martes, 12 de enero de 2016

HOMENAJE CONCIERTO PARA BANGLADESH: LA VISIÓN DE UN HOMBRE



Kafe Antzokia, Bilbao

Allá por 1971 Pakistán Oriental se desgajó del resto del país para constituir lo que se llamaría Bangladesh. Los combates en la zona provocaron que muchos habitantes se refugiaran en la India. A esta tragedia hubo que sumar la del Ciclón Bhola, que propició una terrible hambruna y una catástrofe humanitaria que llegó a oídos del ex Beatle George Harrison, quien para ayudar a su amigo y mentor Ravi Shankar se comprometió a montar un concierto benéfico en el Madison Square Garden de Nueva York. En apenas cinco semanas organizó un macroevento que pasaría a la historia de la música por un colosal plantel estelar que incluía a Bob Dylan, Eric Clapton, Ringo Starr, aparte de otras figuras de reconocido prestigio como Billy Preston o Leon Russell.

Más de cuatro décadas después, movido por un similar ideal solidario, el prestigioso bajista getxotarra Jokin Salaverria tuvo la brillante iniciativa de conmemorar aquel grandilocuente recital y aprovechar la cita para recaudar fondos para el Banco de Alimentos. Salvando las distancias astrales entre los invitados originales, aquello era además una rotunda demostración de que la actual escena vizcaína anda bastante sobrada de talento y puede codearse tranquilamente con estrellas internacionales sin desentonar lo más mínimo.


Se barruntaba algo épico y el personal lo sintió a la legua agotando entradas y creando ese ambiente propicio de ocasiones irrepetibles. Era ahora o nunca. Aquel que no acudió por imposibilidad material o pura ignorancia deberá lamentarse y apuntar un manchón enorme en la memoria al lado de otros bolos legendarios en el Kafe Antzokia como el inmenso homenaje a Lou Reed que todavía se recuerda o ese tributo al bardo canadiense Leonard Cohen no menos exento de magia.

Con la expectación a tope, una introducción de sitar y percusión nos sumergió en ese ambiente místico que se destila desde el comienzo de la grabación original y que se incrementaba por el olor a incienso que flotaba en el ambiente. La cosa se puso ya muy seria con un “Wah-Wah” de quitar el hipo a cargo de una descomunal banda en la que destacaban Iñigo Agudo (Quaoar) a los coros, una espectacular sección de vientos, Álvaro Segovia (Cavaliere) y Gonzalo Portugal (Last Fair Deal) a las guitarras o Daniel Merino a la voz muy dignamente en el papel de George Harrison. Y por supuesto, la alma mater del proyecto, Jokin Salaverria, otorgando la imprescindible pulsión necesaria para que todo aquello ruede cual locomotora.

No faltó una introducción de sitar como en la grabación original.
 Muy emocionantes resultaron asimismo el ineludible himno “My Sweet Lord” o el “That’s The Way God Planned It”, con un escalofriante poso soul cortesía de Sara Iñiguez e Inés Goñi. La peculiar sombra de Ringo Starr se rememoró en ese “It Don’t Come Easy” asociado para siempre al carismático batería y en “Beware of Darkness” el discreto bajista Jokin se animó a cantar con no malos resultados.

Sin caer en el exceso de purismo, el repertorio estaba basado en el ‘Concierto Para Bangladesh’, aunque tampoco lo siguieron a rajatabla, intercambiando el orden de algunos cortes e introduciendo piezas inesperadas que realzaron el producto final. Caso del rockista “Jumpin’ Jack Flash” interpretado con garra por Miguel Moral, vocalista de Highlights, al que le pegaba mucho el rollo stoniano, y que incluso enlazaron con el “Young Blood” de Leiber & Stoller para no perder la tradición primigenia.

Una de las coristas en estado de buena esperanza.
 El alegre “Here Comes The Sun” sonó muy pastoral y en la ineludible parte de Bob Dylan en el directo originario puso la nota internacional el cantautor estadounidense Jonny Kaplan, compañero de correrías de Jokin Salaverria y gran conocedor de la noche bilbaína que no se quiso perder tan magno evento. En este sentido muy notables resultaron las versiones del inmortal “Blowin’ In The Wind” o un “Mr. Tambourine Man” seguramente bastante más fiel de lo que lo interpretaría el bardo de Minnesota en la actualidad.

Por el contrario, se quedaron con la concurrencia al insuflar un desconocido poso rockero a lo Status Quo al “A Hard Rain’s A-Gonna Fall”, mientras que el “Just Like A Woman” ganó en espesura country. Y uno de los momentos épicos de la velada llegó como era de esperar con “While My Guitar Gently Weeps”, unido para siempre a la memoria de Harrison y con un Gonzalo Portugal  tan inmenso a la voz como a las seis cuerdas legando un solo estratosférico.
Gonzalo Portugal (Last Fair Deal), uno de los protagonistas destacados de la noche.
 Otra de las piezas memorables fue “Something”, con Iñigo de Quaoar dando un paso al frente y mostrándose orgulloso de cantar “una de las canciones más bellas de la historia”. Aprovechó asimismo para reivindicar no solo la figura del Beatle tranquilo, sino también a “las varias generaciones rockeras de Bilbao” que se habían reunido en el escenario, algo que ya otorgaba a la cita el calificativo de histórico.

Y sin que el frontman de Quaoar se despegara de las tablas, la coda “Bangla Desh” lo confirmó como uno de los vocalistas más solventes de la zona, manteniendo intacto el nivel de emoción deseable y desparramándose con movimientos epilépticos a lo Joe Cocker. Tras semejante subidón, el personal estalló con razón en aplausos, por lo que los bises se hicieron preceptivos y ahí anduvieron finos al apostar por un “All Things Must Pass” fuera del repertorio originario con el escenario repleto de invitados.

El artífice Jokin Salaverria vitoreado al final del evento.
 Para cerrar el círculo por todo lo alto, retomaron el “Wah-Wah” inicial que cumplió con creces la función de epílogo. “Estamos tan emocionados que nos da igual”, resumieron de esta manera el entusiasmo reinante para justificar la repetición, aunque tampoco hubiera hecho falta. La visión de un hombre podría disculpar eso y más, llámese George Harrison o Jokin Salaverria, dos almas separadas en el tiempo, pero unidas por idéntico fervor solidario y la creencia de que otro mundo es posible.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA

 

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