes del inocente romance que relata la canción.
Las Montesitas en acción.
 Y otro de los puntos álgidos fue “Catalina Push”, con una estudiada coreografía de las chicas agitando maracas ante el respetable como si echaran agua bendita. Era impresionante el realce que otorgaba a su sonido la incorporación de las féminas, si los “monteses” antes ya destacaban por su autenticidad, habían añadido la especia adecuada para dar el toque maestro a los platos, un condimento del que en cuanto prescindían uno empezaba a notar de inmediato los efectos.

Hubo por tanto entretenimiento visual en la velada con las peripecias de las “dos guapas”, según las presentaron en algún momento. Y al terminar sus labores se mezclaban entre el personal y las maracas terminaban en manos de tipos que no dejaban de sacudirlas como si fuera la primera vez que vieran dicho objeto. Menudas brasas tuvieron que aguantar las pobres.


Hicieron hasta gestos simiescos en “King Kong”, se pusieron antifaces y el guitarra tampoco dudó en tirarse al suelo de la sala. Con un hábil manejo de los tiempos, los alemanes se arrancaron con el “Shout” de The Isley Brothers y provocaron el desmadre, y en esa misma línea, en “Let’s Shake” rememoraron los teclados psicodélicos de The Zombies y los coros de los primeros Beatles.

Y en los estertores sorprendieron rescatando el clásico de la protoelectrónica “Das Model” de Kraftwerk, que llevaron con pericia a su terreno sesentero. La chulería rockera brotó cuando sacaron el peine para peinarse en los bises antes de que las chicas ametrallaran a la reducida audiencia con sus maracas. Y en un arrebato circense, un fragmento del “The End” de The Doors sirvió de despedida con la firme convicción de haber salvado los muebles.

Todo un ejemplo de tomar la batuta en circunstancias difíciles el que nos brindaron estos príncipes y coristas que a pesar de no disponer de la fama suficiente en su campo demostraron que la sangre azul sigue corriendo por sus venas. Un linaje que no duda en arremangarse cuando la ocasión obliga.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


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