Satélite T, Bilbao
El panorama indie está
lleno de malentendidos y falsas ideas preconcebidas. Empezando por ese tufo
elitista que concede únicamente el privilegio de la escucha de un determinado
grupo a unos pocos elegidos hasta que pasa a convertirse en algo de dominio
público y entonces se descarta por ser demasiado mainstream. Dogmas de fe que se adoptan sin demasiado criterio y
que no se diferencian demasiado de los de la masa borreguil sin pretensiones de
intelectualidad.
Los guipuzcoanos Rural Zombies no van de profundos, pese a
que la voz lánguida de Julia les otorgue cierto sentimiento etéreo de elevarse
por encima de los mortales. Sus delicados desarrollos instrumentales y
calculada elegancia tampoco deberían tomarse como un intento por separarse de
la repugnante chusma. Parece más bien una cuestión de principios, aquellos
establecidos por orfebres de melodías apesadumbradas como The Smiths o The
Cure, sin descuidar la influencia contemporánea de discípulos de Joy Division
tipo White Lies o Editors.
Algo demasiado foráneo para estos lares. Probablemente pocos
conocen esa escena alternativa con Grises o los protagonistas de esta crónica
que funde pop sofisticado, post punk o electrónica que se está fraguando a los
pies del macizo de Izarraitz y a orillas del río Urola, en concreto, en Zestoa,
villa con gran tradición termal, y a partir de ahora también por servir de
atajo musical directo a las Islas Británicas.
Es evidente que el descomunal éxito de Belako en el País
Vasco y en el resto del Estado ha abierto una brecha por la que se están
colando bandas que hace escasos años lo tendrían bastante complicado para
asomar la cabeza, dado lo inusual de su propuesta. Quién nos iba a decir que
habría vida más allá de ese encorsetamiento euskaldun de antaño en el que la
lengua casi era más importante que la música en sí misma.
En clara progresión ascendente se encuentran Rural Zombies, si tenemos en cuenta la
considerable multitud moderna que congregaron esa noche en el Satélite T con apenas
un disco y un EP. La explicación es sencilla, han elegido el camino clásico de
toda la vida, esto es, patearse salas y entregarse al directo, que es donde se
comprueba si alguien realmente vale.
Y si es cierto que la
primera vez que los vimos de teloneros de Cycle no nos impresionaron demasiado,
la evolución hasta llegar al pasado Mundaka Festival ha sido impresionante. En
especial en lo que respecta a la puesta en escena, con una vocalista ya no tan
estática, aunque todavía se le puede sacar mucho más partido. Y las
composiciones han ganado en intensidad y matices, una percepción que dista de
ser personal, tal y como han demostrado las generalizadas buenas críticas
recibidas por su debut ‘Bat’.
Bajo el manto de un sonido impecable y nítido, los de Zestoa
nos sumergieron en esa suerte de pop atmosférico llamado “Youth” y ganaron en
pegada con “Nitro” con ese soberbio aire final a lo The Cure. Reproducían al
milímetro las tonalidades cristalinas de estudio y algunos elementos sobresalían
claramente, caso de su guitarrista, que se reveló como el verdadero timonel que
va tirando del resto.
Sin demasiado repertorio del que rascar, aprovecharon para
dar un exhaustivo repaso a su debut, con cortes de tristeza infinita, caso de “We
weren’t born to fly”, donde volvió a sobrevolar la sombra de Robert Smith y
compañía. Su peculiar estilo arpegiado los vincula con la prolífica tradición
británica en este aspecto y a veces se hace inevitable no pensar en The Smiths
o los reyes de los fraseos hipnóticos The Chameleons.
El timonel en la sombra. |
Todo un derroche de belleza se antoja el inicio de “The Game”
abriendo la puerta a otra dimensión y “Fall” relajó ánimos con un estribillo
pastoral en plan Florence and the Machine. Una de las piezas destacadas de su
primer EP era “Jack” y a buen seguro con el tiempo se convertirá en uno de los
clásicos indispensables de sus bolos.
Ofrecieron a los fieles la novedad “Kaleidoskopioa”, que
contaba con una intro marcial de batería reminiscente del “Melt!” de Siouxsie
& The Banshees y hasta el guitarrista se animó a cantar algunos fragmentos,
habrá que prestar atención a la evolución compositiva de los próximos años. Muy
de su rollo indie con ínfulas
electrónicas ochenteras era la versión de La Roux “In For The Kill”, que sienta
como un guante a la voz lánguida de Julia y además su interpretación resultó
bastante convincente.
Uno de los puntos álgidos de la velada nos pareció “I Come
In Peace”, quizás el mejor tema de ‘Bat’ y que en las distancias cortas
adquiere realce por su tono bailongo, la vocalista incluso se animó a saltar y
varias modernas del respetable le siguieron en el empeño. Otro corte inédito
que también causó grata impresión fue “Ethereal”, con cierto punto Portishead y
que añadió variedad al conjunto.
En el tramo final se arrancaron con “Golden”, carta de
presentación de su debut y cuyo intervalo de teclado resultó impecable. Y
mediante un redoble de batería enlazaron con “Stones”, otra punta de su lanza
de su EP homónimo, que terminó de animar a una concurrencia un tanto distante.
Y para no bajar el pistón finiquitaron con los sintetizadores potentes de “Shut
Up” un recital muy aceptable que fue de menos a más en cuanto a intensidad.
Es evidente que se miran en el espejo de Belako, han
aprovechado la vulnerabilidad del sistema y aspiran a transitar una senda
similar. Al contrario de lo que dice su canción, ellos sí que han nacido para
volar, bien alto además, todo dependerá de los pasos que vayan dando. De
momento pisan firme. Pura vanguardia para estos lares.
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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