Kafe Antzokia, Bilbao
Uno de los sucesos que más suele impactar en la vida de
cualquier persona decente es el primer amor. Nervios, noches sin dormir y
emociones a flor de piel que se convierten en el motivo principal de existencia
durante una temporada. Luego uno se hace mayor, pierde la inocencia en ese
sentido y ya no se traga cuentos chinos de mariposas en el estómago ni tampoco
abundan asimismo las personas que hagan sentir algo especial más allá de la
pura atracción sexual animal.
Pero es bonito pensar que en el medio de toda la ponzoña
todavía perduran cosas de esas. Y que incluso es posible que ciertas bandas
comiencen su trayectoria en un baile de instituto. Eso mismo les sucedió a los
históricos del power pop The Rubinoos, formados en Berkeley, California, allá
por 1970, para tocar expresamente en una de esas ceremonias yanquis que hemos
visto mil veces en el cine y que a los europeos nos sigue pareciendo un
acontecimiento tremendamente exótico, casi al nivel de contemplar una geisha o una función de kabuki.
El líder Jon Rubin, del que deriva el nombre del grupo. |
En un reducido ambiente selecto se presentaron estas
leyendas en el Kafe Antzoki bilbaíno, pues los congregados apenas superarían el
medio centenar, aunque se consiguió el ambiente idóneo para divertirse sin
agobiarse. Predominaban las chicas con clase de aire ye-ye y movimientos vintage, algunas hasta se atrevían a
reproducir la mítica escena de ‘Pulp Fiction’ del popular bailecito entre Uma
Thurman y John Travolta.
“Sé que en el País
Vasco os gusta la caña”, dijo el vocalista de The Rubinoos en castellano con un marcado acento guiri, y después
de anunciar irónicamente un “tributo a
Metallica”, se arrancaron con el archiconocido “Mr Sandman” de The
Chordettes antes de destapar bien el tarro del almíbar con “Fallin’ In Love”,
donde ya se advirtió su extraordinaria maestría a los coros hasta el punto de
resultar en ocasiones irreales por su perfección.
Los cachondos Jon Rubin y Tommy Dunbar. |
No tardaron en sorprender de nuevo recordando a Morricone
con “The Good, The Bad And The Ugly”, en la que emularon con sus propias bocas
los sonidos del desierto. Y el primer pico llegó con su tremendo hit “I Wanna Be Your Boyfriend”, que
desató por el recinto bailoteos femeninos y los acercó a esas composiciones tan
redondas de los cuatro de Liverpool, quizás los verdaderos pioneros del power
pop.
En un estado de conservación óptimo y con un ímpetu
apabullante en escena, rememoraron su debut de 1977 con “Leave My Heart Alone”
e incluso se acercaron al surf rock instrumental antes de la melodía perfecta
de “Not Just Another Pretty Face”, cantada desbordando emoción por Tommy
Dunbar, la otra voz importante del grupo.
Pero no se limitaron a vivir únicamente de viejos éxitos,
cuentan con un álbum decente de 2014, del que rescataron cortes que no
desentonan con su trayectoria como “Run Mascara Run” o “Countdown To Love”. Y
otro de los momentazos de la noche fue sin duda su espectacular versión del “Shake
Some Action” de Flamin’ Groovies, todo un clásico del power pop y del rock en
general en el que bordaron los coros. Para no dormir en meses.
Siguieron echando mano de los recuerdos y volvieron su vista
hasta las siempre evocadas playas de California y anunciaron una canción típica
de la zona que suele tocarse por allí “unas
30 veces al día”. Tal vez se pasaran con la exageración, pero no les quedó
mal su revisión del “Walk Don’t Run” de The Ventures, en la que incluso se
atrevieron con una coreografía en plan Los Straitjackets y levantaron mástiles
al final en un alarde épico.
La otra gran voz de The Rubinoos, Tommy Dunbar. |
Con temazos tan redondos como “Hurts Too Much” o “Amnesia”
era imposible que aquello se hiciera aburrido, aparte de sus continuas coñas en
las que hasta amagaban con el “Mr. Tambourine Man” de Bob Dylan. Y echándose canas
al hombro recordaron el tiempo en el que una pieza suya alcanzó lo más alto de
las listas de éxitos durante semanas sin fin. Bueno, en realidad no la habían
compuesto ellos, se trataba del “I Think We’re Alone Now” de Tommy James, la
primera piedra angular que les granjeó el estatus de banda de culto entre los fans
del power pop.
Al de una hora no tardaron en volver para los bises
asegurando que no tocarían “Little Wing” de Hendrix y arrancándose con un
apabullante “Rock And Roll Is Dead”, en el que el voceras Jon Rubin se tiró por
el suelo punteando y hasta se acercó a los fotógrafos para que rindieran
tributo a la santa electricidad. Las aclamaciones superaron cualquier muestra
de entusiasmo anterior.
Hablaron entonces de un grupo que era de sus favoritos,
aunque lamentablemente ahora estuvieran muchos muertos. “Pensaba que te referías a mi polla”, terció su compi a las voces. “No, tu polla no está muerta”, contestó
el líder antes de finiquitar con el “Sheena Is A Punk Rocker” de los siempre
añorados Ramones, que sonó más ralentizada y cercana a su rollo. Un epílogo
natural.
Quizás abusaran un tanto de los homenajes ajenos, algo
incomprensible con un discografía bien surtida, y si hubieran estirado más su
repertorio, el bolo habría sido de lo mejor del año, pero cumplieron la máxima
sagrada del rock n’ roll de no aburrir. Tan puros como un primer amor. Su
espíritu de juventud se palpaba en cada poro.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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