Sala Satélite T,
Bilbao
A un servidor siempre le ha sorprendido esa capacidad
camaleónica de la gente para cambiar de pareja como quien se pone una camisa o
esas chicas que un buen día eran góticas o algún sucedáneo y de repente casi
por arte de birlibirloque se transforman en psychobillies porque mola más y los
mechones oxigenados sientan de maravilla. ¿Falta de principios? No hay
problema, si no le gustan, tengo otros, ya lo decía el inolvidable gurú Groucho
Marx.
Pero hay cosas que deberían permanecer de una determinada
manera hasta el fin de los tiempos. Eso es lo que conocemos como esencia. De
eso saben bastante los Trogloditas, con sus más de 30 años de trayectoria, primero
como banda de acompañamiento de Loquillo y más recientemente con autonomía
propia otorgada por solventes directos y un muy respetable disco de estudio que
demuestra que no van en absoluto de palo.
La relación del Loco con sus antiguos compis se parece un
poco a la actual confrontación entre Iglesias y Errejón. O eres de uno o eres
de otro. No caben medias tintas. Ya lo sabíamos de sobra, por eso no nos
sorprendió que una habitual de los conciertos nos comentara que no le caía
demasiado bien el hombre de negro patrio. La verdad es que no faltan motivos
para odiarle, casposos anuncios de entidades bancarias, apoyo a partidos que no
condenan dictaduras y un insufrible carácter que calificar de chulesco sería
quedarse corto. El tipo no lo pone fácil.
Al margen de controversias estériles, uno opina que únicamente
los directos, compaginados con una digna labor en estudio, deberían servir para
encumbrar o hundir en la miseria a cualquiera, sin entrar en otras cuestiones
que corresponderían a otros ámbitos como la psicología. La actitud genuina en
el rock a veces provoca malentendidos.
Con dos visitas precedentes soberbias, una, de hecho, a
escasos metros, en el Crazy Horse, estaba clarísimo que la parada de Trogloditas en el Satélite T no
defraudaría lo más mínimo. Ya desde el comienzo con “Sombres del Autocine” o
“Desconectado” certificaron su voluntad de no vivir exclusivamente de las
rentas, aunque el personal donde de verdad se desboca es con los grandes
clásicos como “La Mataré”, esa que todavía algunas ignorantes feminazis siguen
queriendo prohibir en pleno siglo XXI. Seguramente les habría dado un pampurrio
si hubieran contemplado a una sala repleta de gente corear dicho tema a pleno
pulmón. A la cárcel.
Se palpaba en el recinto un entusiasmo que no lo pararía ni
la Audiencia Nacional, había que relajar un poco, y lo lograron con “Estoy Tan
Solo”, una adaptación de Hank Williams que encajaba cual guante en los tonos
rockabillies del voceras Andreu Muntaner. Y por mucho que sea inevitable,
quizás compararle con el Loco no sea hacerle suficiente justicia, pues su estilo
tampoco es que se parezca demasiado, ambos poseen actitud para regalar, cada
uno en su rollo, y el carisma suficiente para interpretar himnos
intergeneracionales historia viva de nuestro rollo. Casi nada.
Jordi Vila., uno de los principales activos de Trogloditas. |
Otro activo importante del grupo en directo es el
incombustible batería Jordi Vila, que aparte de ser uno de los principales
artífices del impepinable sonido que gastan los Troglos en directo, ahora salta
también a la palestra al cantar sus propios temas como “Enterraré Mi Corazón” o
cuando se arranca con “María”, uno de nuestros momentos preferidos de sus recitales
y que Loquillo ya no recupera en sus bolos hoy en día ni de casualidad. Siempre
encarnó el espíritu punk por su manera incisiva y primitiva de tocar, sin
artificios de ningún tipo, de hecho, dicen que de ahí surgió el nombre de
Trogloditas. Puro nervio.
Y no podría faltar tampoco el preceptivo homenaje a Germán
Coppini con una versión rockera y fronteriza de “Malos Tiempos Para La Lírica”,
no en vano gracias a su ayuda consiguieron que una discográfica apostara por
ellos. Otra figura fundamental en la historia de la banda fue el recordado
Guille Martín, mítico Troglodita caído en combate que también ofreció sus
servicios a artistas del calibre de Los Rodríguez o Jaime Urrutia. Toda esa
épica de Malasaña encarna “Ráscale”, que a pesar de su excesivo parecido con el
“Lady Madrid” de Pereza, merecería convertirse en un himno de primer nivel en
su trayectoria sin arrugarse para nada ante sus clásicos.
Llegados a ese punto, aquello solo podría mejorarse con
piezas que sacuden las entrañas, como un espectacular “Siempre Libre”, en la
que el voceras Lobo sostuvo la voz con la consiguiente cascada de aplausos, o “El
Rompeolas”, que alargaron mientras el personal se desbocaba por momentos. Los
temas legendarios son los que de verdad encienden los ánimos, vale, pero
tampoco desentonan en su repertorio derroches de autenticidad de la altura de
“La Espuma de los Días” o ese “Lo he vuelto a hacer”, entonado por su joven
guitarrista Diego, que por actitud nada tiene que envidiar a los veteranos
Jordi Vila o Josep Simón.
Toda una sorpresa que rescataran “No Surf” del debut ‘El
ritmo del garage’ con su aire nostálgico a lo ‘Grease’ y que a buen seguro
plantó una semilla punk pop que luego explotarían otros como Los Nikis o Los
Vegetales. El tributo a Sabino Méndez, que otorgó a los Troglos actuales
bendición espiritual, no se entendería sin “El País Te Necesita”, pieza
compuesta íntegramente por él, antes de que “Rock Suave” se consolidara como
uno de los grandes picos de la noche.
Alfredo Piedrafita, invitado estelar. |
“Ya no puedo bailar” enfervorizó todavía más a la
congregación, si es que aquello era posible, y para los bises irrumpió una
pareja que se presentaron como “hijos de
un mítico productor de Loquillo y Trogloditas” para un genial “El Ritmo del
Garage”, realzado por la voz punk a lo Kaka de Luxe de la chica que emuló de
manera muy competente la parte que en estudio cantaba Alaska. Y el siguiente
invitado sí que era de auténtico lujo, nada menos que Alfredo Piedrafita de
Barricada, que se marcó a las seis cuerdas “No sé qué hacer contigo” y un
soberbio “Pégate a mí” para delirio de la afición.
“¿Alguien quiere que
toquemos alguna canción?”, preguntó el guitarrista Diego y acto seguido se
arrancaron con “Carne para Linda”, ideal para que no decaiga el fiestón. Un
broche de infarto que remataron con un apoteósico “Cadillac Solitario”, con las
gargantas desatadas y que hasta incluyó un breve solo de bajo de Josep Simón,
leyenda absoluta del rock patrio. Dejaron tal sabor de boca que no dudaron en
saltarse set list y demás para regresar de nuevo con “Autopista”, con una intro
stoniana y desencadenando pogo en las primeras filas.
El grito de guerra “¡Somos
Trogloditas!” pocas veces sonaría tan convincente como aquella noche
después de casi dos horas dando el callo. Son mucho más que una banda de
acompañantes o una mera comparsa del Loco, hace tiempo que adquirieron
autonomía propia al margen de mamoneos, postureos y demás cosas ajenas al mundo
del rock. ¡Siempre libres!
TEXTO Y FOTOS:
ALFREDO VILLAESCUSA
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