Kafe Antzokia, Bilbao
Llegará un momento en el que el personal se cansará de
experimentaciones, de etiquetas tan
manoseadas y pervertidas como el indie y reivindicará la música de siempre,
atemporal, al margen de efímeras modas. El soul de quilates que sobrecoge el
alma o esos tórridos blues que evocan garitos de madrugada envueltos en humo de
tabaco políticamente incorrecto. Una vuelta a las esencias con la integridad
artística como bandera, sin buscar aleccionar a nadie, cada uno por su propio
camino y si por un casual nos encontramos, pues bienvenido sea.
De eso saben bastante los madrileños Morgan, cuya vocalista
Carolina de Juan ha adoptado como nombre artístico el apelativo de su niñez
“Nina”. Tal vez por ello la nostalgia impregna sus composiciones como un
perfume intenso que no se va de las prendas de vestir por mucho que las laves.
Pero su fragancia cada vez está conquistando a más gente, hay pruebas
irrefutables como su reciente llenazo en la Joy Slava, el colofón después de
haber ya colgado el cartel de entradas agotadas en las salas Costello, Sol o el
Teatro Lara.
En su visita al Kafe Antzokia no lograron semejante gesta,
pero consiguieron reunir una multitud nada desdeñable para un pleno jueves. Si
bien había una marcada mayoría femenina, la parroquia congregada no podría
encuadrarse en ningún estilo concreto. Parecía haber, de hecho, unos cuantos
curiosos, de esos que se acercan a probar suerte, algo totalmente respetable
siempre que no perturben al resto de la concurrencia.
No era el caso de un desagradable grupo de machirulas
bailongas que no se enteraban de la misa a la media, por mucho que gritasen
cosas inconexas cada dos por tres y se comportaran como si estuvieran solas en
la sala. El sumun se alcanzó cuando
en consonancia con sus penosas coreografías empezaron a despelotarse y
toquetearse ligeramente. Puag. Que se vayan a un hotel.
Al margen de este nauseabundo incidente, Morgan demostraron una clase inmensa
desde el comienzo con “Cold”, un blues de copa y puro perfecto para introducir
a esa espectacular bandaza que arropa la voz de Nina en la que destacaba su muy
competente guitarrista con sombrero o el toque preciso que aportaba Ekain
Elorza a la batería, su versatilidad no conoce límites, lo mismo le da al
stoner rock pesado en Cobra que se revela como un maestro de la contención en
este elegante proyecto.
Hay personas que irradian tal magnetismo que las fotos se
antojan mecanismos incapaces para capturar tanta grandeza. Es el caso de la
vocalista Nina, que no necesita ni siquiera levantarse para acaparar las
miradas del respetable. Le basta con sentarse al piano y dar rienda suelta a
esa prodigiosa voz que atrapa y eleva como si fuera una gran diva de la música.
La han comparado con Norah Jones o Joss Stone, pero lo suyo no se circunscribe
al soul o al R&B, sino que destilan también un importante poso rockero,
basta escuchar el descomunal solo de “Work”.
Si ya en estudio causan gratas sensaciones, esa percepción
se magnifica en las distancias cortas con piezas como “Attempting”, que vale lo
mismo para sostener la voz y desencadenar salvas de aplausos que para acercarse
a los tonos etéreos de delicadas cantautoras indie como Anni B. Sweet. Conectan
los clásicos con la contemporaneidad sin problema alguno, por lo que no extraña
que “Sometimes” posea cierto aire a Joe Cocker, realzado además por la labor
del guitarrista Paco López, auténtico timonel del sonido del grupo en directo.
Esto es algo mucho más grande que una solista y su banda de acompañamiento, las
composiciones de Nina probablemente no poseerían tanta fuerza si no fuera por
todas esas capas que envuelven las canciones.
Y el efecto de conmover lo estaban logrando, los ojos se humedecían
por doquier, excepto los de las tres o cuatro féminas a nuestro lado que habían
acudido al bolo a pasar la borrachera y dar por saco al personal, esas seguían
entretenidas en su poliamor y demás.
La artista se mostró humana al confesar sus nervios antes de
“Volver”, el único tema en castellano del debut en el que quizás se acerca más
a esa etiqueta indie que no le hace justicia ni por asomo. La gente decente
mandó callar a las subespecies, pues eso era lo mínimo exigible para
interpretar una pieza intimista únicamente con el piano como acompañamiento.
Prueba de fuego superada, la ovación fue enorme. Vaya pedazo voz, no nos
cansaremos de repetirlo.
El rollito funk de “Thank You” impulsó a Nina a levantarse y
algunos le gritaron: “¡Échate un baile!”.
En ese aspecto sí se le nota todavía un poco cortada, todavía necesita soltarse
más, pero vamos, con la soltura con la que canta hasta se lo puede permitir,
como si se convierte en un gato de escayola. Basta escuchar sus hipnotizantes
tonos para entrar en otra dimensión y no prestar atención a ningún otro detalle
más.
Después de semejante demostración de poderío, no se les iba
a permitir marcharse de rositas, por lo que los gritos solicitando bises fueron
abrumadores. Sorprendieron con una versión, “The Night They Drove Old Dixie
Down” de The Band, que les pega bastante en su estilo, y para cerrar
recurrieron a “Marry You”, un tema inédito en el que hubo que hacer callar de
nuevo a los infraseres.
No faltarán los gafapastas oportunistas que los intenten
meter con calzador en el saco del indie por esa voz reminiscente de Russian Red
o la ya mentada Anni B Sweet, pero esto no tiene nada que ver con el folk
intimista. Es música con clase con mayúsculas, intensa y con aroma a garito. Están
al norte del norte en el panorama patrio.
TEXTO Y FOTOS: ALFREDO
VILLAESCUSA
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