miércoles, 13 de enero de 2016

FREEDONIA: UNA DÉCADA DE RESISTENCIA



Kafe Antzokia, Bilbao

Hay infinidad de actos de heroísmo a nuestro alrededor. Solo hace falta saber mirar. A veces no emiten ningún ruido en particular y pasan desapercibidos por completo, sin destacar lo más mínimo, como esperando a que algún ojo avizor los descubra. En el universo de la autogestión tampoco es algo tan raro, es el precio a pagar por conservar la libertad creativa y seguir creyendo en un proyecto destinado a sacudir el panorama musical nacional desde su mismo comienzo.

Quién adivinaría que este antaño quinteto de jazz duplicaría su familia hasta los diez miembros y se transformaría en un combo de soul enérgico cuyos tentáculos se alargarían hasta una asociación con actividades extramusicales que van desde talleres y charlas hasta visitas a centros de ancianos, entre otras iniciativas. Porque lo suyo en realidad fue pura militancia, marcando sus propias reglas, apostando por la libre difusión de la cultura y por el amor incondicional al sonido analógico. No podría ser de otra manera si uno escucha con atención sus discos en los que los vientos se abren camino sin dificultad y  voces raciales poderosas explotan con una intensidad pretérita. 


Sin ningún mecenas ni ninguna compañía discográfica descomunal detrás suyo, han debido de realizar de veras unos cuantos pasos de equilibrista para mantenerse en el candelero durante diez años. Un tiempo en el que según sus propias palabras han “crecido juntos como músicos y como colectivo”, aunque su pretendida pose antisistema no les ha impedido empero recoger dos premios Pop-Eye o un Guille. Sin renunciar a los principios.

No ha sido tampoco casualidad que empezaran su gira aniversario por Vitoria y Bilbao, ambos lugares por los que también arrancaron su periplo peninsular durante 2015 y en los que afirman sentir una conexión especial: “La gente de allí aprecia muy bien nuestra música y se integra con mucha energía en los shows, eso da un punto extra de adrenalina que es vital para coger impulso, además tenemos grandes amigos allí”, explican.

La tropa preparada para recibir a la diosa de ébano.
 Con todo el papel vendido y un ambiente asfixiante en gran parte de la sala, Freedonia se presentaron en formato corro de las patatas con su vocalista guineana-vallecana Mayka Sitté en el centro, acaparando el protagonismo por completo, excepto cuando se permitía explayarse instrumentalmente al resto de miembros o se engorilaban entre ellos para espolear a la concurrencia. Muy cinematográfica sonaba la homónima “Dignity & Freedom”, hasta el punto de que podría incluirse sin problemas en la BSO de ‘Django desencadenado’ de Tarantino.

No era habitual escuchar en directo una voz de ese calibre, que sobresalía en especial en los blues de copa y puro, tipo “Man Like Me”. El personal se venía arriba por momentos y en ocasiones hasta aplaudía la entrada de los vientos, en “Beggin’ You”, por ejemplo, la voceras Mayka acabó arrodillada en el suelo para mayor dramatismo.


Los compis trajeados que formaban un círculo no se limitaban a tocar sin más, sino que ayudaban a animar el cotarro, aunque a la hora de la verdad lo que llamaba la atención eran los movimientos de reptil de su cantante, como una fiera desbocada al margen de la sociedad sin complejo alguno. Tal desgaste físico por su parte se compensaba con interludios instrumentales en los que el resto de la banda demostraba que no se había caído de un guindo y que su solvencia estaba fuera de toda discusión. La camaradería entre ellos había veces que se asemejaba a la de un grupo de colegas de bar.

Una de las sorpresas guardadas para celebrar sus diez años en la brecha llegó con un tema nuevo que seguía la estela del blues elegante y con clase que tanto les pegaba. Su enérgica vocalista se movió de forma robótica como si se descoyuntara y la muchedumbre aplaudió de puro convencimiento, alucinantes las coreografías de la negrilla, para enmarcar.


Pese a que su palo en directo ganaba en pegada rockera e intensidad bluesera, en otras ocasiones se acercaban al rollo funky con aceptables resultados, como en “I Don’t Need You”. Y en el primer bis, subieron otro escalón en la senda de lo sofisticado con “It’s Gonna Be Fine”, una de esas piezas sosegadas con poso humeante en las que Mayka puede lucirse pero bien.

Sin recrearse en la exquisitez, pusieron al respetable a danzar con “Shake Your Body”, que se antojó épico con la cantante de color cediendo el micro al saxofón y jadeando como si estuviera en una clase de aerobic. Y sin desfallecer, un grito desgarrador con trompetas vetustas dio la bienvenida a “The Time Has Come”, donde Mayka hasta hizo la posición de la grulla. Tremenda.


Finiquitaron como mandan los cánones con el “Don’t Let Me Be Misunderstood” popularizado por The Animals, aunque se acercaron más a la peculiar adaptación medio discotequera de Santa Esmeralda que aparece en la BSO de ‘Kill Bill’. Pocos la reconocieron, pero eso no impidió para que se lucieran elevando las trompetas hasta el infinito y con la voz clavándose en el alma. Sentimiento a borbotones.

Siempre tendrá un mérito impresionante aguantar en la trinchera cuando los vientos no soplan a favor, y más si cabe cuando se hace bandera de la autogestión y la libertad artística sin un paraguas externo que proteja de las inclemencias. Ya podrían muchos cumplir así una década de resistencia. Hasta la victoria.

 TEXTO Y FOTOS: ALFREDO VILLAESCUSA


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