jueves, 19 de diciembre de 2019

LA SECTA + BASURITA: EL CAMINO CORRECTO


Muelle, Bilbao

Ya lo hemos hablado en repetidas ocasiones, pero nunca está de más recordar la importancia que cobra el ambiente en determinadas circunstancias. No se contempla por igual un concierto en el que la mayoría de los asistentes se plantan ahí como setas, hieráticos totales hasta el punto de que uno a veces se pregunta si en realidad están vivos, que un evento en el que se monta un fiestón de esos épico, con pogos desenfrenados, cerveza volando y peña cantando los temas a pleno pulmón. Actitudes que deberían ser lo normal en cualquier bolo, pero que sin embargo escasean bastante porque suelen suceder con la frecuencia de un año bisiesto.

A pesar de que coincidían con eventos más multitudinarios, el recital que dieron en el Muelle los recientemente reactivados La Secta se trató de una de esas citas que había que vivir, estar allí para luego contarlo y que los que se quedaron en casa o haciendo otras cosas sintieran lástima por haberse perdido aquello. Unas leyendas del panorama vizcaíno que nos acercó a un escenario cercano, casi íntimo, el melómano y experto en grupos de La Movida Iñaki Gallardo, con ese buen gusto que le caracteriza a la hora de montar saraos interesantes.


La época navideña, con cenas de empresa por doquier, no acostumbra a ser el momento más propicio para que la peña se anime a acudir a conciertos, pero en ocasiones suceden los milagros y hasta se alcanza ese punto exacto de afluencia en el que uno no se agobia y tampoco se convierte aquello en un muermo por falta de personal. El punto de cocción exacto, como dirían los expertos tras los fogones.

Otros con un currículum interesante a las espaldas eran los que abrían la velada, Basurita, banda formada por veteranos de la escena local procedentes de El Inquilino Comunista, Cancer Moon, Cujo o Los Clavos, cuyo buen hacer en las distancias cortas certificaba su valía. Su debut ‘Primer juramento’ ya nos causó grata impresión al escucharlo en casa y en directo esas sensaciones no se evaporaron gracias a piezas noctívagas con actitud como “Alma gemela” o “Denise” y otras de aire más alternativo del estilo de “Más allá”. Hubo alusiones al gurú Charles Bukowski y hasta algún adelanto de su próximo disco, previsto para febrero de 2020, como “Despierta”. Para prestarles la debida atención.

Basurita, una coalición de veteranos.
Frente a reuniones en las que se huele el tufo oportunista a kilómetros, el caso de La Secta está claro que nada tiene que ver con eso. Cualquier recital suyo en los tiempos actuales da a entender por su solidez que se trata de una apuesta sincera, sin perras de por medio y en la que el único homenaje que se rinde es a la música en sí misma y al puro underground, por eso mismo no se les caen los anillos por tocar en un garito de los de toda la vida y tampoco parecen perder el culo por formar parte del plantel de algún festival veraniego, aunque ya actuaron allá por 2003 en aquella histórica segunda edición del Azkena junto a estrellas del calibre de Iggy & The Stooges.

Porque si algo comparten con los verdaderos pioneros del punk rock es esa sensación de peligro imperante cuando salen al escenario, eso que sintió el propio Iggy Pop cuando vio por primera vez a Jim Morrison, cualquier cosa podría suceder y nadie estaría a salvo. La psicodelia reverberante de “Blue Tale” cursó a modo de mantra introductorio antes de que la abrasión protopunk de “Don’t Look Back” comenzara a calentar el ambiente. En este enérgico inicio reparamos en un detalle sorprendente, el voceras Gorka no oficiaba descalzo según manda la tradición, pero como si le hubiera venido la idea de repente a la cabeza, no dudó en despojarse de inmediato de calcetines y calzado, cual hippie presto a entrar en una comuna de paz y amor.


No fue esa la única acción que se salió de lo esperable, aparte de los gritos espasmódicos habituales, herencia directa de The Doors o Iggy Pop, el pie de micro debió sufrir de lo lindo con tanto meneo y hasta tocó el techo en repetidas ocasiones. El poso decadente de “I Hate That Trip” se convirtió en una suerte de “Gimme Danger” y el agua voló tal vez como improvisada bendición hacia los fieles. Desde luego que acudir a bolos de este palo curte lo suyo, alguna insignia colgada en la pechera lo tendría que subrayar. Galones de rock n’ roll.

Y “Perfect Time” reincidió en la psicodelia chirriante sin llegar a desbarrar y sazonando el producto con gritos morrisonianos. Ante un respetable entregado, la invitación a sumergirse entre las masas era clara y Gorka no desaprovechó la oportunidad para provocar un pogo mientras los parroquianos le hacían un círculo, hasta cayó alguna botella al suelo, quizás por la emoción. Proliferaban los grupillos danzando, con el carismático voceras presidiendo la función, mientras “The Beast” ejercía de inevitable percutor. Un disparo certero a la sien.


El himno “Don’t Follow That Way” transformó el reducido recinto en una improvisada pista de baile con el pistoletazo de salida de ese tremendo inicio a lo “Kick Out The Jams” de MC5. La peña levantaba el puño como si en ese momento fueran llamados a filas, y además hubo pogo de puretas, por supuesto, que suelen ser bastante más auténticos que las caricias de los millennials. Una apoteosis que culminó con los fans más entusiastas casi dejándose la garganta, al igual que el propio cantante Gorka, que si no se quedó afónico, poco le faltó.

Y cuando pensábamos que no habría bises, según la costumbre imperante en el Muelle, regresaron a las tablas con un “Revolution” muy de tripi y con la preceptiva acelerada punk para terminar de dejar exhausto al respetable. La tarima de la batería se convirtió en un improvisado trampolín para el voceras. Rendidos una vez más a su culto.

Todo un recital para darse golpes en el pecho como un simio salvaje que no entiende de normas ni de educación básica y solo se mueve en base a los instintos más primarios. Las comeduras de cabeza para los intelectuales. Ese es el camino correcto. El que hay que seguir. 

TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA







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