martes, 28 de febrero de 2017

MORGAN: AL NORTE DEL NORTE



Kafe Antzokia, Bilbao

Llegará un momento en el que el personal se cansará de experimentaciones, de etiquetas tan manoseadas y pervertidas como el indie y reivindicará la música de siempre, atemporal, al margen de efímeras modas. El soul de quilates que sobrecoge el alma o esos tórridos blues que evocan garitos de madrugada envueltos en humo de tabaco políticamente incorrecto. Una vuelta a las esencias con la integridad artística como bandera, sin buscar aleccionar a nadie, cada uno por su propio camino y si por un casual nos encontramos, pues bienvenido sea.

De eso saben bastante los madrileños Morgan, cuya vocalista Carolina de Juan ha adoptado como nombre artístico el apelativo de su niñez “Nina”. Tal vez por ello la nostalgia impregna sus composiciones como un perfume intenso que no se va de las prendas de vestir por mucho que las laves. Pero su fragancia cada vez está conquistando a más gente, hay pruebas irrefutables como su reciente llenazo en la Joy Slava, el colofón después de haber ya colgado el cartel de entradas agotadas en las salas Costello, Sol o el Teatro Lara.


En su visita al Kafe Antzokia no lograron semejante gesta, pero consiguieron reunir una multitud nada desdeñable para un pleno jueves. Si bien había una marcada mayoría femenina, la parroquia congregada no podría encuadrarse en ningún estilo concreto. Parecía haber, de hecho, unos cuantos curiosos, de esos que se acercan a probar suerte, algo totalmente respetable siempre que no perturben al resto de la concurrencia.
No era el caso de un desagradable grupo de machirulas bailongas que no se enteraban de la misa a la media, por mucho que gritasen cosas inconexas cada dos por tres y se comportaran como si estuvieran solas en la sala. El sumun se alcanzó cuando en consonancia con sus penosas coreografías empezaron a despelotarse y toquetearse ligeramente. Puag. Que se vayan a un hotel.

Al margen de este nauseabundo incidente, Morgan demostraron una clase inmensa desde el comienzo con “Cold”, un blues de copa y puro perfecto para introducir a esa espectacular bandaza que arropa la voz de Nina en la que destacaba su muy competente guitarrista con sombrero o el toque preciso que aportaba Ekain Elorza a la batería, su versatilidad no conoce límites, lo mismo le da al stoner rock pesado en Cobra que se revela como un maestro de la contención en este elegante proyecto. 


Hay personas que irradian tal magnetismo que las fotos se antojan mecanismos incapaces para capturar tanta grandeza. Es el caso de la vocalista Nina, que no necesita ni siquiera levantarse para acaparar las miradas del respetable. Le basta con sentarse al piano y dar rienda suelta a esa prodigiosa voz que atrapa y eleva como si fuera una gran diva de la música. La han comparado con Norah Jones o Joss Stone, pero lo suyo no se circunscribe al soul o al R&B, sino que destilan también un importante poso rockero, basta escuchar el descomunal solo de “Work”.

Si ya en estudio causan gratas sensaciones, esa percepción se magnifica en las distancias cortas con piezas como “Attempting”, que vale lo mismo para sostener la voz y desencadenar salvas de aplausos que para acercarse a los tonos etéreos de delicadas cantautoras indie como Anni B. Sweet. Conectan los clásicos con la contemporaneidad sin problema alguno, por lo que no extraña que “Sometimes” posea cierto aire a Joe Cocker, realzado además por la labor del guitarrista Paco López, auténtico timonel del sonido del grupo en directo. Esto es algo mucho más grande que una solista y su banda de acompañamiento, las composiciones de Nina probablemente no poseerían tanta fuerza si no fuera por todas esas capas que envuelven las canciones.


Y el efecto de conmover lo estaban logrando, los ojos se humedecían por doquier, excepto los de las tres o cuatro féminas a nuestro lado que habían acudido al bolo a pasar la borrachera y dar por saco al personal, esas seguían entretenidas en su poliamor y demás.

La artista se mostró humana al confesar sus nervios antes de “Volver”, el único tema en castellano del debut en el que quizás se acerca más a esa etiqueta indie que no le hace justicia ni por asomo. La gente decente mandó callar a las subespecies, pues eso era lo mínimo exigible para interpretar una pieza intimista únicamente con el piano como acompañamiento. Prueba de fuego superada, la ovación fue enorme. Vaya pedazo voz, no nos cansaremos de repetirlo.


El rollito funk de “Thank You” impulsó a Nina a levantarse y algunos le gritaron: “¡Échate un baile!”. En ese aspecto sí se le nota todavía un poco cortada, todavía necesita soltarse más, pero vamos, con la soltura con la que canta hasta se lo puede permitir, como si se convierte en un gato de escayola. Basta escuchar sus hipnotizantes tonos para entrar en otra dimensión y no prestar atención a ningún otro detalle más.

Después de semejante demostración de poderío, no se les iba a permitir marcharse de rositas, por lo que los gritos solicitando bises fueron abrumadores. Sorprendieron con una versión, “The Night They Drove Old Dixie Down” de The Band, que les pega bastante en su estilo, y para cerrar recurrieron a “Marry You”, un tema inédito en el que hubo que hacer callar de nuevo a los infraseres.

No faltarán los gafapastas oportunistas que los intenten meter con calzador en el saco del indie por esa voz reminiscente de Russian Red o la ya mentada Anni B Sweet, pero esto no tiene nada que ver con el folk intimista. Es música con clase con mayúsculas, intensa y con aroma a garito. Están al norte del norte en el panorama patrio.

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


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