Sala Wurlitzer
Ballroom, Madrid
Las canciones se asocian a recuerdos. Es inevitable.
Sensaciones que van agolpándose en la mente de los individuos hasta conformar
una historia personal e intransferible. Y ya puede dar igual lo mucho o poco
que suenen en determinados garitos, hay notas concretas que despiertan cascadas
de momentos con tanta intensidad como la famosa magdalena de Proust. Son un
detonador indispensable en la existencia, la cuenta atrás que nunca deseamos
que llegue.
Todo esto pasaba por la cabeza de un servidor en la segunda
venida a la capital de los turcos She Past Away. Les tocaba en esta ocasión una
sala de mayor aforo, lo cual posibilitó que acudieran aquellos que antes
renegaban de ellos o tal vez los que los acaban de descubrir hace nada, pese a
que llevan ya un tiempo bastante machacados en el ambiente oscurillo.
Porque sus conciertos a día de hoy se han convertido en un
evento social donde se da cita lo más granado del gotiqueo madrileño, pero aquí
nadie lleva pamelas ni abanicos, sino un luto riguroso que se vislumbra en
lontananza, alguno con el cardado de los domingos y fiestas de guardar y hasta
se dejó caer por allí la prestigiosa diseñadora de moda Maya Hansen, que ha
vestido a celebridades como Lady Gaga, Anne Igartiburu o Paz Vega.
Quizás atraídas como moscas a la miel, abundaban por el
recinto las tías con clase, que movían ligeramente la cabeza o se pasaban un
rato considerable consultando el móvil. La excesiva espera hasta que salieron
los turcos dio tiempo más que de sobra para fijarse en el paisanaje, que casi
se agolpaba incluso en las puertas de los baños, y hasta uno de los artistas
tuvo que pedir permiso para subir al escenario.
La pose de Volkan recordaba a Robert Smith. |
Con un retraso imperdonable para la víspera de un día
laborable, She Past Away nos
arroparon en breve en su manto tenebroso y sintético con “Sanri”, una de las
piezas claves de ese debut que ya les ha situado por los siglos de los siglos
en la historia de la música gótica junto a Bauhaus, The Cure y demás luminarias.
Al contrario que en la ocasión precedente, el sonido acompañó en todo momento y
lo único que cortó el rollo fue su desmedida tardanza en aparecer.
No se ha sentido demasiado la marcha de su bajista Idris
Akbulut, puesto que tanto el teclista Doruk como el carismático voceras Volkan
se compenetran con una precisión asombrosa y proporcionan una madeja sónica sin
puntos flacos, cuyos pregrabados tal vez resten cierto elemento de
espontaneidad exigible en cualquier bolo, pero para nada desmerecen sus ritmos
hipnóticos, aunque la batería electrónica podría haber sonado con más garra.
Oscuridad sintética. |
Atreverse con alguno de los cortes de su primer disco era un
éxito asegurado, auténticos llenapistas
del calibre de “Ritual”, que incitaba a las féminas a menearse con una
fruición desmedida, alguna hasta pegó saltitos y todo. Otra historia eran los
temas del reciente ‘Narin Yalnizlik’, que se acogían con la misma frialdad con
la que las vacas ven pasar el tren, pese a que “Katarsis”, por ejemplo, levantó
el pabellón.
Lo cierto es que su último material no ha triunfado mucho en
el ambiente oscurillo porque sucede lo mismo que con The Smiths y la
trayectoria en solitario de Morrissey, no es que se trate de un producto malo,
sino que el listón puesto anteriormente está demasiado alto y ante eso no cabe
comparación posible, más de un grupo se daría con un canto en los dientes por
firmar cualquier manojo de temas potables. Por lo menos hay que agradecer ese
enfoque que han adoptado cercano a The Cure en varios cortes que podría
emocionar hasta a Robert Smith. Les pegaba más el bailoteo dark wave.
Uno de los picos del espectáculo se alcanzó en “Kasvetli
Kutlama”, lo mejor de su repertorio y que debería pincharse hasta rayarla en
garitos góticos, aquí la voz de Volkan se elevó y adquirió un eco similar al de
un pobre infeliz recluido en un pozo. La glorificación de la miseria absoluta.
Casi se acercaron a un synth-pop negro como el tizón en
“Yanimda” antes de que “Insanlar” certificara el poderío de ‘Belirdi Gece’,
pieza fundamental para entender el movimiento gótico contemporáneo. Para
valorar la revolución que ha supuesto en el ambiente, mencionar que ha
conseguido que los DJs de sota, caballo y rey que tanto predominan por ahí
hayan optado por el aperturismo en su repertorio y se animen a incluir música
de esta década. Bienvenidos a la democracia.
Y si en la gira anterior se atrevieron a versionar
“Allegedly, Dancefloor Tragedy” de Suspiria, volvieron a demostrar clase y
conocimientos muy reseñables del rollo al rescatar “Fate” de For Against, combo
de post punk/shoegaze de Lincoln (Nebraska) que únicamente los catedráticos de
la movida reconocerían. Molaba más la original por su aire a lo The Essence,
aunque no desentonó con la nueva fijación de los turcos por matices más atmosféricos.
Esto es de notable.
Lo que me sobró por completo fue la repetición de un par de
temas en los bises, el típico truquillo de artistas de radiofórmulas que ya no
saben qué hacer para contentar a la audiencia y tiran por lo fácil. Un par de
versiones de la categoría de la antes mencionada habrían valido para
desencadenar el éxtasis. Una lástima, suponemos que el depender de las máquinas
a veces provoca cosas como esta.
Nos quedaremos empero con ese ramo de flores negras con el
que nos obsequiaron desde tierras antaño imperiales, brotes en ocasiones
delicados pero que no pierden de vista la oscuridad profunda en la que fueron
engendrados. Tan contradictorios y rotundos como un vestido de cuero.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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